Capítulo 6

febrero 11, 2018


Hai Xiu entreabrió la boca y, tras unos segundos de haber estado pasmado, se dio la vuelta y salió corriendo para el baño. Feng Fei estaba atónito. Al parecer, Hai Xiu se había creído que de verdad iban a ir a la enfermería.
Hai Xiu salió un minutos después, demasiado avergonzado como para mirar al otro chico a los ojos.
–¿Por qué no te has lavado las manos? – Feng Fei hizo una mueca. – Ve y lávatelas.
Hai Xiu se lavó las manos siguiendo sus órdenes y preguntó en voz baja:
–Tú… ¿Lo has hecho a propósito? El no dejarme ir al baño.
–Sí. – Feng Fei se sentía culpable. –…Ha sido a propósito.
Hai Xiu le miró pasmado y Feng Fei, impotente, sintió que el chico no quería que supiese de su enfermedad, por lo que tampoco podía contarle que intentaba ayudarle.
–Es porque… – Feng Fei vaciló. – Yo… – Se dio la vuelta para mirar a Hai Xiu. – Quería chincharte porque me gustas.
En los ojos de Hai Xiu sólo había desconfianza. Feng Fei sonrió y dio un paso adelante para revolverle el pelo, pero en lugar de ello, le dio una palmadita en el hombro.
–Es verdad. ¿Te parezco un acosador?
Hai Xiu sacudió la cabeza. Era más inteligente que la mayoría, así que le era fácil distinguir entre los buenos y los malos.
–Pues ya está. – Feng Fei reflexionó unos instantes. – ¡Eh, pero tenemos un acuerdo, si tienes algo que decirme, dímelo directamente! No eres una niñita, ¿por qué eres tan tímido? ¡Las chicas a las que les gusto me hablan más que tú
–Vale… Ya lo pillo.
Feng Fei, satisfecho con su respuesta, miró la hora y dijo:
–Vale, voy a ir a la enfermería, tú vuelve a clase.
–Pero tú… No estás enfermo. – Hai Xiu quería que Feng Fei volviese a clase para seguir la lección. – ¿Qué vas a hacer allí?
En realidad, lo que Feng Fei quería era dar una vuelta por el campus, ver en qué clase tocaba gimnasia y jugar un poco a béisbol antes de volver, pero al ver la expresión aturdida de Hai Xiu, todo lo que consiguió susurrar fue un:
–Voy… Voy a ir a por medicina antes de volver.
Hai Xiu exclamó un “oh” y añadió:
–Pues… Voy contigo… Podemos hablar con la profe juntos…
Feng Fei no quería, pero acabó cediendo. Lideró la marcha como si fuese un policía armado y entró en la enfermería, cogió dos cajas de medicina y volvió a clase. Tardaron diez minutos en ir y venir. Hai Xiu estaba aliviado de poder haber vuelto a su sitio y prestó atención a la clase al igual que Feng Fei que, al no poder jugar al béisbol y estando tan aburrido, todo lo que pudo hacer fue escuchar a su profesora.
Feng Fei dejó un pastel en el escritorio de Hai Xiu a tercera hora del día siguiente. Era una caja más grande de lo normal.
–No… –Hai Xiu intentó rechazarlo, avergonzado. – No… Esto es demasiado.
–Ayer te molesté, ¿no? –Feng Fei hizo una mueca. – No seas aguafiestas. Pruébalo, son de nuez.
Hai Xiu abrió la caja y vio cuatro porciones de Mont Blanc. Esgrimió el tenedor de plástico, cortó un trocito, vaciló unos segundos y susurró:
–¿Tú no vas a comer…?
Feng Fei sacudió la cabeza sonriente. Hai Xiu bajó la cabeza y le pegó un bocado. La crema de nuez rodeaba los frutos secos crujientes; era el Mont Blanc más bueno que había probado.
–Tú… – Quería que Feng Fei lo probase. – Deberías probarlo.
Feng Fei volvió a sacudir la cabeza.
–Cómete el resto por la tarde.
–Esta tarde no estoy… – Dijo Hai Xiu lentamente después de tragar saliva.
–¿Ah? – Feng Fei alzó una ceja. – ¿Te vas a casa?
Hai Xiu sacudió la cabeza, cerró la caja y habló en un hilo de voz.
–Tengo… que comprar una cosa.
–¿Comprar el qué? – Feng Fei no se lo esperaba.
–Comprar… – Hai Xiu no acabó de responder. – Una cosa…
–Ya, ¿el qué? – Cuánto más se negaba a hablar Hai Xiu, más curioso estaba Feng Fei, por lo que insistió. – ¿Qué vas a comprar exactamente?
Hai Xiu apretó los labios, no quería contárselo. Feng Fei chasqueó la lengua y Hai Xiu, pensado que el muchacho debía haberse enfadado con él, confesó.
