Capítulo 43

julio 26, 2018


Volví a la distante pradera; una llamada arboleda, otra crin. El sonido de mi música lloró sin lágrimas.
‒Hai Zi, Setiembre

Xu Ping se pasó un buen rato sin moverse. El dolor le atravesaba como un puñal. Era como si le estuviesen desgarrando. Todo lo que podía hacer era apretar la mandíbula y aguantar. Le dolía hasta respirar.
Xu Zheng se apartó la mano que le cubría los ojos para encontrarse la chocante imagen de su pene enterrado en el cuerpo de su hermano mayor. ¡Oh, qué cálido y prieto! El dolor hacía que Xu Ping contrajese los músculos como si estuvieran vivos. Xu Zheng se abrumó por la felicidad que le proporcionaba el cuerpo de su hermano. No tenía ni idea que se pudiese hacer algo así con su gege. El joven se pasó unos minutos estudiando como atontado al otro.
A Xu Ping le dolía tanto que su miembro se había vuelto flácido y fruncía el ceño. Cuando su hermano trató de sentarse, él gruñó y le empujó para abajo por el pecho.
‒No te muevas.
Xu Zheng irguió el torso antes de detenerse, notó cómo le dolía.
‒Para, te duele. ‒ Extendió la mano para levantarle de encima de él, pero Xu Ping sacudió la cabeza e hizo una mueca.
‒Tontito. ‒ Se inclinó y le besó.
Entonces, Xu Zheng el miembro de su hermano mayor y empezó a acariciarlo. Xu Ping arqueó el cuello y cerró los ojos al sentir la mano del menor. Y así, empezó a moverse. Meció las caderas y, progresivamente, empezó a botar. Era un movimiento minúsculo, pero el dolor intenso. Su hermano estaba tan caliente y duro que era como si le estuvieran empalando. Se quedó mudo, sin embargo, Xu Zheng que nunca había experimentado nada sexual ni la felicidad que otorgaba la fricción de esa cavidad se dejó llevar.
‒¡Gege! ‒ Gritó.
Xu Ping le obligó a sentarse tomándolo por la mano. Le abrazó el cuello, ladeó la cabeza y le dio un beso francés. Los brazos del menor le rodeaban con firmeza y su miembro duro continuaba en su interior. Volvió a moverse, esta vez con más fuerza. Xu Zheng gimió y apretó los dedos de los pies.
A Xu Ping le daba la sensación de que acabaría en un torbellino sin final, pero a pesar de las advertencias de su mente, su cuerpo se hallaba en un momento de éxtasis divino. Su cuerpo se había transformado en una herramienta y su alma estaba ya muy lejos como para poder verlo.
Las manos de su hermano pequeño vagaban por su espalda y masajeaban su nalga. Impaciente, le penetraba.
No voy a poder mantenerle a ralla mucho tiempo más, pensó Xu Ping, aprende rápido.

Xu Ping se aferró al cuello de su hermano como si fuese un bote salvavidas mientras él le rodeaba con los brazos y le penetraba con una fuerza imparable. El dolor le nubló la vista.
Va demasiado rápido; duele demasiado; esto no es como me lo había imaginado.
Se cogía a los hombros de su hermano, clavándole las uñas. Quería gritar, pero era como tuviese una bola de algodón en la garganta que le dificultaba hacer ningún ruido.
Con cada sacudida se mecía como un barco a punto de romper las olas tormentosas. Xu Ping dejó de moverse como un marinero a punto de enfrentarse a su destino en las profundidades de las aguas del océano. Su hermano pequeño le atacaba como si fuera una bestia, con el cuerpo totalmente erecto por la excitación. Todo: su piel, las venas del cuello y los músculos bien definidos le abrumaban con su carisma. Vivía en su propio mundo, era un león en aquel planeta vacío y vasto.
“No abandones a tu hermano”, esa petición asaltó los pensamientos de Xu Ping que chilló como si le hubiesen partido en dos. Mordió despiadadamente el hombro de Xu Zheng que estaba amargo y salado por el sudor. Ese dolor repentino sólo consiguió excitar más a Xu Zheng que le sujetó las caderas y le obligó a abrir las piernas todavía más. Quería enterrarse en las profundidades de su hermano, y no porque fuese cálido y placentero, sino porque una pequeña semilla estaba naciendo en él. Llevaba toda su vida persiguiendo algo que no lograba comprender y ahora que esa deslumbrante luz había acaecido sobre él, a pesar de lo ridículo de su tamaño, deseaba correr a ella.
Abrazó a su hermano con mucha fuerza, mucha más que cualquier otra persona. Le cayó el sudor de la frente y recorrió la espalda de Xu Ping. Ahora gege era suyo de la cabeza a los pies. Era la primera vez que había sentido que aquello que anhelaba ‒ sus cejas, ojos, boca, cuello, cada uno de sus huesos, cada gota de su sangre y centímetro de su piel ‒ era suyo, absolutamente suyo. Era todo suyo.
Xu Zheng rugió y le penetró todavía más hondo. Su hermano le envolvía, le incitaba. Era como una abeja atraída por la miel de una flor. Había clavado su aguijón en la flor y, cada vez que se creía en el fondo, descubría que todavía había más.
Se quitó a Xu Ping del regazo y lo dejó sobre la cama. El cuerpo delgado de Xu Ping resplandecía como la reina de la noche.
Soy una abeja, se dijo Xu Zheng.
Separó las piernas de su hermano y clavó su aguijón en sus profundidades.

