Capítulo 96: La traición

abril 24, 2018

En cuanto salió del jardín imperial Wei Yang percibió los pasos tranquilos de alguien, así que se dio la vuelta para ver de quién se trataba y sonrió.
‒Vaya, Su Alteza San.
Tuoba Zhen entrecerró los ojos. Las maquiavélicas maquinaciones de esta muchacha le habían sorprendido una tras otra. Sorprendido, se había visto descubriendo un sinfín de caras, aunque, por desgracia, la moza no estaba de su parte.
‒Sabías que vendría. ‒ Afirmó dejando revolotear la manga de su túnica. Risueña, la joven inspeccionó su entorno. ‒ No hace falta. ‒ El príncipe sonrió un poco y volvió a pronunciarse. ‒ He venido a verte a ti, no hace falta de que sean tan precavida. ‒ Cada una de sus silabas era solemne.
Li Wei Yang era consciente de que era verdad, no dijo nada, simplemente sonrió.
El palacio era un nido de oídos, sin embargo, Tuoba Zhen había conseguido escapar de esa vigilancia tan pesada a base de sus esfuerzos. La situación del hijo imperial era de todo menos provechosa, y la única razón por la que iría a verla era, precisamente, por ser el motivo de su mal.
Li Wei Yang mostró una expresión neutral, como si le diese igual la presencia de el joven, no obstante, sonreía para sus adentros.
A Tuoba Zhen se le dilataron las pupilas y su sonrisa se heló. Toda calidez abandonó su mirada y su voz sonó peligrosamente baja.
‒Creo que me debes una explicación, Xianzhu.
‒¿Se refiere a lo del otro día, Su Alteza? ‒ Sonrió ella.
Tuoba Zhen se sorprendió momentáneamente. Pensaba que Li Wei Yang se iría por las ramas. Le guardaba rencor, pero cada día la apreciaba y respetaba más. Era inteligente, aguda, astuta, capaz y no se molestaba en ocultar sus talentos a diferencia de la mayoría. Normalmente, si querías sobrevivir en palacio lo más inteligente era esconderte y negarte a ti mismo, no obstante, Li Wei Yang se permitía destacar. No se comprometía con nadie para proteger sus propios intereses, sabía a la perfección lo que buscaba, para qué y cómo hacerlo. Esta brillante joven había pasado de largo. ¡Y pensar en lo mucho que le habría ayudado…!
Tuoba Zhen ordenó sus pensamientos antes de volver a hablar.
‒Quiero una explicación por lo sucedido y saber si tú fuiste la responsable.
Li Wei Yang soltó una risita suave y le miró directamente a los ojos sin arrogancia. Tuoba Zhen sintió que se le escapaba el alma, pasmado.
‒Claro que no. ‒ La muchacha respondió sin pizca de culpabilidad.
‒¿Te atreves a hacerlo pero no a admitirlo? ‒ Tuoba Zhen se burló.
Sabía la verdad. Se había pasado día y noche sin poder dormir queriendo una cosa: exigirle una explicación.
‒Sospechó de las begonias, tal vez por manía o paranoia. ‒ Li Wei Yang sonrió. ‒ ¿Qué les pasaba? Cree que he sido yo quien le ha hecho esto, ¿pero qué hay del afecto que le tiene mi hermana mayor? ¿Por qué habría salido corriendo a verle si no le quisiera? Dajie parece estar muy enamorada… Su Alteza, debería atesorar este momento, no ignore los sentimientos de semejante belleza.
Li Wei Yang parecía estar lamentándose, o mejor dicho, burlándose de él. Tuoba Zhen se puso rígido, pero consiguió recuperar la compostura antes de explotar por la rabia. Puede que Li Zhang Le hubiese gozado de una reputación implacable en algún momento, pero ahora mismo todo lo que le acarrearía serían problemas. Su plan había sido casarse con ella por su belleza para tener algún entretenimiento, pero ya no. Con los años esa joven podría convertirse en un arma potencial para él.
