Capítulo 38

julio 16, 2018


¿Y fue su destino acercarse a tu corazón por un solo instante?
‒Ivan Turgenov

‒Hola.
La enfermera levantó la vista de la pantalla del ordenador.
‒Eh… He venida para, eh, una revisión. ‒ Xu Ping se inclinó sobre la ventanilla.
‒¿Cuál?
‒¿Eh?
‒Tenemos tres planes: A, B y C. ¿Cuál quiere?
‒¿…Qué diferencia hay?
‒¿Ha venido solo o le ha enviado su empresa? ‒ La enfermera sonaba impaciente.
Era una mañana de agosto y el sol ardía. El vestíbulo del hospital estaba plagado del ruido del bullicio de la gente. Las colas delante de las ventanillas eran largas y, a pesar de que el aire acondicionado estaba encendido, apenas servía de nada por culpa de las grandes puertas y ventanas.
‒Me ha enviado mi empresa.
‒¿Ha desayunado?
‒Todavía no.
‒Plan B. Vaya a la cuarta planta después de pagar.

Análisis de sangre, muestra de orina, prueba de ENT, revisión ocular, rayos x… El último paso era una revisión de los pulmones y de corazón. Xu Ping entró en la habitación y la enfermera corrió las cortinas detrás de él. Se quitó la camisa y el doctor auscultó unos cuantos puntos de su espalda.
‒¿Se llama Xu Ping?
‒Sí.
‒Oh, vaya. Hoy es su cumpleaños.
Xu Ping sonrió a modo de respuesta. El doctor se colgó el estereoscopio en el cuello.
‒No parece que haya ningún problema con su corazón o con los pulmones. ‒ Repasó el torso de Xu Ping con la mirada. ‒ Pero está demasiado delgado.
‒…Cosa del trabajo. ‒ Xu Ping bajó la mirada mientras se abrochaba la camisa.
El doctor garabateó algo más en el documento con un código de barras pegado.
‒El estrés por trabajo es algo general hoy en día. Muchos jóvenes mueren por agotamiento. Claro que está bien tener dinero y ser rico cuando se está vivo, pero nada es más importante que la salud. ¿No cree?
Xu Ping estudió la pegatina.
‒Debería decírselo a los jefes. ¿Cómo vamos a decir nada si nuestro jefe nos lo ordena?
El doctor rio.
‒Trabaja para su jefe, pero el cuerpo es de usted. Aunque no sea por usted mismo, debería cuidarse por el bien de su familia.
Xu Ping hizo una pausa y asintió con una sonrisita.
‒Ya me han hecho todas las pruebas. ¿Para qué es esto?
‒Entréguelo en la recepción. La enfermera le dará el justificante: vuelva la semana que viene a por los resultados.

Las noticias del ascenso de He Zhi y su matrimonio con la hija del jefe Wei salieron a la luz al cabo de unos días lanzándole al estrellato. De la noche al día consiguió nuevos amigos, muchos de los cuales no le habían hecho ni caso nunca. De repente, se le llenó la agenda con comidas, promesas, vino y mujeres hermosas.
He Zhi recordaba perfectamente como unos años atrás el señor Liu había ignorado su mano para un apretón y el bochorno que había sentido cuando el capitán Wang le había defendido con un: “es nuevo, todavía no conoce las normas”. Y era el mismo señor Liu que ahora se le acercaba en las reuniones y fiestas para brindar y con quien más relación acabaría teniendo.
El mundo entero había cambiado menos, tal vez, para Xu Ping.

He Zhi estaba a punto de irse cuando Wei Ying le llamó. Era el cumpleaños de Xu Ping y le había prometido ir a comer con él.  Wei Ying le hizo unas cuántas preguntas sin importancia por teléfono que él escuchó sin prestar demasiada atención; las bodas no son fáciles de organizar. La pareja sólo había tenido siete citas hasta entonces y He Zhi había estado cuatro meses en Fujian entre todo ese tiempo. Para empezar, el matrimonio le importaba muy poco. Wei Ying era más joven que él y era hija de un hombre poderoso. Había estudiado en Inglaterra y, aunque era del montón, tenía una horda de pretendientes. A él no le disgustaba, pero tampoco quería pegársele. Era un hombre y, en el fondo, no quería herir la autoestima de una mujer, así que quería que Wei Ying pusiera punto final a este matrimonio sin tener que hacer nada. Por eso había aceptado la misión de Fujian, pero a pesar de todo, iban a casarse y todavía no hallaba la salida de todo ese embrollo.
‒¿Me estás escuchando, He Zhi?
‒…Sí, continua.
‒¿Tienes planes para comer? Estoy cerca de tu oficina. ¿Qué te parece si comemos juntos?
‒He quedado con un amigo.
Hubo un segundo de silencio hasta que Wei Ying soltó una risita.
‒Vale, ya iremos otro día. ‒ No parecía nada molesta. ‒ Ya he organizado lo de la hora de la iglesia, y mi padre no deja de añadir invitados a la lista. Y tendríamos que ir a hacernos las fotos cuando tengas tiempo. ‒ Hizo una pausa breve. ‒ Oh, sí. El otro día vi la foto de una pareja mayor en el estudio, así que se me ocurrió que podríamos sacarles fotos a nuestros padres también, ¿qué te parece?
He Zhi guardó silencio. Se sentía culpable. Wei Ying estaba encargándose de la boda totalmente sola, él no ayudaba mucho.
‒¿No habías quedado con un amigo? Corre, ve. Ya te llamo luego. ‒ Iba a colgar cuando su prometido la interrumpió.
‒¡Wei Ying!

