Capítulo 14

marzo 11, 2018


Gracias a que el problema se había resuelto, Feng Fei no tuvo que poner en práctica ninguno de los planes para arreglar lo de Hai y podía disfrutar de su lectura, por otro lado, Hai Xiu fue incapaz de prestar atención a clase.
Si no fuera porque estaban en clase de chino y el profesor de turno se estaba dedicando a explicar verso por verso, se habría dado cuenta de que Hai Xiu estaba en las nubes, divagando sobre cómo había encontrado la carta Feng Fei y cómo se había enterado de que se había negado a ayudar a la chica.
Negarse a ayudar a la chica no era nada grave, pero escondérselo a Feng Fei sí. Había evitado como había podido que su amigo saliera de la clase y además, había temido de que Feng Fei se enterase de todo: cosa que pasó. No obstante, Feng Fei no se había enfadado con él, sino que le había dicho que a la próxima podía deshacerse de lo que le molestaba y ya antes de tirarla por la ventana sin leérsela.
¿Por qué no la había mirado? ¿Tantas le había dado que ya no le interesaban? ¿O…?
Hai Xiu sacudió la cabeza y se obligó a dejar de pensar en eso. Poco después, miró de soslayo a Feng Fei que estaba haciendo los deberes de física tapándose con el libro de chino: una manía normal en un estudiante de ciencias.
Hai Xiu cogió la esquinita de una hoja, escribió un par de palabras y se la pasó a Feng Fei que dejó de escribir, lo abrió y sonrió. Entonces, escribió su respuesta y le devolvió el papel.
El profesor de chino vio sus acciones, tosió en voz alta y asustó a Hai Xiu, que estrujó el papel y bajó la cabeza a su libro.
“¿Por qué has tirado la carta sin leértela?”
“Antes que nada, dime por qué no querías dármela.”
Fue como si le echaran un cubo de agua fría, su corazón latía como loco y no se atrevió a escribir nada más. Sin embargo, guardó la notita y abrió el libro aleatoriamente por la página donde había escrito diez veces el nombre de Feng Fei. Sobresaltado, cambió de página para que su compañero de escritorio no lo viese.
‒¡Feng Fei!
Hai Xiu se sobresaltó, alzó la cabeza y vio a Ni Mei Lin en el marco de la puerta con mala cara. Ni Mei Lin inclinó la cabeza a modo de saludo para el profesor de chino y ordenó:
‒Sal.
Hai Xiu se giró para mirarle con el corazón a mil por hora. Feng Fei se levantó y salió de la clase lentamente. Todo lo que le pasaba por la cabeza al pobre Hai Xiu era la carta.
‒Esto… ¡¿Es tuyo?! ‒ El decano, que también le esperaba afuera, echaba fuego por la boca y le temblaba la voz.
Feng Fei maldijo por dentro, pero no lo negó ni lo aceptó, sólo le limitó a sonreír.
‒Pues no sé, déjame ver…
La tutora le pasó la carta y, ya en la primera línea, ponía su nombre.
No había nadie más en la escuela con su mismo apellido, le echó otro vistazo nervioso a la carta y, por suerte, lo único que había escrito era “Qi”. Feng Fei se tranquilizó y asintió.
‒Puede ser… Sí, es para mí.
‒¡Vas a tercero! ‒ Escupió el decano. ‒ ¡¿Quedan unos doscientos días para los exámenes de admisión a la universidad y tú vas por ahí haciendo estas cosas?! ‒ Feng Fei suspiró. ‒ ¡¿Quién es la chica?! ‒ El hombre estaba que echaba humo. ‒ ¡Esta escuela prohíbe los romances! ¿Qué leñe hacéis? ¡De verdad…!  ‒ Feng Fei intentaba decir que él no la había escrito, pero no le escuchaba. ‒ ¿Quién es la chica?
Ni Mei Lin intervino por fin.
‒Cálmese, no es para tanto.
El decano se enrabió todavía más.
‒¡¿Que no es para tanto?! ¡Se ha saltado una norma! ¿Quién es la chica?
‒Yo qué sé. ‒ Feng Fei cerró los ojos y volvió a abrirlos.
‒¡¿No lo sabes?! ‒ Rugió el decano. ‒ ¡Lo habéis tirado desde vuestra clase y sé que te sientas al lado de la ventana! ¡¿Qué más excusas tienes?!
‒No son excusas. ‒ Feng Fei se rió a pesar de que se había estado aguantando. ‒ Admito que es para mí, pero no sé quién la ha escrito. Estaba en mi escritorio y me da mucha pereza mirar estas cosas, así que la he tirado por la ventana. ¿Qué quieres que te diga si no lo sé?
‒¡Serás…!
El decano estaba seguro de que Feng Fei fingía ignorancia y a Ni Mei Lin no le importaba, todo lo que quería era volver a su despacho a continuar con su trabajo. Los tres permanecieron parados en medio del pasillo medio día hasta que, al final, al decano se le ocurrió la grandísima idea de hacer que los otros profesores intentasen reconocer la letra de la chica.
‒Eso sería molestar a mucha gente para un solo alumno, déjamelo a mí, yo me encargo de esto.  ‒ Ni Mei Lin bajó la vista a la carta y volvió a mirar a Feng Fei.
Feng Fei hizo una mueca.
‒¿Has…? ‒ Ni Mei Lin repasó el contenido de la carta y, totalmente segura de que Feng Fei no era el autor, le interrogó. ‒ ¿Has tirado esta carta como si nada?
‒Bueno, tampoco es eso. ‒ Feng Fei contuvo la risa. ‒ En realidad, primero la he hecho una bola. ¿Cómo me iba a imaginar yo que el decano pasaría por abajo?
Ni Mei Lin también evitó que le vieran la sonrisa.
‒Si te lo han dado a ti, es cosa tuya. ¿Te crees que así es como se comporta un adulto?
‒Siento haberos preocupado… ‒ Feng Fei asintió y fingió estar arrepentido.
‒¡Siempre la estás armando! ‒ le reprendió Ni Mei Lin. ‒ ¡Borra esa sonrisita de tu cara! ¡El decano hace todo lo posible para que estudies en un buen ambiente! ¿De qué sirve si a nadie le importa?
Feng Fei volvió a disculparse, con cierta sinceridad.
‒He hecho mal.
‒Me alegra que te des cuenta. Y en cuanto a esta carta… ‒ Ni Mei Li también estaba totalmente segura que conocía a la otra persona, pero le gustó el hecho de que el adolescente no quisiera admitirlo para no hacer más grande la bola y mientras no llegase a una relación sexual, no es que fuera para tanto. ‒ No voy a buscar a la chica, pero tienes que ocuparte de esto y asegurarte de que no vuelva a ocurrir.
‒Sí, tranquila, no volverá a pasar.
‒Quédate de pie dos horas. ‒ Ordenó antes de retirarse.
Feng Fei rechinó los dientes y ahogó una maldición.

