4. Chloe I
marzo 27, 2020
Alexandro infundía
semejante intimidación que la simple mención de su nombre era suficiente para
aterrorizar al más valeroso de los ciudadanos. Poco le interesaban las vidas
ajenas, por lo que jamás se molestó en desmentir los rumores que difamaban su
reputación. Evan sentía lástima por este hombre envuelto en complicados líos
familiares que sólo conocía la apatía.
–Se celebrará una
fiesta para festejar la victoria en cuanto lleguemos al Imperio. – Evan era una de las pocas personas de
interpretar correctamente los silencios de su señor. – Corre el rumor de que se
le nombrará Archiduque pronto, mi señor.
A Alexandro se le
escapó una risita al escuchar la cháchara de su lacayo. Conociendo lo
excéntrico que era su padre el rumor no le sorprendió.
–Se dice que el
Imperio espera que lo acepte. – Continuó Evan sin que la indiferencia del
guerrero le inmutase. –
Alexandro se
limitó a responder con un mero asentimiento de cabeza. Toda resistencia sería
fútil ante el Duque Duncan Graham a quien todos llamaban “Su Majestad” tras el
golpe de estado.
A diferencia de su
padre, Alexandro era un hombre reservado, tranquilo que no gustaba de juntarse
con los demás. Sus pasatiempos eran leer, la esgrima y entrenar, así pues, puesto
que no necesitaba establecer su posición en sociedad mediante apariciones
públicas, ni temía represalias de aquellos a los que rechazaba, raramente asistía
a fiestas o reuniones. No obstante, esta
ocasión era especial: el Imperio Nosteros acababa de conquistar el último reino
del continente.
–Esta vez debe
asistir, señor.
Se celebraría el
fin de una guerra que había durado una década, es decir, la llegada de la paz.
* * *
* *
–¡Por encima de mi
cadáver!
Los sollozos turbaban
el silencio de la pequeña mazmorra donde habían encerrado a Beatrice y a sus criadas.
Todas las mujeres habían vivido toda su vida como plebeyas, por lo que, que degradasen
su estatus a esclavas a las que tratarían peor que al ganado era una tragedia –
excepto para ella.
–No lloréis… –
Beatrice intentó consolarlas. – Sé que ahora mismo parece que el mundo se vaya
a caer en pedazos, pero algún día agradeceréis no haber perdido la vida.
Irónicamente, era
la princesa la que trataba de mitigar la desolación que abrumaba a las criadas.
Beatrice, no obstante, hablaba con
entendimiento de causa – antes de entrar a palacio, había sido esclava y sabía
de sobras que era infinitamente mejor que morir.
–¡No! – Chilló una
de las criadas. – ¡¿Cómo voy a ser una esclava en Nosteros?! ¡Nos van a tratar
peor que a los cerdos!
Lucy había estado
con Beatrice desde los comienzos cuando la habían liberado de la esclavitud y
nombrado princesa real.
–¡Tienes toda la
vida por delante, Lucy! ¡No digas que prefieres morir! Seguimos vivas, ¿no? El
resto ha muerto. No sé qué clase de vida nos espera, pero es mejor que morir.
¡Todavía puedes ir a buscar a tus padres o casarte!
–¡Eso lo dice
porque nació esclava, Princesa! – Lumi, otra de las criadas que había estado ahogando
su llanto, estalló.
–¡No seas grosera
con la princesa, Lumi! – Le replicó bruscamente Lucy fulminándola con la
mirada.
Lumi era una de
esas criadas que la trataban con desdén por creer que ellas, como plebeyas,
poseían un mayor estatus social. Casi todo el mundo en palacio marginaba y
menospreciaba a Beatrice por haber sido esclava; de hecho, su existencia era un
error fruto de una aventura amorosa del Rey con una esclava de un país vecino.
La esclava moriría al dar a luz a una bebé sanísima llamada Chloe que terminaría
trabajando en una farmacia hasta que se la arrastrase a palacio y la proclamasen
princesa bajo el nombre de Beatrice.
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