‒A mi hermana se le da de miedo la caligrafía, el ajedrez, la poesía y la pintura, además de que es preciosa. Creo que es muy compatible con usted, Su Alteza. Además, ya ha dejado claro que está dispuesta a acabar con tu reputación por estar con usted. ‒ Li Wei Yang sonrió con inocencia.
Tuoba Zhen resopló y se clavó las uñas en la palma de la mano para poder volver en sí.
‒Nunca le había dado a una mujer tantas oportunidades, Li Wei Yang. ‒ No le dio tiempo a responder antes de añadir. ‒ Siempre he matado a cualquiera que se interpusiese con mi camino, pero contigo es diferente: has ido en mi contra y me has mentido y pesé a ello, sigo queriéndote. ¿Sabes la razón? Me he enamorado de ti, me gustas y hasta quiero casarme contigo. ‒ Tuoba Zhen se la miró con intensidad. ‒ ¡Por eso te he dado tantas oportunidades!
Li Wei Yang casi estalla en carcajadas. Había conocido a muchos bastardos, pero ninguno como este. En su anterior vida había tratado a Li Zhang Le como si fuera una diosa porque le había costado conseguirla, y en esta intentaba hacer lo mismo con ella. ¡Lo único que amaba era a sí mismo!
‒No dudes de mis palabras. Todo es cierto. ‒ Afirmó todavía más serio.
‒No lo dudo. ‒ Li Wei Yang frunció el ceño. ‒ Qué lástima que Dajie esté tan determinada a casarse con usted, Su Alteza. ¿Cómo voy a romperle las ilusiones? Ya hemos tenido suficientes malentendidos… Si se entera de que he estado hablando con usted me odiará todavía más y no quiero problemas. Lo hecho, hecho está. Espero que trate bien a mi hermana y, en cuanto a mí… Puede olvidarme.
‒Jiang Xu llegará a la Capital mañana, ¿sabes? Ahora mismo estás en una situación terrible. ¿Cómo vas a mantener los pies en la tierra si me alío con ellos? Tuoba Yu, por supuesto, se lo pensaría dos veces antes de hacer nada contra ellos y… ¿Qué harás cuando carezcas de protección? ¿Cómo vas a sobrevivir? ‒ El príncipe enfatizó cada una de las palabras.
Li Wei Yang sonrió. Su antiguo marido se había encontrado con alguien que no podía tener, por lo que estaba dispuesto a utilizar los métodos más sucios para conseguirla. ¡Qué pena que no lo fuera a conseguir! La muchacha posó la mirada en él y preguntó:
‒¿Eh? ¿Me está amenazando, Su Alteza?
‒Exacto, ‒ Tuoba Zhen lo confirmó sin andarse con rodeos. ‒ ¡Esta es tu última oportunidad! Si aceptas me casaré contigo en lugar de tu hermana… ¡Hasta podrías ser mi primera esposa!
Li Wei Yang se quedó atónita. ¿Quería casarse con ella después de todo lo que le había hecho? ¿Acaso en su vida anterior no había amado a la dulce y encantadora Li Zhang Le? La joven se había asegurado de convertirse en alguien cruel, egoísta y hostil. ¿Tanto habían cambiado los gustos de Tuoba Zhen? No le entendía.
‒¿No me odia, Su Alteza? ‒ Preguntó.
Tuoba Zhen se la miró con duda.
‒Creo que ambos nos podríamos beneficiar de estar juntos. Y si das a luz a un hijo, le haré mi heredero. Sabes que lo pienso cumplir.
Tuoba Zhen necesitaba a una mujer capaz y astuta a su lado, y su hijo necesitaría una madre inteligente capaz de protegerle. Era fácil ganarse el desprecio de alguien y, por supuesto, su vida en palacio estaría plagada de problemas. Ningún niño imperial podía tener una infancia pacífica si no contaban con una madre inteligente.
El príncipe estaba en medio de la lucha por el trono, sin embargo, el rechazo de Li Wei Yang y su deseo por ella le enervaban tantísimo que se había vuelto un problema mayor que su herencia, así que había decidido tentarla con semejantes promesas. Aunque le tuvieran poco en mente, ser la primera esposa de un príncipe no era cualquier cosa.
