Capítulo 29: Damian (parte 1)

junio 29, 2018


‒Joven amo, soy Ashin, el secretario administrativo. ¿Me recuerda?
Damian ojeó a Ashin antes de asentir. Su frialdad no era inferior a la de su padre.
Tal vez el duque también había sido así de niño. Damian era una réplica en miniatura del duque de Taran: ojos rojos y pelo negro. No había ninguna duda de quién eran sus ancestros. Era imposible negar que por sus venas corría la sangre de los Taran.
Ashin odiaba los viajes largos, aunque no le molestaría tener que pasarse el día yendo y viniendo de palacio a Roam. El secretario suspiró y pensó en que tendría que pasarse mucho tiempo sentado al lado de un niño horrible.
‒Veo que está sano. Ha crecido mucho durante este tiempo, casi no le reconozco. ‒ Ashim habló amigablemente en un intento de mejorar el ambiente. No era propio de él, pero el joven amo Taran, que era exactamente igual al hombre más terrible del planeta, el duque, parecía bastante susceptible.
Era verdad que casi no le había reconocido. El buen hombre se preguntó si todos los niños de ocho años eran así. El joven amo parecía tres o cuatro años mayor, hasta su sobrino de diez era más menudo. Aunque, claro, este niño ya había sido grandote desde pequeño.
‒¿…Qué pasa?
‒¿Eh? ‒ A Ashin le complació ver que el joven amo abría la boca.
‒Con tu rango no hace falta que vinieras a buscarme.
‒Ja…jaja…
Sí, normalmente alguien de su estatus no estaba a cargo de estos deberes. Aunque no esperaba que un niño de ocho años fuera a espetárselo en la cara.
Además de recordarme a mí… ¿también recuerda mi rango?
El duque también era de los mejores caballeros y poseía la mejor de las memorias. El mundo estaba muy mal repartido.
‒Ha sido una orden de mi señor el duque.
A Damian se le abrieron un poco los ojos. Su expresión parecía preguntar el porqué.
‒Supongo que ya se habrá enterado, joven amo, de que el duque se ha casado.
Damian asintió con la cabeza. Solían informarle en detalle de la situación en el ducado para que le fuera más fácil asumir sus responsabilidades en un futuro. Da igual cuánto tiempo estuviese en el internado, el duque jamás tendría que escuchar el reproche: “no sé”. Damian había memorizado la carta palabra por palabra.
‒Esto es sólo mi opinión, pero ya que ahora sois madre e hijo, podríais aprovechar para conoceros mejor como familia.
¿Madre e hijo? Cuestionó Damian por dentro. Su padre no era alguien delicado. La idea de que el duque quisiera que tuvieran una relación filial no tenía ningún sentido. Aunque la duquesa y él se pasaran el día peleándose, su padre no movería ni un dedo.
‒¿No ha dicho nada más?
‒Ah, él… Quería que… usted no fuera grosero con su madre. Ha dicho que debe ser respetuoso…
Ah, ahí está.
Ashin lo había simplificado, pero había transmitido la advertencia con éxito. Damian tenía que estarse callado y tranquilo. Aunque fuera el heredero, seguía siendo un bastardo, lo que significaba que no era prudente sacar de sus casillas a la duquesa. En realidad, aunque el duque no le hubiese advertido, Damian tampoco tenía ninguna intención de enfrentarse a su madrastra. Después de todo, la duquesa era necesaria para poder subirle de rango.
‒¿Es hermosa?
‒¿Eh? Ah… Sólo la he visto un par de veces…
Sólo se necesita una vez para saber si es hermosa. Damian llegó a la conclusión que la duquesa no debía ser muy bella. Y ahí se acabó todo interés por su madrastra, no le importaba. Seguramente, desde el punto de vista de su nueva madrastra, él sólo sería un estorbo al que tendría que aguantar un par de veces. Damian iba a pasar desapercibido y vivir como si estuviera muerto. Si la mujer no quería verle la cara, se encerraría en su habitación, y si abusaba de él, lo soportaría.
El joven amo no se sorprendió cuando se enteró de las noticias del matrimonio del duque. Estaba convencido de que su padre lo había hecho porque tocaba. Damian comprendía que su padre tan sólo se movía por necesidad. Aunque la duquesa se quedase en cinta, su posición de heredero continuaría intacta. Su padre jamás había sido un buen padre, pero era fidedigno.
El niño empezó a pensar en la academia. Acababa de empezar el nuevo trimestre y este viaje iba a echar a perder sus horarios. Al principio le preocupó faltar tanto que fuera a retrasase, pero como mucho se quedaría allí tres semanas incluyendo el viaje de ida y de vuelta. No se perdería mucho, pero tampoco quería malgastar su tiempo, así que se había llevado un buen montón de libros.

