Capítulo 47: Verdades y Mentiras (parte 3)

enero 18, 2019

Un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Si su marido hubiese dicho que no se acordaba, lo habría aceptado, pero que jamás la hubiera visto… Eso era extraño. ¿Cómo puedes concebir un hijo con una mujer que no has visto nunca?
El silencio se prolongó y Hugo se puso cada vez más nervioso. Se le había escapado algo que no podía arreglar, además, su expresión se le había ido de las manos y el silencio era demasiado largo como para intentar escapar de la situación. Cualquier excusa la haría sospechar todavía más.
–Vivian. – Empezó, pero se guardó silencio durante un buen rato.
No sabía cómo empezar la conversación y era incapaz de calcular cuánto debía contarle y cuánto podría aceptar su esposa.
–¿Es difícil de explicar? – Él no contestó. – …Vamos a dormir.
Lucia no se veía en derecho de intervenir en el tipo de relación que su esposo tuviese con la madre biológica de Damian. Se había casado con él a sabiendas de que Damian existía y, si la madre ya no estaba en este mundo, tampoco necesitaba inquirir en ello.
Hugo tenía una sensación terrible en el pecho y observó la oscuridad en silencio. Le dolía el corazón por haberla visto establecer unos límites. Era consciente que debería haberle explicado algo, pero aquel desliz le había tomado por sorpresa.
Lucia decidió fingir que no había pasado nada e intentó dormirse sin conseguirlo. Da igual las vueltas que le diera a sus palabras, no conseguía adivinar nada. Era imposible que Damian no fuera su hijo cuando era una réplica casi exacta. ¿Tal vez fuese cosa de una noche? Era una posibilidad factible, pero no recordar la cara de la mujer que había dado a luz a tu hijo era pasarse.
–Supongo… que también acabarás olvidándote de mi cara. – Comentó sin pensarlo.
Lucia se puso en los zapatos de la madre de Damian. Las palabras de Hugo parecían significar que no había mujer del pasado que fuese necesario recordar. Y siendo así, Lucia que ni siquiera podía quedarse en cinta, sería peor.
Hugo tuvo que analizar lo que había dicho un par de veces para entenderlo porque todavía no había vuelto en sí.
–¿…Cómo has llegado a esa conclusión?
–Bueno, no recuerdas la cara ni de la mujer que dio a luz a tu único hijo.
–No es eso.
Lucia siempre se repetía que no debía impacientarse, que el camino de amarle iba a ser complicado y largo, que era mejor mirar para adelante, pasito a pasito, si no quería agotarse. No obstante, enfrentarse a la realidad de que el corazón de Hugo seguía siendo de hielo hizo vacilar su voluntad. De la misma manera que Damian le era indiferente.
Sabía que Hugo no expresaba sus sentimientos, pero antes de ello había creído que jamás había amado o querido a nadie. Y así es como su actitud con ella la confundían. Era consciente de que no la odiaba, tal vez incluso le gustase un poco. Sin embargo, su comportamiento era tan dulce y gentil como el de un enamorado, hasta el punto de que a veces pensaba que era una prueba.
–Entonces, ¿qué significa eso de que no la has visto? ¿Cómo puede darte un hijo una mujer que no has visto nunca? – Se sentó y notó como crecía su indignación.
–Creo que estás un poco agitada, Vivian…
–Perdona, no debería meterme en lo que no me llama.
A Hugo le entró dolor de cabeza. Ya la había visto así no hacía mucho. Su esposa solía ser una mujer dócil y tranquila hasta que se enfadaba. Entonces, daba rienda suelta al sarcasmo y a la susceptibilidad. Si bajas la guardia, te atacaba. Hugo se sentía absurdo.
–Vivian.
Por el momento quería tranquilizarla, así que le sujetó los hombros. Ella se zafó de sus manos y le dio la espalda. En cuanto lo hizo, a Hugo se le iluminaron los ojos. Con una gran fuerza, él tiró de ella y la tumbó sobre el lecho con tanta rapidez que Lucia no tuvo tiempo de reaccionar.
