Capítulo 18

abril 01, 2018


Feng Fei dejó los deberes y salió afuera a mirar el quitanieve que llegó por la tarde junto a Hai Xiu, que bien tapado, le siguió.
‒¿Qué haces? ‒ Feng Fei tiró de él y le cubrió los orejas con las manos. ‒ ¿No tienes frío?
Hai Xiu sacudió la cabeza y devolvió su atención a los hombres que trabajaban en las carreteras.
‒¿Cuánto… tardarán? ‒ Preguntó en voz baja.
‒Seguramente dos horas o así. ‒ Contestó Feng Fei en un intento de sonar optimista.
‒Bueno, no tenemos hambre y todavía queda comida en casa. ‒ A Hai Xiu no le importó demasiado.
‒¿Quieres volver a comer fideos? ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Ni de coña. Justo cuando por fin consigo que vengas para aquí nos pasa esto. Vamos para adentro a cambiarnos de ropa.
Hai Xiu asintió y volvió a entrar detrás de su amigo. Ya dentro, se cambiaron, se pusieron las bufandas y cogieron sus carteras.
‒Oh. ¿Cuándo vuelve tu madre? ‒ Preguntó Feng Fei cuando ya iban de camino.
‒Pues… Seguramente el miércoles. ‒ Respondió el otro chico.
‒¡¿El miércoles?!
‒¿Qué pasa…? ‒ Hai Xiu parpadeó.
‒Nada, nada. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Pues mañana quédate también, ¿vale?
‒Pero no me he traído ropa. ‒ Hai Xiu frunció el ceño.
‒Pues por eso vamos a comprar. ‒ Feng Fei le insistió un poco más al ver que el otro todavía dudaba. ‒ Bueno, y si no, siempre podemos pasar por tu casa. Hoy quédate en la mía.
Hai Xiu quería pasar más tiempo con él, pero algo le inquietaba desde el día anterior. Temía atolondrarse demasiado y cada vez que recordaba lo que había sucedido la noche anterior, se sobresaltaba: le había roba un beso.
Hai Xiu alzó la vista y estudió los atractivos rasgos de Feng Fei. La noche anterior le había besado…
‒Pero, bueno, ‒ Feng Fei interrumpió su hilo de pensamiento. ‒ ¿Qué te preocupa tanto? Yo voy a estar solo y tú también. Además, no vas a pasar hambre que la sirvienta viene cada día a cocinar.
Hai Xiu se quedó perplejo unos instantes, pero acabó asintiendo. No pudo resistir la tentación de quedarse junto a Feng Fei más días.
‒Domingo, lunes y martes… ¡Sí! ¡Te puedes quedar los tres días!
A Hai Xiu se le aceleró el corazón y ralentizó la marcha. Los dos jóvenes continuaron su camino en silencio hasta que Feng Fei se atrevió a romper el hielo.
‒Nunca te lo he preguntado, ¿cómo es que tu madre está soltera? ‒ Se giró para mirar a Hai Xiu. ‒ Si no quieres contestar, no hace falta.
Hai Xiu sacudió la cabeza.
‒No, no es nada del otro mundo… Mis padres se divorciaron.
El día que Feng Fei se pasó por casa de Hai Xiu no había visto fotos de ningún hombre, así que ya había supuesto que su padre no estaba muerto.
‒¿Y eso?
‒Porque le puso los cuernos.
‒Tsk, ¿y tu madre le pilló?
Hai Xiu asintió con la cabeza.
‒Mi madre trabajaba mucho, llevaban mucho tiempo juntos… Cuando se enteró, le dejó.
‒¿Sólo por eso? ‒ Feng Fei estaba atónito.
Hai Xiu sonrió.
‒Como te gustan los cotilleos, eh. Mucha gente intentó convencer a mi madre de que le perdonase y de que tuviera paciencia. Mi padre también se disculpó muchas veces y le juró que no volvería a pasar, recuerdo que hasta se arrodilló para rogarle… ‒ Feng Fei le miró disgustado, pero no comentó nada porque, al fin y al cabo, el hombre del que estaban hablando era el padre biológico de Hai Xiu. ‒ Mi madre me acabó preguntando si quería que mi padre volviera…
‒¿Y tú qué dijiste?
‒Que no. ‒ Afirmó.
‒¿Querías que se divorciaran? ‒ Feng Fei estaba genuinamente sorprendido.