‒Me niego.  ‒ Balbuceó Li Wei Yang con firmeza.
Tuoba Zhen se quedó de piedra y sus sentimientos más oscuros inundaron su mirar.
‒Es tu última oportunidad. ‒ Le recordó.
‒Mi respuesta va a ser la misma sin importar cuántas me des. ‒ Le recordó la muchacha.
Tuoba Zhen se quedó callado con el rostro desencajado por la ira. ¡Tenía que matarla! ¡Tenía que desaparecer! En cuestión de segundos se le ocurrieron más de mil formas de asesinarla allí mismo.
Li Wei Yang adivinó sus pensamientos, pero no se preocupó. Tuoba Zhen era de los que una vez tomaban una decisión, la cumplían. Por lo que ya se había preparado para el peor de los casos cuando empezó a rechazarle. ¡Si lo que buscaba era la guerra, el tiempo diría quién moría en manos de quién!
Una criada, de repente, corrió hasta el príncipe y le susurró algo al oído.
‒¿Qué?  ‒ Se le torció la cara y le echó una mirada incrédula a Li Wei Yang.
La criada intentaba recuperar al aliento abriendo y cerrando la boca, pero no consiguió decir nada. Parecía conmocionada.
Sin nada más que decir, Tuoba Zhen le echó un último vistazo a Li Wei Yang, se dio la vuelta y se marchó.
Li Wei Yang le siguió con los ojos y sonrió. Se quedó allí de pie, observando la escena llena de criadas correteando y aterrorizadas.
Se planteó si marcharse o quedarse para ver el espectáculo. Estaba deseosa de ver el desenlace para aquella persona que la había ofendido… Aunque tal vez fuese un poco duro para Tuoba Yu.
‒¡Wei Yang jiejie! ‒ Justo cuando iba a marcharse escuchó que la llamaban.
‒¿Qué ocurre, princesa Jiu? ‒ Preguntó risueña. ‒ Estás muy exaltada.
‒En el jardín imperial… ‒ La princesa nunca había estado tan asustada. ‒ ¡Ha pasado una cosa…!
‒¿Oh? ¿El qué? ‒ Preguntó como si nada Wei Yang.
‒¡Algo muy fuerte! ‒ Temerosa de que no se la acabase de creer, la princesa Jiu asintió y le insistió. ‒ ¡Ven conmigo, Wei Yang jiejie! ¡Tengo que ir a verlo!
‒Tengo que irme… ‒ Li Wei Yang sacudió la cabeza.
La princesa Jiu miró a su alrededor.
‒El palacio está sumido en el caos. No puedes pasearte por ahí como si nada. Podría pasarte algo. Será mejor que te vengas conmigo, yo te protegeré. ‒ No se atrevía a ir sola porque su madre estaba postrada en su lecho y enferma.
Li Wei Yang soltó una risita. La princesa quería que la acompañase y le aconsejase sobre cómo actuar.

En el jardín imperial sólo se oída el estruendo de la porcelana rompiéndose. La princesa Jiu empalideció y se apegó a Wei Yang mientras tiraba de ella. A lo lejos había un grupo de criadas y una mujer erguida y orgullosa. Vestía como una Emperatriz, con su corona de fénix de nueve colas, un elegante vestido de seda bordado con hermosísimas perlas de oro. Sin embargo, su rostro era débil y frágil, tanto, que parecía imposible que semejante mujer fuese capaz de ostentar la ropa. Apenas se tendía en pie. Era pues alguien enfermo y lívido.
Zhang De Fei estaba arrodillada y aterrorizada ante la Emperatriz, que había ordenado que le tirasen del pelo para despeinarla. Los ojos de la mujer carecían de todo color y parecían desesperados.
‒¡No se enfade, niang niang, por favor! ‒ Se lastimaba Zhang De Fei.  Se lanzó a sus pies para aferrarse a su gema y rogaba delante de los eunucos y las criadas. ‒ ¡Por favor, no se enfade! ¡Yo jamás me atrevería a cruzar la línea…! ¡Debe haber sido cosa de alguien…!
La Emperatriz le apartó la mano con brusquedad y se le sobresalían las venas del cuello.
