Capítulo 3:

enero 03, 2017


Aquel día, el viento soplaba fuerte. Sentado en el carro tirado por personas que se había parado delante de la casa de té, Misao escuchó como la cubierta silbaba por la brisa. Bajó la vista a sus pies, a los calcetines que los cubrían y a las sandalias que llevaba, preguntándose si todo aquello era real. No lo parecía. Y a pesar de que Misao estaba convencido de que era un sueño, se había preparado mucho para soñarlo.
Parecía que había sido mucho tiempo atrás cuando Gikuyo le había despertado en la cama. Al parecer, Masaomi había hablado con ella. Se había quedado a pasar la noche y a la mañana siguiente había discutido con ella el tema de la salida de Misao. Cuando Misao se enteró, Masaomi ya le estaba esperando en su habitación con un kimono formal de hombre.
-Dale esto al portero.
Misao escuchó la voz de Gikuyo mientras hablaba con Masaomi, y miró a la parte delantera de la casa de té por un agujerito de la capucha del carro culi. Estaban el uno delante del otro bajo los aleros que les protegían del viento. Masaomi se metió algo en el bolsillo. Seguramente se trataba de algún tipo de documento de la casa de té que tenía que mostrar para que le permitieran la salida al exterior de la puerta a Misao. Sin ello, no podría marcharse.
El dueño todavía estaba en la cama. Misao podía imaginarse el pánico que le entraría al despertar y enterarse que Misao no estaba, y le preocupaba un poco Gikuyo, que le había dado permiso sin consultarlo con el dueño.
Gikuyo miró hacia Misao, como si hubiese sentido su mirada aprensiva, y fue hacia él. Se subió al campo de pie del carro y se inclinó hacia delante, levantando el mentón de Misao con su dedo índice.
-¿Vas a intentar impresionar gente con esa cara enamoradiza, facilona y flácida?
Gikuyo resopló ruidosamente. Misao simplemente la miró fijamente. Su naturaleza imperiosa, por un momento, le hizo olvidarse de todo lo demás. Gradualmente, los ojos de Misao se estiraron. Liberó su barbilla dl dedo de Gikuyo irritado. En ese mismo instante, su preocupación por ella se desvaneció. Esa mujer no necesitaba que nadie se preocupara por su bienestar. Gikuyo le miró con sarcasmo, entonces, acercó su cara a la de él y le susurró al oído, tan cerca que él podía sentir sus labios.
-Todo va según el plan.
Las cejas de Misao se juntaron con duda y Gikuyo le guiñó el ojo, entonces, se apartó del carro. Masaomi se puso a su lado y conversaron brevemente.
-Gracias por esperar.
Masaomi se subió al lado de Misao, sus hombros presionaron los de él. Levantó la mano para taparse la boca, como si le fuera a contar un secreto a Misao.
-Da bastante miedo.
-Es una bruja.-Afirmó Misao categóricamente, aún enojado por su intercambio anterior. Pero se interrumpió al echar un vistazo a su lado, viendo que su compañero le estaba mirando directamente. Se miraron a mutua e incómodamente durante un momento. De repente, Masaomi empezó a reír.
-Perdona.
Misao se disculpó en voz baja, pero Masaomi bajó la cabeza y se rodeó el estómago con los brazos, incapaz de seguir conteniéndose, temblando con carcajadas silenciosas. Seguramente se reía del hecho de que en un abrir y cerrar de ojos, Misao había hablado tan mal de alguien y de repente, el gato se le había comido la lengua, disculpándose con tanta modestia.
-Tampoco hace falta que te rías tanto.-se quejó, pero por fin, sintió que todo aquello era real.
El carro rodó por la calle principal del distrito del placer a paso ligero.
-No me lo puedo creer.
Misao miró abajo, a la mano de Masaomi, que cubría la suya y puso su otra mano encima.
-Jamás me habría imaginado que se me concedería mi deseo tan rápido.
Alzó la vista y se medio giró hacia Masaomi cuya tierna cara, que a Misao le recordaba la luz del sol, le devolvía la mirada.
-Dicen que hay que aprovechar el día.-respondió cómicamente. Entonces, Masaomi volvió a mirar hacia adelante, al horizonte, como si dijera, además…
-No me quedaré mucho tiempo más.
-¿Qué?-Los ojos de Misao se abrieron de golpe mirando el rostro de Masaomi.- ¿Vuelves a Tokio? –preguntó aturdido.
Masaomi inclinó la cabeza para mirar a Misao y con los ojos le dijo:
-Sí.
-¿Cuándo…?
Su voz era tosca.
-La semana que viene como muy tarde.
No había duda en su voz, y Misao sabía que se había decidido. Sintió un pozo de desesperación abriéndose en su corazón. No entendía por qué se sentía tan desolado por la partida de ese hombro que había conocido dos días antes.
-Ya veo.
Misao bajó la vista durante un rato, y se dejó caer sobre el asiento con el corazón pesado. Sabía que su cara era un libro abierto. Masaomi le miraba pensativo, pero Misao no deseaba hablar. Ni siquiera sabía qué decir.
