Capítulo 45: Paseando por el pueblo

octubre 05, 2016

Caminaron por un camino estrecho por el medio del pueblo, dejando los talleres detrás de sí.
Al pasar por delante de las casas se podía apreciar cómo cada una de ellas tenía su pequeño jardín con huertos y cuna de flores.
-Tisroh tiene muchas flores, ¿no crees?
-¿Sí? Bueno, supongo que es porque las familias plantas flores de cierto tipo... También tienen que cambiarlas cada día.
-¿Cambiarlas?
-Las que están en la entrada son ofrendas a Korumozei, el Dios Naranja.
-Oh...-La joven miró en la distancia a los campos. Las pendientes que rodeaban el pueblo casi se habían convertido en campos de cultivo.
Esa escena, creada por una acumulación de piedras, era algo que jamás había visto hasta entonces.
-¿Campos? Parecen escaleras. Increíble.
-¿Sí?-Dale sonrió al ver cómo brillaban los ojos de Latina, llenos de curiosidad.
Lo otro que captó su atención a parte de los campos, eran los pequeños riachuelos que pasaban cerca de cada casa y campo.
En las partes de dentro del pueblo, el agua se atraía desde la montaña. Esa agua que se usaba para su vida diaria también era un símbolo de la abundancia de esas tierras. El pueblo no tenía el vigor de un país, pero estaba lleno del vigor del agua, algo necesario para sobrevivir.
En ocasiones, los villanos que pasaban por el lado de Dale paraban e intercambiaban algunas palabras. Siempre que ocurría, Latina se aferraba a su espada, como si estuviese nerviosa de estar con gente desconocida. Hasta esa acción suya era adorable.
Al final de su paseo habían llegado a la entrada del poblado que habían cruzado el día anterior.
-La única entrada a nuestro pueblo es a través de este túnel. Al menos, en papel.
También había otra ruta por la cual se tenían que cruzar montañas peligrosas. Sin embargo, ese camino lo controlaba el cabeza de familia de cada generación y sólo se usaba en caso de emergencia. Sólo unos pocos en el clan sabían de su existencia.
Cruzando al lado contrario de un enrome camino que continuaba  y que era la calle principal del pueblo, Dale se dirigió un poco hacía las montañas.
-Tienes que acordarte de este camino ya que es donde vive el maestro Cornelio.
-¿La escuela de Asfar?
-Ha abierto algo así en su casa así que supongo que podríamos decir que sí.
Se adentraron más por el camino con pendiente que a medio camino se convirtió en una escalera, y justo antes de cansarse de subir escaleras, llegaron delante de una casa.
Ese edificio se había convertido en la escuela provisional. Era bastante más grande que sus alrededores. Sin embargo, aparte de eso, no era muy distinta a las casas del pueblo. Hasta el anillo de flores de la puerta era idéntico.
-¿Una escuela?
-Es lo que tenemos.
Latina ladeó la cabeza pero Dale se adelantó hasta la puerta sin hacerle mucho caso. Latina se sorprendió al ver cómo Dale abría la puerta sin llamar.
-¿Está sensei...?
-¿Dale? ¿No pasa nada porque entres en casa de otra persona así?
A pesar de la pregunta de Latina, Dale sólo le contestó con un "ah", y prosiguió:
-Aunque en el pueblo las llamamos "casas", no tenemos nada para llamar a la puerta. Tampoco hay casas cerradas. Entrar y llamar a alguien es lo normal.
-Mmm... Es diferente que en Kroix, eh.
-Después de todo, aquí es donde he nacido. Me sorprendí cuando vi lo quisquillosos que eran en Kroix.
-Latina también estaba muy sorprendida cuando fue a Kroix por primera vez. ¡Había mucha gente!
Mientras conversaban de esta forma, alguien vino de fuera.
Una mujer castaña con el pelo atado asomó la cabeza, entrando silenciosamente. Después de confirmar que se trataba de Dale, abrió la boca:
-¡Oh, vaya! ¿Dale?
-Sí. Cuánto tiempo, Clarissa.
-¿Cuándo has vuelto?
-Ayer. ¿Está sensei?
-Sí, por favor, entra. También la adorable chiquilla a tu lado.
-Fua... Encantada de conocerla. Perdone las molestias.
Con apariencia de ser alguien que hacía las cosas a su ritmo, se trataba de una mujer unos pocos años más mayor que Dale. Sus ojos castaños oscuros, como si reflejasen su personalidad, sonrieron tranquilamente.
