Capítulo 76

febrero 25, 2018


‒No vayas de listo, YunSheng. Si no te resistes o luchas no será tan divertido.
Se me estanca la respiración. Nunca me habría imaginado que llegaría el día en que él me hablaría así. Es como si le estuviese hablando a una muñeca.
Me coge la mano, vuelve a su comportamiento frío y me vuelve a tirar sobre la cama.
‒¡¿Ves, YunSheng?! ¡Esto eres tú, no caes! ¡Da igual lo cruel que sea, siempre estás sereno y sabes lo que más quiere! ¡Vas a pasarte el resto de tu vida a mi lado! ¡Te pienso encadenar, encerrar, arrancarte el tendón de Aquiles y quitártelo todo! ¡Si osas matarte, te arrancaré los tendones de la mano y te dislocaré la barbilla! Ahora mismo puedo hacer lo que me venga en gana, ya no soy el CanSheng que tenía miedo de hacerte daño o sufrir. ¡Es mejor que sea yo el que te haga daño y no tú!
Me arranca la ropa. Me empieza a doler la pierna, más y más. Yazco sobre la cama inmóvil mientras le oigo pronunciar sus últimas frases.
‒No es que no quiera volverte loco, sólo Dios sabe lo que anhelo conseguirlo. ‒ Dice con suma suavidad. Su rostro aún parece tan triste como antes.
La desesperación me recuerda que este es el Ye CanSheng con el que quería quedarme. En ese instante la tranquilidad de mi corazón me inunda como un agua fiera.
Extiendo la mano y le toco la cicatriz de la cara. Nunca me había dado cuenta de que lo que le preocupaba era la libertad que siempre he ansiado. Hasta algo inventado puede ser el objetivo de sus celos: es un niño.
‒Enciérrame.
En ese momento, estoy más tranquilo de lo que me podría haber imaginado. Es como que lo he aceptado instantáneamente, o tal vez es porque no soy tan sereno como él afirma. Mi razón me anuncia que no podré escapar.
Si cayendo en sus manos puedo ser libre, pues que así sea.
Pensaba que me enfadaría como siempre y le pegaría o insultaría, sin embargo, estoy perfectamente tranquilo. Más tranquilo que nunca. Seguramente estoy roto.
‒Vale, si ese es el camino que me eliges, que así sea.
Dicho esto, algo caliente empieza a caer de la esquina de mis ojos. Se desliza hacia mi oreja y se hunde en mi pelo quemando mi alma en el proceso. Sé que lo único que me queda de todo lo que anhelaba es Ye CanSheng.
Es todo lo que me queda…
Me abre las piernas con las manos, su lujuria no para aunque me falte una. De hecho, le hace más feliz.
‒¿Puedes no hacerlo? Me duele mucho.
‒No. ‒ Responde.
Su tono de voz no alberga ni lamento, ni renuencia. Sólo va a poseer algo que ya le pertenece.
Miro el techo y le dejo levantarme las piernas para entrar en mi cuerpo. Quema y destruye mi cordura.
El líquido calentuzo de las esquinas de mis ojos no cesa.
Al final, no he podido salvarle.
Al final…
La pierna rota se mueve a oscuras por la habitación, como si fuera falsa, y me provoca nauseas. La otra la tiene sobre su hombro mientras mueve las caderas y me penetra.

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