El movimiento del carro movía su cuerpo de un lado al otro, y entonces, de repente, se detuvo. Misao alzó la vista al percatarse de que el conductor había detenido el carro. La puerta occidental surcaba el cielo. Su corazón se quedó quieto y estiró el cuello para poder ver. Un fino sudor le cubrió las palmas de las manos. Un guardia corrió al carro y echó una ojeada bajo la capucha. Misao jadeó, reconociendo la escabrosa cara del hombre.
-¿Misao? ¿El de la Oumi sale?-Preguntó, achinando los ojos con sospecha.
Misao sintió que le iba a coger del brazo y le iba a arrastrar de vuelta a la casa de té. Mirando al hombre rígidamente, se agarró a ciegas a la chaqueta de Masaomi. Masaomi descansó su mano sobre la de Misao.
-Tome.
Se sacó la documentación del bolsillo y se la pasó al guardia. El hombro se tomó su tiempo en leerlo y en verificar su autenticidad. El delgado papel crujió por el viento.
-Parece bueno.
El guardia asintió y se metió el papel en el bolsillo, sonriendo a Masaomi lascivamente.
-Tenga cuidado, señor. Este intentó huir varias veces cuando era niño. Ya no camina tan bien.
Masaomi continuó con la vista al frente, sin responder, y le ordenó al conductor que siguiera. Misao pudo ver como dejaban atrás la puerta por la ventana de la capucha. Había un límite has donde podía ver por la ventana. Se giró a mirar, irresistiblemente atraído por la imagen, pero la capucha se metió en medio, aumentando su impaciencia. Misao le gritó al conductor, incapaz de contentenerse.
-¡Alto!
Saltó del carro mientras este se paraba. Su chaqueta le perseguía, su pelo revoloteaba hacia la misma dirección, Misao miró la gigantesca puerta, muy adentro de la cual se encontraba la calle en la que había crecido.
Masaomi se acercó por detrás de Misao mientras él se quedaba ahí, fijo.
-Jamás haría nada que le causase problemas, señor Towa.-Misao giró la cara en el viento para mirar a Masaomi.-Jamás.-Juró con gran convicción, pero Masaomi continuó mirándole y sacudió la cabeza mirándole con intensidad.
-No me preocupa eso. Mira, te estás despeinando. Vamos al carro.
Pasó su brazo alrededor de Misao y Misao se apoyó en él mientras caminaban al carro en el poderoso viento. Era como un nido cubierto con la capucha.
-¿Estás bien?-Preguntó entre susurros Masaomi. Misao asintió, dejando caer la cabeza.
El carro empezó a moverse otra vez con lentitud.
-Era una indiscreción infantil. No sabía qué hacer iba a hacer ni a dónde iba a ir al pasar la puerta.-Su corazón estaba recordando el pasado. Masaomi miro hacia adelante, con los ojos ligeramente bajados. Le escuchó en silencio absoluto, pero Misao sabía que le estaba prestando atención.-Una vez cruzada la puerta quería ir al mar, pero ni siquiera sabía dónde estaba el mar.
Ahora que lo decía, se dio cuenta de lo atolondrado que había sido y sonrió para sí.
-¿Por qué el mar?-Masaomi le miró.
-No estoy seguro.-Misao giró la cabeza, aun sonriendo. No había pensado en ello desde hacía tiempo.- Supongo que pensaba que cuando la gente se iba de viaje, iba al mar.
-Al mar…-Murmuró Masaomi, volviéndose hacia la ventana.-Con este temporal, las olas serán bravas.
-¿Sí?-Respondió vagamente Misao, no muy seguro de estar de acuerdo con él. Masaomi le miró. Misao forzó una sonrisa.-Todo lo que he hecho siempre ha sido imaginármelo. Nunca lo he visto.
-¿Te gustaría?
Misao estaba confundido ante tal sugerencia casual.
-¿Ir al mar?
-Sí.
-Pero se supone que vamos a Dotonbori…-Misao empezó a poner excusas confusas, y entonces, cambió.- ¿Podemos?-El corazón de Misao revoloteó. Masaomi asintió con fluidez.
-Encontraremos un carruaje en Dontobori. Aunque tardaremos unas cuantas horas en llegar. No pasa nada, ¿no?
Misao asintió, con el rostro tenso.

El carruaje se detuvo en la sombra de una pineda. Misao miró el suelo arenoso que llegaba hasta las grises aguas del mar desde su asiento.
-¿Te vas a quedar ahí?-Preguntó Masaomi en secreto, pero Misao no respondió. Estaba perfectamente quieto, remachado por las vistas espectaculares al otro lado del cristal. Era incapaz de moverse.
Sus manos se hicieron puños inconscientemente en sus rodillas y tembló como si hubiese visto algo terrorífico.
-El mar de verdad… No es azul, ¿no?-murmuró Misao con voz aflautada.
-Sí.-Le respondió Masaomi llegando al cerrojo de la ventana.- Es porque no parece que vaya a hacer buen tiempo. El color del océano cambia con el tiempo. Cuando el cielo es claro, el mar brilla.
La ventana se abrió con un ruido. El aire entró con un fuerte aroma salado que Misao no había olido jamás, y con el lamento del océano.
Las sensaciones asaltaron todos sus sentidos y los ojos de Misao se abrieron como platos. Se levantó.
-¿Misao?
