Capítulo 42

julio 26, 2018


Las flores de la pradera presenciaron la muerte de los dioses; el viento a lo lejos se alejó todavía más que la distancia; el sonido de mi música lloró sin lágrimas.
‒Hai Zi, Setiembre.

Xu Ping no volvió a casa hasta medianoche. Rebuscó la llave en su bolsillo, pero estaba tan borracho que no conseguía atinar en la cerradura. Se tropezó y cayó al suelo. Acarició la oscuridad con las manos, pero no consiguió encontrar las llaves y, sentado, empezó a lloriquear como un bebé.
Su hermano abrió la puerta. Detrás de él se abría la luz anaranjada y cálida de su hogar. Xu Zheng se quedó en el marco de la puerta observando el desastre al que se había reducido su hermano mayor.
‒He perdido mi llave. ‒ Xu Ping levantó la cabeza de entre sus rodillas y habló con una sonrisa y la cara empapada por las lágrimas.
Se secó las lágrimas e intentó ponerse de pie con ayuda de la pared, pero las piernas hacían caso omiso a sus intentos.
Xu Zheng se inclinó y recogió la llave de su hermano de detrás de la puerta, entonces, le cogió en brazos. Xu Ping se sorprendió momentáneamente. Entonces, se abrazó al cuello de su hermano y descansó la cabeza en su hombro.
Los hombros de Xu Zheng eran anchos y sus brazos musculosos. El joven repasó la estancia con la mirada y decidió dejar a su hermano mayor en el sofá de cuero blanco. Sin embargo, Xu Ping sacudió la cabeza; estaba demasiado sucio.
‒Llévame al baño. ‒ Susurró con los ojos cerrados.
Su hermano le depositó con el mayor de los cuidados en la alfombra del baño, y cada vez que Xu Ping se tambaleaba, él corría a ayudarle.
‒Quiero bañarme. ‒ Xu Ping estudió el rostro de Xu Zheng y sonrió.
Su hermano cerró la puerta conforme salía.
Xu Ping abrió el agua caliente y se relajó. Tiró los zapatos de cualquier manera, se quitó la camisa y se hundió en la bañera como un pajarito que se remoja las alas.

