Capítulo 29

junio 04, 2018


Todo es destino; todo es humo; todo es un principio sin final; todo es una búsqueda que termina al nacer.
‒Bei Dao, Todo

‒Señora Li Xiuyun de la tercera división de bachillerato, repito, Señora Li Xiuyun de la tercera división de bachillerato diríjase a la enfermería de inmediato.
Xu Ping estaba tumbado en una de las camillas de la enfermería cuando sonó este anuncio.
‒¿Qué demonios ha pasado?
‒Le han dado con una pelota de baloncesto.
‒¿Qué? ¿Una de baloncesto? ¡Pero mira qué heridas!
‒No he sido yo. Ya estaba así cuando llegó el lunes a clase. ¡Yo sólo le he dado detrás de la cabeza!
‒Cielo Santo, se ha desmayado. ¡No te hagas el inocente!
‒Cualquiera que juegue a baloncesto acaba con heridas. No ha sido adrede. ¿Cómo me iba a imaginar que sería tan debilucho? Cuando le he dado me ha dicho que estaba bien, pero de repente se ha desmayado. Le he tenido que traer hasta aquí.
‒Hey, hey. Dejad paso que ha llegado el médico.
‒¿Está bien?
‒…No es nada serio. Seguramente sea por falta de sueño y estrés. ¿Veis las bolsas de los ojos? Ah, sí. Sois de bachiller, ¿no?
‒Sí, señor. Mírele bien, es el mejor de la clase. Toda la escuela quiere que vaya a la de Pekín o Qinghua. Si algo le pasase la tutora me mataría.
‒No te preocupes. Sólo necesita comer y dormir bien. Es joven; se recuperará en nada.
‒Me alegro. ¿Lo has oído, Liu Wen? No ha sido culpa mía.
‒Qué suerte has tenido, idiota.
‒¡Cállate! ¡Deja de tocarme las pelotas, gilipollas!
‒Hey, sino tenéis nada más que hacer aquí, salid, todos. No montéis pollos en la enfermería, el paciente necesita descansar.
‒Adiós, señor.

Paredes blancas. Cortinas blancas. Sábanas blancas. Techo blanco.
Xu Ping abrió los ojos y volvió a cerrarlos.
Estaba cansado. No quería moverse.
Olía a desinfectante y había alguien tarareando la canción Descendientes del dragón de Hou Dejian.
La puerta se abrió.
‒Señor Chen, he venido en cuanto he oído el aviso. ¿Xu Ping está bien?
Era la señora Li, la tutora.
‒Está bien. Se ha desmayado mientras jugaba a baloncesto en clase de educación física. Está ahí tumbado.
Xu Ping escuchó cómo corrían las cortinas y los dos adultos se acercaban a su camilla para comprobar su estado.
‒Está dormido; tal vez esté muy cansado. ‒ El médico bajó la voz. ‒ Déjenosle descansar.
‒¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha podido tener tan poco cuidado en clase?
‒El problema no ha sido la clase. No tiene buena cara, tiene bolsas debajo de los ojos. Creo que lleva bastante tiempo sin dormir bien.  ‒ El señor Lee suspiró.  ‒ En mi opinión debe ser por el estrés de los exámenes. Lo mejor sería que los profesores y los padres le aconsejasen, sino no creo que le vaya a ir muy bien.
‒En cuanto se despierte hablaré con él.
‒También me he ocupado de las heridas de su cara. ¿Se ha peleado? Tenía muchos golpes.
‒Se lo pregunté y me insistió en que se había caído por las escaleras. ‒ La profesora continuó. ‒ Verás, este niño viene de una familia complicada. Su madre murió hace mucho y su padre no suele estar por casa por culpa del trabajo. Siempre se queda solo con su hermano, y su hermano… Bueno, tiene problemas aquí arriba. Es retrasado.
‒¿Bromeas?
‒No, es verdad. Está muy unido a su hermano. Al principio ni siquiera quería irse de la provincia porque no quería dejarle solo, tuve que darle una charla en mi oficina para que empezase a considerar un poquito más su futuro. El lunes me entregó el formulario, pero tenía la cara llena de golpes. Le pregunté si su hermano le había pegado porque no quería que se fuera a Pekín, pero me aseguró de que no era así. Pero vamos, sinceramente, ha tenido que ser su hermano. Los retrasados no saben los límites, sólo que está enfadado. Por eso Xu Ping está así.
‒Pobrecito.
‒Lo sé. He visto a su hermano una vez. Es un chiquillo enorme y da mucho miedo. Es todo músculo. Parece un monstruo y su cerebro es el peor de los problemas. Puede que no se acuerde de ti ni aunque le trates bien. Parece tranquilo y callado, pero como digas algo que no toca, se vuelve loco y empieza a pegar a la gente. Nadie puede controlarle. Yo creo que debe ser el karma de otra vida. ¡Qué difícil debe ser!
‒No tenía ni idea.
‒Lo sé, pobre chiquillo…
Xu Ping parpadeó un par de veces antes de darse la vuelta y quedarse dormido.