La prudente voz pasó por los oídos de Misao sin que la escucharan. Salió del carro. Camino inestablemente como si algo le estuviese controlando. Al caminar hacia la arena, se le movieron los ojos y el rostro le tembló mientras miraba todo lo que le rodeaba.
Un enorme pino gimió ante la brisa marina. El cielo estaba tan oscuro que era difícil creer que todavía fuera por la tarde. Se quedó de pie en la arena. Sin molestarse en aguantarse el pelo mientras el viento hacía que se moviera, Misao miró la escena ante él maravillado. El color muerto del cielo se reflejaba en el romper de las olas. Misao observó su terrorifíco poder. No paraba.
¿Así de grande y abierto era el mundo? Todo lo que había intentado no ver, todo en lo que había intentado no pensar llamó a la puerta de su mente y le llenó como aguas estancadas.
Gradualmente, esas exquisitas emociones se amontonaron en las esquinas de los ojos y se deslizaron por la mejilla, cayendo por su rostro. Se tocó con dedos inquietos y sintió la fría humedad de su piel. Sus labios entreabiertos temblaron al tragarse un jadeo. Su rostro se torció y sus lágrimas salieron despedidas. Se secó las mejillas y cayó de rodillas sobre la arena.
No estaba triste.
Sólo era miserable.
Tras excoriaciar su pequeño mundo durante tanto tiempo, por fin era consciente de lo insignificante que era. En su garganta tenía atrapado un grito. Sus hombros se sacudieron en silencio hasta que una mano gentil los tocó, ahuyentando las nubes negras una y otra vez.
No tenía control sobre sí mismo, como un niño montando una pataleta.
Lo rechazó todo y cerró los oídos al mundo. Se desgarró las orejas con manos cohibidas. Se doblegó resistiéndose, pero la fuerza que le sujetaba ambas muñecas se negó a aflojarse y Misao levantó el rostro lleno de lágrimas. Allí vio a Masaomi, con la cara torcida por el dolor. Un instante después, el cuerpo de Misao estaba fuertemente retenido contra el suyo, entre sus brazos.


-No pasa nada.
El sonido de la voz de Masaomi tan cerca de él y la calidez de sus brazos liberaron el grito que había estado atrapado en la garganta de Misao.
-No pasa nada.
Repitió como un hechizo, una y otra vez, mientras Misao sollozaba contra su pecho.

Misao se apoyó contra el pecho de Masaomi, permitiendo que el ritmo irregular del carruaje moviese su cuerpo. De vez en cuando, sus hombros se movían como recordando sus sollozos, pero se le habían acabado las lágrimas. Su mejilla derecha estaba caliente, al igual que su hombro derecho y la parte de arriba de su brazo izquierdo. Sólo las partes que tenía apoyadas en el cuerpo de Masaomi conseguían su calor. Misao no sabía qué hacer. Se sentía desolado, como si lo hubieran arrojado a un lugar desconocido y vacío, temía estar solo. El pecho de Masaomi se movió bajo su mejilla; él levantó la cabeza de Misao, acariciándola con dulzura, mientras le aguantaba los hombros con la otra mano.
Misao sintió celos de la persona que pudiera tener todo eso para ella. ¿Por qué no podía ser él?
-Es como una persona.-Murmuró Masaomi. Su voz se mezcló con el suave sonido de la lluvia.-El mar puede cambiar de humor en un instante. A la próxima, te llevaré a verlo cuando esté de mejor humor.
Misao parpadeó lentamente contra el pecho de Masaomi mientras este se lo ofrecía, entonces, con prudencia, le miró. Sus ojos se encontraron con la tierna y pálida mirada de Masaomi.
-¿A la próxima?-Preguntó Misao como en un sueño.
Masaomi sonrió e inclinó su cabeza para asentir. Apartó muchos cabellos del pelo de Misao de los caminos de los restos de las lágrimas de las mejillas de Misao.
-Has liberado algo que te has estado guardando dentro.
Sus labios ansiosos se acercaron y besaron las esquinas de los ojos de Misao con suavidad. La sombra del rostro de Masaomi oscureció la mitad de la cara de Misao, incluidos sus ojos abiertos. Sintió al hombre expirar y Misao bajó sus pestañas temblorosas. ¿De dónde venía ese sentimiento? ¿Y cuándo? Cuando los labios de Masaomi se apartaron, por desgracia, de su piel, Misao enterró la cara en el pecho del hombre y envolvió sus brazos a su alrededor. Mientras Masaomi sujetaba la parte superior del cuerpo de Misao entre sus brazos, de repente, una convicción apasionada recorrió el cuerpo de Misao.
Quería quedarse con él.
Eso quería, lo quería más que nada en el mundo.
Había ventanas a cada lado, y en cada una de ellas, resbalaban innumerables gotas de lluvia, dibujando líneas de agua tras ellas. Misao no podía saber dónde estaba el carruaje, pero se imaginaba que estaba volviendo a la casa de té Oumi.
No quería regresar.
Quería quedarse con ese hombre un poco más.
Quería quedarse con él.
Las herraduras del caballo golpeaban los charcos de agua de lluvia y el carruaje tuvo que detenerse abruptamente.
Misao se apartó un poco de los brazos de Masaomi. Miró por la ventana con tristeza, imaginando que se habían parado delante de la puerta occidental. La ventana estaba nublada por la lluvia pero Misao distinguió una posada occidental de alto estatus de ladrillo blanco.
