Capítulo 7

febrero 12, 2018


Feng Fei estuvo raro el resto de la tarde. Hai Xiu había pasado mucho tiempo y se había gastado muchísimo dinero en libros de ayuda para él. Por supuesto que se lo agradecía, pero cuando volvió a bajar la vista para mirar los libros, se sintió impotente.
Sacó los libros de la mochila de Hai Xiu y los dejó sobre su escritorio, perdido entre tanta ansiedad.
–¿No… te gustan? – Hai Xiu consiguió reunir el valor para preguntarle algo así a Feng Fei después de clase. – Los he comprado… Son para ti, yo…
–No, me gustan… Pero… – Feng Fei sonrió.
Me sienta mal que hayas tenido que correr cargando con algo tan pesado, decirlo en voz alta sonaba ambiguo, así que lo cambió a:
–¿Cuánto dinero te has gastado?
–No pasa nada… – Dijo Hai Xiu tranquilamente. – Tengo descuento en esa librería. No me he gastado mucho…
Feng Fei sacó el monedero de Hai Xiu de su mochila y lo abrió. Lo primero que vio fue una foto de Hai Xiu y su madre, en ella, Hai Xiu tenía el pelo un poco más largo y miraba a la cámara directamente con una sonrisa increíblemente dulce. El corazón de Feng Fei dio un vuelco, intentó sacar la foto pero Hai Xiu le detuvo.
–Yo… Mi… – Obviamente no quería que la viese.
Feng Fei quería quedárselo porque era suya, sin embargo, la madre de Hai Xiu también estaba en la foto. Feng Fei hizo una pausa y soltó la fotografía.
–No la voy a tocar. – Miró a Hai Xiu y alzó la ceja. – Pero a cambio, mañana me tienes que traer una foto tuya, ¿vale?
– Tú… Mi foto… ¿Qué vas a hacer?
Feng Fei tampoco sabía para qué la quería, pero se limitó a contestar con un:
–Asegúrate de traer una. ¿Qué? ¿No me la vas a dar?
–Darte… Dártela… – Hai Xiu cedió tartamudeando.
Feng Fei abrió su billetera y, como esperaba, estaba vacía. Le echó un vistazo a los libros que tenía sobre su mesa y suspiró.
–Vaya… ¿Cuánto te has gastado?
–De hecho… – Hai Xiu habló con cierta pena. – Había uno muy bueno, pero… No he tenido suficiente dinero…
Feng Fei resopló burlón.
–Por suerte. – Entonces, sacó su propia cartera, sacó unos cuántos yuanes y los metió en el monedero de Hai Xiu.
–Eh… – Hai Xiu intentó coger su propio monedero. – ¿Qué haces?
–¿Que qué hago? – Feng Fei levantó la mano con la que sujetaba su cartera para que su compañero no llegase. Observó la ansiedad de su rostro y quiso reír. – Cógelo, si puedes, te lo devuelvo.
Por supuesto, Hai Xiu no lo consiguió.
–Pero yo… – Sus labios se empezaron a mover. – Quería dártelos…
Aquello conmovió el corazón de Feng Fei, que se sentó bien derecho sonriendo.
–Vale, no es que no lo aprecie, de verdad.
Los ojos negros de Hai Xiu se iluminaron y habló avergonzado.
–Si hay algo que no entiendas… Me lo puedes… Me lo puedes preguntar.
–Hey, – Feng Fei volvió a tontear. – Me los has comprado para poder enseñarme, ¿a qué sí? Me has tendido una trampa…
–¿Eh? – Hai Xiu se quedó sin palabras.
Feng Fei no comprendía por qué le gustaba tanto meterse con él, tampoco entendía por qué estaba tan dispuesto a aprovecharse de Hai Xiu a pesar de que lidiar con las chicas a las que le gustaba le daba pereza.
–Tú… – Hai Xiu continuaba con los ojos fijos en su cartera. – Devuélveme la cartera… No quiero el dinero.
Feng Fei que devolverle el dinero era absurdo, pero no estaba tranquilo.
–¿Todavía te queda dinero?
Hai Xiu asintió.
–Todavía tengo en casa… – Y añadió. – Mi madre… no limita mi paga.
Feng Fei se relajó, le devolvió el monedero y le dijo:
–Vale. Recuerda nuestro acuerdo, ¿eh? Tráeme una foto… O sino, te romperé el DNI.
Hai Xiu frunció el ceño, pero asintió.
Feng Fei ojeó los libros, pensativo y suspiró.
–¿Empezamos?
Hai Xiu volvió a asentir.
–Si ves algo que no entiendas, subráyalo y te escribiré notas para que… para que lo entiendas.
Feng Fei se resignó.
–Voy.
No podía ignorar los libros que Hai Xiu le había comprado con esfuerzo, dedicación y su dinero. Así que, aunque su corazón se estaba haciendo añicos, Feng Fei contestó una a una las preguntas de los libros.
