Capítulo 16

marzo 15, 2018


Hai Xiu le soltó la mano como si se hubiese quemado.
‒¿Qué pasa? ¿No quieres jugar más? ‒ Le preguntó Feng Fei totalmente tranquilo.
‒Lo… ‒ Hai Xiu apartó la vista y cogió aire. ‒ Lo has escrito tú.
‒Tonterías. ¿De verdad te crees lo del hada? ‒ Feng Fei no lo negó ni lo admitió, sólo sonrió. ‒ Yo no me lo creo, no sé ni porqué he jugado.  ‒ Miró a Hai Xiu que estaba visiblemente inquieto. ‒ ¿No sabes que eres quien más me gusta?
A Hai Xiu le empezaron a temblar los labios, quería hablar, pero le fue imposible. No sabía qué pretendía Feng Fei.
‒¿Preguntamos quién te gusta a ti? ‒ Feng Fei le miró feliz como una perdiz.
Hai Xiu sacudió la cabeza, temía el tema.
‒¿Qué pasa? ‒ Feng Fei le miró con una sonrisa intensa. ‒ ¿Te has enfadado?
Hai Xiu sacudió la cabeza para hacerle saber que ese no era el caso, pero, de hecho… Acababa de descubrir algo.
Feng Fei se sintió mal por la broma y, como Hai Xiu se quedó callado, empezó a insistir.
‒No te enfades, he hecho mal… Aunque me gustas, eso no es ninguna broma.
Cuánto más escuchaba, más rápido le latía el corazón a Hai Xiu. Frunció el ceño y cambió de tema.
‒Creo… Creo que deberías hacer los deberes…
Feng Fei no entendía lo que le pasaba, pero no quería que Hai Xiu continuase enfadado con él si continuaba insistiendo. Hai Xiu se perdió en sus pensamientos mientras esperaba a que su compañero terminase los deberes, entonces, bajó la vista y descubrió que en un trozo de la hoja que tenía abierta había escrito diez veces el nombre de Feng Fei para recordarlo y corrió a taparlo. Todavía temblaba y sentía la emoción de haber visto cómo Feng Fei escribía su nombre.

Una hora y media después sonó la campana.
‒Oh, has dicho que tu madre no está este fin de semana, ¿no?
Hai Xiu seguía en trance.
‒¿Qué… has dicho?
Feng Fei se rió.
‒¿Tu madre está en casa hoy?
Hai Xiu sacudió la cabeza.
‒No, se ha ido esta mañana.
‒¿Y qué vas a comer esta noche? ‒ Feng Fei le interrogó. ‒ ¿Cocinas tú?
Hai Xiu volvió a negar con la cabeza.
‒No… Hay un restaurante de comida rápida debajo de casa, me voy a pillar algo de ahí.
‒Oh, ‒ Feng Fei reflexionó un rato. ‒ vente a casa, si quieres te puedo cocinar algo. Sólo para ti, ¿qué te parece? Mañana vamos a quedar de todas formas, así vamos por faena.
‒¡¿Sabes cocinar?! ‒ Hai Xiu le miró con los ojos desorbitados.
‒Ah, sí. ‒ Feng Fei fue recogiendo las cosas de Hai Xiu. ‒ Date prisa, hoy no hace buen tiempo, podría nevar. Vamos a pillar un taxi, paramos en el supermercado para comprar un par de cosas y nos vamos a mi casa.
‒Pero tú me dijiste que-… ‒ Hai Xiu susurró, incrédulo.
‒¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez? ‒Le interrumpió. ‒ ¿No puedo aprender o algo? ‒ Feng Fei guardó los deberes en las mochilas y le metió prisa. ‒ Venga, ya es tarde.
‒P-Pero no me he traído ropa… ‒ Hai Xiu todavía vacilaba.
‒Ponte la mía. A ver si a la próxima te acuerdas de darme algo por si vuelve a pasar esto.
‒Pero… ‒ Hai Xiu titubeó. ‒ ¿Y tu familia?
Feng Fei soltó una risita.
‒Mis padres llevan fuera medio mes.
Hai Xiu estaba un poco avergonzado.
‒No es eso, es que-…
‒Ya sé, tranquilo. ‒ Feng Fei cogió las dos mochilas, pero se detuvo al ver que Hai Xiu continuaba inmóvil. ‒ ¿Qué pasa?
‒¿Quieres venirte a la mía? ‒ Hai Xiu se levantó después de pensárselo un poco. ‒ Mi madre me dijo que lo suyo era que te invitase.
‒Hay una mujer soltera en tu cosa, no puedo quedarme a pasar la noche. ‒ Feng Fei sacudió la cabeza.
Hai Xiu se quedó alelado unos minutos antes de entender lo que quería decir su amigo.
‒Pero ella no cuenta. ‒ Se rió.
‒¿Por qué no? ‒ Feng Fei le sacó de la clase. ‒ Es para evitar sospechas. Mi madre siempre nos ha dicho a mi hermano y a mí que no está bien pasar la noche en casa de una chica porque los vecinos tienden a hablar muy rápido. De hecho… Mira, ahora da igual porque vivimos en una finca, pero cuando vivíamos en un edificio… ‒ Feng Fei alzó una ceja y sonrió. ‒ Además, tu madre es muy joven.
Hai Xiu se quedó callado.
‒Si mi madre te hubiese oído decir eso, le gustarías todavía más. ‒ Susurró.
‒¿De verdad? ‒ Sonrió complacido. ‒ Normalmente a la gente le gusto menos cuando diga estas cosas.