-Este es mi hotel.-Le dijo Masaomi.
-¿Qué?
Antes de que las palabras salieran de su boca, un hombre en chubasquero abrió la puerta del carro desde fuera e hizo una reverencia con respeto. Sostenía un gran paraguas sobre la puerta del carruaje. Le pasó el paraguas a Masaomi mientras bajaba y entonces, Masaomi fue a por Misao. Misao posó los dedos en la palma del hombre conforme descendía del carro. Masaomi, rápidamente, pasó el brazo por el hombro de Misao y le acercó para protegerle de la lluvia.
-Bienvenido, señor Towa. ¿Lleva equipaje?
La voz del hombre era culta. Misao vio que debajo del chubasquero llevaba un sombrero y supuso, lentamente, que se trataba del portero del hotel.
-No, gracias.
Masaomi sacudió la mano del hombre, y entonces, volvió a poner a Misao bajo su brazo. Misao se comportó tan dócil como le fue posible para no avergonzarle, y siguió el liderazgo de Masaomi. Al lado de la puerta había otro portero cuyo trabajo consistía en saludar a los clientes. Abrió las pesadas puertas a un tiempo perfecto.
Había una maravillosa alfombra borgoña. La recepción tenía un vestíbulo a triple altura en medio del edificio. Masaomi cogió la llave de su habitación del mostrador y se volvió hacia las escaleras. Por las escaleras habían echadas alfombras persas y las paredes estaban decoradas con molduras en forma de flores enormes.
Masaomi le guió a una habitación de la segunda planta. El papel de la pared tenía un diseño moderno y la habitación tenía un ambiente tranquilo, como el de un estudio privado, pero todo era occidental. Para Misao, que había crecido en un lugar tan tradicional, todo le parecía de otra época, no había nada que encontrase familiar y cómodo. Era como si hubiese entrado a otro mundo.
-Perdona si esto es muy directo.
Masaomi entró a la habitación después de Misao y cerró la puerta detrás de él mientras hablaba. Misao le miró mientras apoyaba la mano en su espalda, y Masaomi bajó la vista hacia él con una sonrisa endeble.
-Pero tampoco puedes volver con la cara hecha un desastre de tanto llorar.
-¿Qué?
-Siéntate.
Deslizó la mano por la espalda de Misao y le señaló el sofá que estaba en medio de la habitación. Masaomi caminó hacia el escritorio de la parte de atrás de la habitación, donde había un teléfono. Lo cogió y marcó el número de la operadora. Misao sabía que era el número de la casa de té Oumi.
-Hola, soy Towa. ¿Podría hablar con el jefe, por favor? Gracias.
Se quedó ahí de pie en el teléfono muchos minutos, entonces, por fin pareció establecer contacto. Le dijo su nombre a Gikuyo y le agradeció el haberle dado permiso a Misao para salir.
-Me temo que debo añadir una petición excepcional. Me gustaría que Misao se quedase aquí conmigo esta noche.
El cerebro de Misao no reaccionó de inmediato y parpadeó dos veces, antes de que sus ojos se abrieran como platos y se quedase sin respiración.
Inmediatamente, caminó hasta el sofá. Se cogió a la parte trasera y miró cómo progresaba la conversación. Una reflexión tranquila sobre las cosas le habría dicho que pasar la noche fuera del burdel estaba prohibido, pero aun así, no pudo evitar rezar por que se le permitiera.
-¿Misao? Sí, está aquí.-Masaomi miró a Misao que se apresuró.-Claro, un momento, por favor.
Msaomi miró a Misao y asintió, entonces, le pasó el teléfono.
-¿Hola?
-¿Te está obligando a hacer esto?-Preguntó Gikuyo urgentemente, asustada, pero Misao lo negó sin dudar.-No, estoy bien.
-Eso es bueno. ¿Puedes volverme a pasar al señor Towa?-Gikuyo parecía aliviada.
Misao estaba sorprendido por lo rápido que había acabado la interrogación y miró a Masaomi interrogante.
-¿Quiere… que me las pases?
Le devolvió el teléfono a Masaomi. Justo entonces, se vio una luz cegadora por el pequeño espacio entre las cortinas carmesí que cubrían la ventana. Unos segundos más tarde, se escuchó un trueno.
-Sí, por supuesto. Asumiré toda la responsabilidad.
Misao se distrajo con otra ronda de rayos, pero se sorprendió al escuchar la voz de Masaomi resolver el problema. El espacio entre el sueño y la realidad volvió.
Masaomi colgó.
Miró a Misao apaciblemente, y la respiración de Misao se quedó atrapada en la garganta de Misao con incredulidad.
-Tengo hasta que abran mañana para llevarte de vuelta.
-¿Hasta mañana por la noche?-Gritó Misao, más de sorpresa que de gusto.-Pensaba que a lo mejor por la tarde, ¿pero por la noche? ¿De verdad?
-Sí.-Respondió Masaomi con tranquilidad moderando el desconcierto de Misao. Se desató la cuerda que mantenía cerrada su chaqueta y la dejó sobre el respaldo del sofá. Entonces, se giró para mirar a Misao como si nada.
-¿Tienes hambre?
