Capítulo 44: Amor, comprensión y familia (parte 3)

noviembre 17, 2018


– Cambiar el registro no es especialmente complicado, estará en uno o dos días.
  Ya veo…
El corazón de Lucia iba a mil. Damian iba a ser su hijo de verdad, ahora sería su familia. No sería su “hijo adoptivo”, no, en el registro familiar constaría como su “hijo biológico”, una relación inquebrantable. Aunque se divorciase de su marido, a pesar de que había cedido sus derechos de custodia, su relación con Damian no cambiaría.
  Es mi hijo…
  Exacto. Puedes hacer con él lo que quieras. Como si te apetece abusar de él.
  ¿Eh…? ¡Qué mal padre eres! –  Criticó ella con los ojos como platos.
  ¿Qué?
  ¿Ahora quieres que sea una mala madrastra?
Sus palabras provocaron una risotada por su parte.
  ¿Serías capaz de ser mala con él?
  ¿Qué dices?
  Más bien va a ser lo contrario, quien te va a dar dolores de cabeza va a ser él.
  Damian no haría eso. No le conoces, es un niño encantador.
Hugo soltó una risita. Por muy dócil y manso que pareciese el chico, por sus venas corría la sangre de los Taran. Hasta su hermano, que siempre había aparentado ser el más amable de los humanos, acabó asesinando a su padre.
  Además es tu hijo. – Murmuró Lucia como si hablase sola.
Hugo se la miró extrañado.
  ¿En quién crees?
  En Damian… que se parece… muchísimo a ti.
Hugo se acercó a ella e inclinó la cabeza. Entonces, habló con un tono amenazador.
  Pues con más razón deberías andarte con cuidado. ¿No has oído los rumores que corren sobre mí?
  ¿…Los de que bebes sangre?
  ¿Qué? – Lucia se puso nerviosa. Se le había escapado. – Ah, o sea… Los rumores…
  ¿Dicen que bebo sangre?
Hugo estudió la expresión de su esposa cuando asintió con la cabeza, se acercó todavía más a ella y la enterró entre sus brazos mientras reía con ganas. Hugo conocía todos los rumores que circulaban sobre él gracias a los informes de Fabian, pero esa era  la primera vez que alguien tenía las agallas de espetárselos en la cara.
  Sé que sólo es un rumor. – Lucia estaba colorada por el bochorno.
  No es del todo mentira. A veces, en el campo de batalla, tienes que hacerlo.
  Ah, ya veo…
  ¿No sentías curiosidad por eso?
  No… Bueno, a lo mejor un poco… Pero hace mucho. Ahora ya no me lo creo.
Él continuó riéndose. A Lucia le alegró que no se ofendiese, pero no comprendía dónde estaba la gracia de sus palabras. Era incapaz de captar su sentido del humor.
  ¿Hay más rumores?
  …No sé.
  Qué atrevida. ¿Le pediste matrimonio a un monstruo que bebe sangre?
Lucia se ruborizó en silencio.
  ¿De verdad puedo entrometerme con las cosas de Damian?
  Como tú quieras.
  La última vez me dijiste que no lo hiciera.
  ¿Sí? ¿Cuándo?
  Me dijiste que por muy bonito que fuera, que no me pasase de la raya.
  ¿Cuándo he dicho eso?
Lucia parpadeó y estudió la cara de su marido donde estaba escrito un “¿qué demonios estás diciendo?”.  La joven escudriñó sus recuerdos y, cuando se paró a pensar, Hugo jamás le había advertido que no se pasase de la raya.
  ¿Odias a… Damian? – Había estado intentando adivinarlo a base de observar sus interacciones o gestos, sin embargo, se percató que sería más sencillo si, simplemente, se lo preguntaba directamente.
  No.
Lucia reunió todo el valor que pudo y volvió a la carga:
  Entonces… ¿Por qué lo dejaste en un internado?
  Ya te lo dije. No podía ocuparme de él, por eso.
  Pero es el heredero del duque. Nadie hace eso.
  Me da igual lo que hagan los demás.
  …En otras palabras, hiciste lo que creías que era lo mejor.
Hugo asintió.
Lucia sintió que se quitaba un peso de encima. Llevaba demasiado tiempo nadando en un pozo de ignorancia. Ahora creía entenderle un poco más. En realidad, cada vez que ella preguntaba algo su marido no se andaba con rodeos. Era un hombre conciso.
  ¿Por qué nunca te pusiste en contacto con él?
  Sé cómo le va, cada semana me dejan un informe en el despacho.
Era fascinante. Cada una de sus acciones que tan incomprensibles le habían parecido tenía un motivo. ¿Hasta qué punto estaría dispuesto a responder? ¿Y si le preguntaba algo un poco más complicado?
  Y…
Hugo bajó la cabeza y le mordió el cuello.
  ¿Puedes dejar de preguntarme cosas de otro hombre?
  ¿…Qué? Es tu hijo, sólo tiene ocho años. ¡No es un hombre!
  Qué despiadada. ¿Sabes lo mucho que han herido su orgullo esas palabras?
  Oh, vaya… A lo mejor me he pasado.
Damian era un chico. Si se ponía en sus zapatos y alguien le espetase que no era una señorita porque era muy pequeña, se habría ofendido.
Caray. Podría habérmelo dicho.
Damian no era el tipo de niño que hablaba de estos temas. ¿Quizás se lo había contado a Hugo? ¿Desde cuándo se llevaban tan bien?
  ¿Te lo ha dicho él?
  No.
  ¿Entonces, cómo lo sabes?
  Me he puesto en su lugar.
Lucia entrecerró los ojos, pero tenía sentido. Hugo era un hombre, comprendía la mente masculina mucho mejor que ella. Mientras la muchacha se preguntaba cuántas veces habría ofendido al chico, Hugo la manoseó: cintura, labios, oreja, cuello…
  Será mejor que vuelvas al trabajo. – Hugo se detuvo en seco y se la miró con incredulidad. – Hace poco que has vuelto, ¿no? Cada vez que vuelves de un viaje se te amontona el trabajo.
Hugo era todo quejas, pero ella estaba agotada después de un día tan largo y no se veía capaz de lidiar con él, así que se quitó las manos de la cadera y se levantó.
  Vivian.
  Me duele la cabeza, me voy a dar un paseo.
Hugo intentó convencerla un par de veces más, pero al final acabó retirándose a su despacho arrastrando los pies. Normalmente trabajar no era santo de su devoción, pero aquel día en concreto odiaba tener responsabilidades más que nada. Hugo reconocía que no la había consolado tan bien como para merecer un premio, pero echar a una persona de esta manera, tampoco era precisamente lo correcto.

