Capítulo 3: Una comida simple

septiembre 25, 2016


Era doce de febrero del trigésimo primer año del Imperio Yong Ming. En otras palabras, había viajado veintitrés años en el tiempo. Ese año tenía trece años.
Los recuerdos de su vida anterior torturaron a Li Wei Yang la noche entera. Odiaba que no podía llorar en voz alta porque la habitación era demasiado pequeña. Se escuchaba hasta el sonido más diminuto por lo que tenía que contener sus poderosos sollozos. Temía que si cerraba los ojos, volvería a ser la persona lisiada abandonada en el Palacio Frío. Tenía miedo de escuchar el apellido: “Li”. Excepto cuando pensó en las dos personas que más odiaba en este mundo, viviendo cómodamente en la Capital, entonces, le enfadó el hecho de no poder usar una espada para acuchillarles miles de veces…
Después de llorar hasta que se le secaron las lágrimas y de haber expresado todas sus emociones turbulentas, gradualmente se fue tranquilizando. Li Wei Yang levantó la cabeza y miró el cielo nocturno a través de la ventana. Sus ojos se ensombrecieron y desolaron.
Antes, cuando estaba viva, había creído que lo que importaba era hacer bien tu parte y saber tu lugar, había creído que si te esforzabas en todo naturalmente, recibías buen karma al final. ¿Pero quién hubiese pensado que esas cosas eran surrealistas e ilusorias? Había intercambiado su compasión y amabilidad para recibir a cambio una traición terrorífica y un dolor en el corazón.
Su padre no tenía corazón, su marido era acerbo y odioso, y esa persona en la que pensó como una buena hermana… Aunque ella no se podía comparar con la belleza de Li Zhang Le, había sido fiel y leal a Tuo Ba Zhen. Por él, había ignorado la línea entre la vida y la muerte. Si no hubiese sido por ella, Tuo Ba Zhen habría muerto hacía mucho tiempo y no habría tenido la oportunidad de ser el Emperador. A pesar de todo, ella se había convertido en una basura tirada en el Palacio Frío.
Los cielos le habían concedido la oportunidad de renacer. Li Wei Yang inhaló profundamente, su mirada estaba llena de determinación. No había razón alguna para tener misericordia de esa gente. ¡Algún día, haría que cada uno de ellos le devolviese lo que le debían!
La noche empezó a desaparecer. Un día había pasado. En un abrir y cerrar de ojos, empezó uno nuevo.
La señora Ma vacilaba. No sabía si debería despertar a Li Wei Yang. El gallo estaba a punto de cantar, pero si Li Wei Yang seguía dormida, la señora Liu la regañaría. La señora Ma lo consideró y entonces, a regañadientes, entró en la habitación para descubrir que estaba vacía. No había ni una sola alma. Entró en pánico.
“¿Dónde está Wei Yang?”, la buena mujer se sorprendió de ver cuán limpia estaba la habitación.
En la cocina, Li Wei Yang caminaba de un lado para otro. Había acabado de calentar la leche de soja, había vertido en el bol de todos sopa de arroz humeante. Con cuidado, había preparado pepino troceado en un plato aparte y, finalmente, había puesto la cazuela de la sopa en la mesa.
Al ver la expresión estupefacta de la señora Ma conforme entraba en le cocina, Wei Yang sonrió.
-Lian Zi Jie, ya he preparado la comida.
El apellido de soltera de la señora Ma era “Lian Zi”, pero Wei Yang nunca se había dirigido a ella con tanto afecto hasta entonces. Hasta ahora, siempre había estado asustada y nerviosa, como si pudiese romper a llorar en cualquier momento.
Por supuesto, Li Wei Yang sabía lo que la otra persona pensaba. Hasta que cumplió los siete años, había tenido criadas y sirvientas ayudándola con su rutina diaria, entonces, de repente, la habían enviado al campo a vivir por sí misma, obviamente, sería algo de soportar. Sobre todo en la última mitad del año, ya que la señora Liu  al no cobra sus gastos de manutención se había vuelto más abusiva y mala. En consecuencia, Wei Yang estuvo todavía más aterrorizada y nerviosa, como un ciervo ante un cazador.
Pero ahora que ya había experimentado la crueldad de Tuo Ba Zhen, la agonía de tener las piernas rotas y de estar encarcelada en el Palacio Frío durante doce años, ¿qué era la señora Liu? Era un obstáculo insignificante. No, ni siquiera se la podía considerar un obstáculo. Simplemente, era una piedrecita en el camino. ¿Qué daba tanto miedo de ella?
Pensando eso, Li Wei Yang sonrió y dijo:
-Tío Zhou y los otros ya casi están aquí. Lian Zi Jie, deberías darte prisa a prepararlo todo.
En total esta familia tenía cinco miembros. El cabeza de familia era Zhou Qing, era el jardinero de la casa de la familia Li De y no solía estar en casa. Entonces, estaba su mujer, la señora Liu, su hijo mayor, Zhou Jiang y su mujer, la señora Ma, y por último la hija más pequeña, Zhou Lan Xiu.
