Capítulo 17

marzo 15, 2018



Aquella tarde había estado releyéndose las notitas que se habían estado dejando durante aquellos últimos meses. Estaba perdidamente enamorado y se acababa de dar cuenta. Cuando miraba atrás, había una clara diferencia entre su vida antes y después de Feng Fei, y los recuerdos relacionados con él brillaban.
Hai Xiu  le echó un vistazo a Feng Fei, que seguía profundamente dormido sobre la cama y, poco después, se tumbó junto a él. No había mucha luz, pero sí la suficiente como para diferenciar los rasgos del otro joven y se aventuró a pensar que tal vez, Feng Fei, le correspondiese.
Bajo la luz tenue de la habitación Feng Fei estaba mucho más atractivo que de costumbre. El corazón de Hai Xiu palpitaba como loco y se atrevió a acercarse un poquito más, puso morritos y le besó la mejilla.
Feng Fei frunció el ceño y se movió hacia él. Hai Xiu se sobresaltó tanto que cerró los ojos, sin embargo, su amigo no se había despertado y todo lo que hizo fue abrazarle, frotarle los brazos un par de veces y continuar con sus sueños.
Hai Xiu abrió, temeroso, los ojos y suspiró tras comprobar que Feng Fei, en efecto, continuaba en el mundo de los sueños. Se tocó los labios regocijado, se acurrucó en los brazos del otro joven y se durmió.