–Voy a comprar… una cosa para ti.
Feng Fei que paralizó, entonces, la esquina de su boca se levantó y preguntó:
–¿Algo para mí? ¿Qué me vas a comprar?
Hai Xiu quería mantener aquello en secreto, pero Feng Fei no paraba de hacerle preguntas, así que se dio la vuelta y se negó a mirar a su compañero de escritorio para que no le pudiese seguir interrogando.
En realidad, Feng Fei ya sabía que Hai Xiu iba a comprarle una cosa. No le importaba lo que fuese, lo importante es que Hai Xiu lo iba a comprar para él. ¡Para él
–¡Hey, hey – Feng Fei le dio palmaditas en la espalda. – Tsk… ¿Por qué me ignoras? Venga, date la vuelta.
Hai Xiu se giró y continuó leyendo.
–¿Por qué me vas a comprar una cosa? – Le preguntó.
Hai Xiu respondió con un hilo de voz.
–Me has ayudado y… siempre me das pasteles. Yo…
–¿Y qué más da? – Feng Fei alzó la ceja. – ¿Me vas a comprar otro para devolvérmelo?
Hai Xiu tuvo la sensación de que Feng Fei estaba molesto, por lo que intentó explicarse lo más rápido que pudo.
–No es eso… Sólo me apetece… – Hai Xiu tenía la cara roja y miraba fijamente la palma de la mano de Feng Fei, quien no esperó a que terminase de explicarse y le pellizcó la mejilla.
–Es broma, sólo te estaba chinchando. ¿Dónde vas a comer esta tarde?
–Mmm… Todavía no lo he pensado. – A Hai Xiu aquello le importaba más bien poco. – Ya lo pensaré cuando vuelva.
–Olvídalo. – Feng Fei frunció el ceño. – Dime qué quieres y te lo compraré. Quédate en clase.
–No… – Hai Xiu sacudió la cabeza.
Feng Fei levantó la mano para darle un golpecito en la cabeza por lo terco que estaba siendo, pero Hai Xiu se apartó de él. Feng Fei dejó caer la mano y se rascó la cabeza.
–Bueno, espérame esta tarde. Le pediré a mi hermano que traiga el coche y ya te llevo yo.
Hai Xiu lo rechazó todavía más.
–No. – De repente recordó algo. – Ni… siquiera tienes el carné de coche.
–Yo… – Feng Fei se irritó. – No lo tengo, pero sé conducir. Además, en coche será más rápido, y tú…
Tú tienes una enfermedad por la que hablar con un desconocido te puede llevar todo el día.
Hai Xiu sacudió la cabeza y susurró:
–No… Iré solo. Tengo que ir a buscar otra cosa.
–¿El qué? – Feng Fei sintió un cosquilleo en el corazón y sonrió.
Hai Xiu se negaba a contestarle y, como no soportaba aquel interrogatorio, se tapó las orejas y empezó a recitar palabras sueltas de su libro. Feng Fei le pinchó la espalda varias veces con el dedo y, un rato después, terminó pellizcándole la nuca. Pero Hai Xiu se había acostumbrado a las manías de Feng Fei y continuó inmóvil.
Cuando llegó la tercera hora, Feng Fei no quería irse. Se había hecho una heridita en el pie aquella mañana y quería continuar jugando con Hai Xiu.
–¿De verdad me estás ignorando?
Impotente, se levantó y se puso detrás de él. Cogió las muñecas de Hai Xiu, que seguía tapándose los oídos, y le apartó las manos sin mucho esfuerzo. Pero Hai Xiu continuó haciéndose el sordo y recitando palabras. Feng Fei sonrió, se inclinó y cubrió el libro con la palma de su mano.
Desde atrás parecía que le estuviese abrazando.
–Dilo. – Amenazó Feng Fei. – Si no, no dejaré que sigas leyendo.
Hai Xiu sacudió la cabeza. Su cabello acarició el mentón de Feng Fei quien, ignorando lo ambigua que era esa postura, entrecerró los ojos.
Sus compañeros de clase fueron subiendo y volviendo a clase uno a uno. Feng Fei volvió a su asiento y exclamó:
–Qué malo eres… – Estaba de buen humor, a pesar de lo crueles que podían sonar sus palabras.
Y se pasó el resto de la clase con una mueca en los labios.

Hai Xiu no comió, leyó ni fue a clase aquella tarde para ir a buscarle un regalo. Aquello era mucho más placentero que marcar tres o cuatro puntos en básquet.
–¿De verdad no quieres que te acompañe? – Volvió a confirmarlo cuando el chico estaba a punto de irse.
Hai Xiu sonrió y se llevó la mochila.
Ahora la clase parecía vacía y Feng Fei estaba sumamente aburrido. Sacó el libro de Hai Xiu, lo hojeó y fue a dar un paseo por el gimnasio. A la hora de comer se sentó en las barras paralelas hasta que sus compañeros de básquet le descubrieron.
