Capítulo 22

abril 29, 2018


Al día siguiente se despertaron ya bien entrada la tarde, hambrientos. Por suerte, Lu Hao Li les había preparado algo de sopa de pollo. Hai Xiu comió demasiado y tuvo que tumbarse boca abajo delante de la ventana.
‒Creo que anoche nevó.
‒¿Hacemos los deberes? ‒ Preguntó Feng Fei que estaba un poco distraído.
‒Ah, voy a buscarlo, tú… ‒ Fue como si Hai Xiu se acabase de acordar de algo. ‒ Quédate aquí.
A Feng Fei no le dio tiempo a contestar y su amigo corrió escaleras arriba: iba a tomarse las pastillas. Feng Fei suspiró y esperó hasta que Hai Xiu bajó con los deberes en la mano.
‒Tenemos que acabarlos hoy… Será mejor no esperar hasta el último día.
Tenía razón. Cada vez que Feng Fei esperaba hasta el último momento, sobretodo con chino, le acababa doliendo la cabeza y ni siquiera le apetecía molestarse en copiar lo de Hai Xiu.
‒Vale…
Hai Xiu se sentó delante de él, estudió la montonera de deberes de matemática y se puso a ello. No se saltaba ninguna pregunta, las contestaba meticulosamente con total seriedad. Su letra era envidiable y sus apuntes estaba limpios. A diferencia de él, Feng Fei se dedicaba a darle vueltas y más vueltas al bolígrafo, ponía caras raras y se dedicaba a mirar el móvil.
De repente, empezó a sonar el teléfono. Feng Fei echó una mirada furtiva al aparato, se levantó y contestó para volver al cabo de unos minutos disgustado.
‒He Hao se va a pasar por aquí de aquí un rato.
‒¿Y eso?
‒Su madre le ha pedido que venga por ti. ‒ Se rio.
‒¿Por mí…? ‒ Hai Xiu no lo acababa de entender.
‒Mi madre te vio ayer y se ve que se ha topado con la suya, y después decirse cuatro cosas… Bueno, a lo mejor más de cuatro cosas... La madre de He Hao se ha enfadado con él y le ha dicho que se venga a estudiar con nosotros.
Xiao Shi Ling, la madre de He Hao, y Lu Hao Li se conocían desde pequeñas. No eran exactamente amigas, más bien se juntaban y se hablaban por cortesía y por pura pretensión. Quedaba bien que fueran juntas a los sitios y que se encontrasen de vez en cuando, así que lo hacían, aunque por trabajo. Con el tiempo la hostilidad que compartían fue desapareciendo y, cuando sus hijos acabaron en la misma clase, sus familias terminaron de encajar.
‒Mi madre le ha dicho a propósito… ‒ Feng Fei acabó riéndose sin querer. ‒ que estoy estudiando con el mejor estudiante de la clase, y después le ha preguntado cómo iba su hijo.
‒Sólo de nuestra clase… ‒ Comentó Hai Xiu.
‒Viene a ser lo mismo. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ ¿Sabes cómo le va a He Hao? Bueno, pues fatal. Mi madre se ha puesto a presumir de que gracias a que vamos juntos ahora mis notas van mucho mejor y la madre de He Hao se ha enfadado y le ha llamado para que venga a hacer los deberes con nosotros.
‒¿Por eso va a venir? ‒ Hai Xiu también terminó riendo.
‒Si te molesta, le puedo decir que no venga.
‒No hace falta. ‒ Hai Xiu se sentía cómodo en este ambiente. ‒ No pasa nada… si se viene.
Feng Fei le estudió con la mirada, y entonces, intentó consolarle.
‒No te preocupes. Sólo vendrá, copiará los deberes y se irá.
Y así, una hora después, He Hao llegó para copiar los deberes.
‒No sabes la bronca que me ha echado mi madre. Joder… Me duele la cabeza. ¡Mira, te libras porque me vas a ayudar! ¿Por qué habéis tenido que ir a presumirle a mi madre? Me ha metido bronca ella, pero es que cuando mi padre se ha enterado, él también. ¿Qué he hecho yo para merecerme tanta regañina? Yo no me he metido con nadie…
‒Deja de quejarte y acaba de copiar. ‒ Feng Fei se rio.
He Hao volvió en sí, alzó la vista y quiso disculparse con Hai Xiu.
‒No es culpa tuya, o sea… Hablaba de Feng Fei. En cuanto acabe me voy a dormir.
Feng Fei se lo miró con cierto aire de superioridad.
‒¡Que sepas que yo he ido más rápido con las mates que él!
‒Vale, vale. ‒ He Hao siguió a lo suyo irritado.
Mientras tanto, Feng Fei alzó una ceja y se miró a Hai Xiu como diciendo: “te das cuenta de lo diferentes que somos, ¿no?”.
‒Todavía… no has hecho la redacción… ‒ Murmuró con suavidad Hai Xiu, risueño.
Hai Xiu quería comentarle que perder tiempo mientras escribía le podía perjudicarle, pero como He Hao estaba a su lado, le daba vergüenza y acabó pasándole una notita como en clase.
“¿Qué quieres cenar hoy? Todavía tengo hambre…”, eso fue lo que Feng Fei le respondió.
Hai Xiu no contestó, sólo sonrió y volvió a sus deberes. Feng Fei tosió, pero el muchacho le ignoró. Entonces, le dio una patadita por debajo de la mesa, así que Hai Xiu escondió los pies. Sin embargo, Feng Fei no iba a rendirse: estiró la pierna y volvió a tocarle el pie. Desamparado, Hai Xiu volvió a dejar los pies donde estaban y miró a He Hao algo avergonzado.
Feng Fei sabía que Hai Xiu estaba a punto de terminar, por eso no continuó molestándole, no obstante, no dejó de acariciarle la pierna de vez en cuando para divertirse.
He Hao también empezó con su redacción cuando terminó de copiar el resto de los deberes, y como no era como Feng Fei, terminó las trescientas palabras de corrillo.