Hai Xiu era, de hecho, muy listo. No estaba de acuerdo con los métodos del libro de texto, así que no le pidió a Feng Fei que continuase haciendo ejercicios. Según Hai Xiu, mientras siguiese las notas que le escribía, lo pillaría. Las preguntas no cambiaban, sólo el método. A Hai Xiu aquello no le parecía muy difícil, pero para Feng Fei, que difícilmente abría un libro, fue una tortura.
Hai Xiu fue repasando y explicando los temas de los libros de primero, segundo y tercero, y todo lo que podía hacer Feng Fei era preguntarle todo aquello que no sabía sintiendo que en cualquier momento se iba a desmayar a pesar de lo meticuloso y cuidadoso que estaba siendo Hai Xiu.
–¿No te molesta que te esté quitando tiempo? – Le preguntó varias veces a Hai Xiu.
–Yo… –Tartamudeaba. – Te he dicho que… – Mientras explicaba la lección no lo hacía, sólo cuando mentía. –Así repaso yo de paso.
Feng Fei se quedó callado. Hai Xiu sabía que dónde tenía dudas y qué tenía que repasar. Tal vez fuese para no seguir molestándole, pero, el caso es que, Feng Fei se esforzó todavía más y en menos de un mes consiguió llegar al aprobado en todas las materias.
Colgaron los exámenes al final de la clase. Feng Fei se hizo paso a través de los otros chicos para echar un vistazo, frunció el ceño y miró a Hai Xiu que estaba por ahí cerca.
–¿Cuál es tu puesto en el ranking de la escuela?
–El décimo séptimo.
Feng Fei no le oyó bien porque había mucho ruido y su voz era demasiado menuda, pero le leyó los labios. Feng Fei se dio la vuelta y revisó los resultados de los exámenes antes de quedarse boquiabierto.
–Adivina qué puesto eres. – Feng Fei volvió a su asiento sonriente.
–¿He bajado? – Hai Xiu preguntó. – No puede ser… Pensaba que me había ido bien…
–Bueno, deberías ir más de buen estudiante. – Feng Fei sonrió. – Deberías haberme dicho que te había ido mal y que tus notas estaban bajando.
–No puede ser. – Hai Xiu sonrió y sacudió la cabeza.
–Eres el noveno de la escuela y el primero de nuestra clase. – Le comentó Feng Fei mirándole a los ojos.
A Hai Xiu aquello no le importaba. Vaciló y, entonces, preguntó:
–¿Y tú?
Feng Fei le devolvió una mirada un tanto ansiosa. Se apoyó en la silla contento, sonriendo y callado.
–Dímelo… – Hai Xiu tuvo un mal presentimiento. – ¿No puedes decirlo?
–¿Tú qué crees? – Feng Fei le dio un golpecito en la frente y rió. – Estoy en el puesto doscientos treinta y siete, y soy el décimo tercero de la clase.
–Tú… – Los ojos de Hai Xiu relucieron y añadió súper contento. – Has subido muchos puestos.
Feng Fei asintió con la cabeza.
–A este ritmo acabaré entre los diez mejores.
–Además, tardas muy poco en mejorar… – Sonrió el muchacho.
–Sé que he avanzado mucho con matematicas y ciencias. – Dijo Feng Fei, entonces, se pasó una eternidad observando a su compañero y añadió. – Qué contento estás. ¿Es por mi mejora o por la tuya?
–Por la mía. – Contestó Hai Xiu sin titubear.
–¡Vaya, sí sabes hablar! – Feng Fei empezó a reír.
–Yo… – Hai Xiu corrió a explicarse. – No puedo permitir que bajen mis notas, sino… Creerás que es por tu culpa y… Los profes también…
Feng Fei se quedó atónito. La voz de Hai Xiu era más y más difícil de escuchar.
–Sé que tus notas van a mejorar… Ya lo sabía…
Feng Fei se lo quedó mirando unos minutos en silencio.
–¿Qué pasa?
–Nada… Nada. – Feng Fei contuvo sus deseos de besarle, apretujo una botella de agua y bebió. – Vente a casa este finde.
–¿Por qué? – Hai Xiu frunció el ceño.
–Mi madre se ha enterado de que me has ayudado y quiere agradecértelo. –Mintió.
La madre de Feng Fei siempre estaba ocupada a finales de año, por lo que no iba a pasarse por casa y su padre vivía entre la sala de conferencias y su oficina.
–Te daremos de comer algo que te encantará.
Hai Xiu se sorprendió porque era la primera vez que le invitaban a casa de otra persona.
–¿De… verdad…?
–¿Qué pasa? – Preguntó Feng Fei. – No te preocupes. Espera en tu casa este domingo, ya paso a buscarte.
–Vale. – Asintió Hai Xiu.
El corazón de Feng Fei gritó. El chico se dio la vuelta con una sonrisa, sacó la libreta y empezó a corregir los errores de su examen.

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