‒Me arrepiento de haberte dejado a ti la responsabilidad de palacio. ‒ Dijo rechinando los dientes. ‒ ¡Cómo osas comportarte así! ¿Tantas ganas tienes de que me muera para poder ser tú la Emperatriz? ¡Esto es traición!
La Emperatriz siempre era dulce y neutral, pocas veces se comportaba de una manera tan dura. Li Wei Yang se arrodilló como el resto al llegar, pero continuaba con una leve sonrisa en los labios. La condición de la Emperatriz no era mejor, cada vez se le iba más la cabeza y era víctima de paranoias. Zhang De Fei y Wu Xian Fei eran las que se llevaban encargando de los asuntos de palacio un buen tiempo y saldrían ganando sin la Emperatriz.
‒¡No! ¡Yo jamás haría algo así! ‒ Se apresuró a jurar Zhang De Fei.
Wu Xian Fei, a su lado, estaba tan aterrorizada. No se atrevía a pronunciar palabra.
La Emperatriz resopló con incredulidad y examinó el rostro de Zhang De Fei que continuaba tan joven como hacía años. ¡Qué injustos eran los cielos! Le dolía el corazón, ella misma se había convertido en una flor marchita a la que ninguna mariposa visitaba.
De Fei había dado a luz al querido príncipe Qi, así que si moría acabaría alcanzando el trono y el título de príncipe heredero sería para otro. ¡Estaba claro que pretendían acabar con ella! Sólo de pensarlo hervía de rabia.
‒¡Dime de dónde has sacado el valor de ponerte una horquilla de un fénix de nueve colas! ‒ Exigió furiosa.
De Fei llevaba los suficientes años en palacio como para conocer el temperamento de la Emperatriz.
‒¿Cómo osaría? ‒ Se lamentó con la cabeza en el suelo. ‒ Su Majestad me lo ha regalado esta mañana, sólo tiene ocho colas…
Xian Fei, aún en el suelo y temerosa de alzar la voz, ya no simpatizaba con De Fei que se había atrevido a ponerse la horquilla de la Emperatriz.
Tal vez si la Emperatriz gozase de buena salud se reiría de ello, pero ahora que estaba enferma, desconfiaba de todo el mundo y estaba segura de que todos pretendían usurparle su posición.
Al escuchar la explicación de De Fei, la Emperatriz se enfadó todavía más. Resopló con burla y sonrió con una mueca rota.
‒¿Ahora quieres culpar al Emperador? ‒ La interrumpió. ‒ ¡¿Quiere que seas su Emperatriz?!
De Fei quería matar a alguien. Estaba segura de que Li Wei Yang había sido la culpable de todo este embrollo. Titubeó, consciente de que no tenía pruebas. Si acusaba a la joven la Emperatriz no la creería y además la castigaría por falso testimonio. ¿Por qué estaba yendo a por ella? ¡Sí, la había acusado de robo…! ¡¿Pero cómo podía atacar tan rápidamente?! Además, había ido a por el punto débil de la mismísima Emperatriz…
‒Emperatriz, ‒ la criada que acompañaba a De Fei contestó antes de que ella tuviese la oportunidad. ‒ mi señora había perdido su horquilla… Puede que alguien la haya manipulado. ¡No la malinterprete, por favor!
De Fei se quedó helada. ¡Maldita mocosa!
‒¿Manipulado? ‒ La Emperatriz se burló. ‒ ¿Quién de todas las criadas aquí presente tendría las agallas de obligar a De Fei a ponerse una horquilla? Esto es un signo de menosprecio. ¡Imperdonable! ¡Estás intentando ayudar a tu señora a incriminar a otra persona! ‒ Arqueó las cejas y ordenó. ‒ ¡Lleváosla y matadla a golpes para que no vuelva a molestar a nadie!
Xin er no daba crédito y se miró a De Fei quien a su vez le dedicó una mirada de desaprobación. ¿Cómo podía ser? Siempre la habían favorecido y hasta la Emperatriz la respetaba… ¿Por qué se había enfadado tanto de repente?