Hacía tres horas que He Hao había llegado y ya era la hora de cenar. Feng Fei pidió comida a domicilio y le dejó quedarse con ellos por simpatía.
He Hao fue a la cocina a buscar a Feng Fei pero se quedó en el marco de la puerta al presenciar una escena sorprendente.
Hai Xiu había ido a la cocina a por un poco de fruta, pero como era invierno y el agua estaba helada, Feng Fei no le permitió lavarla, le obligó a apartarse y se puso a hacerlo él mismo mientras Hai Xiu cortaba una pitahaya.
‒Toma, pruébalo, es dulce. ‒ Dijo Feng Fei, y le ofreció una fresa que acababa de lavar.
Hai Xiu extendió la mano, pero Feng Fei la evitó y le metió la fresa en la boca. Hai Xiu bajó la cabeza y se la comió. Entonces, Feng Fei le rozó los labios con el pulgar y el muchachito se sonrojó, se dio la vuelta y continuó cortando la fruta mientras que su amigo le daba de comer de vez en cuando.
‒Hey, ‒ Feng Fei notó la presencia de He Hao que fruncía el ceño como loco. ‒ ¿Qué pasa?
‒Ah, yo… ‒ Se sobresaltó. ‒ Tengo que hacer una cosa, tengo que irme y eso…
Feng Fei colocó la fruta en un plato, se secó las manos y rio.
‒Pero si hemos pedido muchísima comida. ¿Nos la vas a dejar toda a nosotros? Come antes de irte, no creo que tarde mucho.
‒De verdad que no puedo. ‒ He Hao empezó a dirigirse a la puerta con Feng Fei pisándole los talones. ‒ Me acaban de llamar, tengo que irme.
‒Bueno, vale, pues cuídate.  ‒ Feng Fei tuvo que desistir.
‒Vosotros… ‒ He Hao vaciló, pero se armó de valor. ‒ ¿Vosotros…?
‒¿Ahora también tartamudeas? ‒ Feng Fei se rio de buena gana. ‒ ¿Quieres medicina? No estoy de broma, tengo la cura para eso.
‒No estoy de coña. ‒ He Hao frunció el ceño. ¿Hai Xiu no se va…?
‒¿Por qué? ‒ Feng Fei ignoraba qué quería decir. ‒ Vive aquí.
‒¿Vive aquí? ‒ He Hao estaba todavía más confundido. ‒¿Y tus padres?
‒Pues mi madre volvió ayer. ‒ Feng Fei sonrió. ‒ ¿Qué tratas de decir?
He Hao se sentía incómodo y estaba inquieto.
‒¿No crees que eres demasiado amistoso con él? ‒ Titubeó.
‒¿Estás celoso? ‒ Feng Fei volvió a reír. ‒ Pues búscate a alguien.
‒¿Eres tonto? ‒ He Hao se puso todavía más nervioso. ‒ Es un hombre.
‒¿De verdad te parece que soy demasiado amistoso con él? ‒ Se burló él.
He Hao asintió atontado y creyó que su amigo le explicaría algo más, pero se equivocaba.
‒No, a mí no me lo parece, pero haría cualquier cosa por él. Si no te gusta, vete. Venga, vete.
Se conocían desde hace años, pero Feng Fei nunca había sido el tipo de amigo cercano que estaba siendo con Hai Xiu, aunque sí que le había ayudado en varias ocasiones.
‒¿Te estás oyendo? Me preocupas…
‒Pues gracias. ‒ Feng Fei era consciente que lo decía por su bien. ‒ No estoy del todo seguro si él… Nada, déjalo. Ya lo hablaremos.
Antes de despedirse, Feng Fei le advirtió a su amigo que no dijese nada a nadie si no quería problemas.

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