Capítulo 18: La pareja ducal (parte 6)

mayo 17, 2018


Philip había sido el médico de la familia Taran desde hacía décadas, pero cuando Hugo dejó el territorio, desapareció alegando que sólo se iría a viajar por aquí y por allá. No tenía familia, ni amigos, y como el duque gozaba de buena salud, nadie se preocupó demasiado.
El nuevo duque, Hugo no le había dado faena en ningún momento hasta ahora, por lo que Jerome apenas había tenido oportunidad de entrecruzar alguna palabra con Philip. La impresión que tenía de ese barón y doctor era de ser un hombre con agallas: después de todo llevaba sirviendo a los Taran muchísimo tiempo, pero… ¿Era un médico de familia del montón? El mayordomo se percató que no tenía ni idea de cuál era su relación con su señor, pero la expresión rígida de Hugo le sorprendió.
‒Que pase. ‒ La voz de su señor era gélida y dura. ‒ Que nadie suba al segundo piso hasta que yo lo diga.
‒Sí, señor. ‒ Jerome no cuestionó las órdenes.

Un hombre de pelo cano se acercó al escritorio de Hugo e hizo una reverencia. Hugo se quedó callado, estudiando al hombre unos instantes hasta que por fin le saludó.
‒Cuánto tiempo, viejo.
Philip, en absoluto disgustado, sonrió.
‒Sí, cuánto tiempo. Ya estás hecho todo un hombre.
Era un simple doctor, pero su seguridad ocultaba toda servidumbre ante la personalidad a la que se estaba dirigiendo. Sin embargo, miraba a Hugo como si fuese su propio nieto mientras que éste contaba con unos ojos fríos como el hielo.
‒Me habían dicho que te habías ido de viaje.
‒Sí, y ya he vuelto.
‒Qué lástima, seguro que te lo has pasado de miedo. Ya me has saludado, ahora fuera. No vuelvas a saludarme nunca más, no te quiero ver la cara. ‒ La voz de Hugo era rígida, árida.
‒Sigues siendo el mismo. ‒ La expresión de Philip no vaciló, aunque el anciano parecía aliviado.
‒No pienso cambiar.
‒Qué benevolente eres… No acabaste con mi vida.
‒No me malinterpretes. ‒ Hugo rio irónicamente. ‒ Sigues con vida porque te lo debía, ese estúpido me dijo que iba a proteger la vida de su salvador.
Philip mostró algo parecido a un anhelo, pero desapareció rápidamente.
‒El joven amo Hugo era demasiado buena persona… Por eso no era un buen sucesor para los Taran.
Hugo suavizó la mirada momentáneamente.
‒Sí, estoy en este maldito asinto por cula de ese niñato.
‒Joven amo Hugh-…
‒Si vuelves a llamarme así, te arrancaré la boca. ‒ Hugo rugió como una bestia antes de abalanzarse sobre su comida. Quiso tenderse en pie y asaltar el cuello del Philip, pero se contuvo.
‒Se sacrificó por el bien del joven amo. ‒ Repuso Philip entristecido.
‒Yo no se lo pedí. ‒ Hugo rechinó los dientes.
Hugo había sido un digno sucesor con la capacidad de eliminar la mugre que ahogaba a la familia Taran por aquel entonces. Mientras que Hugh había crecido más como un animal salvaje que como una persona, era el mal personificado. El muchacho había acabado con un sinnúmero de enemigos para librarse de la muerte, sin embargo, no tenía un propósito, ni un motivo por el que seguir viviendo. Bien, no lo tuvo hasta que encontró algo más valioso que su propia vida: su hermano, que ascendería al trono de los Taran y al que acusarían de demonio.
‒El joven amo Hugo deseaba que la posición fuera tuya, además, la sangre de los Taran corre por vuestras venas; eres tan digno sucesor como él.
‒Ahora Hugo soy yo, él murió aquella noche en la torre.
‒¿Cuándo aceptarás que el señor ahora eres tú?
‒No pienso quedarme aquí para siempre. En cuanto ese niño tenga la edad, se lo dejaré todo.
‒El joven amo Damian todavía es demasiado joven. ‒ Suspiró el anciano.
‒Por eso espero, ¿no? Espero y aguanto este insufrible título cada día. ‒ El duque respondió con la mandíbula apretada.
