2. La traición del marido

marzo 13, 2020


La sensación de alivio fue inconmensurable, sin embargo, el mero hecho de recordar la penetrante mirada de Alexandro era suficiente para que le volvieran a fallar las piernas. Beatrice fijó la vista en la espalda de Alexandro. Era, sin duda, el hombre más feroz que había visto jamás; no era necesario verle acabar con la vida de nadie para saber que era infinitamente más peligroso que el soldado que había asesinado a su criada minutos antes. Escucharle hablar de cómo matarla sin pizca de emoción en la voz fue aterrador y su estatura y físico no ayudaban a suavizar el impacto de su intimidación. Beatrice no había osado escudriñar su rostro durante demasiado tiempo y ansiaba no tener que volver a verle.
La situación de la princesa era ridícula. Había nacido entre la servidumbre hasta que la habían entrado en palacio para que, irónicamente, volvieran a esclavizarla – aunque agradecía seguir con vida.

*         *        *        *        *

–Mi señor, El Pasa está repleto de montañas, planas y tierra fértil; si me nombráis el señor, los impuestos y contribuciones que le enviaría al Imperia serían increíbles. – Gilbert, canciller del reino caído de El Pasa, se frotaba las manos con avaricia mientras trataba con todas sus fuerzas de captar la atención del poderoso Alexandro Graham.
Gilbert había traicionado a su reino, a su mejor amigo de toda la vida – el difunto rey y a su esposa – la princesa Beatrice por su sed de poder. Ahora, enajenado por la codicia buscaba establece buenas conexiones con el Imperio y el único hijo del titiritero el Emperador, Duncan Graham y él mismo Duncan eran dos peces gordos que no pensaba dejar escapar. Los Graham eran la élite de la élite; una familia que había conseguido su poder tras un golpe que acabó con la vida del anterior monarca, sin embargo, decidieron colocar a otro como Emperador para facilitarse el movimiento. Alexandro Graham era el único heredero de la familia de mayor poder económico, político y militar del Imperio. Se decía que el joven aborrecía las masacres, aunque participaba en cada guerra como comandante y todo lo que las malas lenguas narraban sobre sus expediciones era desconcertante.
–Bueno, ¿cuándo tendré mi recompensa como me prometió? ¿Cuándo se me entregará El Pasa?
El último reino independiente, El Pasa, acababa de desaparecer gracias a Gilbert aliándose con los Graham convencido de que eran gente de palabra. El Emperador no intervenía en ningún asunto político dada su corta edad y fragilidad, Duncan Graham era quien movía los hilos.
–¿Comandante…? – A Gilbert se le iluminaron los ojos como un niño en una tienda de caramelos.
Alexandro detestaba esa mirada repleta de codicia. ¡Cuán desvergonzado!
–Me he enterado de que la princesa es tu mujer, la última monarca de El Pasa. Te la ofrezco a cambio del territorio. – Propuso inesperadamente Alexandro a sabiendas de que un traidor de la calaña de Gilbert le rechazaría.
–¿Sigue viva? – Preguntó atónito, abriendo los ojos de par en par y con las manazas sudorosas. – ¿No tiene ya muchas mujeres en Nosteros? Es medio bastarda, me da igual lo que le pase, mi señor. – Continuó Gilbert como si mencionar a su esposa fuese una pérdida de tiempo.
 

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