*         *        *        *        *

Las noticias del matrimonio del duque Taran pasaron de boca en boca hasta llegar a la cumbre de la sociedad. Nadie había acudido al enlace, por lo que nadie podía satisfacer sus dudas. Kwiz, por supuesto, puso en marcha un plan en el que invirtió dinero y tiempo para poder saber más detalles. Sin embargo, pocos estaban dispuestos a investigar a una princesa que ahora era duquesa. Y, aunque consiguió a unos cuantos candidatos, de poco sirvieron. Lo único certero era su edad y su nombre.
‒¿Pero esto qué es? No ha caído del cielo. ‒ Se lamentaba.
Y es que no era sólo Kwiz quien había intentado descubrir más detalles sobre la nueva duquesa: la división de inteligencia real también había hecho hincapié en la princesa Vivian hasta el punto de que descubrieron que manipuló el registro de criadas. En el palacio se armó un gran revuelo y muchos fueron castigados acorde por su ineptitud.
Kwiz envió unos espías al pueblo donde Vivian había vivido hasta los doce años, pero fue en vano.
‒No hay pistas… ‒ Suspiró.
Todo lo que se sabía es que se encontró un mensaje escrito a mano de la difunta madre de la princesa en el que le explicaba quién era su padre.
‒¿Su madre era una plebeya…?
No, era imposible. El padre del príncipe heredero tenía sus preferencias, era imposible que fuera a yacer con una plebeya de manos y piel ásperas.
‒¿De verdad no sabe nada, señor Krotin? ‒ Le preguntó a Roy.
‒No, y aunque lo supiera, tampoco lo diría. ‒ Contestó el soldado que amaba desaparecer irritado.
El príncipe continuó con la misma expresión, era imposible adivinar sus pensamientos.
‒Bueno, ¿y cómo se conocieron?
¡Se moría de curiosidad! Roy se burló por dentro al ver la expresión frustrada de Kwiz. Era bastante placentero saber un secreto que el resto no.
‒Mañana tienes un duelo, ¿no, señor Krotin?
‒Sí.
Los condes hostiles al príncipe heredero no osaban enfrentarse al futuro monarca directamente, por lo que preferían pelearse con Roy. Sin embargo, si el caballero les rechazaba los nobles se hacían los ofendidos hasta que Roy aceptaba y luchaba.
‒¿Quieres que sea suave? En el duelo, digo.
Kwiz estalló en carcajadas.
‒¿Es una broma? No te preocupes por mí, tú disfruta.
Roy no disfrutaba de la lucha en sí, pero viniendo de una familia de guerreros se esperaba que fuese de sus actividades predilectas.
‒Entendido.

*         *        *        *        *

A muchas mujeres se les partió el corazón cuando se enteraron de las noticias sobre la boda del duque. Anita se sorprendió, pero a diferencia del resto de mujeres, sólo sintió cierta amargura. Ya había estado casada tres veces y jamás había soñado con tener al duque como esposo. Verle de vez en cuando y ser su amante ya le complacía.
Cuando se canse de la nueva, volverá a mí; se decía. Pero, en lugar de recibir un mensaje alentador, recibió un ramo de rosas amarillas. Tan horrorizada se quedó que pasó diez días en reposo por el estrés.
‒¿Por qué…? ‒ Se preguntaba.
No se le ocurría ningún error que hubiese cometido: no le había llamado, interrogado ni mencionado su relación, y cuando se había enterado de lo de su matrimonio se había quedado todavía más al margen. No entendía a qué venía esa ruptura.
¿Dejaba a la amante porque se había casado? El duque jamás había sido un hombre tan honrado.
Anita contuvo el impulso de presentarse en su mansión y preguntárselo en persona porque sabía que, de hacerlo, no habría vuelta a atrás. Las muchachas que se habían atrevido a plantarse en casa del duque para exigirle explicaciones habían desaparecido del círculo noble inmediatamente.
La antigua amante del duque continuó cavilando hasta llegar a la conclusión de que debía ser obra de la nueva duquesa, la princesa Vivian. La muchacha debía haberse enterado de su relación y obligado al duque a acabar con todo.
Interesada, Anita empezó una investigación por su bando. La tal Vivian había crecido encerrada en palacio y solía disfrazarse de criada para salir del castillo bastante a menudo. Vivian conocía mundo y su descripción tranquilizó las inquietudes de Anita que consiguió conciliar el sueño. Se consolaba diciéndose que no duraría mucho, sin embargo, estaba ansiosa.
Se ha casado por obligación. Ese hombre no sabe amar.
Anita se repetía en la cabeza esas palabras sin parar. El duque era un hombre que vagaba de flor en flor sin asentarse.
Tengo que verla.
Necesitaba saciar su ansiedad y confirmar lo que era para él.
Podría ir al Norte y confirmarlo sin que se entere…
Sin las puertas, tardaría meses en llegar a las tierras del norte en coche de caballos y para cruzarlas, necesitaba el permiso explícito del duque Taran. Lo más astuto era esperar a que la pareja regresara a la capital.
¿Por qué fingía ser una criada para salir de palacio? ¿Qué hacía? ¿Tenía un amante…?
Un amante. Era muy posible.
A partir de entonces, el objetivo sería encontrar a la princesa Vivian.

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1 comentarios

  1. Jajaja se parten el coco buscando algo sobre Lucía y cómo no encuentran nada se estresan muchísimas gracias por el capítulo n_n

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