EXTRA 2: Futuro alternativo, Hugo.

noviembre 10, 2019


 Las antorchas que iluminaron la oscuridad de la noche como si fuese de día tiñeron de horror la penumbra. El caos se mitigó en instantes y todos los criados de la casa del conde se abrazaban entre lágrimas a merced de los soldados que los vigilaban. Apenas contaban con alguna posibilidad de sobrevivir por culpa de su amo que había conspirado contra la corona. Los pasos que se acercaban anunciaban su final. Los soldados se pusieron firmes y, entonces, apareció un hombre con el cabello tan oscuro que se mezclaba con las sombras nocturnas.
–Informe.
–Hemos capturado a todos los miembros de la casa del traidor excepto dos.
–¿Dos? – Inquirió el recién llegado.
–El tercer hijo del Conde está en la Academia, en cuanto nos lo han confirmado hemos enviado una unidad a arrestarle. – Se explicó el soldado. – Esperamos noticias para mañana por la mañana. Sin embargo, el paradero de la esposa del traidor sigue siendo un misterio.
El hombre moreno alzó una ceja.
–¿Qué dice su criada?
–Nadie sabe nada. Hemos repasado la mansión varias veces, también hemos enviado gente afuera.
–¿Qué posibilidades hay de que haya abandonado la mansión?
–La criada asegura que la última vez que la ha visto ha sido por la tarde. No falta nadie más que ella.
Que una noble hubiese huido sola de noche sin ningún acompañante era difícil de creer.
–Puede que se haya escondido porque lleva la semilla del traidor. Investigadlo.
–Sí, señor.
–Si sigue en la mansión, debe estar escondida. Lo que significa que debe haber algún compartimento secreto. Dean, elige a unos cuantos hombres con buenos ojos.
–Sí, mi señor.
–¡Soy inocente! ¡Tiene que haber habido algún error! – Hugo se volvió, indiferente, hacia la voz. – ¡Dejadme ver a Su Majestad!
Un hombre regordete, postrado en el suelo maniatado, que recordaba a un cerdo chillaba desesperadamente. Era desagradable.
Si sus subordinados no le hubiesen informado, Hugo habría llegado a la mansión ignorando el nombre del dueño. El Conde de Matin era el objetivo más insignificante al que había tenido que dar caza desde el atardecer de aquel día. Poco le importaba si había sido falsamente inculpado, el simple hecho de levantar sospechas ya era un crimen.
Hugo dio otro vistazo a la estancia antes de darse la vuelta y dirigirse a la mansión. Los chillidos continuaron hasta que, de pronto, un grito espantoso terminó con todo el barullo.
Hugo entró en la casa con la comisura de los labios sutilmente curvada. Nada era tan propio de él como las noches como esta. El despacho del conde estaba patas arriba, pesé a ello, Hugo ojeó algunos de los documentos a sabiendas que poca información relevante constaría en ellos.
–Hemos confirmado que es improbable que la esposa esté en cinta. – Uno de los soldados entró en el cuarto para informar. – Según su criada, la mujer es estéril. He enviado a alguien a buscar al doctor que visita la casa para asegurarnos.
–¿No tienen médico de familia?
–Para evitarse el gasto.
–Cuando encontréis a la mujer, ejecutadla junto al resto de traidores. Ya me ocuparé yo de informar al rey.
No había tiempo que perder, todavía quedaban unas cuantas paradas. Sin más miramientos, Hugo abandonó la casa que se convertiría en una infame mansión encantada dejándole el resto a sus lacayos.