Para cuando Xu Ping terminó de bañarse, Xu Zheng ya se había ido a acostar. La luz del comedor estaba apagada. No había corrido las cortinas, así que se podían apreciar las luces del edificio de enfrente. Xu Ping se sirvió un vaso de agua, pero se detuvo a mitad. Las farolas todavía estaban encendidas y los insectos veraniegos zumbaban alrededor de sus bombillas. La noche envolvía las sombras de los árboles y sus ramas sólo se zarandeaban con el pasar de la brisa.
Xu Ping tiró el agua que le quedaba por el desagüe, anduvo por el comedor oscuro y se quedó delante de la puerta de su hermano unos segundos. Podía ver la silueta de su hermano a través de la apertura de la puerta. Unos instantes después, cerró la puerta a sus espaldas. El chasquido despertó a Xu Zheng, que se incorporó.
‒¿Gege?
‒¿Estabas dormido? ‒ Preguntó Xu Ping entre susurros.
‒Todavía no. ‒ Contestó el menor.
Xu Ping se acercó y se sentó en la cama. Xu Zheng se irguió a la espera de que su hermano dijera cualquier cosa.
‒Esta noche no quiero dormir solo. ¿Puedes hacerme compañía?
Su hermano pequeño no respondió. En invierno solían dormir juntos, pero llevaban desde que Xu Ping había comprado un cerrojo para su puerta sin compartir lecho.
Xu Zheng levantó la sábana y Xu Ping saltó a la cama. Su hermano le abrazó con firmeza.
En la oscuridad todo se volvió borroso. La calidez de Xu Zheng le envolvía y, en ese momento, se le llenaron los ojos de lágrimas. Habían pasado muchísimos años, todo echado a perder por su estupidez. Creía que todavía le quedaba mucho tiempo que poder pasar con su hermano; que el sol se alzaría y se pondría día tras día, año tras año; que envejecerían juntos, que se convertirían en ancianos de pelo cano y sin dientes. Y tal vez entonces se atrevería a confesarle sus sentimientos a su hermano. Aunque eran hermanos, estaban mucho más unidos de lo normal, y no había nada en ese mundo capaz de destruir su vínculo. En un tiempo tan largo no hacía falta la palabra: “amor”.
Xu Ping rodeó el cuello de su hermano con los brazos.
‒¿Te acuerdas de el frío qué hacía en casa cuándo éramos pequeños en invierno?  Yo me acuerdo de que no me cambiaba y me iba a la cama hasta que tú ya la habías calentado.
Su hermano estudió su mirada con atención.
‒¿Tienes frío?
‒Mucho. ‒ Xu Ping soltó una risita.
Su hermano le soltó y se sopló las manos, entonces, se frotó los dedos y le acarició el pecho con suavidad.
Habían pasado muchísimos años. El mar y la tierra seguía igual, pero sus gentes cambiaban. Y aun así, sólo había una persona que le cuidaba. Xu Ping rompió a llorar en silencio.
Su hermano pequeño le secó las lágrimas.
‒¿Qué pasa, gege?
Xu Ping se aferró a la mano que tenía en la mejilla y le besó la palma. La palma de su hermano estaba áspera y llena de callos por el trabajo.
Xu Zheng se estremeció y abrió los ojos como platos. Xu Ping le devolvió la mirada.
Atontado por la sorpresa, Xu Zheng se quedó alelado. Xu Ping se inclinó para volverle a besar bajo la atenta mirada de su hermano. La tercera vez que se le acercó, le sujetó la cabeza y le besó largo y tendido, chupándole el labio. Al terminar, Xu Zheng empezó a jadear.
Xu Ping se sentó y retiró la sábana que les cubría. Su hermano llevaba unos bóxer y su miembro ya estaba despierto, alzándose en la oscuridad y bañado por la luz de la luna.
Xu Ping se inclinó para volverle a besar, pero está vez cerró los ojos por la timidez. Se detuvo y sacó el miembro de su hermano pequeño de la ropa interior. Era como una barra de metal: dura y caliente. Xu Ping se agachó y se lo metió en la boca.
Xu Zheng echó la cabeza para atrás y empezó a jadear casi de inmediato. Jadeaba y los músculos de su abdomen subían y bajaban rápidamente. La boca de su hermano era cálida y húmeda, una sensación rara y abrumadoramente placentera.
Xu Ping se quedó entre las piernas de su hermano durante un buen rato. Intentaba llegar más hondo, pero lo bien dotado que estaba su hermano complicaba el asunto. Puso una mano en el abdomen de su hermano pequeño y lo acarició como lo haría con un corcel salvaje. Le domesticó rápidamente.
Xu Ping empezó a chupar. Carecía de técnica y velocidad, pero trataba el miembro de Xu Zheng como si fuera un tesoro. Le demostró tanto cariño que hasta un acto tan lascivo se convirtió en uno de adoración espiritual. Le amaba, le admiraba y quería hacer todo lo posible para complacerle.
Xu Zheng arqueó la cabeza y gimió con los ojos cerrados. Sentía algo extraño, un cosquilleó le recorrió la columna vertebral. Era tan intenso que cerró las manos en un puño.
Xu Ping acarició los testículos de su hermano y alzó la vista para encontrarse el rostro de su hermano contraído por la lascivia y el dolor. Entonces, chupó con más fuerza. Xu Zheng se levantó de la cama como un pez y soltó su carga antes de aterrizar.
Xu Ping se sentó bien derecho después de sacarse el miembro de la boca. Se secó las gotas blancas de los labios con los dedos mientras que Xu Zheng, incrédulo, le miraba. Xu Ping sonrió antes de levantarse de la cama para lavarse la boca.
Su ropa sucia seguía en el suelo del baño. Se echó agua fría a la cara y miró su reflejo. Se tocó la cara. Los hombros le sobresalían y estaba huesudo. Hoy era carne, pero mañana sería polvo. En uno de los cajones había un bote de lubricante: Xu Ping llegó a una conclusión.