Llegados a este punto Xu Ping ya no podía hacer nada. Ya no le funcionaba la cabeza. Era como un insecto en un experimento. De vez en cuando se retorcía por el dolor, pero la mayor parte del tiempo sólo podía quedarse ahí permitiendo que su hermano pequeño hiciera con él lo que le viniese en gana.
Perdió la noción del tiempo. La larga noche parecía interminable, y es que lo mejor sería que la luz del sol no llegase jamás.
Rodeó la cintura de su hermano con las piernas y lo atrajo hacia sí. Su hermano pequeño le besó mientras le penetraba.
Xu Ping recordó cómo de pequeño solía bañar a su hermano pequeño en la bañera. Recordó lo menudo que había sido Xu Zheng y lo suaves que habían sido sus manos y sus pies. A sus siete años el mundo le parecí aun lugar más simple claro, donde todas las flores florecían de una manera única. Recordó cómo su hermano pequeño lloriqueaba cuando le entraba jabón en los ojos, aun incapaz de hablar; cómo se sentaba en una sillita y jugaba en el agua.
‒Mmm… ‒ Xu Ping gimió.
El miembro dentro de él crecía, separándole, llenándole. Cada vez que salía de su cuerpo le daba la sensación de haberse quedado sin alma. Tenía el trasero entumecido y ahora empezaba a notar algo nuevo. Al principio le ayudaba a olvidar el dolor, algo que crecía con cada movimiento de su hermano.
‒¡Aah…! ‒ Chilló Xu Ping.
Golpeó la espalda de su hermano pequeño con los puños, aunque el otro le ignoró, le separó los muslos y le abrió en su totalidad. Xu Ping, en ese ángulo, podía ver la forma del pene de su hermano entrando en él. Pudo ver cómo el lubricante resbalaba hasta la base de su miembro, cómo éste entraba y salía.
La expresión de su hermano mayor parecía de dolor y, sin embargo, ocultaba una felicidad misteriosa. Gritaba y su interior convulsionaba. Era indescriptiblemente erótico.  Xu Zheng se inclinó y le besó fervorosamente. Una oleada de placer sacudió a Xu Ping que se aferraba al último vestigio de racionalidad.
‒Ah… ¡No! ¡Para! ¡Para! ‒ Gritaba palabras que ni siquiera él comprendía.
Las oleadas monstruosas crecían y amenazaban con ahogarle.  Xu Ping estaba convencido de que iba a morir. Se retorció, pateó e intentó zafarse de su hermano, pero el menor le mantuvo en su sitio.
Los músculos faciales de Xu Zheng se tensaron de una forma peculiar, le daba un aire peligroso, extraño y autoritario.
Xu Ping nunca le había visto así. Las lágrimas le empezaron a rodar por las mejillas. Ya no le dolía, lo único que le embargaba era el placer. En el fondo sabía que aquello que tenía encerrado en su interior estaba a punto de resurgir. Algo que había estado durmiendo iba a escapar de los confines de su interior.
Apretó a su hermano pequeño.
Xu Zheng estrujó la nalga de Xu Ping como nunca y se enterró lo más hondo que pudo. Xu Ping jadeó y abrió los ojos como platos. Se corrió como si estuviese orinando. Todo el fluido blanco cayó sobre su pecho y barriga y, antes de dejarse caer después de alcanzar el clímax, Xu Zheng tiró de él y plantó sus semillas en él con un rugido.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images