Xu Ping se sentó a esperar en el modesto restaurante. La camarera trajo las cartas y las dejó sobre la mesa sin dedicarle ni una simple mirada al cliente. Era su cumpleaños y estaba esperando a He Zhi para comer.
El interior del pequeño restaurante no era agradable, apenas había clientes. La mujer del dueño estaba detrás de la caja registradora contando el dinero y la camarera vestida con un uniforme rosa se dedicaba a observar a los peatones por la ventana. Seguramente había miles de locales como este, lugares que llenaban las calles y cuyo nombre no recordaba nadie.
Xu Ping solía comer en este tipo de establecimientos con He Zhi cuando éste se graduó de la academia de policía y él salió de la cárcel y encontró un trabajillo. Ninguno tenía mucho en la cartera: estaban mal pagados, sobre todo Xu Ping. Como en aquellos tiempos, este tipo de restaurante no tenía la comida más sabrosa, pero era muy asequible.
Su situación actual había mejorado. Xu Ping no estaba como para tirar el dinero, pero a He Zhi no le faltaba de nada. Xu Ping sabía que su amigo se había acostumbrado a comer caviar y marisco, pero era imposible que le pudiese llevar a un restaurante de alta gama. Le conocía desde hacía demasiado tiempo, desde que eran apenas unos mocosos, y ya habían pasado treinta años desde entonces. ¿Cuánta gente podía decir que tenía un amigo desde hacía treinta años? Las personas envejecen cada día, se presionan, conocen a gente nueva cada día, pero ese conocido, colega, desconocido de la calle… no es su amigo.
Xu Ping miró el reloj. He Zhi llegaba tarde. Justo cuando se disponía a llamarle, la puerta se abrió y su amigo entró acompañado por una mujer joven con un vestido azul zafiro.
Xu Ping se quedó helado por unos instantes. He Zhi no le había dicho que traería a alguien, mucho menos a una mujer, pero entonces, le vio el sentido y se levantó.
‒Es mi prometida, Wei Ying. ‒ Miró a Wei Ying. ‒ Este es mi amigo, Xu Ping.
Xu Ping le dio un apretón de manos y los tres se sentaron en la mesa. Xu Ping estaba incómodo, pero lo ocultó a la perfección. Odió a He Zhi por no haberle avisado antes, de haberlo sabido no habría elegido un lugar tan barato, sin embargo, a He Zhi no parecía molestarle.
La ropa de Wei Ying era simple, pero de buena calidad. Ella era como su vestido: del montón, pero con un aura callada y tranquila que la hacía agradable. Iba vestida con ropa cara y usaba un bolso caro, pero estaba sentada en un taburete barato de plástico rojo bebiendo té gratis.
Xu Ping quiso darle una patada a su amigo.
‒No suelo vestirme así. ‒ Wei Ying fue la primera en hablar. ‒ Esta mañana he tenido una reunión con un cliente difícil. ‒ Dijo, con una sonrisa. ‒ Es mi traje de guerra.
‒¿A qué se dedica, señorita Wei?
‒Dirijo una galería de arte. ‒ Abrió el bolso y le entregó una tarjeta de visita.
Xu Ping se tocó el bolsillo, pero por desgracia, no llevaba ninguna de sus tarjetas. Ambos estallaron en carcajadas.
Aquello rompió el hielo; Xu Ping empezó a conversar sobre el tiempo, arte, la editorial y las noticias con ella hasta que llegó la comida. He Zhi comentó algo una o dos veces, pero se pasó la mayor parte del tiempo escuchando.
Los modales de Wei Ying eran excelentes, era evidente que venía de clase alta.
A mitad, a He Zhi le empezó a sonar el teléfono. El agente miró a los otros dos comensales y salió para contestar.
La camarera sirvió un plato de choy salteado con setas. Olía de miedo. Wei Ying le echó un vistazo al plato y le pidió a la camarera que volviese a hacerlo pero sin setas. A He Zhi no le gustaban las setas, pero ni siquiera lo sabía su madre.
‒¿Sabes que no le gustan?
‒…Sí, lo descubrí una vez que fuimos a comer.
‒¿Y eso? No es quisquilloso con la comida.
Wei Ying soltó una risita y se señaló el cuello.
‒Esta vena de aquí le sobresale cuando come setas.
Xu Ping estalló en carcajadas. Llevaba mucho tiempo sin pasárselo tan bien.
‒¿Qué es tan divertido? ‒ He Zhi se sentó.
Xu Ping le dio una palmadita en la espalda.
‒Hablábamos de cuando eras pequeño.
He Zhi arqueó las cejas. Xu Ping empezó a parlotear y contar anécdotas de su niñez claramente entusiasmado. He Zhi no sabía qué hechizo le había lanzado Wei Ying, pero Xu Ping no solía abrirse a nadie con tanta rapidez. Su prometida estaba concentrada en las historias de su amigo, pero cuando notó su mirada se giró y le cuestionó con los ojos. La muchacha tenía pecas en las mejillas, la nariz baja y las cejas pobladas; no era una belleza, pero le brillaban los ojos.
A He Zhi le palpitó el corazón, sólo por un instante, y apartó la cara.

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