Los dos durmieron hasta las nueve de la mañana. Feng Fei fue el primero en levantarse.
‒¿A qué hora te fuiste a dormir ayer? ‒ Le preguntó Feng Fei después de bostezar, levantarse, mirar la ropa que ha´bi apor el suelo y darse la vuelta. ‒ ¿Me quitaste tú la ropa o lo hice yo?
Hai Xiu todavía se estaba frotando los ojos, tanto movimiento le había despertado.
‒Pues… lo hice yo. ‒ Se sentía culpable.
‒¿No te has aprovechado de mí mientras estaba borracho? ‒ Feng Fei hizo una mueca.
Hai Xiu volvió en sí cuando le escuchó decir aquello, bajó la cabeza y no se atrevió a decir nada. Feng Fei no se tomó a pecho que Hai Xiu no le respondiera. Se acercó a la ventana, corrió las cortinas y echó un vistazo al exterior.
‒Vaya por Dios… Hoy no podemos coger el coche.
Hai Xiu le siguió y miró afuera. Para su grata sorpresa había nevado.
‒¡Cuánta nieve…!
Aquella noche había caído una tormenta de nieve y las carreteras estaban cortadas, por eso no podrían usar el coche. Feng Fei miró de reojo el móvil: la criada tampoco podía venir.
‒¿Qué hacemos? La criada tampoco va a venir. ‒ Miró a Hai Xiu con cierto arrepentimiento. ‒ Pero yo quiero ir a comprar zapatos contigo.
A Hai Xiu le conmovió y le preguntó:
‒¿Tanta prisa tienes? Tienes muchos zapatos… ‒ Feng Fei tenía un zapatero separado de su armario con una tonelada de pares de zapatos.
‒No lo entiendes, tío. ‒ Suspiró. ‒ Casi no tengo zapatos…
Hai Xiu estalló en carcajadas.
‒¿Vamos a salir? Podríamos ir en bus, a mí no me importa.
Sin embargo, a Feng Fei sí le importaba. Solía correr hasta la escuela, pero no le hacía tanta gracia que Hai Xiu tuviese que andar tanto.
‒Déjalo, estoy seguro de que se ocuparán de la nieve en unas horas. Si no despejan no podremos salir y es peligroso salir a comer. ¿Ves?  Al final todo lo que compramos ayer va a servir para algo.
Hai Xiu asintió. Feng Fei encendió la calefacción para evitar que el otro se resfriase. El comedor estaba hecho un desastre y como la sirvienta no iba a venir le tocó hacerlo a él.
‒¿Qué quieres comer? ‒ Le preguntó a Hai Xiu cuando bajaba las escaleras. ‒ No esperes nada del otro mundo, que hace mal tiempo y no podemos pedir.
Hai Xiu vaciló antes de contestar.
‒¿Y si cocino… yo?
‒¿Tú? ‒ Se sorprendió Feng Fei.
‒Fideos, pero si no quieres-…
‒Hazlo, hazlo. ‒ Apremió Feng Fei.
Lo que Hai Xiu pretendía decir es que, si no quería fideos, podía prepararle otra cosa, sin embargo, Feng Fei le interrumpió demasiado pronto y suprema dulzura.
Todavía quedaban muchas verduras. Hai Xiu rebuscó hasta encontrar los fideos, las verduras que quería y dos huevos. Se puso el delantal, lavó los vegetales y llenó un cazo con agua para hacerla hervir.
Feng Fei se dedicaba a seguirle con la mirada desde la mesa en la que se había apoyado.
‒¿Por qué… Por qué me vigilas? ‒ El joven se avergonzó. ‒ Voy a tardar un rato.
‒¿No puedo mirarte? ‒ Feng Fei se comió un tomate cherry. ‒ Haz lo que tengas que hacer, tranquilo.
Hai Xiu metió todos los ingredientes en la cazuela cuando el agua empezó a hervir, seguidamente, mezcló los huevos con vinagre, sal, aceite y las especias que habían sobrado la noche anterior.
‒¡Qué bien huele! ‒ Exclamó Feng Fei.
‒Es… por el estofado. ‒ Hai Xiu sonrió.
‒¿Qué dices? ‒ Feng Fei cogió otro tomatito, pero esta vez su intención fue dárselo a Hai Xiu. ‒ Huele muy bien.
Hai Xiu agachó la cabeza para aceptar lo que le ofrecía. El contacto de los labios de Hai Xiu provocaron un suave temblor en las manos de Feng Fei, que corrió a esconderse las manos en los bolsillos del pantalón y las apretó. Justo entonces, el otro joven se dio cuenta de que el delantal del cocinero novato se había deshecho de tanto moverse, así que le ayudó a ponérselo bien otra vez.
‒Qué cintura tan fina tienes. ‒ Feng Fei le midió la cintura abrazándole con un brazo. ‒ ¿Sólo esto?
El abrazo sobresaltó a Hai Xiu y le puso los pelos de punta.
‒No… ‒ Le empujó con una mano. ‒ No me molestes…
‒O sea que, ¿cuándo hacemos deberes si puedo molestarte, pero cuando cocinas no? ‒ Se enfurruñó y le obligó a mirarle. ‒ Ni siquiera estás haciendo los huevos.
Hai Xiu no sabía si reír o llorar, había puesto el fuego tan bajo que no calentaba la sartén, pero es que no quería quemar los huevos.
‒Es que no quiero quemarlo… ¿Tanta hambre tienes?
‒Bueno, no es para tanto, es que los fideos que estás haciendo huelen a gloria.