Misao no podía enfrentarse a semejante cambio de los acontecimientos tan fácilmente. Sólo consiguió responder a la pregunta de Masaomi con una apariencia confusa.
-Ahora que lo pienso no hemos comido nada desde esta mañana. ¿Voy a por algo del restaurante de abajo o hago que lo suban?-Masaomi sugirió una cosa tras la otra, y Misao sintió que había visto su verdadero yo. Así es como él era, viviendo su vida fuera. No era sorprendente que tuviese tantos problemas moviéndose por las aguas estancadas del burdel.
De nuevo, volvió a sentir lo buena persona que era.
-¿Qué quieres hacer?-Misao miró en la distancia en silencio y Masaomi le sonrió.
Antes de entregarle todo el control a Masaomi y dejarle decidir qué hacer, había una cosa que le había estado molestando que Misao quería solucionar.
-Antes de nada, me gustaría saber – empezó Misao, pensando que era una buena forma de descubrir si sus miedos eran infundados o no.- ¿si  me podría lavar la cara?
Misao se sentó contra la pica y bajó la cabeza. El agua corrió por el grifo a trompicones, aparentemente, no funcionaba bien.
-¿Misao?
Escuchó a Masaomi llamarle desde el otro lado de la puerta. Misao le había pedido lavarse la cara y por eso, había entrado al baño conectado a la habitación de Masaomi. Había estado ahí metido unos veinte minutos. Cuando no respondió, Masaomi dijo:
-Voy a entrar.-Y abrió la puerta.
-¿Qué pasa?
Descansó las manos encima de los hombros de Misao y se agacho para mirar a Misao a los ojos, pero Misao se giró rápidamente.
-No me mires, por favor.-Habló tersamente, con la cara totalmente echada a un lado. Rechazaba a Masaomi, y por tanto, se rechazaba a sí mismo.
Masaomi había dicho que irían a su habitación para que pudiese lavarse la cara – y había estado en lo cierto. Cuando Misao se vio a sí mismo reflejado en el espejo, vio lo horrible que estaba con los ojos rojos e hinchados. Cuando pensó en cómo se había expuesto, simplemente no podía mirar más a Masaomi. El hecho de que le había enseñado esa vergüenza a Masaomi lo hacía todo peor.
-Estoy… lamentable, no puedo…-Lucho por hablar como si le faltase el aire.-Es humillante.-Se las apañó para decir.
-No seas tonto.-Murmuró Masaomi, dolorido. Se sentó enfrente de Misao. Le puso una mano en la mejilla con dulzura.- Ahora mismo te encuentro bastante atractivo. Necesitas a alguien que te cuide, que te proteja… Es muy seductivo.-Confesó Masaomi apasionadamente.
Pero a Misao le parecía que había usado sus gimoteos desvergonzados para sonsacar la amabilidad de Masaomi.
Eso era todo.
Masaomi era la persona más amable que conocía Misao. Si veía a alguien en problemas, no podía resistirse a ayudar. Masaomi parecía que esperaba pacientemente, pero por fin, suspiró con resignación y apartó la mano de la mejilla de Misao de mala gana.
-Te prepararé una habitación separada para ti, puedes pasar la noche ahí. También haré que te traigan comida.
Masaomi intentó levantarse pero Misao le cogió la muñeca sin pensar. Se encontró con los ojos sorprendidos de Masaomi y cuando alzó la vista, lo supo. Bajo la mirada otra vez con torpeza y sacudió la cabeza. Era normal que Masaomi se cansase de su egoísmo, pero Misao no quería pasar la noche en una habitación separada. Era inútil. Aquel día sería su única oportunidad.
Masaomi se sentó otra vez y cubrió las manos de Misao con la que tenía libre. Entonces, habló con mucha suavidad.
-Misao, no quiero herir tus sentimientos. Mira: la cama es lo suficientemente grande, pero sólo hay una. Llevo pensando toda la noche que tendría que prepararte una habitación para ti. Por supuesto, si no te importa comeremos juntos, pero eso es por mi propio egoísmo, no tienes por qué hacerlo. No quiero que te sientas mal.
Su sugerencia desbordaba consideración, pero sólo consiguió que Misao se hundiese más.
-Juntos.-rogó con los ojos cerrados.-Quiero que estemos juntos hasta mañana.
Eso sería suficiente. Sólo quería estar a su lado.
-Muy bien.-Masaomi asintió, sus palabras se escaparon como un suspiro. Misao sintió una presión tierna en la punta de los dedos.- Nos quedaremos juntos.-Susurró Masaomi besando los dedos de Misao.
Un temblor dulce se adueñó del cuerpo de Misao. Mientras intentaba contenerlo, murmuró:
-Pero… No me mires tanto, por favor.
Añadió esa petición egoísta y notó la risita de Masaomi.
-Iremos a por un poco de hielo para calmarte la piel. No te preocupes. Mañana volverás a estar hermoso.
Después de eso, ambos cenaron juntos. No hablaron mucho durante la comida, pero esa era la costumbre de Masaomi; durante el té de después de comer, se animó y ocasionalmente se reía. Misao se regocijo en la franqueza desconocido de aquel día y, con el tiempo, se olvidó por completo de su cara. Aun así, se puso una ropa más fina y se presionó la bolsa de hielo contra los párpados. Pero en esos momentos ya se había vuelto una broma de la que se podía reír.