  Duerme en tu cama. – Ordenó Lucia a su marido cuando le vio entrar por la puerta.
  ¿Hoy también? ¡¿Por qué?! – Rugió.
  No tengo energía para ocuparme de ti, así que no creo que me lo pase bien.
Le había atacado dos veces sin piedad alguna.
  Vale, vale… Pero me quedo aquí, sólo voy a dormir, pero me quedo. – Murmuró entristecido.
Malditas nobles. ¡Pensaba hacérselo pagar!
  ¿De verdad?
  Ayer cumplí mi promesa, ¿no?
Lucia no se lo terminaba de creer, pero Hugo la cogió en brazos y se tiró en la cama con ella.
  ¡Hugh!
Él la estrujó entre sus brazos y, cuánto más se debatía ella, más fuerza usaba.
  Voy a dormir así. Venga, estate quieta. Si no paras de moverte, me excitarás.
  ¡Pero dónde estás tocando!
Lucia acabó resignándose. La tenía tan bien sujeta que no podía ni moverse. Hugo deslizó las manos por debajo de su camisón y le manoseó los pechos. Ella se quejó, por supuesto, pero su marido hizo caso omiso.
  Vivian.
Era especialmente agradable que le susurrase su nombre al oído.
  Dime.
  Vivian.
  Dime.
  Vivian. – Repitió.
  ¿Dime? – Se giró para mirarle a la cara.
  La primera vez que te llamé por tu nombre te incomodó, ¿no?
  Mmm… Sí.
  Ahora ya no te afecta.
  Bueno, claro. Hace mucho tiempo que me llamas así, me he acostumbrado.
Lucia ya no aborrecía ese nombre porque era el de la esposa del duque de Taran. Había hallado la felicidad como Vivian a diferencia de la Vivian de su sueño. Cada vez que él la llamaba se sentía única y se le aceleraba el corazón. Él era el único que la llamaba así y así seguiría.
  ¿…Sí?
Hugo se moría de ganas por preguntar por qué no le decía su nombre de infancia. Sin embargo, temía su respuesta. Su corazón sería incapaz de soportar una respuesta en la línea de “porque no quiero que me llames así” o “porque no quiero”.
De repente, se le formó un nudo en la garganta. No le odiaba, ¿verdad? No toleraba compartir lecho sólo porque estaban casados, ¿verdad? ¿De veras era imposible que llegase a amarle? Contener sus palabras era una experiencia nueva y desagradable. Pero las respuestas a sus preguntas le asustaban.
Estaba bastante seguro que si la escuchaba decir que no le amaría jamás enloquecería.  Odiaba la incertidumbre de no saber qué sería capaz de hacerle si se volvía loco. El mero pensamiento de hacerle daño le perturbaba.
  Vivian.
Se aferró a ella con más fuerza y enterró la nariz en su cuello. Le encantaba su aroma que siempre le embriagaba.
  Dime…
A pesar de que la tenía entre sus brazos, sentía que la había perdido para siempre. El dolor le abrumó y frunció el ceño. Algo desconocido le había perforado el corazón. No recordaba haberse sentido tan mal. Ni siquiera cuando de niño había estado en incontables ocasiones al borde de la muerte.
Hugo se aferró a ella mientras Lucia se quedaba dormida, incapaz de conciliar el sueño.

