Capítulo 12

febrero 26, 2018


Hai Xiu se despertó entre los brazos de Feng Fei.
‒¡Dios mío! ‒ Se apartó un poco de Hai Xiu y se frotó el brazo.
‒ ¿Qué eres? Duermes como una roca.
Hai Xiu se ruborizó, se incorporó soñoliento y dijo:
‒¿Qué…? ¿Qué hora es?
‒Casi las ocho. ‒ Feng Fei hizo una mueca. ‒ Normalmente ha esta hora ya he corrido mis cinco kilómetros y he estudiado. ‒ Le tocó la cara. ‒ ¿El señorito tiene hambre?
Hai Xiu se acababa de levantar, así que continuaba un poco desorientado. Se frotó los ojos una y otra vez y replicó.
‒¿Qué? No me llames eso…
Feng Fei se levantó arqueando una ceja.
‒¿Que no te llame eso? Has estado durmiendo en mi hombro y cuando me he levantado a las siete tú seguías totalmente frito. ¡Venga, date prisa! Hay que desayunar.
Hai Xiu asintió y le siguió.
Feng Fei preparó un poco de gachas de arroz en la arrocera eléctrica: era una de las pocas cosas que sabía cocinar. Le pasó un tazón a Hai Xiu y le dijo:
‒Esta noche cenaremos fuera.
Hai Xiu le dio un bocado a sus gachas, que estaban sorpresivamente buenas, y contestó:
‒Vale… Hoy me quiero ir a casa ya.
‒¿Por qué te quieres ir tan pronto? ‒ Feng Fei frunció el ceño. ‒ Tu madre no te dijo que volvieses tan pronto, y mañana te iba a llevar a clase.
Hai Xiu sacudió la cabeza rápidamente.
‒Tengo que ir. Mi madre vuelve a tener un viaje de dos días por trabajo… Tengo que volver.
‒Vale… ‒ Feng Fei tuvo que acceder. ‒ Esta tarde te llevo.
Hai Xiu asintió. Le daba miedo que Feng Fei estuviese de malhumor, por lo que añadió:
‒Podemos seguir quedando…
‒Vale. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Oh, sí, Hai Xiu, ¿a qué universidad quieres ir?
Hai Xiu reflexionó unos segundos e inseguro, contestó:
‒Puede que… ¿aquí?
Habían ascendido a Jiang Yu Man y por eso le habían cambiado la oficina. Su jefe la apreciaba por su buen trabajo y, por eso, no sería extraño que la mujer se asentase de una vez por todas en aquella ciudad con su hijo, Hai Xiu.
‒Yo antes quería irme muy lejos… ‒ Comentó Feng Fei pensativo. ‒ Pero ahora que lo pienso, quedarme en esta ciudad también estaría bien. ‒ Entonces sonrió. ‒ Hey, cuando vayamos a la universidad podríamos vivir juntos.
‒¿Vivir… juntos? ‒ Hai Xiu parpadeó.
‒Sí. ‒ Feng Fei asintió con la cabeza. ‒ Mi hermano no vivía en una residencia, primero se fue a vivir con unos amigos y después se mudó con mi cuñada. Nosotros también podríamos hacer eso.
Hai Xiu miró los ojos relucientes de Feng Fei. No sabía exactamente el motivo, pero notaba una mala intención escondida en sus palabras.
‒¿Vivir contigo?  ‒ vaciló. ‒ No… No quiero…
‒¡Hey…! ‒ Feng Fei se mordió el labio. ‒ ¿Vas a vivir en la residencia? Oh, sí, nunca has vivido solo en la resi, ¿verdad? Yo estuve en un internado y, para que lo sepas, las habitaciones se comparten entre cuatro o cinco. Te meterán con gente aleatoria y dependerá de tu suerte si acabas con alguien bueno o no. También cabe la posibilidad de que acabes viviendo con alguien que no se duche o no saque la basura. A veces, hay algunos que quedan para jugar a cartas, beber o fumar…
Hai Xiu se asustó al imaginarse lo que le estaba describiendo Feng Fei y corrió a cambiar su afirmación.
‒Pues… Pues podríamos vivir juntos…
Feng Fei victoreó para sí.
‒Mira lo bien que te trato. Sé que no te llevarías bien con los de la residencia, ¿de verdad no prefieres venirte conmigo?
‒No… Me había parado a pensarlo… ‒ Hai Xiu se sintió culpable.
Feng Fei movió la mano para que Hai Xiu dejase de explicarse y ambos empezaron a comer.
¿Quería vivir con otros que no fueran él? Feng Fei resopló. Agachó la cabeza, cogió un trozo de verdura y se lo dio a Hai Xiu.