‒Tenemos que seguir las Tres Normas de Disciplina, jamás debemos olvidar los Ocho Puntos de Atención. Hay que ser educado al hablar; respetar a las masas, no ser orgulloso-…
Los camiones cargados de soldados condujeron por las carreteras uno a uno. En los carteles que llevaban colgados se podía leer: “el ejército de liberación de la gente es para la gente”. Las patrullas de soldados recitaban las Tres Normas de Disciplina y los Ocho Puntos de Atención[1].
Todos los pasajeros del autobús número dieciocho estiraron los cuellos para mirar, una de las personas que estaban abordo contó con los dedos.
‒Uno, dos, tres, cuatro…
‒¿Por qué hay tantos soldados en la ciudad? ‒ Escuchó preguntar Xu Ping entre susurros.
Al hombre que Xu Ping tenía sentado delante de él le temblaba el diario que llevaba entre manos. El titular de aquel día decía: “se necesita identificar la naturaleza del malestar y aplicar un castigo estricto. Tres de junio de 1989. Noticiario Xinhua.”
Xu Ping frunció el ceño. El bus se balanceó y tuvo que aferrarse al asiento que tenía delante. Su hermano le cogió del brazo, pero Xu Ping le apartó de inmediato. Entonces, se giró para no tener que ver la reacción de Xu Zheng.
El sol estaba a punto de ponerse y teñía el río de un rojo amable. A la izquierda del agua estaba la parte nueva de la ciudad. A la derecha las fábricas y sus gigantescas y humeantes chimeneas de ladrillo rojo. Era como si cada día naciera y muriera algo. La ciudad no dejaba de cambiar: la carretera, los derribos, las casas nuevas… Y se estaba convirtiendo en algo completamente diferente. Los nuevos edificios eran hermosos y altos, pero por algún motivo le entristecía que las casas que albergaban los recuerdos de su infancia desaparecieran.
Xu Ping abrió un poco la ventana. La brisa le despeinó.
‒Gege.
Xu Ping hizo como si oyese llover.
‒Gege.
Xu Ping le escuchó, pero estaba demasiado molesto.
Xu Zheng descansó una mano en el regazo de su hermano, pero de repente, le alejaron. El bus se paró y todos los pasajeros corrieron a la salida.
‒La carretera está cortada, no puedo pasar. ‒ Anunció el conductor.
Los pasajeros abrieron las ventanas y sacaron las cabezas para ver los enormes bloques de metal. Todas las tiendas estaban cerradas y había coches del ejército y efectivos desviando a la multitud.
‒¿Estamos en guerra?  ‒ Preguntó alguien en voz baja.
El viento le arrancó el periódico de las manos al hombre que tenía delante Xu Ping, así que el muchacho se agachó para recogerlo.
“Tenemos que luchar para empezar de cero”, afirmaba una de las líneas en negrita. El diario revoloteó furiosamente por el viento. Xu Ping dobló las páginas y continuó leyendo.