Los dos jóvenes se subieron a un taxi y partieron hacia el supermercado. Feng Fei empujaba el carro muy animado, y metía todo lo que veía dentro.
‒No… No compres tanta cosa… ‒ Hai Xiu se quejó al ver el carro prácticamente lleno.
‒Esto no es nada, tranquilo. Hoy vas a comer bien. ‒ Feng Fei eligió más fruta y la metió. ‒ ¿Te gusta la comida picante?
‒Sí.
Feng Fei continuó cogiendo cosas y, para acabar, compró un par de tabletas de chocolate, pagaron y salieron del establecimiento cargados de bolsas hasta el taxi.
‒¿Tienes frío? ‒ Feng Fei se lo preguntó con una suave risita, revolviéndole el pelo lleno de copos de nieve.
Hai Xiu se remetió todavía más la bufanda y sacudió la cabeza.
‒No, la nieve es genial…
‒Es la primera nevada. ‒ Feng Fei abrió una de las bolsas, sacó uno de los tablones de chocolate y se lo pasó a Hai Xiu. ‒ Aguanta un poquito, en casa comeremos más.
Hai Xiu sonrió cuando notó el dulzor del chocolate en la boca.
‒No sabía que cocinabas…
‒¿No te lo crees? ‒ Feng Fei se rió. ‒ Pues que no se te ocurra comer después.
Cuando Hai Xiu le vio prepararse para cocinar comprendió de dónde salía tanta seguridad y no supo si reír o llorar: iba a hacer estofado.
Feng Fei silbaba mientras colocaba las verduras ya lavadas en la bandeja.
‒Mira que no creerme. ¿Tienes hambre?
Hai Xiu sonrió y asintió.
‒Me gusta el… estofado.
‒¿Qué más te gusta? ‒ Feng Fei sacó un trapo para secarse y miró a Hai Xiu. ‒ ¿Eh?
Hai Xiu seguía inmóvil, no sabía qué decir y por eso mismo, Feng Fei prefirió poner la mesa, unos cojines franceses y una manta por si a Hai Xiu le entraba frío.
Muertos de hambre, se sentaron a comer. Hai Xiu se lanzó sobre el estofado picante.
‒¿Cómo… cómo te lo puedes comer con lo que pica? ‒ Le preguntó con la cara totalmente roja.
‒Toma. ‒ Feng Fei sonrió y le pasó una servilleta y una cerveza.
‒Pica… demasiado… ‒ Hai Xiu se sintió un poquito mejor después de pegarle un trago.
‒Dicen que los que aguantan la comida picante tienen mayor resistencia en las dificultades.
‒¿De verdad? ‒ Hai Xiu no terminaba de creérselo.
‒Sí. ‒ Feng Fei continuó sin parpadear. ‒ Cuando era pequeño me disloqué el brazo, pero no se lo dije a nadie. Se hinchó tanto que parecía una albóndiga. ¡No veas cómo se puso mi hermano!
‒¿Y eso? ‒ Hai Xiu imaginó lo que le debió doler y frunció el ceño.
‒Pues no sé, creo que alguien me lo cogió… No me acuerdo, no tenía ni diez años.
‒Yo… ‒ Hai Xiu entendió lo que quería decir. ‒ He oído que solías pelearte a menudo.