‒Sí, la posición de Hugo es agotadora. ‒ Añadió Philip. ‒ Y por tanto, más noble.
Hugo se lo quedó mirando unos instantes antes de volver a hablar.
‒Se te da bien mantener la cabeza sobre los hombros, ¿sabes? Si aquel día hubieses parloteado como hoy, te habría arrancado el cuello. ‒ Hizo una pausa antes de proseguir. ‒ Pero te quedaste calladito como si fueras tonto y te arrodillaste. ¿Sabes que eres el único con vida de los que sabían la verdad de lo sucedido aquel día? ¿Eh, vejestorio?
‒…No ha quedado rastro de aquello. ‒ Por primera vez desde que había llegado, a Philip se le endureció la cara.
‒Exacto, me daban asco, no podía ni mirarlos. Tú serás el último. Más te vale tenerlo todo preparado.
‒El anterior duque tomó una decisión inevitable por el bien de la familia…
‒¿Una decisión? ‒ Hugo dio un manotazo sobre la mesa y se levantó de golpe. Se inclinó hacia adelante con los ojos en llamas. Furioso, enajenado. ‒ Ese viejo estúpido vendió uno de sus hijos a unos mercenarios como esclavo para que trabajase y se quedó con el otro, y al cabo de los años, los volvió a intercambiar.
Su padre escogió a Hugo y le abandonó a él, a Hugh. No obstante, con el paso de los años, el anterior duque volvió a cambiar de idea porque Hugo era demasiado bonachón. Esa sería la primera vez que Hugh rogaría y se arrastraría por el bien de otra persona. “Seré tu heredero, pero no le hagas nada”, imploró. Por su hermano, Hugh hizo todo lo que se le ordenaba: estudio, se convirtió en el perfecto noble, controló su personalidad e incluso cambió su apariencia para parecerse lo máximo que pudo a Hugo. No obstante, Hugh ignoraba que Hugo había hecho lo mismo; lo había abandonado todo por su bien y se había rendido a los pies del duque. Sería, pues, Hugo el primero en percatarse que mientras él siguiese existiendo, el duque los usaría y los controlaría. Fue, pues, Hugo quien dio pie al comienzo de la tragedia.
Aprovechando que Hugh no estaba en Roam, asesinó brutalmente al duque, a todos los testigos y, para acabar, se degolló.
‒Aunque era incapaz de matar a una mosca, se atrevió a llevar a cabo una salvajada como esta. ‒ Hugo añadió. ‒ ¿Una decisión? ¿Qué decisión?
‒Joven amo.
‒Deja de llamarme así. Soy el señor de los Taran y el duque, ¿sigues viviendo en el pasado?
El hombre que se erguía orgulloso y firme como una pared no tenía ninguna apertura. Philip suspiró. Había esperado en vano que el joven amo comprendiese lo sucedido cuando alcanzase la madurez. ¿El linaje de los Taran acabaría aquí? Tal vez que hubiesen nacido gemelos había sido una premonición.
‒Me han dicho que te has casado.
‒¿Y?
‒Que no te de hijos.
‒Mejor.
‒¿Se lo has comentado?
‒¡Ni se te ocurra acercarte a mi mujer! ‒ Rugió Hugo.
Philip se sorprendió.
‒Pues el joven amo Damian necesitará una mujer, sino el linaje de los Taran-…
‒¡Calla! Qué bien se te da soltar gilipolleces.
Fuera de la familia, nadie comprendía porqué los Taran continuaban viviendo en un palacio marginado en el norte y seguían subyugados a un monarca con menos poder que ellos. Y es que para los Taran, su único y principal objetivo era mantener su linaje intacto.
Hugo había asesinado a todos los que conocían el motivo ‒ aparte de Hugh y Philip, que se salvó de la muerte gracias a haberle salvado la vida a Hugh una vez.
‒¿Sabes? Sois unos salvajes.
‒Estás juzgando como si fueras un desconocido… Los Taran-…
‒Te he dicho que cierres la boca. No tengo ganas de escuchar memeces sobre linajes. ¡Las madres no hacen daño a sus propios hijos! ¿Linaje noble? ¡Querrás decir monstruos!
Philip cerró los ojos, se serenó y volvió a abrirlos.
‒…Sigues diciendo eso. Entonces… ¿El joven amo Hugo también es un monstruo? ¿Y el joven amo Damian? ‒ Hugo no contestó. ‒ Aunque el anterior duque escogiese un método tan… drástico, él-…