Masaomi lo había conseguido para él.
Sintió como el hielo se volvía agua fría. Misao se tumbó en la cama solo, enterrado bajo el edredón. La lluvia continuó cayendo fuera de la ventana. Misao estaba pensando en la historia que Masaomi le había contado después de cenar sobre un barco enorme. Misao jamás había visto una imagen de ninguno, y mucho menos de un barco de verdad. Le contó a Masaomi que eso le había dado ganas de montarse en uno, y Masaomi asintió, diciendo que algún día lo haría. Misao se pensó, con tristeza, que aunque pudiese subirse a un barco como ese, Masaomi no estaría con él. Se quitó la bolsa de hielo. Masaomi acababa de salir del baño y llevaba un fino atuendo de verano. Se sentó en el borde de la cama. Misao se sentó, y Masaomi se torció para mirarle. Acercó su cara. Misao se sorprendió al verle con el pelo mojado.
-Ha vuelto.-Murmuró Masaomi, con los ojos brillando, acariciando el ojo de Misao con la parte posterior de la mano.-Tan hermoso como siempre.
Misao apartó la vista, tragando saliva.  Masaomi se apartó y cogió de encima de la almohada unas ropas dobladas. Se las tendió a Misao. Misao las cogió aturdido y se levantó de la cama. Fue al baño, que estaba lleno de vapor. Limpió el espejo con una mano y revisó su propia cara. ¿Qué clase de expresión tenía? Era vaga y soñadora, pero Masaomi le había llamado: “hermoso”. Esta podría tratarse de la primera vez que se alegraba de que le hicieran un cumplido. Su mano tembló contra el espejo. Un deseo le recorrió el cuerpo. Se lavó a consciencia, y antes de marcharse del baño, se volvió a mirar y cogió aire.
Abrió la puerta. Sus dedos estaban tensos.
-¿Kobe? Eso es mucho antes de lo que habíamos dicho. Increíble.
Masaomi estaba en el escritorio, sentado con las piernas cruzadas descansando los codos en el escritorio mientras hablaba por teléfono. Estaba casi completamente de espaldas a Misao, por lo que no parecía haber notado que él había salido ya del baño.
-¿Conseguís sobrevivir sin mí?-Bromeó Masaomi con la persona al otro lado de la línea. Hablaba más informalmente que nunca. Masaomi estalló en carcajadas.-Hey, no te puedes reír. No, has sido de gran ayuda, gracias. Creo que forzar las cosas sería malo.
El primer intercambio de palabras había sido alegre y el segundo más suave. Hubo un breve silencio.  Misao había perdido totalmente su oportunidad de hablar. Ahora, parecería que estaba escuchando a hurtadillas y no le gustaba eso. Se sintió muy incómodo, quería huir de la habitación.
-No he hecho ningún progreso.-Continuó por teléfono con tranquilidad Masaomi. Se cambió de oreja el teléfono.-No, sólo he sido torpe, y…
Masaomi pareció notar algo detrás de él y giró la cabeza en mitad de la conversión. Misao levantó la cabeza ligeramente y le miró arrepentido.
-Perdona, tengo que irme.
Sonriendo por la cara avergonzada de misao, Masaomi se explicó a la persona con la que hablaba rápidamente. Se levantó y se giró hacia el escritorio.
-Pasaré a saludar por Kobe antes de ir a Tokio. Haz la oferta antes de que llegue. Sí, gracias. Vale, adiós.
Masaomi colgó, entones, inspiró como si cambiase motores, y se volvió a Misao arrepentido.
-Perdona, no te he notado.
-No, es culpa mía.-Misao sacudió la cabeza incómodo.
-Estaba hablando con mi hermano pequeño. Le he dejado al mando.
Masaomi se alejó del escritorio mientras lo explicaba. Se movió a la cama y se sentó. Dejó la mano izquierda sobre la cama, haciendo señas a su lado, y miró a Misao con una sonrisa.
-Ven, te secaré el pelo.
El corazón de Misao latió. Asintió suavemente, y entonces, fue a su lado. Se sentó en silencio donde le hombre le había indicado. Su garganta estaba más cerrada que un nudo. Masaomi cogió la toalla que Misao llevaba alrededor de los hombros y envolvió su pelo mojado.
-Tienes un pelo precioso.-Murmuró Masaomi, mientras lo secaba. Su voz cosquilleó la oreja de Misao.-Es muy liso y manejable.
La mente de Misao estaba en blanco, buscando por alguna respuesta para esas palabras tan amables. Al final, terminó no contestando.
Si Katsuragi le llegase a ver así, estallaría en carcajadas, incrédulo. Diría que Misao pretendía ser el señor del amor, pero que en realidad era su esclavo.
A pesar del hecho de haber nacido y crecido en un burdel, Misao escondía pureza dentro de él, y Katsuragi lo había visto. Por eso siempre le parecía que la bravata de Misao era tan graciosa.
La toalla le cayó del pelo. Masaomi le tocó la oreja a Misao quien cerró los ojos al sentir los dedos de Masaomi acariciándole la piel. Siempre había creído que una mirada apasionada sin control era algo sucio. Pero ahora…
Alzó los ojos temblorosos y se giró para mirar a Masaomi.