‒¿Quién lo dice? ‒ Feng Fei lo negó rápidamente. ‒ Nunca me he peleado con nadie.
Hai Xiu le miró como ausente. Feng Fei se rió, no podía esconderle nada.
‒Fue un impulso. Yo quería ser buena gente, pero un par de idiotas me provocaron. ¿Y tú? ¿Alguna vez le has pegado a alguien?
Hai Xiu recordó cuándo le pegó a su profesor con una silla.
‒Pues… sí…
No mucho tiempo atrás, cada vez que pensaba en ello se ponía nervioso, pero ya no sentía nada. Como si hubiese pasado un siglo.
‒Aunque yo no soy tan impulsivo. ‒ Sonrió. ‒ Hey, ‒ comentó. ‒ nos estamos desviando del tema. Lo que quería decir es que soy responsable y que aguanto bien los tiempos difíciles.
Hai Xiu se rió y le ofreció más verduras.
Los chicos tardaron dos horas en acabarse la cena de tanto hablar. Feng Fei estaba de muy buen humor y acabó emborrachándose hasta el punto de aferrarse a la mano de Hai Xiu y no soltársela. Hai Xiu quería limpiarle la cara con una toalla, pero como Feng Fei no iba a moverse, terminó teniendo que arrastrarle al baño.
Cuando estaba borracho, el encanto de Feng Fei adquiría otro tono: hacía una mueca con los ojos medio cerrados y clavaba la mirada en Hai Xiu.
Hai Xiu le secó la cara que le había lavado en el baño con la toalla rojo como un tomate.
‒Vamos… a dormir ya.
‒¿Dónde? ‒ Preguntó Feng Fei medio ido.
‒Pues… A tu habitación. ‒ Tartamudeó. ‒ Dónde si no.
Feng Fei frunció el ceño.
‒Pues hay muchas habitaciones para invitados. ¿Por? ‒ Feng Fei ladeó la cabeza para poder estudiarle el rostro con mayor detenimiento, y rió. ‒ ¿Qué te pasa? ¿Por qué no dices nada?
Hai Xiu estaba irritado y no tenía ganas de estallar.
‒Vale, te voy a llevar a dormir.
‒¿No estás contento? ‒ Feng Fei le pellizcó la barbilla y le levantó el mentón para obligarle a mirar. ‒ ¿Quién se ha metido contigo?
‒Nadie. ‒ Hai Xiu sintió cómo algo cálido le invadía y continuó arrastrando a su amigo hasta la cama.
Pocos minutos después, Feng Fei estaba profundamente dormido. De vez en cuando se tiraba del cuello de la camiseta y parecía inquieto. Hai Xiu cogió aire y empezó a desabrocharle totalmente ruborizado para ponerle más cómodo. Al terminar, se sentó en la cama un buen rato y se dejó llevar por sus pensamientos.
Feng Fei le había preguntado qué más le gustaba a parte del estofado, pero se había tenido que callar porque lo único que se le ocurría era: Feng Fei. Aquel día se dio cuenta de que lo que sentía por su amigo, ese gustar se parecía más al amor.

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