-¿Necesitas algo de mi padre?
-Me quedaré aquí un tiempo así que, Latina... Es sobre esta chica, estoy pensando en hacer que sensei le de clases.
-¿Oh, caray? ¿No me quieres a mí, sino a mi padre?
En comparación con Dale que se había quitado los zapatos y los había tirado de cualquier manera, Latina era bien educada, se había sentado antes de quitarse los zapatos y los había puesto en línea.
Mientras esperaban a que la chiquilla hiciera eso, Dale y Clarissa siguieron hablando.
-Después de todo no hay nadie como sensei en los templos de la ciudad.
-Eso es verdad. No te lo puedo negar.-Clarissa les hizo entrar mientras sonreía.- ¿Puedo llamarte "Latina"?
-Sí.
Latina que respondió a Clarissa, estaba, quizás, algo nerviosa intentando parecer formal y hacer uso de sus buenos modales.
-¿Has venido con Dale?
-Sí. Latina vive con Dale en Kroix.
-Oh, vaya. Dale, ¿dónde has encontrado a una chiquilla tan adorable como ella?
-No puedo negar que Latina es adorable.-Contestó Dale completamente serio, pero Clarissa no dejó su sonrisa desenfadada.
-Sí que lo es, sí.
-Verdad.
En frente de donde Clarissa les estaba llevando, había algo así como una biblioteca con muchas estanterías alineadas rebosantes de una vasta reserva de libros.
Latina miró el interior de la habitación con asombro.
Dejando atrás las estanterías, apareció una enorme ventana. Delante de esta, un escritorio gigantesco que nada tenía que envidiar a la medida de la ventana, estaba ahí colocado. Encima de la mesa, a diferencia de las estanterías que estaban meticulosamente ordenadas y limpias, los documentos y los libros estaban amontonados, manteniéndose en equilibrio. Y dentro de todo eso, como si le hubieran enterrado vivo, había un anciano trabajando.
-Profesor Cornelio.
Cuando Dale le llamo, pareció como si hubiese notado su presencia por primera vez. El anciano de cabello canoso, detrás de esas gafas, tenía unos ojos parecidos a los de Clarissa. Su rostro, lleno de arrugas, cambió a una expresión de sorpresa.
-Oh, qué vista tan inusual.
-Cuánto tiempo.
La persona a quien Dale saludó agachando la cabeza con formalidad era Cornelio Cacache. El único sacerdote de Asfar que vivía en el pueblo.
-He oído que trabajas en la ciudad.-Dijo Cornelio sonriendo con amabilidad.
Latina se sentó cómodamente al lado de Dale que se sentó de un golpe seco.
-Es bastante impresionante que seas capaz de saber esas cosas estando en este pueblo.
-Después de todo, todo lo que tengo son conexiones.
Latina estaba nerviosa incluso cuando ambos chismoseaban sobre la Capital y la ciudad. Lo que acabó con eso fue Clarissa trayendo té y pastelitos.
-Fua...
Latina cogió aire con admiración sin darse cuenta de ello cuando vio los pastelitos, antes de darse cuenta, había olvidado las formas.
Volviendo en sí, miró a su alrededor y vio a todo el mundo mirándola agradablemente. La niña bajo la mirada avergonzada. Esa acción suya calmó a los adultos.
-Es adorable, ¿a que sí? Sería tan maravilloso si los niños de este pueblo fueran tan obedientes como ella...-Dijo Clarissa mientras preparaba el té y movía el recipiente del azúcar que había capturado el corazón de Latina instantáneamente.
-Fuaa.... El azúcar tiene flores... Qué monada...
"Este tipo de Latina es adorable"
Tal y como era de esperarse, parecía que hasta Dale tenía suficiente amor propio como para no murmurar eso delante de su maestro.
-¿Cómo lo hacéis? ¿Lo puedes hacer?
-Oh, vaya. ¿Qué te parece si te enseño a hacerlo a la próxima? ¿Tienes tiempo?-Mientras decía eso, Clarissa dejó caer el azúcar en el té y las decoraciones florales flotaron en la superficie del té. Hecho que capturó todavía más el corazón de Latina. Mirando juego de té, las mejillas de la muchacha se ruborizaron con alegría.
Con la taza cerca de su pecho susurró:
-Gua... Qué... Adorable...
-Latina es monísima...
En este momento, el amor propio de Dale se hizo añicos. 

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