Después de desayunar, Feng Fei llevó a casa a Hai Xiu tal y como había prometido. Feng Fei se dedicó a exagerar lo que era la convivencia en una residencia y, al cabo de pocos minutos, decidieron irse a vivir juntos.
‒Pero… ‒ Hai Xiu se detuvo cuando él aparcó con una duda. ‒ ¿Y si no vamos a la misma universidad?
‒Eso da igual. ‒ Feng Fei respondió con indiferencia. ‒ Las universidades de esta ciudad están muy cerca, ya me buscaré una al lado de la tuya.
‒Podrías ir a una buena…
Feng Fei apretó los dientes.
‒Sé leer y eso, pero… ‒ No estaba tan seguro de sí mismo en ese caso.
En realidad, optar por la misma universidad que Hai Xiu le sería casi imposible.
‒No tengo las mejores notas, todavía podríamos acabar en la misma. ‒ Hai Xiu le consoló.
‒Tonterías. ‒ Feng Fei aparcó. ‒ Esto no va en broma, haz lo que tengas que hacer. Me portaré bien en clase aunque no pueda llegar a tu nivel e iré a una universidad que esté cerca de la tuya para que podamos estar juntos todo el día.
Hai Xiu se quedó como embobado, Feng Fei raramente le hablaba así.
‒Yo… Vale.
‒Haz caso. ‒ Feng Fei le sonrió. ‒ Aunque no vayamos a la misma universidad o al mismo curso, haré tiempo para acompañarte si no tienes clase. ¿No te parece bien?
A Hai Xiu la situación le pareció divertida, sonrió y asintió.
‒Sí.
‒Vale, no te lo pienses demasiado. ‒ Feng Fei volvió a sonreír. ‒ Ve.
Hai Xiu cogió su mochila y se bajó el coche. Feng Fei observó cómo entraba en su casa antes de irse.
Feng Fei le había dicho muchas cosas a Hai Xiu por capricho. Lo único de lo que se acordaría sería de lo de vivir juntos, sin embargo, lo que impactó a Hai Xiu es que el muchacho fuera a portarse bien en clase.

‒Cos abre paréntesis, menos infinito cierra paréntesis, es igual a cos infinito y cos β más sin infinito y sin β. ‒ Hai Xiu recitó la fórmula al lado del oído de Feng Fei. ‒ Cos abre paréntesis, menos infinito cierra paréntesis, es igual a cos infinito y cos β más sin infinito y sin β. La formula de un ángulo medio: tan medio de-…
El chico que se sentaba detrás de Hai Xiu tembló al ver a Feng Fei durmiendo en su escritorio. Hai Xiu cada vez hablaba más alto y el chico de detrás no podía creer que tuviese las agallas de gritar tanto.
‒Hai Xiu. ‒ Feng Fei rechinó los dientes y levantó la cabeza. ‒ Después de llevarte a casa, salí con mis amigos hasta media noche y hoy me he levantado a las seis. ¡Tú…!
En realidad Hai Xiu tenía miedo de haberle molestado de verdad, por lo que se explicó:
‒N-No me lo habías dicho… Pero déjame hablar más, tengo que practicar…
Feng Fei expiró.
‒Haz lo que quieras, ¡pero para ya con las funciones trigonométricas!
Hai Xiu estaba se puso un poco contento.
‒¿Me estabas escuchando? Pero… Pero no sueles acordarte de las fórmulas.
Feng Fei sacó su libreta de matemáticas para seguir la formula de mala gana. Hai Xiu sonrió un poco y continuó leyendo.
Hai Xiu le pasó un examen a Feng Fei hacia el final de la hora de estudio individual donde estaban los problemas que había calculado mal unos días antes. Como habían estado estudiando, Feng Fei podía hacerlo casi con los ojos cerrados, y así lo hizo antes de entregar la hoja. Hai Xiu revisó los ejercicios con alegría y complacido.
Feng Fei no pudo enfadarse viendo lo contento que estaba el chico, le parecía adorable. Pero entonces, recordó cuánto sufría por culpa de él, levantó la mano y le dio un golpecito en la cabeza.
‒Oh, esta tarde no te vayas. Mi familia me va a traer la comida, espérame en la clase.
Hai Xiu no acabó de entender lo que acababa de decirle.
‒¿Qué? ¿Comida?
‒Creo que es arroz. ‒ Feng Fei rió. ‒ Arroz con cerdo a la brasa y pez amarillo. Está buenísimo, tienes que probarlo.
‒Pero yo… ‒ Hai Xiu miró donde estaba su almuerzo. ‒ Me he traído…
‒Pues ya te lo comerás luego. ‒ Feng Fei le interrumpió. Oh, cuando le he dicho que hoy tenía que hacer más, ¿sabes lo que me ha dicho?
‒¿Qué? ‒ Hai Xiu estaba confundido.
‒Me ha preguntado si era para mi novia. ‒ Feng Fei se inclinó y se lo susurró al oído.
Hai Xiu se puso colorado de inmediato, se levantó y le esquivó a duras penas.
‒Yo… Tengo que ir al baño.
Feng Fei se rió y le dejó pasar.
Hai Xiu se alivio, se lavó las manos y se palpó las orejas rojas. Suspiró y salió del baño cuando una chica le llamó.
‒¡Hey, tú! Te llamas Hai Xiu, ¿no?
Hai Xiu se dio la vuelta, no la conocía, pero asintió de todos modos.
‒Sí.
La chica se acercó un par de pasos, titubeó un momento y preguntó:
‒Feng Fei y tú sois amigos, ¿no?
Hai Xiu se sobresaltó.
‒Sí.
‒Es que… ‒ La chica sacó un sobre de su libro. ‒ Esto… ‒ Dijo tímidamente.
Hai Xiu bajó la vista para mirar: era una carta rosa con un corazón rojo en medio del sobre y un aroma. No era difícil adivinar qué contenía.
‒¿Podrías dárselo? ‒ La chica sonrió. ‒ Dile que yo-…
‒No. ‒ Hai Xiu apretó los labios y, avergonzado, volvió a su clase.

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