‒No mientas. ‒ Hai Xiu bajó la cabeza y sonrió.
‒¿De verdad no te lo crees? ‒ Feng Fei le dio rienda suelta a su imaginación. ‒ Cuando entremos en la universidad y alquilemos la casa, tenemos que conseguir una con una cocina enorme para que puedas hacerlos a menudo. Aunque cuando estemos viviendo juntos tampoco tendrás que cocinar mucho…
‒Pero yo… ‒ Hai Xiu sacudió la cabeza lentamente. ‒ quiero cocinar…
Feng Fei ladeó la cabeza y le susurró:
‒¿Estás seguro?
Hai Xiu asintió con las mejillas ardiendo de la vergüenza.
‒Tranquilo, ‒ Feng Fei hizo una mueca. ‒ no podría soportar verte cocinar después de pasar el día trabajando o estudiando. Aprenderé a cocinar para cuando tengas hambre, y te lo haré yo.
Hai Xiu se dio la vuelta y continuó cocinando para que Feng Fei no pudiera descubrir la expresión de regocijo que se extendía por su cara.
Los fideos tardaron unos ocho minutos más hasta que los llevaron a la mesa. No estaban especialmente buenos, pero Feng Fei apenas tardó unos segundos en engullirlos mientras pensaba que Hai Xiu los había preparado exclusivamente para él.
‒¿Quieres… más? ‒ Preguntó Hai Xiu titubeando.
‒No hace falta. ‒ Feng Fei se hizo con una servilleta y se limpió la boca. ‒ Ya estoy lleno. Venga, come. Cuando acabes limpiaremos la nieve del patio.
Hai Xiu revivió de repente y engulló el tazón en un abrir y cerrar de ojos.
Todavía nevaba y, a pesar de que la temperatura se mantenía estable, Feng Fei rebuscó el armario en busca del abrigo más grueso y su mejor bufanda para Hai Xiu antes de ir a buscar la pala que tenía en el cobertizo.
Hai Xiu siguió los pasos de su amigo con diligencia y, aunque no se encargó de la nieve, sí que ayudó a barrerla un poco.
‒Creo que todavía no han empezado a limpiar las carreteras,  y si lo han hecho tardarán en llegar hasta aquí bastante. ‒ Feng Fei estudió la carretera y sacudió la cabeza. ‒ Como poco, hasta la tarde no pasarán por aquí.
‒Bueno, pues nos quedamos en casa. ‒ A Hai Xiu no le importó demasiado. ‒ Tenemos comida y podemos hacer los deberes.
Feng Fei giró la cabeza y suspiró.
‒Vale…
Los chicos acabaron de recoger el patio e incluso se distrajeron haciendo muñecos de nieve antes de volver a entrar en casa.
‒Vale, va, adentro. ‒ Feng Fei miró lo roja que tenía la nariz Hai Xiu. ‒ No te vayas a congelar.
Hai Xiu sacudió la cabeza y sonrió.
‒No hace frío, en realidad estoy sudando.
Feng Fei también sudaba, pero eso no era bueno con ese temporal, así que le obligó a entrar otra vez en el calor de su hogar, le pasó una toalla y contempló como el muchacho se secaba el pelo.
‒No hace frío. ‒ Replicó una vez más con los ojos relucientes. ‒ Todavía podríamos jugar un poquito más.
‒Por la tarde. ‒ Feng Fei miró afuera por la ventana. ‒ Ya veremos si esta tarde salimos, sino perderemos todo el fin de semana.
Hai Xiu miró a su alrededor y, entonces, dijo:
‒Quiero… Quiero un poco de agua, hace calor.
Feng Fei miró lo que llevaba puesto y sonrió. Sí, él sí que debía estar pasando calor.
‒Ya me imagino, ¿quieres helado? Hay en la nevera. ‒Hai Xiu asintió y esperó a que se lo trajera. ‒ Come y cámbiate de ropa.
‒¿Tú no vas a comer? ‒ Hai Xiu frunció el ceño.
‒No me gusta el dulce. ‒ Feng Fei sacudió la cabeza y entonces, subió las escaleras para ir a por los deberes.
Otra vez en el salón, los adolescentes se sentaron en la alfombra mientras contemplaban la nieve, comían y hacían los ejercicios. Sorprendentemente, Feng Fei ni le pidió, ni se copió de Hai Xiu. Hai Xiu de vez en cuando comprobaba que lo estuviese haciendo bien mientras se comía su helado.
‒¿No quieres más? ‒ Preguntó el más alto cuando vio que Hai Xiu había dejado de moverse.
‒No, creo que tengo un poco de frío… Comer helado en invierno es un poco-… ¿Qué haces?
Feng Fei le quitó la cuchara de la mano y engulló lo que le quedaba de helado.
‒Hala, ya no hace frío.
Feng Fei se tragó el bocado, bebió varios vasos de agua para diluir el sabor dulzón que le había dejado y regresó a sentarse junto a Hai Xiu otra vez que, por su parte, se había sonrojado.

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1 comentarios

  1. me gusta tu trabajo, es interesante leerlo, ¿por qué no haces manga? seguro que va a golpear me encanta read manga
    gracias, sigan así arigato

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