Li Wei Yang sonrió disimuladamente. Lo que más aborrecía la Emperatriz era a aquellos que osaban soñar con su puesto, así que Wei Yang le había dado una buena razón para sospechar de esa De Fei. Los eunucos acataron las ordenes de la Emperatriz y se llevaron a la criada.
‒Madre… ‒ Finalmente, la princesa Jiu se atrevió a abrir la boca.
‒¡Silencio! ‒ Rugió la mujer.
La princesa calló y Xin er pereció en sus silencios. De Fei, aterrorizada y nauseabunda no se atrevía a mirar el cuerpo inerte de su fiel criada. La princesa Jiu observaba a la Emperatriz con incredulidad y Tuoba Zhen no parecía tener la más mínima intención de ayudar. Sabía muy bien que cuando amenazaban la posición de uno afloraba la crueldad. Daba igual que alguien le hubiese parado una trampa a De Fei, era lo de menos.
El príncipe no relacionó el asunto con Li Wei Yang a pesar de saber que De Fei la había acusado. ¡No, más bien se negaba a creer que la muchacha hubiese sido capaz de comprender a la Emperatriz lo suficiente como para hacerla hervir de rabia! Era imposible que les tuviese a todos en la palma de la mano.
La Emperatriz se tensó y sonrió. Abrió los ojos y la furia se apoderó de todo su cuerpo, acabando con su cordura.
El cuerpo muerto de Xin er rodó por el suelo, ensangrentado y todo el mundo aguanto la respiración: ahora le tocaba a De Fei.
La princesa Jiu sintió algo inédito, no podía creer que estuviese viendo tanta crueldad en la buena de su madre. Lo único que podía hacer era aguardar y esperar que Qi ge llegase a tiempo.
La tensión se podía cortar con un cuchillo hasta que, de repente, se escucharon unos pasos. El príncipe Qi se acercaba con el Emperador. ¡Qué ironía! Ya era la segunda vez que Li Wei Yang se encontraba con él: la primera para escuchar su veredicto y la segunda para ser testigo de una pelea de tigresas.
Tuoba Yu continuó inexpresivo mientras se arrodillaba. El rostro de la Emperatriz se contrajo por la ira y le señaló con un dedo tembloroso.
‒¡¿Vas a rogar por tu madre?!
Hasta al Emperador le sorprendió su dureza. Nunca había visto a su mujer con esa expresión. Ninguna de sus concubinas podían compararse con la Emperatriz que se había quedado a su lado a través de los años más oscuros de su vida: era su amiga y su aliada. No necesitó más que esa imagen para decidir que las culpables eran De Fei y Xian Fei.
‒Ha sido un error, madre. Además, discutir puede perjudicar tu salud. Siéntate, por favor. Bebe té y tranquilízate. No te sobresfuerces.
La Emperatriz resopló y le giró la cara.
‒¿Qué ha pasado? ‒ Preguntó el Emperador con el ceño fruncido. ‒ ¿Qué has hecho para hacerla enfadar?
Una criada acercó la horquilla para que el monarca la estudiase, pero el hombre seguía sin comprender nada. Entonces, se percató que sólo aquellos que conocían las normas de palacio a la perfección se darían cuenta de semejante ofensa.
‒¡Su Alteza, si lo que quieres es deshacerte de mí podrías haberlo dicho antes! ‒ Sollozó la Emperatriz cubriéndose la cara. ‒ ¿Para qué seguir llamando a los médicos? ¡Cuando me vaya podrás convertirla a ella en tu Emperatriz!
El Emperador la ayudó a levantarse estupefacto.
‒¿Qué dices, Emperatriz? ¿Cómo voy a deshacerme de ti? ¿Qué pasa con esta horquilla? ‒ Entonces se dio la vuelta y lo comprendió todo. ‒ Puede que alguien haya manipulado la horquilla cuando la han robado…
Wei Yang fue de la primera que sosprechó, pero descartó la posibilidad rápidamente. ¿Cómo iba a atreverse a hacer algo así una cría de catorce años?  Entonces, posó la mirada sobre Wu Xian Fei.
‒¿Por qué te has lavado las manos en la fechoría de De Fei, Xian Fei?