‒Mi padre le puso los cuernos a mi madre, le fue infiel. Si hubiese vuelto no habría sido lo mismo. De hecho, mis abuelos se opusieron a su divorcio, así que estoy muy orgulloso de poder decir que mi madre pretendía tragarse todo su dolor y perdonar a mi padre si yo se lo hubiese dicho. Estoy seguro de que habrían compartido cama. Pero no quise que hiciera algo así por mí.
‒Sí, creo que es lo mejor. ‒ Feng Fei pensaba igual.
‒Mi madre no suele llorar, pero el día de su divorcio me abrazó y lloró muchísimo. No vivimos tan mal, le pidió dinero y no la casa y demás.
‒Ya veo.
Feng Fei recordaba la casa de Hai Xiu. Era pequeña, simple y modesta, aunque el cariño que se profesaban madre e hijo era palpable.
‒También me dio miedo el tener que verlos discutir cada día. ‒ Hai Xiu asintió para sí.
Feng Fei le revolvió el pelo de la cabeza y no indagó más.
Caminar por las calleras era difícil, así que después de mediar hora, terminaron cogiendo un taxi.
‒¿Quieres que vayamos a comer antes de nada? ¿Qué te apetece?
Hai Xiu sacudió la cabeza.
‒Mientras a ti te guste, a mí me da igual.
‒Me estás mimando, eh. ‒ Feng Fei sonrió, le cogió de la mano pensativo y continuó. ‒ Con el tiempo que hace apetece estofado, pero eso ya lo comimos ayer… ¿Qué te parece ir a un japonés? Conozco un sitio muy bueno, ¿sí?
‒Me parece bien.
Feng Fe se reclinó en el asiento de atrás y empezó a planear la salida.
‒Primero comeremos, luego podemos ir de compras y, ya de paso, cenamos fuera también. Mmm, podríamos ir a ver a mi hermano para pedirle el coche.
Hai Xiu titubeó.
‒Déjalo, podemos volver en taxi.
‒¿No quieres conocer a mi hermano? ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Bueno, vale. Después de cenar espérame en algún sitio y ya te pasaré a buscar.
‒Eso no es lo que quería decir… ‒ Hai Xiu no estaba para nada satisfecho. ‒ Ni siquiera tienes carné.
El conductor los miró por el espejo interior. Feng Fei suspiró y dijo:
‒Bueno, ya lo tendré. Será mejor que hablemos luego.
Hai Xiu se revolvió en el asiento un poco temeroso de haberle ofendido, así que se le inclinó y susurró:
‒Vale, después de cenar podemos ir a ver a tu hermano. No te enfades…
‒¿Quién está enfadado? ‒ Feng Fei sonrió. ‒ Quiero llevarte de paseo, ¿no quieres ver la nieve de noche?
Hai Xiu se animó al imaginarse una escena tan romántica junto a él, pero la opción de irse a casa y acurrucarse juntos también era buena.
‒Vale… ‒ Hai Xiu vaciló un poco. ‒ Como quieras.
Feng Fei sonrió, bajó la cabeza y murmuró:
‒Quiero saber tu opinión.
Hai Xiu se cubrió las orejas con torpeza y se las frotó.

Después de comer, estuvieron de compras hasta que a Feng Fei lo llamaron al móvil: era He Hao.
‒¿Qué pasa? ‒ Feng Fei contestó mientras miraba ropa. ‒ ¿Habéis perdido?
He Hao maldijo un par de veces al otro lado de la línea.
‒¡No tienen vergüenza! Qué frío hace. ¡Oh! ¿Sabes? -…
He Hao empezó a gritar tanto que Feng Fei tuvo que apartarse el aparato del oído.
‒Jodidamente maravilloso… ‒ Escupió después de girar la cabeza para mirar a Hai Xiu que acababa de salir del vestidor.
Hai Xiu se estaba probando una sudadera ancha con unos pantalones ajustados. El muchacho se miró al espejo y cuando se dio la vuelta, asintió y sonrió a su amigo.
He Hao todavía estaba hablándole todo alborotado, pero Feng Fei le cortó.
‒Ni idea, tengo un asunto que atender-…
‒¿El qué? ‒ He Hao estaba disgustado. ‒ ¡Espera! ¡Todavía no te he dicho porqué te he llamado!
‒¡Pues venga! ‒ Feng Fei se molestó.
He Hao se rió y dijo:
‒Hay una fiesta, ¿te vienes?
‒No, pásatelo bien.