Feng Fei se tuvo que estar en el pasillo dos horas bajo la atenta mirada de Hai Xiu que sintió fuertes deseos de salir corriendo a buscar a los profesores para decirles que había sido él quien le había escrito esa carta.
‒¿Qué más te da? Tú no la has escrito, ni te la han escrito a ti; y tampoco eres quien la ha tirado por la ventana. ‒ Feng Fei le chinchaba con una sonrisa. ‒ Me lo merecía. Tranquilízate, la profe no se toma estas cosas en serio, ha sido sólo porque estaba el decano delante. Ah, sí. Tengo que volver a la otra clase a por mi libro de física. Sólo he hecho la mitad de los deberes.
Hai Xiu siguió a Feng Fei hasta la parte posterior de la clase donde el joven se apoyó contra la pared mientras esperaba a Hai Xiu.
‒Feng Fei…
Feng Fei miró a Ji Ya Qi con el rabillo del ojo.
‒No te preocupes, nadie sabe quién la ha escrito.
‒Pero… ‒ Ji Ya Qi se mordió el labio. ‒ Puedo ir a ver a la profe y confesar…
‒No lo hagas. ‒ Feng Fei miró a Ji Ya Qi con indiferencia. ‒ Es mi forma de pagarte el que haya tirado la carta por la ventana, ahora estamos en paz. No voy a cambiar de idea. Supongo que sabes cuál es mi respuesta después de enterarte de que la he tirado sin leérmela.
Ji Ya Qi, totalmente decepcionada y con los ojos vidriosos, se dio la vuelta. No obstante, a Feng Fei no podía importarle menos. El adolescente continuó apoyado contra la pared saludando de vez en cuando a algún conocido con la misma expresión neutral hasta que Hai Xiu apareció.
‒¿Cómo eres tan lento? ‒ Preguntó con una sonrisa. ‒ Venga, vamos.

Ya fuera de la clase, Hai Xiu hizo el ademán de quedarse afuera con él, pero Feng Fei no se lo permitió.
‒No pasa nada, estoy acostumbrado a que me castiguen de pie. Entra ya. Luego nos comemos el arroz con cerdo asado que me ha traído mi familia.
‒Pero… ‒ Hai Xiu movió los labios y habló con un hilo de voz. ‒ Antes me has dicho que… querías ir a comprar una cosa este fin de semana, yo… Eh… Si quieres te acompaño.
‒¿Me estás compensando? ‒ Feng Fei se rió.
Hai Xiu no respondió ni se movió, pero como Feng Fei vio que se acercaba el profesor de la siguiente clase, le empujó para adentro.
Estaba de tan buen humor, que el profesor de la siguiente hora le preguntó qué hacía allí afuera.

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