A la mañana siguiente, Hugo reunió a sus vasallos y los informó de que Damian era, oficialmente, su hijo.
  Damian ya sabe que será mi heredero. Si alguno no está conforme, ya puede empezar a cambiar de opinión. –   Era la primera vez que el duque mencionaba a su hijo. – Es mi hijo legal. Siempre estoy abierto al dialogo, cualquier queja, venid a buscarme.
Una de las palabras más horripilantes que el duque podía pronunciar era “debate”. Hugo les lanzó un documento en los morros.
Lucia le había hecho prometer que no interferiría, pero fue incapaz. Hugo había ordenado a Jerome que redactase una lista de las invitadas y, a pesar de sus muchos reproches, se la presentó al cabo de unas horas. Hugo, a su vez, escribió otra lista seleccionando los nombres de las mujeres de sus vasallos.
  Recomiendo a aquellos que aparezcan en la lista que hagan limpieza en sus casas. – Para él esto no podía considerarse ni una regañina y satisfecho, estaba convencido que no había roto su promesa.
En cuanto Hugo se retiró, los allí presentes corrieron a revisar la lista. En cuanto los afectados llegaron a sus casas interrogaron a sus esposas y al cabo de poco tiempo se extendió el rumor de que todas las mujeres que acudieron a la fiesta de la duquesa recibieron castigos durísimos y que cualquiera que se atreviese a tocar a la duquesa respondería ante el dragón escupe fuego que la protegía.

*         *        *        *        *

Roam estaba tan tranquilo como siempre. Lucia, desde lo ocurrido en la fiesta la semana anterior, no había salido a montar a caballo, aunque tampoco era nada fuera de lo común que la duquesa se quedase en su castillo. Viendo cómo la joven se comportaba como si nada, aquellos que la rodeaban olvidaron el incidente.
Sentado en su habitación, Damian notó algo entre los pies, sonrió y adivinó que se trataría de Asha: el cachorro de zorro que le seguía día y noche. Lo ocurrido en la fiesta no le había afectado negativamente, sólo sorpendido. Nunca se había sentido tan débil. En comparación con su padre, él no era nada. La ausencia le había hecho entender que, si Hugo no estaba, era su deber proteger a su madre.
Damian cogió al animalito y se levantó. Le pasó el cachorro a un criado para que lo devolviese a su jaula y, entonces, le pidió a Jerome que informase a su padre que quería hablar con él.

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1 comentarios

  1. Muchas gracias por los 2 capítulos
    Esperando más se vuelven droga para mí n_n

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