Capítulo 21

abril 29, 2018


‒¿Quieres que nos vayamos ya a casa? ‒ Preguntó Feng Fei mirando el reloj.
Ya eran casi las diez de la noche y Hai Xiu estaba deseoso de volver a casa. Desde donde llevaban sentados un buen rato, le echó un vistazo a los que continuaban jugando y parloteando, y entonces, susurró:
‒¿No pasa nada porque nos vayamos? ¿Les avisamos o algo?
‒No hace falta. ‒ Feng Fei tenía bastante experiencia con este tipo de fiestas. ‒ Si les decimos algo, empezarán a servirme copas. Será mejor que nos vayamos sin que se den cuenta. ‒ Explicó.
Feng Fei salió primero y Hai Xiu le siguió unos minutos después.
‒Ponte el abrigo. ‒ Feng Fei le rodeó el cuello con la bufanda. ‒ Hace frío.
Ya bien abrigados salieron y se subieron a un taxi casi de inmediato. Durante su trayecto en taxi, Feng Fei llamó a He Hao para avisarle de que se habían ido, se rio y colgó.
‒¿Cansado? ‒ Le rozó el rostro con el lomo de la mano. ‒ ¿Por qué sigues tando tan rojo?
Hai Xiu permaneció en silencio. Le daba vergüenza admitir que no dejaba de recordar el beso.
‒¿Tienes las manos frías?
Feng Fei no esperó respuesta ninguna: le cogió las manos y las frotó. Después, comprobó sus pulsaciones y descubrió que su latido era… regular. Estaba muy satisfecho, Hai Xiu se había relacionado con mucha gente, había estado cómodo y no parecía ansioso. Aunque había estado protegiéndole toda la velada para que el resto no pudiese dirigirse a él directamente, no dejaba de ser una mejora. Al menos, ahora a Hai Xiu ya no le preocuparía el tener que hablar con otros.
Su condición no mejoraría de un día para otro, era un proceso largo, pero iba bien.
‒Te has portado muy bien, ‒ estaba de buen humor. ‒ te mereces un premio.
‒¿Qué…? ¿Portarme bien? ‒ Hai Xiu volvió en sí sin terminar de entenderle.
‒Claro. ‒ Se rio el otro. ‒ Dime, ¿qué quieres de premio? Tú me diste una cosa cuando mejoré mis notas, ¿no?
Hai Xiu abrió los labios para decir algo, pero vaciló.
‒¿Qué? ‒ Feng Fei alzó la ceja. ‒ Vamos, dímelo.
Hai Xiu sacudió la cabeza, desvió la mirada y murmuró:
‒Tengo un poco de sueño… No se me ocurre nada.
‒Llegaremos a casa dentro de treinta minutos. ‒ De repente, Feng Fei recordó que Hai Xiu solía irse a dormir a las diez en punto. Le rodeó la cintura con un brazo y se lo acercó a su vera. ‒ Apóyate en mí y duerme.
Hai Xiu gruñó complacido, se inclinó sobre su hombro y cerró los ojos. Sin embargo, cuando creyó que Feng Fei había dejado de mirarle, los volvió a abrir para admirar su perfil. Le daba vergüenza confesar el regalo que quería: otro beso.  De hecho, casi se le había escapado. ¡Siempre le había dado miedo hablar con otros, pero ahora, sin venir a cuento, se sentía terriblemente valeroso! ¡Qué formidable!
El adolescente rozó el bolsillo donde guardaba la carta que había besado Feng Fei, el A de corazones.  Feng Fei le parecía una persona increíble: lo sabía todo y podía hacerlo todo. Cerró los ojos una vez más y pensó en lo maravilloso que era tenerle así mientras se quedaba dormido.

