Capítulo 80

abril 25, 2018


No me quita las piernas porque le acaba haciendo caso a XiYan, pero sí que me abraza durante un buen rato y duda.
Llevo casi medio mes en esta habitación. Casi no hablo y me paso la mayor parte del tiempo en mi mundo. XiYan viene a verme cada dos días y, bueno, el resto del tiempo me lo paso entre los brazos de Ye CanSheng: me envuelve en las sábanas y me abraza. Su respiración inunda mi cabeza, es fresca, dulce, tranquila y pacífica. Es como si hubiésemos envejecido de repente: él habla sobre su juventud y yo escucho. Sin embargo, cada vez que menciona las palabras: “Fang YunSheng”, se pone nervioso y empieza a morderme por todos lados como un perro salvaje. De vez en cuando me deja marca.
Ya no le temo tanto, ni tiemblo incontrolablemente cuando estoy con él, ahora puedo hasta hablarle un poco. De lo que más suele hablar cuando hablamos es “Fan YunSheng” y de su encuentro. De cómo se conocieron en un callejón, de lo atontado que se despertaba, de cómo dormía bajo el sol, de cómo sonreía…
‒Hace mucho que no sonríes, YunSheng. ‒ Me dice entristecido mientras me acaricia el rostro.
Es en ese momento en el que me doy cuenta de que esa persona de la que tanto habla soy yo mismo. Con que soy “Fang YunSheng”… Con que le he dedicado todas esas palabras de amor…
Me miro los pies, aún encadenados, anonadado. Él me coge en brazos y me lleva al sofá del comedor y me ata allí. Sé que esa medida no es suficiente para apaciguar su ansiedad.
De repente, algo dorado aparece de la nada y me sobresalto. Me sereno rápidamente y me obligo a callarme. Qué grande está. Cacahuete espera impaciente al lado del sofá con los ojos en mí.
‒Es tu perro, YunSheng. Se llama Cacahuete. ‒ Algo sorprendido, Ye CanSheng me besa la frente, algo que raramente sucede, me ayuda a reincorporarme y me peina los mechones sueltos de pelo.
Yo extiendo la mano hacia el perro. Claro que le recuerdo, pero no puedo decirlo.
‒Le querías mucho. ‒ Pocas veces se muestra tan cariñoso. ‒ Por eso está tan gordo. ‒ Acaricia la cabeza del perro y me dedica una sonrisa. Dicho esto, se levanta y se dirige a la cocina.
Yo sonrío. Sé bien que no está gordo por mi culpa, CanSheng me está chinchando e intenta engañarme. Pero saber que Cacahuete me recuerda a pesar del tiempo transcurrido me alivia.
Borro la sonrisa de mi cara y recuerdo lo que me ha dicho momentos atrás.
“Hace mucho que no sonríes”.
Me ha mirado como al agua bendita, tranquila y persistentemente. Sé que en el fondo me ama, un amor puro y genuino, sin que el deseo lo tiña de pecado. Sus dedos, como orquídeas[1], me han recorrido la cara con sorprendente tranquilidad. Su voz, grave y sensual, se ha quedado grabada en mi oído.
Salgo del trance y me encuentro de cara a otros ojos y a CanSheng asegurando que el perro es mío.


[1] En china las orquídeas son un símbolo de amor.

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