‒Ese imbécil… ‒ Le interrumpió. ‒ No, basta. No quiero ensuciarme más la boca.
‒El linaje de los Taran tiene que continuar…
‒Qué maldita obsesión. ¡Voy a ser el último que tenga que pasar por esas cosas! Mira, viejo loco, yo no creo en Dios, pero tú deberías agradecerle que sigas teniendo la cabeza en su sitio todavía. Si vuelves a pasarte de la raya una vez más, yo… No quiero verte. Me da igual si estás por Roam, o donde sea que hayas estado hasta ahora, vete. Esta es mi última advertencia. Fuera. Ahora mismo. Como mi mujer te vea la cara, te arrancaré el corazón de cuajo.
Philip se lo quedó mirando unos instantes en silencio, entonces, hizo una reverencia con la cabeza, se dio la vuelta y se marchó.
Hugo, cuando escuchó el chasquido de la puerta al cerrarse, se acomodó e intentó recuperar al aliento con los puños apretados. ¡Lo mataría! ¡Quería matarle! ¡Arrancarle el corazón; partirle el cuello y arrojarlo en el lugar más miserable de la Tierra, a merced de las bestias! Lo que llevaba dentro bramaba con maldad, amenazaba con aparecer. Le hervía el cuerpo entero y se le enrojecieron todavía más los ojos.
Su respiración se estabilizó al cabo de un rato.
Era Hugo.
Hugo, como duque, no abandonaría su prestigio como si nada.
Matar a ese viejo carcamal era fácil, pero no iba a hacerlo. Deberle la vida era lo mejor.
Ya totalmente tranquilo, llamó a Jerome.
‒Has dicho que te has traído a una doctora de la capital, ¿no? ¿Para que sea la médico de cabecera de mi esposa?
‒Sí, señor. ¿Desea que la llame?
‒No. Ese viejo-… No, no permitas que Philip se acerque a mi esposa.
Sabía que Philip, por ahora, no tenía nada que hacer con ella, pero odiaba la idea de que se le acercase. No quería que los comentarios innecesarios de Philip hicieran daño a su mujer. Odiaría que ocurriese. No quería ver los ojos anaranjados de Lucia tristones.
‒De acuerdo. ¿Quiere que ponga vigilantes de incognito?
‒Mientras no se pasee por mis propiedades de Roam, déjale.
‒¿Debo informar a la señora?
Sabía que a Lucia le entraría curiosidad si le prohibía algo, y era lo último que quería, que se percatase de la existencia de Philip.
‒…No. Ya se conocerán. Que no tenga preguntas.
‒Así lo haré.
Jerome recordó lo sucedido en la torre. Aquel día ningún sirviente, a parte de Philip que era el médico de la familia, sabía los detalles de lo ocurrido. Al mayordomo le extrañó recordar ese hecho sin venir a cuento.
‒Mi señor, el otro día la señora preguntó por qué la torre está cerrada.
‒¿Y? ‒ La mirada de Hugo se agudizó de repente.
‒Le conté lo que sabía. Que los anteriores duques fallecieron y que el hermano gemelo de mi señor… Mis disculpas. Creí que la señora podía saberlo. Debería haberme andado con más cuidado.
‒…No. Se acabará enterando de todas formas. ‒ Hizo una breve pausa. ‒ ¿Qué dijo?
‒Se sorprendió un poco, pero lo único que le preocupó fue usted, señor.
Hugo se levantó de su sillón.
‒No me preparéis la cena, voy a salir a montar. Puede que llegue un poco tarde.
Jerome hizo una reverencia y esperó a que su amo pasase por delante de él antes de alzar la cabeza. No, no era el momento para preguntar cómo iba lo del regalo para la señora. Aunque Hugo parecía estar como siempre, Philip le había alterado. Se sumió en sus propios pensamientos y sacudió la cabeza. Un buen mayordomo no debía entrometerse en los asuntos de su amo.
‒¿Qué tal una flor… para el regalo de mi señora…?

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1 comentarios

  1. Muchísimas gracias como de costumbre excelente capítulo muy buena la historia n_n esperando el que sigue de este y de sus demás proyectos mas los zuculentos como este OoO

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