‒Despierta, ya hemos llegado. ‒ Feng Fei le despertó cuando estaban a punto de llegar.
‒¿Peso mucho? ‒ Hai Xiu se había quedado dormido sin querer. ‒ No me he dado cuenta… ‒ Estaba un poco avergonzado.
‒¿Cómo vas a pesar con el cuerpecito que tienes? ‒ Feng Fei sacó la cartera y pagó al taxista. ‒ ¿No me has oído? Venga, que ya hemos llegado.
‒Tu bufanda… ‒ Quiso devolvérsela, pero Feng Fei hizo caso omiso, la aceptó y se la volvió a colgar del cuello.
‒Yo he apagado las luces… ‒ Feng Fei observó la puerta de su casa a la defensiva y se plantó ante Hai Xiu sin querer. ‒ …antes de irnos.
Hai Xiu miró la luz del comedor. Estaba nervioso y su buen humor se desvaneció.
‒Sí…
Feng Fei frunció el ceño. Cogió la mano de Hai Xiu y tiró de él para llevarle al otro lado de la casa. Entonces, sacó el móvil y marcó el fijo de su casa que contestaría Lu Hao Li: su madre.
‒¿Has vuelto? ‒ Feng Fei se relajó completamente, no sabía si reír o llorar. ‒ ¿Por qué no me has dicho nada? ¡Me he asustado al ver la luz!
‒¿Te tengo que dar explicaciones de todo lo que haga? ‒ Lu Hao Li se sorprendió.
‒Bueno, que sepas que un compañero de clase también está aquí. ‒ Sonrió.
‒¿Chico o chica? ‒ Preguntó la madre sin tapujos.
‒Chico. ‒ Feng Fei soltó una carcajada alegre.
‒¿Y por qué no has entrado?
Feng Fei colgó sin responderle, se dio la vuelta y le dijo a Hai Xiu:
‒Mi… Mi madre está en casa. ¿Quieres saludarla? No tengas miedo, es muy maja.
‒No… No me da miedo… ‒ Estaba nervioso. ‒ Me da miedo que…
En realidad, le daba miedo ser incapaz de hablar bien. Quería caerle bien a su madre. Esperaba poder causarle una buena impresión a su familia, hasta había estado pensando en cómo presentarse.
Por otra parte, Feng Fei estaba completamente tranquilo. Lo único que le preocupaba era que Hai Xiu se pusiera nervioso delante de una desconocida, pero terminó medio obligándole a entrar.
‒Ah… ‒ Habló lentamente para que Lu Hao Li no descubriera que tartamudeaba. ‒ Buenas noches, señora. Me llamo Hai Xiu… Voy a clase con su hijo.
Lu Hao Li estaba hojeando un documento cuando vio entrar a los dos adolescentes. Repasó a Hai Xiu con la vista y sus ojos se iluminaron:
‒¡Madre mía! ¡¿Cómo eres tan reservado y dulce?!
Feng Fei sabía que a su madre le encantaban este tipo de personas. Le cogió la mochila a Hai Xiu y le sirvió un café en la mesa que había delante del sofá. Lu Hao Li volvió a mirarle de arriba debajo de reojo, estudiando cada detalle: como el rubor de sus orejas o lo limpios que llevaba los zapatos.
‒Pensaba que sería uno de los amigotes del baloncesto de Feng Fei. ¿Cómo dices que te llamas? No te he oído bien.
Hai Xiu sonrió y alzó la voz un poco más.
‒Hai Xiu.  “Hai” como en “mar” y “Xiu” como en “hermoso espectáculo”.
‒Oh, ya me acuerdo… Feng Fei me habló de ti y me dijo que le ayudas mucho.
‒No, no. ‒ Hai Xiu fue rápido en sacudir la cabeza. ‒ Es él quien me ayuda a mí…
‒He visto sus notas de este último mes. ‒ Lu Hao Li rebosaba felicidad. ‒ Es la primera vez que le ha ido tan bien. Todo gracias a ti.
‒Es el mejor de la clase. ‒ Añadió Feng Fei. ‒ Le he pedido que venga a ayudarme.
‒Vaya, con que le estás molestando, ¿eh? ‒ Le reprendió su madre, entonces, se volvió hacia Hai Xiu. ‒ Feng Fei no me había avisado. ‒ Sonrió. ‒ De haberlo sabido te habría cocinado algo.
‒Muy amable por su parte, señora, pero no se preocupe.
‒Es para agradecértelo. ‒ Lu Hao Li sacudió la cabeza y sonrió. ‒ Como estoy muy ocupada con su padre no me da tiempo a cuidar de él. ‒ Miró el reloj y, a pesar de que quería seguir hablando con Hai Xiu, tuvo que marcharse a prisa. ‒ Haz que Feng Fei prepare algo. Estás en tu casa. Tengo que volver a la empresa, no os quedéis hasta muy tarde, ¿vale? ‒Lu Hao Li le acarició la cabeza a Hai Xiu. ‒¡No os quedéis hasta muy tarde! ‒ Volvió a repetir y se dirigió a su hijo como apurada. ‒ Hay sopa en la cazuela para mañana. Cuida de tu amigo, id a dormir pronto. ¡Me voy!
Feng Fei se levantó, le cogió el bolso a su madre y rio.
‒¿Todavía no confías en mí?
Lu Hao Li miró a su hijo y un brillo extraño le pasó por los ojos antes de quitarle hierro al asunto con una risita.
‒Tranquilo. Pero recuerda de lo que te he dicho. Diviértete con tu amigo, pero nada de pelearse o meterse con otros.
‒Era tu madre, ¿no? ‒ Preguntó Hai Xiu al cabo de un rato, cuando Lu Hao Li ya se había ido.
‒Sí. ‒ Feng Fei asintió. ‒ Ni ella ni mi padre suelen pasarse por casa. En realidad, tienen una casa al lado de la empresa, pero como está lejos, prefiero vivir aquí.
‒Es muy amable… ‒ murmuró.
‒Tonterías. ‒ Feng Fei arqueó una ceja. ‒ ¿Por qué no iba a serlo?
‒Yo… Yo sólo… ‒ Tartamudeó Hai Xiu inquieto.
‒Sólo eres encantador. ‒ Feng Fei sonrió para tranquilizarle. ‒ ¿No te has dado cuenta de que le has caído bien?
‒Tenía un poco de miedo… ‒ Hai Xiu se sintió más aliviado al escucharle decir eso.
‒No tengas miedo, ‒ comentó Feng Fei de repente sin pensárselo mucho. ‒ no les volverás a ver.
‒¿Qué… quieres decir? ‒ Hai Xiu no entendió lo que escondían sus palabras.
‒Primero lávate, luego te lo cuento.

