Capítulo 81

mayo 07, 2018


Miro al golder terrier de soslayo. Me gustaría subírmelo encima como cuando era un cachorrito y su presencia no era tan majestuosa, pero dadas las condiciones en las que se encuentra mi cuerpo es imposible. Le veo mover la cola y yo dejo caer la mano sobre mi estómago plano y huesudo. No lo ha olvidado e intenta subirse encima de mí como antaño cuando le sonrío, pero le indico que no puede. Solíamos dormir juntos después de cada comida; unas palmaditas sobre mi estómago y él sabía que era el momento de tumbarse encima y descansar.
Paso a estudiar la habitación: el sillón sigue igual sólo que ahora está la manta y el libro que estaba usando cuando me llevaron. Se me acelera el corazón, tal vez Can Sheng atesora nuestros recuerdos, pero, ¿por qué se comporta tan destructivamente? Giro la cabeza y descubro a Ye CanSheng contemplando la silla con un tazón entre las manos. Su rostro adquiere cierta dulzura y su mirada lucha contra los rayos del sol como en trance, como si pudiese ver a alguien. A mí.
Antes de que me dé tiempo a reaccionar, CanSheng vuelve a estar sentado a mi lado con un tazón hasta arriba de gachas.
‒Allí solía sentarse una persona que sonreía sin parar como un tonto con el perro en brazos.
Abro la boca y engullo la cucharada mientras extiendo el brazo para rozarle la cicatriz. Me duele el corazón, sigue siendo el mocoso de antaño.
‒Todavía le amo muchísimo. ‒ Musita lentamente.
Acepto una cucharada tras otra. Él es muy gentil y yo muy obediente, como aquella tarde.
‒Pero es tan… iluso; no consigo quedarme tranquilo. No puedo dejar de pensar en que algún día desaparecerá bajo la luz del sol o de mi mundo. Vivir así es agotador. ‒ Deja el tazón a un lado y me abraza. ‒ No me ama, no me ama. No me ama para nada…
Me aclaro la garganta. Sus ojos muestran mucho dolor, demasiada impotencia, tanta tristeza que no coinciden con el tono infantil de su voz.
‒A lo mejor sí. ‒ El dolor que siento en el corazón me hace olvidar que se supone que estoy loco.
Le devuelvo el abrazo, pero, en cuanto lo hago, él me echa abajo con los ojos inyectados en sangre.
‒¡¿Tú qué sabes?! ¡¿Sabes quién soy?! ¡¿Sabes lo que hay entre nosotros?! ‒ Frunce el cejo y le brillan los ojos. ‒ ¡Te crees que eres tú! ‒ Ruge. ‒ Pero no tienes ni idea. Me has olvidado.
No dice que he olvidado quien es esa persona, sino que le he olvidado a él, a Ye CanSheng.

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