Capítulo 82

mayo 07, 2018


Presiona los dientes en mi cuello sin llegar a morderme mientras que yo extiendo la mano y acaricio a Cacahuete para hacerme el tonto dejando los ojos sin una expresión fija. Si quisiera arrancarme los huesos ahora mismo no podría ganar, pero como tampoco puedo ganar haga lo que haga, prefiero no pensar en ello. Sin embargo, mi corazón hace caso omiso a mi sumisión y late como loco.

XiYan entra a revisarme la herida del pie mucho rato después de que Ye CanSheng se haya marchado y me haya dejado bajo el sol. La cabeza me da vueltas, pero creo que destruir mi vida es un buen comienzo para una vida nueva.
‒¿Cuándo le vas a decir que estoy mejor? ‒ Le pregunto mientras me venda el pie otra vez.
‒Creo que… Sabe que no estás loco. ‒ Confiesa.
Levanto la cabeza y veo lo pálido que está.
‒¿Eh? ¿De verdad? Pues qué considerado es. Está siguiéndome el rollo.
‒Bueno, es lo que creo. Puede que todavía quiera confirmarlo.
Me quedo callado un rato. No debería vacilar tanto y, bueno, darle mi vida a CanSheng sabiendo lo mucho que le quiero tampoco es para tanto.
‒¿Todavía quiere… arrancarme el tendón de Aquiles?
‒Sí…
‒Pues hazlo. ‒ Levanto la vista y acaricio la cadena que me rodea el tobillo. ‒ ¿Qué te sorprende tanto? Ya lo he aceptado. No busco ni la muerte, ni escapar. Voy a quedarme a su lado y punto.
‒¿Estás del todo seguro? ¿Te lo has pensado bien? ‒ Asiento con la cabeza. ‒ Gra-Gracias, YunSheng…
Me parece gracioso ver a un adulto como este quedarse atónito por mis palabras, parece querer echarse a llorar.
‒Estar atado o no tener el tendón viene a ser lo mismo. Además, ya estoy acostumbrado a estar tumbado. ¿Verdad, Cacahuete? ‒ Giro la cabeza para acariciar al perro y veo a Ye CanSheng de pie en el marco de la puerta de la cocina.
Lo ha escuchado todo.
Está a diez metros, de pie, más entristecido que antes por alguna razón que no llego a comprender. Tiene el pelo un poco más largo y le cae sobre la frente. Es alto, pero me recuerda al muchacho que me encontré en el callejón.
Mi vida está destinada a acabar en sus manos.
Y no siento rencor, sólo pena.

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