La penetrante mirada de Hugo la hizo estremecer.
–No… te gires así.
–¿Qué?
–No me des la espalda. – Su voz apenas era un susurro, pero lo suficientemente audible como para que Lucia adivinase su estado emocional.
Estaba furioso.
Pensando en ello, Lucia no le había visto enfadado nunca. Enfadado parecía tranquilo y frío. ¿Por qué se había puesto así? ¿Porque había rechazado su contacto? ¿Puede ser que alguien le hubiese traicionado en algún momento de su vida?
–No lo volveré a hacer. – Contestó ella tranquila para no empeorar su enfado. – Suéltame. Me has sorprendido.
–…Perdona.
La ira que sentía se disipó en cuestión de segundos. Retiró los brazos que la sujetaban y permitió que Lucia se sentase. Parecía que habría tregua. La pareja se quedó allí sentada, mirándose fijamente, en silencio.
Lucia se serenó y reflexionó sobre cómo había tenido una pataleta sin venir a cuento. Pensó en disculparse por maleducada e irse a la cama. Tampoco era necesario llevarle al límite en una guerra psicológica.
–No es… hijo mío.
–¿Qué? – Lucia se sintió desfallecer. – ¿Damian? Dices que no… ¿Qué no es un hijo? – Preguntó para confirmar lo que creía haber oído.
Hugo suspiró profundamente y se pasó la mano por el pelo. No quería herir los sentimientos de Lucia por algo así. No quería que le malinterpretase por lo de Damian y empeorar la imagen que ya tenía de él.
–Me dijeron que le habías preguntado a Jerome lo de la torre. ¿Sabes que tenía un hermano?
–…Sí.
–Es el hijo de mi hermano: mi sobrino.
A Lucia se le secó la boca y el corazón le iba a mil. Se le llenó la cabeza con docenas de preguntas, pero fue incapaz de decidirse por una.
–Esto… Damian…
–No lo sabe. Sólo lo sé yo. Y ahora tú también.
En realidad, Philip también lo sabía, pero Hugo no pensaba mencionarle.
–Me estás diciendo que Damian es el hijo de tu hermano mayor.
–…Sí.
Hugo no estaba seguro de quién de los dos era el mayor. Nunca se habían molestado en saberlo. Eran hermanos y eran iguales, pero para Hugo su hermano parecía más maduro que lo que se esperaría de uno pequeño.
–¿Vas a… contárselo a Damian algún día?
–Si no me pregunta, no.
–Ah… Pues yo también guardaré el secreto. – Lucia asintió con la cabeza afirmativamente varias veces.
Si Damian no era un hijo ilegítimo, no tenía porqué soportar que lo tratasen de esa manera, pensó, lo mejor era que el chiquillo supiera la verdad.
–Sé que lo de la torre te debió parecer raro. Lo que se sabe es un poco diferente a la realidad. Arrinconaron al asesino y no tuvo elección. El duque se lo buscó.
Lucia abrió los ojos como platos. Su forma de hablar le dejaban claras muchas cosas. Según el rumor, su hermano gemelo volvió para vengarse después de que lo abandonasen de niño y asesinó a su padre. Sin embargo, Hugo había llamado a ese hermano que jamás había conocido: “asesino” y “duque” a su padre, demostrando la poca relación que tenían.
La primera vez que escuchó el rumor, el duque le había parecido un hombre despiadado por ser capaz de abandonar a su propio hijo. Ignoraba los detalles, pero las acciones del hermano de Hugo no la incomodaban.
–¿Te llevabas bien con tu hermano? – Hugo respondió con un gesto afirmativo. – ¿Mucho?
–…Mucho.
El corazón de la joven se hinchó de regocijo. Hugo tenía a alguien a quien llamar familia, aunque ese alguien ya no estuviera en el mundo. Antaño había gozado del amor de una familia. Siempre le había sentado mal que Hugo hubiese experimentado una infancia tan solitaria, pero saber que le había abierto el corazón a alguien la alivio.
–Y por eso adoptaste a Damian. Porque la sangre de tu hermano corre por sus venas.
–…No fue exactamente por eso, pero tampoco puedo decirte que no hubiese un motivo. Hay muchas complejidades que envuelven a mi hermano y a Damian que no te puedo contar. No es que no quiera contártelo por ser quien eres, sino que no quiero que lo sepa nadie. Son cosas que quiero llevarme a la tumba.