Observó a Masaomi ansioso, y él le devolvió la mirada con cierto desconcierto. No importa si era una mentira. Sólo quería estar con ese hombre una vez. Abrió los labios un poco.
-¿Nos vamos a la cama?
Apenas podía hablar: el avance de Misao no era más que un montón de jadeos. Los ojos de Masaomi se abrieron como platos. Su cabeza se movió torpemente, cogiendo la mano que descansaba sobre su rodilla y llevándosela a la boca. El hombre a su lado dejó escapar un profundo suspiro. Su corazón se enfrío y Misao se aferró a la ropa que envolvía sus rodillas.
-Por favor, no me mires así y digas esas cosas.-Dijo Masaomi, obviamente perplejo, mirando de soslayo a Misao con tristeza.-No soy tan fuerte. No creo que mi razón pueda ganar.
Misao alzó las cejas. ¿Cómo se suponía que debía tomarse unas palabras tan duras? Parecía que Masaomi estaba totalmente indispuesto, pero quería rechazarle con educación.
-Debe ser difícil para ti tener que escuchar esto tan a menudo.-Misao estaba confundido. Masaomi le cogió la mano y se giró para mirarle.- Misao, creo que me gustas de verdad, así que no quiero pagar por tener sexo contigo.
Misao tardó muchos segundos en comprender lo qué Masaomi le estaba diciendo. Sus labios temblaron, abriéndose y cerrándose muchas veces.
-¿Crees que yo quiero…?-La voz de Misao se endureció y sus ojos se abrieron con enfado.
Masaomi le miró sorprendido. En cuanto Misao lo vio, recordó que jamás había corregido el malentendido de la noche anterior. La vergüenza coloreó su cuello y su corazón se rompió. Masaomi pensó que Misao era una prostituta hombre. Cuando se dio cuenta de que Masaomi le llevaba mirando así todo el día, Misao no pudo soportarlo.
-Te equivocas.-Frunció el ceño, dolorido, y sacudió la cabeza como rogándole.-No vendo mi cuerpo.-Declaró.
La cara de Masaomi se endureció mientras le miraba y unos segundos más tarde, se disculpó.
-Perdona. De alguna manera te he malentendido horriblemente.
-¿Qué quieres decir?
Misao inclinó la cabeza sin entender nada y Masaomi le respondió con una risa dura.
-Ahora sí que la he liado.-Suspiró, mirando al techo.-Pero no, me alegro.
Sus ojos se achinaron con una sonrisa suave y de algún modo, parecía estar aliviado. Pero Misao sólo podía observarle, sin entender nada.
-Pero tú…-Masaomi empezó a decir algo, pero al parecer le costaba seguir. Se giró hacia Misao.- Estoy seguro de que mucha gente te ha dicho que estás por debajo de ellos.-Masaomi le mostró una expresión complicada. Misao le miró vagamente durante un momento largo y entonces, bajó la vista.
-Al principio todo el mundo es amable.-Habló en susurros sin emoción, con los ojos fijos, sin ver nada, en la alfombra. Parpadeó lentamente y se maldijo a sí mismo. –Pero a cambio de su ayuda, se quitan los kimonos y se desnudan delante de mí. Al final, sólo me quieren bajo llave en algún sitio y en comparación con las chicas que venden su cuerpo, mi deuda debe ser barata.
-Pero te negaste.
-Por supuesto.-Misao dijo con énfasis.-Pasarme el resto de mi vida con un hombre que no amo es una tortura peor que quedarme en el burdel.-Misao escupió esas palabras y Masaomi le observó con cautela.
Y entonces, susurró:
-Me gustaría pensar que soy diferente.
-¿Qu--?
Los ojos de Masaomi abandonaron el rostro de Misao y se sumió en sus pensamientos.
-Por otra parte, seguramente sería humillante.-Masaomi habló como si lo hiciera solo, y a Misao le dolió ver su expresión, por razones que no entendió.
-¿Por otra parte…?-Misao atrapado por las palabras de Masaomi, se perdió en la conversación.- ¿Te refieres que hay otra alternativa a que no me encierre alguien que no amo?-No estaba seguro de su interpretación, pero la forma con la que Masaomi le miraba en silencio absoluto le confesó a Misao que tenía razón.
¿Por qué Masaomi se había puesto de esa forma de repente? Masaomi sonrió débilmente ante la confusión de Misao.
-¿Nos vamos a la cama?-preguntó crispado, como si intentase olvidarlo todo.
-¿Perdona?-Susurró Misao.
No había ni una pizca de erotiso en su voz, y Misao sabía que su invitación había desaparecido como el humo. Su corazón estaba lleno de una variedad compleja de emociones: arrepentimiento, lamento… Y pedir que el hombre quedaba fuera de cuestión. Con un suave suspiro, Misao se levantó. Se fue al lado opuesto de la cama y se metió bajo las mantas. Miró la espalda de Masaomi iluminada por las luces.
Misao sabía que era demasiado ambicioso.
-Pero a lo mejor… No me importaría, después de todo.
La voz de Misao hizo eco con una extraña tristeza en la habitación oscura. Masaomi se metió en la cama a su lado y ladeó la cabeza.
-Lo que he dicho antes… Sobre aunque el hombre no me quiera… Creo que, quizás, sólo el estar con él me basta.