Wu Xian Fei entró en pánico y le recorrieron unos sudores fríos.
‒Su Alteza, cálmese. No he ignorando el asunto, es que no me he dado cuenta.
El Emperador frunció el ceño. Según las normas de palacio, la Emperatriz era la única que podía llevar horquillas de fénix de nueve colas. Su primera esposa no estaba bien de salud y De Fei y Xian Fei se encargaban de los asuntos de la corte últimamente. Tal vez ambas tuvieran algún motivo oculto y habían utilizado esa horquilla para ver su reacción y así determinar si quería deshacerse de la Emperatriz o no.
De Fei vio a Tuoba Yu y comentó:
‒Emperatriz, asumiré las culpas. ¡Pero por favor, no te enfades con el príncipe Qi! ‒ No dijo nada malo, pero sus palabras ofendieron a la Emperatriz.
‒¿Qué dices? ¿Crees que soy malvada? ‒ Gritó ignorando toda etiqueta.
El resto de testigos corrieron a tranquilizarla y convencerla de que ese no era el caso.
‒¡Ayudad a la Emperatriz a sentarse! ¡Rápido! ‒ Ordenó el Emperador al notar la palidez de su mujer que solía ser sumisa como un ciervo.
Tuoba Zhen contuvo la crueldad de su mirada. Todos los involucrados: la Emperatriz, Tuoba Yu, De Fei y Wu Xian Fei continuaron sumidos en un silencio sepulcral marcado por el odio y el resentimiento. Ver el horror de sus expresiones le regocijaba.
Li Wei Yang resopló al percatarse del contento que albergaba la expresión de Tuoba Zhen. La lucha por el poder había retorcido su mente y, estaba segura de que no dudaría en matarles a todos si tuviese la oportunidad.
Zhang De Fei empezó a sudar como si fuera lluvia. Era imposible adivinar los pensamientos de Tuoba Yu que seguía cabizbajo, pero la protección que le ofrecía su madre era evidente.
‒Su Alteza, soy el responsable de los asuntos internos, ¡soy el culpable! ‒ Confesó un eunuco.
Li Wei Yang se lo miró inquisitivamente.
‒¿Lo admites?
‒Soy quien está al mano de las criadas que le entregaron la horquilla a De Fei. Pero como soy nuevo, me he equivocado y se lo he hecho llevar a De Fei en lugar de a la Emperatriz. Las horquillas son todas casi iguales a excepción del número de colas… ¡Castígueme, Su Alteza! ‒ Se arrodilló dejando la cabeza en el suelo.
Li Wei Yang sacudió la cabeza. Con el cuidado con el que se repartían las ofrendas del Emperador, ¿cómo iban a confundirse? ¡Vaya cabeza de turco!
‒Que te den cien azotes. ‒ Ordenó el Emperador.
‒Así lo haré. ‒ Aceptó el criado retirándose con una reverencia ceremoniosa.
Li Wei Yang quería aplaudir a Tuoba Yu por haber elegido a un candidato tan adecuado para cambiar el rumbo del asunto. Los asuntos internos eran llevados por los criados del príncipe heredero, así que el Emperador miraría el asunto con otros ojos.
Li Wei Yang suspiró. El rostro de la Emperatriz se tornó hostil, pero sabía que si continuaba enfadada el Emperador la podría malinterpretar, por lo que apretó los dientes y se tragó la ira de mala gana.
‒Siento haberte malentendido. ‒ Dijo mientras ayudaba a Zhang De Fei a ponerse en pie.
A Zhang De Fei le fue imposible ignorar el desprecio de aquello mujer.
‒Ha sido culpa mía por no darme cuenta. ‒ Contestó con respeto. ‒ Espero que me lo puedas perdonar.
‒Vale, vale. ‒ La enferma sonrió. ‒ Ha sido un malentendido. Venga, levanta. ‒ Ordenó a uno de sus criados que ayudasen a levantarse a Xian Fei. ‒ No gozo de buena salud, y mi temperamento también ha empeorado. ‒ Musitó con la culpabilidad reflejada en su rostro. ‒ Espero que me podáis perdonar, queridas.
