5. Chloe II

marzo 27, 2020


La vida no se había portado bien con Beatrice. La tragedia acaeció sobre ella dos años después de entrar a palacio: un día se le informó que estaba prometida con el Canciller Gilbert, un leal aliado del reino.  La vida que había llevado como Chloe había sido mucho más plena que los dos años que había sufrido como Princesa Beatrice. Chloe recordaba con vertiginosa claridad fragmentos de tu vida pasada desde joven, un secreto que no le había confiado a nadie jamás.
El día que se convirtió en Princesa, Chloe lo celebró, pero mayor no pudo ser su desdicha cuando Gilbert pidió al Rey que le concediese la mano de una de las Princesas con la esperanza de poder reclamar el trono de El Pasa algún día de la mano de una de las bellezas rubias que simbolizaban la realeza del reino. No obstante, el bajo estatus del Canciller le impidió desposar a una de las hijas legítimas y se vio obligado a conformarse con la morena ilegítima – por suerte, disfrutó de sus noches con ella.
Beatrice rememoró sus comienzos, su vida en palacio y la caída del reino sin derramar una sola lágrima; la pesadilla era la dura realidad.
Dos años, dos años había soportado al lado de Gilbert. Su matrimonio fue una breve calamidad que la empujó a desear la muerte, pero volver a ser una cautiva le daba esperanzas. Lo único que le importaba era que seguía con vida: podría volver a levantarse, a salir de los escombros.
–Muchísimas gracias por haberme ayudado durante todo este tiempo, Lumi, Lucy… Todas. – Beatrice agradeció con total sinceridad a las criadas que se limitaron a mirársela con los ojos empañados de lágrimas por escuchar lo que parecían las últimas palabras de la Princesa. – Tal y como el Caballero Evan ha anunciado esta mañana, ahora somos esclavas. – Esbozó una sonrisilla antes de proseguir. – No me llaméis Princesa Beatrice; en realidad, creo que tengo más madera de esclava, que de princesa. No seáis formales conmigo, ni me tratéis con reverencia.
Las otras mujeres de la mazmorra quedaron atónitas incapaces de escupir una respuesta coherente.
El Pasa había caído y ni siquiera Gilbert poseía el poder suficiente para devolverle la gloria al reino. Era el momento de que cada una empezase a pensar en sí misma.
–Qué bien os lo estáis pasando.
Las mujeres giraron la cabeza hacia la voz conteniendo la respiración. Ninguna podría olvidar el rostro del asesino de Blair y ninguna osaba contestar al enajenado de Leo.
–¡Oh, Princesa! Si tanto te gusta haberte convertido en esclava, tendrías que celebrarlo. – Dicho esto, abrió la mazmorra.
Leo agarró a Chloe bruscamente y la arrastró fuera de la jaula donde el resto de los soldados no tardaron en rodearla. ¿Qué quería?
–¡Qué divertido tiene que ser volver a ser una esclava! Esto se merece celebrarlo, ¿no? – Dijo estudiando divertido a la indefensa Chloe.
Como si manosearla no fuese lo suficiente, Leo la cogió por el hombro y empezó a jugar con ella, arrastrándola por el suelo mientras el resto de los soldados estallaban en sonoras carcajadas.
–¡Es la primera vez que veo pelo negro, señor Leo! ¿El color de otros sitios será el mismo? – Comentó uno de los hombres provocando un clamor entre los otros que empezaron a alentar al pelirrojo para que la desnudase.
–Justo estaba pensando lo mismo. – Contestó Leo con malicia.
La crueldad del animado corro hizo que Chloe se preguntase si de verdad eran soldados. Humillada, no se atrevía a alzar la vista del suelo; sabía que sólo pretendían molestarla, pero tenía el presentimiento de que si se resistía le harían algo todavía peor.

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