Misao miró a Masaomi. Acababa de decirle sus verdaderos sentimientos.
Sintiendo que habían vuelto al tema de antes, Masaomi sonrió. Su sonrisa era maravillosa.
-Qué admirable.
Los ojos de Misao abrieron por su cumplido. Estaba tan sorprendido que se le abrió la boca.
-Es la primera vez que alguien me ha llamado eso.
Después de que la sorpresa inicial se desvaneciera, vio la gracia que tenía.
-Si Kazushi te escuchase decir eso, no podría dejar de reír.
En cuanto las palabras salieron se du boca, Misao se cubrió la cara con las manos y sus hombros se sacudían.
-¿Kazushi? Oh, ¿ese criado? ¿Ese hombre apuesto?
Misao estalló en carcajadas al escuchar eso. No sabía si Masaomi realmente lo pensaba o si bromeaba.
-Cuando dices eso, no puedo evitar compararos. ¡Kazushi queda, definitivamente, último en este concurso!
Miró a Masaomi, riéndose. Los ojos de Misao se encontraron con los de él, que le miraban con seriedad, y dejó de reír. La cama era lo suficientemente grande como para tres personas. Debía haber espacio suficiente entre ellos, pero de alguna forma, parecían estar muy cerca. Una emoción de sorpresa recorrió el cuello de Misao.
-¿Señor Towa…?
Por fin llamó su nombre y Masaomi inclinó la cabeza, mirando a Misao.
-Pensaba en lo despreocupado que parecías mientras hablabas de él.
Misao tardó un momento en darse cuenta de que se refería a Kazushi. Asintió.
-Le conozco desde hace mucho.
-Suenas distinto cuando hablas de él.-Dijo lentamente Masaomi. Un suspiro pequeño, melancólico, se le escapó.- ¿Estás haciendo un esfuerzo por mí? ¿Porque soy un cliente?
La cabeza de Misao se hundió en la almohada, pero la sacudió.
Te equivocas.
Masaomi le importaba, y aunque hubiese sabido el por qué no se lo habría dicho.
-Bueno cuando hablabas con tu hermano por teléfono también sonabas diferente.
Masaomi pareció algo avergonzado cuando Misao señaló ese punto. Era hacer trampas.
-Es un familiar.
-Kazushi para mí es como un familiar.
Masaomi sonrió un poco ante la respuesta de Misao.
-Ya veo.-Se tumbó del todo.-Bueno, al menos…-Miró al techo mientras hablaba, con la cara algo girada hacia Misao. Tenía una sonrisa burlona.-Llámame: “Masaomi”.
Los labios de Misao se abrieron un poco. Se acampanó para esconderlo. Esperó a que los ojos de Masaomi volvieran al techo y entonces, susurró:
-Masaomi.
Por un momento, vio brillar la cara del hombre. El silencio que llenaba la habitación les dejó saber que la lluvia había parado. Masaomi dobló el brazo más cerca de Misao, detrás de su cabeza, y habló con una voz muy controlada.
-Si intento hacerte algo raro, quiero que me pegues.-Bromeó todavía mirando al techo.
Misao escondió su apretado, adolorido y oprimido corazón, y forzó una risa.

Corrió frenéticamente, descalzo.
Corrió por gravilla que le cortó los pies y los hizo sangrar, pero como su cuerpo y rostro ya estaban cubiertos de heridas, no sabía qué parte le dolía.
Le daba miedo mirar atrás, y siguió corriendo, aferrándose a lo que vio delante de él. Pasó por muchas tiendas encendidas, ardiendo en la oscuridad. Se tropezó y cayó muchas veces. Los arañazos de sus palmas y rodillas cada vez eran más profundos. Su aliento hacía nubes blancas delante de él, y más allá podía ver la gran puerta occidental a la que ansiaba acercarse.
Había dos hombres bloqueándola.
-¡Dejadme pasar!
Corrió a trochemoche entre los hombres. Le cogieron por los hombros y le giraron los brazos por detrás, obligándole a arrodillarse.  Sus grandes ojos vieron como la puerta se alzaba por los aires. Abrió la boca al máximo.
-¡Dejadme salir!


El sonido de su voz retumbando por su cabeza despertó a Misao. Le puso la mano en la frente. Su corazón latía muy rápido. Vio un techo desconocido. Un momento más tarde, Misao recordó todo lo sucedido aquel día y miró a su lado vacilantemente. Allí vio el bello rostro del hombre dormido, y suspiró con alivio. Pero el sentimiento de impotencia no se desvanecía, por lo que Misao se movió lentamente para tumbarse sobre el pecho del hombre.


 Era cálido y llenó el corazón de Misao con su calidez. Quería abrazar a Masaomi y quería que le abrazaran. Presionó los labios contra las ropas de Masaomi en vez de permitir que su desolado sollozo escapara. Cerró sus delicados párpados temblorosos. Misao sintió que una mano había empezado a acariciarle el pelo, y cuando se acercó más al cuerpo del hombre, Masaomi le rodeó sus frágiles hombros con un brazo. Misao dejó que sus ojos vagasen libremente y miró a Masaomi, temiendo haberlo despertado, pero en su cara sin fallos, sus ojos seguían cerrados. 

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