Capítulo 30: Conociendo a alguien del mismo pueblo

agosto 15, 2016

Dale sacó ropas ligeramente buenas y se las puso ya que el sitio al que iban a ir entonces, a pesar de no ser un sitio de élite, era una tienda mucho más elegante que los restaurantes baratos a los que solían ir y, se ve, que los aventureros que llevaban sus armas estaban mal visto, aunque eso no significa que no hubiera ninguno.
Dale le preguntó a la gente de la posada cuál era el restaurante más recomendado del vecindario. Parecía ser un establecimiento con pescado como especialidad, además de ser un lugar donde podías disfrutar de conciertos en vivo de una banda. Se decía que en aquella tienda saboreabas algo más allá de su precio y que los platos satisfacían incluso a la gente del puerto[1].
El viento nocturno era dañino para el cuerpo por lo que Latina llevaba puesta la capa de siempre, sin embargo, debajo de esta la niña vestía su vestido rosa favorito.
Se había atado el pelo con un lazo, su tesoro. Esforzándose al máximo, su anticipación era máxima. En el bolso llevaba una billetera colgando en diagonal, atada con una cuerda.
-Estás muy animada, Latina.
-¡Sí! Latina tiene muchas ganas de ir al restaurante.
Dale también se había vestido más formal de lo habitual, con una camisa y pantalones. No obstante, ir desarmado era peligroso por lo que en su cintura llevaba un cuchillo. En todos sus viajes siempre llevaba un cuchillo, aunque no fuera para luchar.
-¡Si te raptaran sería horrible! Estate siempre a mi lado. –Dijo Dale al salir de la posada.
Sin importar qué, Dale estaba preocupada por la encantadora chiquilla. Al ver una niña tan encantadora, hasta la buena gente caería en la tentación. Ese era el tipo de malestar que había alrededor de Latina.
-Mmm… Oye… Entonces… ¿Nos cogemos de las manos, Dale?
Dado que Latina hizo una petición tan adorable, Dale respondió de inmediato. Cuando la calidez llegó a la palma de su mano, Latina sonrió feliz.
La noche siguió adelante, caminaron lado a lado por el medio de la ciudad.
Curvare en medio de las luces turbias se volvía una visión más extraña que de día. Los tejados rojos escondían la vibración, lentamente apagándose, las paredes blancas un matiz azul. El dibujo de las paredes cambiaba a un color más rico conforme te acercabas.
Las luces que salían de todas las casas provocaban que los colores volvieran aquí y allí. Todo se sumía en un mundo azul.
-Dicen que Curvare, a esta hora antes de que se ponga el sol es cuando es más hermosa.
-Guau…
Quizás estaba abrumada por la bella escena. Latina, como si susurrase soltó unas cuantas palabras de admiración. Casi como si pensase que al decirlo en voz alta el mundo se destruiría. En silencio mostraba su aprecio con ojos brillantes.
También, a esa hora la gente había vuelto a sus casas y había dejado de pasear por allí, por ello, ambos tenían el lujo de monopolizar por poco tiempo semejante escena.
La Gaviota Silenciosa, un establecimiento contrario a lo que su nombre indicaba, les dio la impresión de ser de otro mundo cuando entraron precisamente, porque habían pasado una zona tan callada.
En el momento en que se abrieron las puertas una luz deslumbrante, capaz de hacerte olvidar que era de noche, les estalló.
Había mucha gente, grupos de clientes disfrutando de su comida, y los empleados uniformados que parecían ocupados trabajando, y entonces, en el centro de tal establecimiento, en un escenario, había varios músicos tocando una melodía brillante aunque suave. En ocasiones el sonido de estos últimos se veía engullido por el entusiasmo de los comensales y el tórrido sonido.
-Guaaaaaau.
Los ojos de Latina chispearon y sus mejillas se sonrosaron. Incluso en esos momentos, la niña se estaba aguantando las ganas de saltar y corretear por ahí, Dale lo sabía bien.
Al parecer, su princesita quería comportarse como una señorita.
Latina se comportó bien mientras los llevaban a su mesa. La chica tenía buenos modales para empezar, pero cuando se interesaba por algo de sus alrededores, solía quedarse mirándolo desde el principio hasta el final. La imagen de ella sentada en la silla, compuesta era adorable. Sin embargo, ante su apariencia extremadamente encantadora, los labios de Dale empezaron a temblar.