La limpieza de la casa de los Matin que se suponía debería haber significado poco trabajo avanzaba a paso de tortuga. El tercer hijo había logrado huir de la Academia y exiliarse a otro país, mientras que la esposa llevaba tres días desaparecida. Gracias a ello, la vida del resto de traidores se extendió y se les trasladó a la prisión.
–¿Habéis entrado?
El cuarto día, Hugo recibió un informe de Dean anunciándole que habían encontrado un área secreta en la mansión del conde.
–No, señor.
Con el paso de los días, aquella mujer que se había escondido con tanto esmero le picó la curiosidad. La seguridad de la Capital era máxima, por lo que no había salido de la mansión; nadie la estaba ayudando, una noble que jamás había dado un palo al agua no sabría ocultar su rastro. Así pues, Hugo supuso que el escondrijo debía estar dentro de los parámetros de la mansión y ordenó que en cuanto lo encontrasen, se mantuviesen al margen y le informasen antes de actuar.
Así pues, Hugo se llevó a unos pocos hombres a la casa del Conde de Matin, estudió a Dean manipular el mecanismo del escondrijo y se adentró al área con gran interés. Era un lugar impresionante. Bajó las escaleras lentamente, entorcha en mano, hasta llegar a una cámara iluminada tenuemente. Allí, detuvo a sus hombres y se acercó a la sombra de una silueta que yacía en el suelo. La mujer no se movió, así que aprovechó para examinar sus alrededores. Ella se hallaba sobre un montón de capas de mantas, rodeada de sacos de cuero llenos de comida seca y un puñado de mudas.
La familia del conde desconocía la existencia de aquel lugar; era evidente que todo aquello lo había preparado la mujer, pero era imposible que se hubiese enterado de los planes de exterminación. Así que… ¿Por qué? La mirada carmesí de Hugo contempló la silueta qué tan plácidamente dormía.
La resiliencia de aquella mujer era intrigante. No comprendía su afán de vida, la pasión por ese mundo tan aburrido y tedioso. Podría haberlo comprendido de estar embarazada, pero tanto la criada como el médico le aseguraron que era estéril. Era una contradicción en sí misma que una mujer de buena cuna decidiese abandonar a su marido e hijos. ¿Qué ansiaría tanto esta mujer que prefería dejar atrás una vida de estatus?
Hugo repasó sus recuerdos e intentó recordar a una tal Condesa de Matin, no obstante, no encontró nada. Entonces, se alejó de la joven.
–No habéis visto nada. – Ordenó Hugo a los hombres que le acompañaban cuando empezó a subir las escaleras. – Buscad el cuerpo de una mujer, vestidla de noble y tiradlo al bosque. – Los soldados no le cuestionaron. – Que el pelo sea parecido.
Hugo se sentía misericordioso y decidió perdonar a uno de los miembros de la familia del traidor. Fue un mero capricho que él mismo no comprendía. Si tanto deseaba vivir, que lo intentase. ¿Cuánto aguantaría esa noble que jamás había tenido que dar un palo al agua?
–Pero no perdáis el tiempo y buscad al puñetero hijo.
Podía perdonarle la vida a una traidora estéril, pero el heredero era otro cantar.
Al día siguiente todos los miembros de la casa del Conde Matin fueron ejecutados.

Un mes más tarde, Hugo acudió a una fiesta en la que el rey aprovechó para infundir temor en los nobles. De regreso a su propio hogar, Hugo recordó a la mujer desconocida y decidió pasarse por la residencia de los Matin. Entró en la casa, manipuló el mecanismo, abrió la entrada al escondite y bajó las escaleras notando la presencia de muchas criaturas nocturnas acechándole desde las sombras. Pero se equivocaba, no había ni un alma, sólo ratas.
Aunque presintió que la muchacha ya se habría marchado, por algún motivo, Hugo se sintió vacío. Lentamente, repasó el rastro que indicaba que ella había estado allí hasta hacía apenas unos días.
¿Se había quedado allí encerrada durante un mes? Su paciencia y tenacidad eran admirables. No se esperaba que una condesa poseyese semejantes atributos y se preguntaba qué le habría dado tanta fortaleza.
–Tiene que haber un pasadizo por ahí. Encontradlo.
Los soldados rastrearon los alrededores hasta hallar un pasadizo que Hugo, una vez más, recorrió hasta el final. La luz tenue del día reveló ante sus ojos el cementerio de las afueras de la ciudad, una zona sin gente, donde no entraban ni las sombras.
–¿La buscamos?
–…No hace falta.
Así terminaba su absurda curiosidad. Hugo decidió zanjar el asunto y no volver a hacer algo tan fuera de su carácter. Viviese lo que viviese esa mujer, ya no estaba en sus manos.
Hugo regresó a la residencia del conde por el túnel secreto, entonces, descubrió una montañita de joyas escondida. Qué astuta, había dejado allí sus posesiones más preciadas en lugar de cargarlas consigo a todas partes. Entre risitas, decidió volver a cubrir el tesoro de la desconocida, pero antes de hacerlo, se arrancó el broche en forma de cabeza de león con dos joyas rojas que representaba la casa de los Taran y lo depositó entre los anillos y collares de la traidora. El duque se quedó agazapado frente a la montañita durante unos instantes hasta que sintió algo extraño, se levantó y reanudó la marcha seguido de sus hombres.
Tres años más tarde, Hugo recibió noticias de que Bruno Matin, el tercer hijo del traidor fue capturado y ejecutado. La aparición del tercer hijo causó gran revuelo entre los nobles, pero el tiempo lo borra todo y las habladurías se acallaron.

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1 comentarios

  1. Muchas gracias por tu trabajo al terminar está novela n-n

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