Los hermanos anduvieron en silencio desde la parada de bus. Las nubes del cielo habían adoptado un millón de tonos púrpura que contrastaban con el rojo de las que estaban cerca de la puesta. El viento brusco revolvía sus pantalones. Su padre había llamado la noche anterior para preguntar cómo andaban las cosas por casa. Cuando escuchó las universidades que había escogido Xu Ping guardó silencio durante unos segundos, y entonces, le apoyó felizmente. Xu Zheng, cuando le tocó hablar a él, se limitó a sujetar el teléfono y mirar directamente a su hermano mayor.
Xu Ping podía adivinar lo que su padre le estaba diciendo. Seguramente que no perturbase sus estudios y que fuese un poco más independiente.
Su hermano pequeño sujetó el teléfono en silencio.
Aquella noche, XU Ping se encerró en su habitación para estudiar mientras escuchaba el estruendo de cosas rompiéndose que provenía de la sala de estar. Abrió la puerta y se encontró un desastre.
Xu Ping llevaba evitando a Xu Zheng desde aquella noche de emociones confusas. A no ser que fuera estrictamente necesario, no quería decirle nada. El muchacho cerró la mano en un puño mientras escuchaba los ruidos, pero se obligó a continuar con los ejercicios hasta que, al final, dejó caer la cabeza contra el escritorio de pura desesperación.
Un poquito más, sólo un poquito más.
Aquella noche decidió acabar con su amor. Tal vez ese amor se había torcido tanto por tener que quedarse con su hermano durante tanto tiempo. Si pudiese irse lejos a estudiar a la universidad todo volvería a ser como era después de cuatro años, ¿no?
De repente, Xu Zheng abrazó a Xu Ping por la espalda para que dejase de andar.
‒¡¿Qué cojones haces?! ¡Está rojo! ¡¿Quieres morir?! ‒ Rugió el conductor de una silla de manos.
‒Lo siento, no esta prestando atención. ‒ Se disculpó Xu Ping estupefacto.
‒¿No sabes andar, chico? ¡¿Cuántos años tienes?! ¡Hasta un bebé sabe ir por la calle!
‒Lo siento.
El conductor continuó su trayecto escupiendo y maldiciendo en voz alta. Xu Ping se zafó de los brazos de su hermano, pero Xu Zheng volvió a abrazarle sólo para que le volvieran a rechazar.
La luz se puso verde y la gente empezó a caminar, aunque un par de ciclistas les miraron.
Xu Ping corrió detrás de la multitud y dejó atrás a su hermano.
Xu Zheng vaciló y se quedó quieto donde estaba. La luz cambió a amarilla y de amarilla a roja, pero el más joven de los hermanos no se movió.
‒¡No te muevas! ‒ Gritó Xu Ping cuando Xu Zheng hizo ademán de levantar el pie desde el otro lado del paso de peatones.
Xu Zheng se quedó con el pie en el aire, sobresaltado. Los coches pasaron por delante de ambos sin parar hasta que la luz volvió a ser verde.
Xu Ping cruzó corriendo, cogió a su hermano y se largó a paso ligero.
Ambos caminaron un buen rato. El pequeño siempre detrás del mayor que no paraba de regañarle.
‒¡¿Quién te ha pedido que me salvaras?! ¡¿Para qué?! ¡Ni siquiera puedes cruzar solo! ¡No sabes nada! ¡¿Por qué no aprendes a cuidar de ti mismo antes de nada?!
Xu Zheng retrocedió un par de pasos con la mano en el pecho y mirando como atontado a su hermano, pero al final, dejó caer la cabeza.


[1] Las Tres Normas de Disciplina y los Ochos Puntos de Atención (三大纪律八项注意) es una doctrina militar publicada en 1928 por Mao Zedong (泽东).

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