Hugo estaba hablando más de lo normal. Lucia se acercó y posó las manos sobre las suyas.
–No pasa nada. Cuéntame lo que tú quieras.
A veces, la gente guarda secretos que desean enterrar en sus corazones hasta la tumba. Un secreto que no pueden compartir ni con su amado, ni con su familia. Lucia misma ocultaba algo así. Había visto su futuro en un sueño, se había casado con otro hombre y ahora vivía de esta manera por eso. Eso era algo que iba a llevarse a la tumba.
–Si contarlo te va a hacer sentir mal, no lo hagas.
Hugo desvió la mirada.
–Pero… Este secreto… Podría hacerte daño.
–En ese caso, haré que me consueles. Y en ese momento, querré que vuelvas a pensar si puedes contármelo o no.
–…Eso haré.
Hugo la estrechó entre sus brazos. La abrazó con mucha fuerza y apoyó la barbilla en los hombros de su esposa. Lucia le rodeó la espalda con los brazos y, en silencio, se fundieron en un abrazo largo. Para consolar al otro y a ellos mismos.
–Damian es nuestro hijo, y eso no va a cambiar. ¿No?
–No.
–¿Damian es fruto de amor?
–Eso he oído.
–Cuando Damian sea lo suficientemente maduro como para entenderlo, cuéntaselo. Será bueno para él.
–…Vale.
Lucia enterró el rostro en sus hombros, algo avergonzada.
¿Por qué era así? La alegría de saber que nunca había amado a otra mujer fue mucho mayor que la compasión por Damian que jamás conocería a sus padres. Quería a Damian, eso no iba a cambiar. No obstantes, cuando le miraba a veces se preguntaba quién había sido su madre y, a la vez, recordaba que ella misma no podría darle a Hugo descendencia y eso la mataba por dentro. Ahora comprendía que los hijos eran también un “rastro”.
Hugo estaba siendo sincero con ella, tenía secretos y heridas en su corazón, un padre cruel y un hermano que había sido capaz de asesinar a su propio padre. Puede que temiese que la historia se repitiera tal y como ella temía lo ocurrido en su sueño y había elegido ser estéril.
Pero era madre. Aunque no hubiese dado a luz a Damian, seguía siendo su hijo. Lucia ordenó sus sentimientos y miró a su marido.
–Ahora entiendo que Damian no sea idéntico a ti.
–¿No has dicho que es como yo?
–En apariencia, sí. Pero por dentro es totalmente distinto. Él es dulce y amable, pero no creo que eso vaya contigo, ¿no crees?
Hugo puso una cara triste, entonces, esbozó una mueca, le levantó la cara y la besó.
–Contigo sí.
Su cursilería se le antojo divertida y Lucia estalló en carcajadas mientras él le preguntaba qué le parecía tan gracioso.
–Qué fascinante. Tu hermano debió ser clavadito a ti. Había dos tú.
–¿Por qué “dos”? El chaval era como yo por fuera, pero por dentro… era un debilucho. – Balbuceó.
Lucia entendió aquello último como su manera de decir que era una buena persona. Sí, Damian debía ser tan dulce como su padre.
–¿Puedo preguntarte su nombre? – Hugo no dijo nada durante unos minutos. – Bueno, tampoco hace falta si no quieres.
–…Hue.
–¡Oh! Se parece al tuyo.
–¿Dónde le ves tú el parecido?
–Hue, Hue, Hugh. Si lo dices rápido suena igual.  Hugh. Vuestro nombre se parece.
La mirada de Hugo se nubló y la rodeó con los brazos una vez más.
–Vivian. – Llamó.
–Dime.
–Vivian.
–Dime.
Hugo pensó que, si esta mujer ya no estuviera, tal vez moriría. Y fue entonces cuando se percató que su corazón ya no era suyo, que sus latidos eran dolorosos pero terriblemente dulces.

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2 comentarios

  1. Muchas gracias por el capítulo estuvo de lujo ya le robaron el corazón al duque n_n

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  2. Me encantó el capítulo! Muchas gracias por tu trabajo.

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