Xu Zheng escuchó un ruido y se incorporó para ver de qué se trataba. Xu Ping cerró la puerta y dejó una botella en la mesita de noche. Lo único que le cubría era una toalla alrededor de la cintura.
‒Gege. ‒ Consiguió murmurar después de admirar durante un buen rato a su hermano mayor.
Xu Ping le puso un dedo en los labios. Se inclinó y, como un animalito, frotó su nariz contra la suya. Xu Zheng cerró los ojos encantado mientras su aliento se mezclaba. Xu Ping se quitó la toalla, dejando a la luz sus muslos delgados, y se arrastró hasta la cintura de su hermano.
Le recorrió el rostro con la punta de los dedos, de la frente a las cejas, de las cejas a la nariz, de la nariz a los labios. Le acarició el cuello con suavidad y con cierta tranquilidad sensual.
Su hermano pequeño le observaba hechizado.
Los dedos de Xu Ping repasaron el pecho de su hermano, le levantaron la camiseta y llegaron a su abdomen. Los músculos de la tableta de Xu Zheng se tensaron. Xu Ping le tocó el ombligo y se agachó para acercarse a él. Le levantó la camiseta y la tiró. El torso de su hermano pequeño estaba tan bien tonificado como el de un dios griego. Xu Ping se sentó de cara a él y notó la mirada en trance de Xu Zheng. Le cogió la mano y se la puso en el rostro, guiándole hasta la clavícula, hasta su pecho. Su corazón latía sin parar.
Se lo quedó mirando unos instantes y, entonces, le besó tiernamente en los labios.
Los ojos de Xu Zheng se abrieron como platos. Puso la mano sobre el pecho de su hermano mayor y percibió el ritmo acelerado de su corazón. A continuación, inclinó la cabeza y permitió que su Xu Ping le besase la comisura de sus propios labios.
Xu Ping sonrió. Se abrazó al cuello de Xu Zheng y se besaron de verdad: lengua contra lengua, labio contra labio. Fue un beso tan largo que aunque se separaron, todavía quedó un hilo de saliva entre ellos.
Xu Ping guió la mano de su hermano hacia sus muslos expuestos. Le enseñó a acariciarle, una y otra vez. Se aguantó en los hombros de su hermano y se levantó con ayuda de las rodillas. Las manos de Xu Zheng se deslizaron entre la toalla sin que tuviera que indicárselo, viajó por sus piernas y le apretó las nalgas. Xu Zheng le apretó con tanta fuerza que le produjo cierto dolor, sin embargo, todo lo que consiguió fue excitarle más.
Con los ojos cerrados: gimió.
Entonces, de inmediato, su hermano le apretó entre sus brazos y notó como su miembro le rozaba la parte interior de sus muslos. Xu Ping le besó la coronilla, le soltó el cuello y se desató la toalla.
Ahora estaba desnudo con el pene erecto. Se sentó contra la pared, abrió las piernas delante de Xu Zheng y se lo enseñó todo.
Xu Zheng le respondió con una mirada aturdida. Xu Ping cogió el lubricante y se lo pasó por sus genitales. Empezó a jugar con su propio pene y testículos lentamente. Sabía que su hermano le miraba, pero lo ignoró. Permitió que sus dedos recorrieran su cuerpo hasta alcanzar la entrada húmeda de su cuerpo donde insertó uno.
Al principio sólo desapareció la uña, pero al cabo de unos segundos consiguió introducir todo el dedo. Xu Ping jadeó con suavidad, hizo una pausa y, entonces, empezó a moverse. Aun con los ojos cerrados oía el sonido lascivo de su interior. Intentó no pensar en lo bochornoso que era el momento.
La piel de Xu Ping parecía brillar bajo la luz de la luna. Su expresión era de dolor, su cuerpo: obsceno.
Era la primera vez que Xu Zheng veía a su gege tan atractivo. Jadeaba con dificultad, como si pudiese explotar en cualquier momento.
Xu Ping se sacó los dedos y se los secó en la pierna. Abrió los ojos e inclinó la cabeza.
‒¿Sabes qué tienes que hacer? ‒ Preguntó con cierta timidez.
La nuez de Xu Zheng subió y bajó, pero no contestó. Xu Ping se le cogió por el cuello y le besó, persiguiendo su lengua, acariciándole la espalda. Le cubrió los ojos mientras con una mano introducía su miembro en él.

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