–No quiero jugar. – Les dijo cuando intentaron arrastrarle.
–¿Qué pasa? – Le preguntó el capitán con la pelota debajo del brazo. – ¿Todavía te duele el pie?
–Me da pereza. – Feng Fei salió de un salto de las barras y se dirigió a clase. – Voy a leer.
Sus compañeros se miraron entre ellos preguntándose qué podría haberle pasado a Feng Fei. Y es que lo que les había dicho no era mentira, le daba pereza jugar porque todos sus pensamientos giraban en torno a Hai Xiu.
Feng Fei volvió a clase y ver el escritorio de Hai Xiu le irritó, estaba seguro de que lo hacía a propósito. Si lo que quería era darle algo, podría habérselo dicho. ¿Por qué tenía que inquietarle y escondérselo’
Se sentó en la silla de Hai Xiu. Tenía ganas de tirar su escritorio para asustarle, pero el mero pensamiento le molestó. ¡Si alguien se atrevía a tocar su escritorio, le partiría en dos!
Feng Fei, después de mucho divagar, empezó a intentar adivinar qué le iba a traer Hai Xiu. ¿Chocolate? ¿Guantes? Feng Fei sacudió la cabeza: no, ninguna de esas cosas. Eso es lo que le habían comprado las chicas cuando se le confesaban. ¿Pues qué? ¿Bambas? ¿Una pelota de básquet? Feng Fei se avergonzó un poco, todo aquello era muy caro.
Feng Fei había estado estudiando a Hai Xiu aquellos días y sabía que su familia iba bien, sin embargo, ignoraba si su madre le daba paga. Si no le daban mucho, ¿cómo se compraría agua si se lo gastaba todo en él? De repente, algo le vino a la mente: si Hai Xiu se gastaba toda su paga e iba a gimnasia y necesitaba agua… ¿Le pediría dinero?
A Feng Fei le encantaría verle ruborizado y avergonzado por haberle pedido dinero. Su malhumor desapareció de repente, y decidió que le perdonaba mientras le echaba un vistazo a la libreta de Hai Xiu.
Dos horas más tarde, a primera hora de la tarde, la clase estaba casi llena paero Hai Xiu todavía no había vuelto. Feng Fei volvió a sentirse irritado y lamentó haberle echo caso. Tendría que haber ido con él.  Ni siquiera podía estarse quito.
Se levantó y se apoyó contra el marco de la puerta, esperándole. La expresión de Feng Fei empeoró más y más, aunque unas cuantas chicas pasaron por la puerta entre susurros y rubores. ¡Ya había llegado el profesor de física y todavía no había ni rastro de Hai Xiu!
–¡¿Qué haces ahí, Feng Fei?! – Le preguntó el profesor.
–Todavía no ha empezado la clase. – Le contestó el muchacho sin mirarle.
El profesor se acercó al podio para prepararse mientras Feng Fei continuaba mirando la hora: todavía quedaban cinco minutos y, cuando sólo faltaban tres, Hai Xiu llegó.
Feng Fei le dio un buen golpe a la puerta. Si su compañero hubiese llegado un par de minutos más tarde, se habría visto solo otra vez.
A juzgar por su cara, roja como un tomate, y que le faltaba el aliento, el muchacho debía haber corrido hasta allí. Los ojos de Hai Xiu se iluminaron al verle y se le acercó deprisa, con la respiración pesada.
–Por fin… No he llegado tarde…
–Tú… – Feng Fei se dio la vuelta para mirar a la clase, frunció el ceño y dijo. – ¡Antes que nada, siéntate
Hai Xiu sonrió, asintió y se dirigió a su silla con la mochila a petar. Feng Fei le siguió.
Hai Xiu estaba nervioso y le pasó una bolsa a Feng Fei.
–Esto… – Empezó. – es para ti.
Feng Fei miró las gotas de sudor que le cubrían la frente y se quedó sin habla, sin embargo, su corazón estaba seguro de que, fuese lo que fuera que Hai Xiu le estaba dando, sería algo que atesoraría el resto de su vida.
Feng Fei aceptó la bolsa y las manos le cayeron por lo que pesaba. ¡¿Hai Xiu le había comprado eso?! La bolsa pesaba unos cinco o seis quilos. Feng Fei estudió los bracitos delgados de Hai Xiu y no dio crédito. Este chico…
Feng Fei expiró, su corazón se aceleró y abrió la bolsa lentamente. Entonces, su expresión se torció.
–Eh… ¿Te gusta? – Susurró Hai Xiu, mirándole fijamente.
–Yo… Me puto encanta… – Contestó él en blanco.
La mochila de Hai Xiu estaba llena de diez libros de estudio que estaban en la lista de los mejores para prepararse para los exámenes de admisión a la universidad.

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