La señora Ma miró a Wei Yang confusa, pero Wei Yang simplemente sonrió y se fue.
En la andrajosa casa de los Zhou, las enormes puertas se abrieron lentamente y una elegante niñita de unos doce o trece años trajo con cuidado una tina de madera. La tina de madera estaba llena de ropa. La chica estaba vestida de color azul pero se había vuelto negro después de mucho lavado. En la espalda, había un trozo donde le habían puesto un parche. Su cabello estaba peinado en dos moños pequeños. Vestía harapos pero parecía serena. Tenía una carita delicada y ovalada. Su piel era especialmente blanca. Sus cejas eran largas a la par con sus ojos de fénix que brillaban y estaban llenos de espíritu. Su nariz estaba bien estructura y su boca era muy pequeña. El color negro de su pelo iluminaba su figura, convirtiendo su vestimenta gastada en una encantadora visión. En comparación con las otras chicas del pueblo, sin duda, era la más bonita. Por lo que, cuando paseaba muchos ojos se perdían en ella.
Li Wei Yang llevaba ropa barata y no usaba maquillaje, pero su rostro seguía siendo tranquilo y sereno, como si no notase las miradas. Con la tina de madera en mano, se dirigió a la cuna del río.
¿Y pues, para qué sirve la belleza? Antes, ella también creía que su belleza era bastante excepcional, pero cuando volvió a la Capital y vio a Li Zhang Le, entendió lo que significaba “ser tan bonita como un hada”. En comparación con Zhang Le, su belleza era del montón.
Li Wei Yang paró en la cuna del río y se agachó. Con fuerza uso las palas de lavar y sacó la suciedad de la colada. Las palas de lavar golpeaban las prendas. El agua salpicó y se roció en sus ropas y cara, pero sin que eso le afectase, siguió concentrada en su tarea. No había ni pizca de resentimiento.
Las otras chicas que también estaban haciendo la colada la notaron. Se dieron un codazo entre ellas y la miraron por el borde de los ojos. Intercambiaron sonrisitas y susurros, chismeando como un puñado de pájaros.
-Mira, mira, la queridísima xiaojie[1]está haciendo la colada.
-¡Qué lástima! Mira lo que lleva puesto. No se puede ni comparar con nosotras.
-Ay, ¿no lo sabías? ¡Nació en febrero y se dice que es una maldición para su padre! Se dieron mucha prisa en echarla. ¡O sea, no tienen ninguna intención de volverla a ver!
-Oh, ¡es mejor ser pueblerinas como nosotras que la hija no deseada del Primer Ministro! ¡Si fuera yo, estaría enormemente enfadada!
-¡Exacto! ¡Aunque me lo dieran, no lo querría!
Todas y cada una de las palabras volaron hasta los oídos de Li Wei Yang.  Recordó que cuando era muy joven había albergado la esperanza y los sueños de volver algún día a la Capital para vivir una vida prometedora. Sin embargo, cada vez que se lo imaginaba, su autocompasión se intensificaba junto con sus otras penas y lamentos…
Las esquinas de sus labios se curvaron en una sonrisa. Antes de renacer, las palabras de la gente la habían hecho derramar miles de lágrimas, pero, en ese momento, se puso en pie y caminó hasta la meseta.
Esa tela era, en realidad, lo que la señora Liu usaba para sus calcetines. La enorme tela apestaba. Li Wei Yang levantó la tela y le dio con la pala. El agua sucia y apestosa voló hacia donde estaban las otras chicas que todavía inmersas en sus chismorreos no se habían dado cuenta.
Cuando acabó de lavar la ropa, Li Wei Yang cogió la tina y se levantó. Todo el mundo la miró extrañado, sintiendo que algo en ella era distinto. A pesar de lo que dijeron, había seguido tranquila y con apariencia serena, como si, como si un adulto estuviese viendo a un puñado de niños ignorantes juguetear.
Cuando regresó a la casa Zhou, el cielo brillaba. La señora Liu acababa de terminar de comer y estaba sentada en el porche toqueteándose los dientes con un bastoncillo. Al ver a Wei Yang frunció el ceño. Quería decir algo pero, por alguna razón, se lo tragó, se levantó y se fue para dentro.
La señora Ma se acercó y le dio a Wei Yang un bollo de pan. En voz baja dijo:
-Suegro ha vuelto.
¿Zhou Qing?
Li Wei Yang levantó las cejas mirando a la señora Ma.
La señora Ma se tensó. Li Wei Yang, esa niña era joven pero, en sus ojos… Había algo que no coincidía con su edad. Era madura y pétrea.
No era de extrañar que la señora Liu no le hubiese gritado ni regañado aquel día… En un instante, en la cara de Li Wei Yang apareció una sonrisa, como las flores de primavera. Le dijo gracias a la señora Ma, bajó la cabeza y se comió el pan. Tenía la garganta seca hasta el punto que le dolía, pero lo devoró felizmente.
Porque la oportunidad de oro de castigar a la señora Liu por fin había llegado.



[1]XiaoJie (小姐), significa: “señorita”.

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