A todos los restaurantes a los que solían ir normalmente, en la mayoría, al menos, solían compartir la comida del mismo gran plato. Por eso, Latina se alegró cuando en este restaurante les sirvieron sus porciones en platos individuales presentados exquisitamente, la parte de arriba del plato era vívido y colorido.
La niña miró el plato que acaban de ponerle delante preguntándose cuándo podría empezar a comer. Como Latina no comía demasiado, observó el menú con mucho, mucho cuidado. También parecía encontrar lo que Dale estaba comiendo interesante, pero sabía que si comía de ello no sería capaz de acabarse el postre.
Dale, que salía y entraba de la casa del duque, sabía comer siguiendo los buenos modales. Después de todo, eso eran las mínimas técnicas de conducta requeridas. Aunque nunca le había mostrado ese lado suyo a Latina, pareció que la pequeña había notado que Dale estaba comiendo ligeramente diferente a cómo solía hacerlo y le imitó mientras le miraba.
Dale, por supuesto, también la había notado, por lo que para conseguir ser su modelo a seguir, aspiraba a que su conducta pareciera intencionadamente bella.
El hecho de que se preocupaba por algo como esto no se mostró en su cara. Ese era su orgullo como padre.
El postre también estaba exquisitamente emplatado. Había una fila de varios tipos de pastelitos y se había decorado un plato precioso con fruta y salsa.
-Guau.-Latina alzó encanta la voz a un volumen moderado.
Cortó el pastelito en pedazos y se lo comió con una expresión adorable. Dale se acabó por comer helado por postre. No es que las odiase, pero no le gustaban las cosas dulces. O mejor dicho, su postre, seguramente, era ver la felicidad reflejada en el rostro de Latina. Así de buena era para el corazón. Un alivio para los ojos.
Justo entonces, la música cambió. Era una melodía suave que invitaba a la nostalgia, era algo que hacía de ese pueblo, de Cuvare, tener un ambiente exótico.
En el escenario, una mujer punteaba las cuerdas de un instrumento de cuerda desconocido. Llevaba el pelo recogido en un pañuelo con un accesorio de oro colgando ruidosamente. Revestía su delgada figura con un vestido de un estilo que no se veía en Raband. Vestía una faja dorada y colgando de su cuello había enormes bolas que se conectaban haciendo así un collar. Esa extraña mujer, tocaba una melodía extraña.
-Hey… Dale…
Latina que vio como Dale mostraba interés, también miró al escenario y ladeó la cabeza.
-¿Qué pasa?
-Esa persona… ¿Es de la raza demonio?
-¿Por qué lo crees?
A causa del pañuelo de su cabeza, era imposible confirmar la existencia de los cuernos, el mayor rasgo de la raza demonio, ni siquiera Dale podía llegar a tal conclusión. Latina señaló a un lugar en especial.
-El brazalete de esa persona… Es el mismo que el mío.
En la parte superior del brazo de la música había un brazalete plateado del cual sólo salía un resplandor de un metal cualquiera era algo que parecía una parte natural de ella y que Dale no se había detenido a mirar hasta que la niña lo comentó.
-Es cierto… Es muy parecido… al brazalete que tiene Latina.
Podría ser que tuviera un significado importante. Nosotros, la raza humana, no sabemos mucho de la raza demonio.”, Dale notó algo como eso.
-Ese brazalete… Me pregunto qué tipo de objeto es…-Murmuró en voz baja Latina.-Rag le dijo a Latina que se aferrase a él. ¿Sabes? El brazalete tiene algo escrito dentro.
-¿Ah, sí?
-Sí… Pero, ¿sabes? Latina… no puede leer lo que pone. Como Latina se fue del sitio donde nació antes de que le enseñaran a leer…
Dale tomó una decisión al ver a Latina mostrar una sonrisa algo solitaria. Llamó a una de los trabajadores de la tienda y le dio una propina además de un mensaje. Le pidió que le enviase la respuesta a la posada en la que se hospedaban. Si la mujer aceptaba, entonces podría escuchar la historia de la raza demonio y, quizás, información sobre la niñita.
Cuando se marcharon del restaurante, Dale dio un rodeo de la mano de Latina que, antes triste, ahora sonreía.
Gracias al sentimiento especial que vagaba  por las calles de noche cuando llegaron a la posada, Dale había conseguido borrar la tristeza de la cara de Latina.
Suspiró con alivio.
Quiero que… Latina siga sonriendo”.
Y así pasó el primer día en Cuvare.



[1] La razón por la que la autora escribe algo como que la gente del puerto estaban satisfechos como algo increíble es una forma de decir que el restaurante en cuestión satisfacía incluso a los profesionales en temas de marisco y peces.

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