‒¡Espera, no cuelgues! ‒ He Hao le detuvo. ‒El capitán va a tener que centrarse en estudiar, no creo que volvamos a quedar todos juntos hasta el año que viene, ¿de verdad no vas a venir?
‒Ya tengo planes. ‒ Feng Fei no quería seguir hablando. ‒ Como no me lo habías dicho ya he quedado. No me llames más, estoy ocupado.
He Hao no se rindió.
‒¡¿Con quién?! ¿Tu novia? Pues venid juntos, la quiero ver.
Feng Fei no se molestó en contestarle, colgó y se acercó a Hai Xiu con la más amplias de sus sonrisas.
‒Te queda bien, me gusta.
‒Pues yo creo que el beige es mejor… ‒ Hai Xiu todavía dudaba.
‒Ese es blanco roto, pruébatelo. ‒ Mientras hablaba volvió a sonarle el móvil, pero lo ignoró y empujó a Hai Xiu al probador. ‒ Ve, acabo de ver un suéter por aquí que está bien.
Feng Fei rechazó la llamada y entró en el probador: tenía unas ganas locas de ver a Hai Xiu con la ropa nueva, pero en cuanto puso un pie dentro, Hai Xiu salió.
‒He… He Hao me acaba de llamar… ‒ Tenía una expresión extraña.
Feng Fei se rió sin querer.
‒¡Qué agallas! Ignórale y dame tu móvil.
‒Yo… ‒ Hai Xiu se arrepentía un poco. ‒ Me ha preguntado si estaba contigo y le he dicho que sí… Quiere que vayamos con él…
‒¡Que vaya con su abuela! ‒ Feng Fei se quejó. ‒ ¿Por qué tengo que ir?
‒Pero… ‒ Hai Xiu estaba algo inquieto. ‒ Ya le he dicho que sí, lo siento, no he sabido negarme... Le volveré a llamar y…
Feng Fei volvió a reír.
‒Lo siento, ¿quieres ir?
Hai Xiu se sentía culpable.
‒A lo mejor no se lo he dejado claro… Le he dicho que no les conozco mucho, pero él me ha dicho que también iban más compañeros de clase y que hasta llamará a “buenos estudiantes” si no quiero ir, ya sabes, a Wang Peng, Song Jiajia y demás… Si ya ha llamado, yo-…
Feng Fei sabía que He Hao llamaría a toda esa gente para conseguir que él fuese a su fiesta, y bien mirado, tampoco era mala idea que Hai Xiu interactuase con sus compañeros de clase fuera de los muros del colegio. Además, él mismo iba a estar presente, con que se aseguraría de que nadie se metía con él…
‒No te sientas obligado a ir si no quieres. ¿Irías aunque llamase a Ni Mei Lin…?
‒¿La… La tutora también va? ‒ Hai Xiu se tranquilizó de inmediato.
‒Sólo era un poner… ‒ Feng Fei no podía ni imaginarse a Ni Mei Lin estando de fiesta, pero cogió el móvil y marcó el número de He Hao. ‒ No vuelvas a llamar a Hai Xiu nunca más. ¿Me oyes? ‒ Después de comprobar que todos los que había mencionado estarían en la fiesta continuó con sus amenazas. ‒ ¡Nunca más!
‒¿Por qué no puedo? ‒ Gritó su amigo.
‒¡Si le vuelves a llamar te haré añicos el móvil! ¿Todavía quieres que vayamos?
‒Me acabo de cambiar el móvil… ‒ Confesó. ‒ ¿De verdad os venís? ‒ Feng Fei gruñó a modo de respuesta. ‒ Cuando te lo digo yo no vienes, pero si te lo dice Hai Xiu tú-…
‒¡Hago lo que me da la gana! ‒ Feng Fei soltó una carcajada alegre. ‒ ¡Que te den!  ‒ Feng Fei colgó y se dirigió a Hai Xiu. ‒ Bueno, pues vamos a jugar un rato.
En realidad, Hai Xiu tenía ganas de hablar con otros compañeros de clase. Al escuchar a su amigo asintió.
‒Pero… No quiero estarme toda la noche…
‒No hace falta que estés nervioso.  Sólo van a cantar, jugar a verdad o atrevimiento y ya está. Nos iremos cuando te canses. ‒ Feng Fei le tiró de la oreja suavemente y soltó una risita. ‒ ¿Te da miedo que te deje para irme a jugar con ellos?
Hai Xiu se ruborizó.

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