‒¿Se van del país? ¿Qué quieres decir con eso? ‒ Hai Xiu yacía en la cama después de la ducha y, de repente, abrió los ojos como platos. ‒ ¿Por qué?
Feng Fei tiró de la sábana para tapar bien a Hai Xiu.
‒Por muchas razones. ‒ Habló con lentitud. ‒ Hace muchos años tuvieron un problema con la nacionalidad, pero más que nada fue para facilitar el trabajo. Ahora tienen más cosas que tener en cuenta. Si no fuese porque yo tengo que entrar en la universidad aún, ya se habrían ido.
‒Entonces, ¿tú…? ‒ Hai Xiu se puso nervioso.
‒No pasa nada. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ No les vería ni aunque mi universidad estuviese al lado de su puerta. Aunque no les culpo, lo hacen por sus hijos, ¿no? Además, me quieren mucho.
‒Bueno… ‒ Hai Xiu asintió. ‒ sí. A pesar de lo ocupada que está, ha venido a hablar un poco contigo.
‒¿Sabes por qué te dije que quería vivir contigo en la universidad? Mi padre me dijo que sería mejor que viviese con mi hermano y su mujer. Me llevo bien con ellos y eso, pero ya no soy un niño… No puedo vivir con ellos.
‒Sí, no conviene. ‒ Hai Xiu comprendió lo que trataba de decir su amigo y asintió con la cabeza.
‒Por eso quiero vivir contigo. ¿Vale?
Hai Xiu sonrió con total seriedad. Feng Fei contuvo una risotada, el tema de vivir juntos estaba zanjado.
‒Bueno, vamos a dormir ya que mañana hay que madrugar. ‒ Feng Fei le arropó y sonrió.

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