Ambas consortes se disculparon a unísono.
‒Va, levanta. ‒ Le ordenó el Emperador a Tuoba Yu.
El príncipe siguió sus palabras y descubrió que Wei Yang estaba de pie bastante cerca. Sus ojos se encontraron y ahí pudo apreciar la oscura y atemorizante hostilidad que habitaba en los de ella. El joven bajó la vista, no quería ver semejante expresión en la muchacha. Y por fin lo entendió todo.
El Emperador acompañó a la Emperatriz a palacio. Zhang De Fei y Xian Fei lideraron a sus respectivas criadas y pasaron por delante de Wei Yang.
‒Adiós, señora. ‒ Se despidió con una sonrisa de todo menos amable.
De Fei se sintió desfallecer y se marchó sin pronunciar palabra. Después de aquel incidente, la mujer quedaría postrada en cama durante meses.
Tuoba Zhen sonrió con frialdad y se marchó con su madrastra.
‒Jiu, ve tirando, voy a acompañar a Xianzhu a la salida. ‒ Le dijo Tuoba Yu a su hermana que no le notó nada raro en él, sino en Wei Yang que le sonreía con una crueldad gélida mientras se alejaba.
‒¿Has sido tú? ‒ Su voz sonaba como un trueno a pesar de lo tranquilo que estaba su rostro.
‒Claro. ‒ Afirmó la joven.
Tuoba Yu se quedó de piedra, hizo un ademán de hablar, pero terminó guardando silencio. La sonrisita de Wei Yang era fría, sin remordimiento alguno.
‒Lo siento. ‒ Se atrevió a musitar con toda honestidad el príncipe cuando su corazón empezó a temblar en agonía. ‒ Sé que mi madre debe haberte hecho algo.
‒Gracias por pensar en mí, príncipe. ‒ Li Wei Yang sonrió.
Tuoba Yu había hecho prometer a su madre que dejaría en paz a esta muchacha, pero su madre había ignorado su pacto. Ahora estaba seguro que cuánto más interés mostrase en la joven, peor se comportaría su madre.
‒Wei Yang. ‒ Lo pronunció con solemnidad.
Li Wei Yang se detuvo y posó la mirada sobre el atractivo joven al que el sol le iluminaba el rostro. Él no volvió a decir nada hasta que llegaron al carruaje.
‒No volveré a darte problemas. ‒ Dijo en el último momento levantando la persiana de su carroza. ‒ Ya te lo había dicho y pensaba que me sería más fácil mantener mi promesa, pero creo que me confié. Sin embargo, te aseguro que esta vez va en serio.
‒Una cosa lleva a otra. ‒ Suspiró ella. ‒ No te voy a guardar rencor por esto. Tomar la vida de De Fei hubiese significado que nuestra amistad no me importa, pero espero que la consorte aprenda a controlarse. Puedo perdonarla dos veces, ¡pero no os esperéis una tercera! ‒ Declaró la joven antes de subirse al coche que partió de inmediato.
Li Wei Yang se dedicó a mirar por la ventana durante el trayecto. El camino estaba despejado, ni siquiera había hojas. La muchacha frunció el cejo cuando distinguió una silueta cabalgando en su dirección hasta plantarse delante de ella. Tal vez fuera un accidente, tal vez a propósito, pero el caballo resopló pesadamente y por fin fue capaz de apreciar la belleza del rostro del jinete.
‒¿Quién eres? ¡¿Cómo te atreves a obligar a frenar al carruaje de la Xianzhu?! ‒ El conductor del carro alzó la voz.
El desconocido azotó al criado con el látigo que era mucho más cruel que su propia sonrisa. Bai Zhi se estremeció y le temblaban los labios.
‒¡Qué atrevido! ¡Cómo osa ser tan irrespetuoso con la Xianzhu!
El hombre se burló de ella y Li Wei Yang se lo miró. El sol del horizonte le bañaba el rostro jovial convirtiendo el fulgor de su mirada en estrellas.
‒¿Xianzhu? ‒ El jinete sonrió provocativamente y preguntó. ‒ ¿Qué es eso?

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