3. Compasión

marzo 27, 2020


¿Por qué le habría perdonado la vida? Gilbert se quedó perplejo. Duncan Graham era un hombre hablador a diferencia de su hijo, Alexandro que parecía menospreciarle con su inexpresivo rostro y apariencia renuente. ¿Cómo podía ser tan distinto a su padre?
Gilbert rememoró su encuentro con el poderoso, rico, astuto y capaz Duncan Graham con el fin de sobrevivir a la inminente caída del reino. Utilizó su estatus de canciller y sobornó a los guardias para que consiguieran que el duque le concediera una audiencia: y así fue. Sentado en el trono del Emperador, el coloso rodeado de fortuna recibió al traidor con una sonrisa desenfadada. Gilbert consiguió balbucear con incomodidad y sintiéndose insignificante lo bellísimo que era el territorio del sur a lo que Ducan se limitó a sonreír con un fulgor travieso en la mirada en cuanto Gilbert mencionó El Pasa. ¿Quién osaría interponérsele siendo el mejor en negociar, manipular y engañar? Sin embargo, su hijo parecía fuera de este mundo. Los rumores aseguraban que Alexandro bebía sangre humana, se bañaba en ella y que era el mismísimo diablo – o así fue hasta que se le nombró el héroe del Imperio.
–No es hija de la Emperatriz, además, preferiría que se me encargase de los refugiados de El Pasa – Añadió rápidamente Gilbert mirando a Alexandro a los ojos. – Pero, Su Excelencia, ¿lo mejor no sería aniquilar a todos los miembros de la realeza por precaución? Ya sabe, eh, para deshacerse de cualquier atisbo de linaje que pudiera amenazar el legado de su padre.
Los comentarios de Gilbert disgustaron a Alexandro. Estaban hablando de su esposa y, pesé a ello, en ningún momento vaciló o se preocupó hasta llegando al punto de recomendar matarla. Convencido que cualquier discusión con él sería en vano, se levantó sin responderle.  Aquel era el tipo de hombre que más aborrecía; le recordaba a su madre que no dudó en dañarle para conseguir poder.
–Si no la quieres, el Imperio se la quedará como esclava de guerra.
Sediento, se dio la vuelta y se marchó ignorando al hombre que le persiguió durante unos metros llamándole.

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–Se la tratará como a una esclava de guerra. – Concluyó Alexandro llevándose la copa de vino tinto a los labios.
El Pasa estaba arruinado y al día siguiente él regresaría al Imperio: quería terminar el trabajo cuanto antes.
–¿Eh? ¿Gilbert no quiere recuperarla? – El anuncio de su señor dejó patidifuso a Evan. El comandante iba a perdonarle la vida a la mujer del traidor, alguien con una posición especial que le daba cierto poder. – No servirá de esclava, mi señor. ¿No sería mejor matarla antes de que plante la semilla de la traición?
–Dejadla vivir. Aunque tenga hijos, no se les reconocerá como legítimos al trono.
Todo lo que Evan pudo hacer fue asentir y obedecer. No entendía por qué Alexandro la dejaba vivir; por mucho que no poseyese los rasgos físicos típicos de la realeza, seguía formando parte de la familia. ¿Y si decidía vengarse algún día? A pesar de su renuencia, Evan se guardó sus preocupaciones. Alexandro jamás se había equivocado.
Quizás fuese una muestra de compasión. Después de todo, Gilbert la había apuñalado por la espalda y Evan era consciente de lo mucho que su señor odiaba a los que eran como ese hombre. A diferencia de su padre, Alexandro detestaba a los que codiciaban poder y por esa razón no se llevaba bien con su padre. No obstante, pronto se le conferiría el título de archiduque por el que se había enviado a la batalla desde joven. La guerra era la manera más fácil de huir de la Capital y también la fuente de los peores rumores que se confirmaban en su físico inusual y expresión feroz – era un hombre nacido para el campo de batalla.

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