Capítulo 4:

enero 03, 2017


Las dos aprendices bailaron con los abanicos y moviendo las largas mangas de sus kimonos al ritmo del samisén que tocaba la geisha.
Las chicas a cargo de Senô, aprovechándose de la ausencia de su hermana mayor, se presentaron a través de ese baile. Katsuragi se sentó ante el escenario fumando una pipa perezosamente con una pierna apoyada. Sentado en diagonal a él, Misao también observaba a las chicas bailar, pero sólo tenía una cosa en la cabeza. Su corazón estaba en otro sito.
Le sirvió vino a Katsuragi distraídamente cuando el hombre levantó la copa. Katsuragi se tragó el vino de un sorbo, y entonces, sonrió al ver lo infeliz que parecía Misao.
-¿Una noche larga?-Preguntó con sarcasmo.
Misao le sirvió más vino y fijó la mirada en la botella antes de responder:
-He perdido a alguien.
Aburrido por la inusual lasitud de Misao, Katsuragi dejó su copa en la mesa sin tocarla. En vez de eso, se puso tabaco en la pipa y sopló una nube lila de humo a la cara de Misao.
-He oído que te fuiste del burdel y pasaste la noche con un hombre. Vaya pícaro. Tu jefe debe ser horriblemente bueno para dejarte hacer eso.-La boca de Katsuragi se torció en una sonrisa, pero habló con tanta rápidez que a Misao le fue imposible responder. Misao giró la cara, pretendiendo encontrar el humo irritante. Sus ojos se posaron en las chicas nuevas, en sus abanicos que giraban en el aire.
Envidiaba cómo las bailarinas parecían haberse olvidado del mundo. Quería bailar así. No quería pensar. El humo lila le llenó los ojos y los hizo arder.
-He oído que un hombre que el hombre subió a la habitación de la chica a los cinco minutos de traerte y que hoy es su tercer encuentro, ¿no?-Katsuragi parecía más sorprendido que feliz, y le mostró una sonrisa burlesca. Misao hizo bailar sus manos por encima de las rodillas.
Tenía que saber lo herido que estaba Misao. El tercer encuentro… Era la primera vez que se permitía que el cliente entrase en el círculo de la cortesana y ella podía soltarse la faja para él.
Esa noche, Masaomi dormiría con Ukigumo.
-Intentaste atraparle, pero ha sido él quién lo ha hecho.-Dijo Katsuragi lentamente, como si recitase un poema. El humo había parado de ondular en su pipa, y estaba dándole golpecitos en el borde de un cenicero para aflojar el tabaco. Insinuaba que Misao había seguido esa aventura como si se tratara de algún juego, y que había perdido, pero Misao jamás había pensado así de todo aquello. Su rostro se endureció, ausente, Misao le miró apáticamente, pero Katsuragi se limitó a soplar la pipa. El pequeño montón de ceniza revoloteó en el cenicero.
-¿Señor Katsuragi?-Kazushi apareció en el pasillo.-¿Puedo llevarme a Misao un rato?
-¿Quién le quiere?
Katsuragi giró la pipa entre sus dedos.
-No puedo decirlo.-Respondió Kazushi de mala gana, robándole una mirada a Misao antes de devolver los ojos a Katsuragi.-Aunque al cliente no le interesa ningún sustituto.
La explicación de Kazushi envió chispas a la visión de Misao. Su expresión cambió instantáneamente y se levantó. Fue un reflejo al saber que Masaomi le buscaba. Los ojos de Katsuragi se achinaron al ver el cambio en el comportamiento de Misao, entonces, movió la cabeza hacia Kazushi.
-Vale. Llévatelo.
-Gracias.-Kazushi bajó la cabeza.-Creo que Senô volverá pronto.
Katsuragi resopló ante las palabras de Kazushi para aplacarle.-No necesito ninguna promesa vacía. Coge al cachorro enamorado y vete.-Habló con impetuosidad, apoyado en su rodilla doblada.
Kazushi llamó a Misao. Misao hizo una reverencia y se apresuró a salir de la habitación. Siguió a Kazushi, que parecía atónito, por los pasillos. Era la tercera noche por lo que Misao sabía que Masaomi había aparecido en la habitación de Ukigumo. Era el mejor dormitorio del burdel y estaba conectado a una sala de té. Misao se detuvo al final del pasillo, ante la puerta de la esquina. La habitación tenía vistas a la barandilla y a los tejados de baldosas del distrito, pero sus puertas estaban firmemente cerradas.
Misao escuchó la voz sorda de Masaomi desde dentro. La voz de Ukigumo se mezclaba, fríamente, con la suya. La brisa primaveral jugó con el fino cabello de Misao mientras se quedaba allí, fuera de la puerta.
Sorprendentemente, había un enorme espacio en el marco de la puerta, pero era difícil de escuchar lo de dentro.
-¿Qué pasa?-Preguntó Kazushi viniendo por el pasillo, con aspecto decepcionado.-Has corrido hasta aquí. ¿Por qué sigues ahí parado?-Pareció sorprendido y se puso al lado de Misao, entonces, se arrodilló al ritmo que había practicado, y, cerrando los párpados, se sentó formalmente. Soltó un largo suspiro lento y se enderezó.-Disculpe.-Kazushi habló en voz alta, para que pudieran escucharle desde dentro, entonces, abrió la puerta sin el más mínimo titubeo.-Ukigumo, te necesitamos.
Tras escuchar a Kazushi llamar a Ukigumo, Misao pasó a ver el interior desde el marco de la puerta. Ukigumo le susurró algo al oído a Masaomi, entonces, se levantó con gracia.
Masaomi asintió ligeramente y vio cómo se iba. Su rostro estaba adolorido al imaginarse a Ukigumo con otro cliente. Eso atacó el corazón de Misao sin misericordia. Kazushi se movió detrás de la puerta, haciéndose invisible para aquellos en la habitación, entonces, le murmuró a Ukigumo su siguiente destino mientras ella aparecía con su criada y él empezó a dirigirla.
Ukigumo miró hacia atrás, apenas girando la cabeza. Misao continuó sentado fuera de la habitación del té, y Ukigumo le miró sin mediar palabra.
¿Cuántos clientes habían quedado cautivos por el rostro de Ukigumo? Katsuragi le había dicho ceñudo una vez que sus ojos veían a través de cualquier mentira. Katsuragi era el único cliente que había tenido un segundo encuentro con la mejor cortesana de la casa de té Oumi. Misao se preguntó qué debía parecerle ahora… Sin duda, un mero parlanchín.
-¿Misao?-Una voz le llamó desde la habitación y el delgado cuello de Ukigumo se giró mientras se retiraba por el pasillo.- ¿Qué pasa? Entra.
Misao giró la cara hacia él, como si la orden de Masaomi le empujara.
Masaomi estaba sentado dándole la espalda al biombo, sentado con pantalones marrón claro. Parecía preocupado por la renuencia a entrar de Misao. Se había quitado el abrigo, pero por lo demás, estaba vestido igual que cuando había llegado a traer a Misao. Pero en unas pocas horas, se cambiaría para prepararse para la cama, y poco después, sus ropas se desprenderían de sus anchos hombros.
Los nervios de Misao no podían seguir controlando el resto de su cuerpo, como si un veneno se estuviera extendiendo por dentro de él. Se dio cuenta que estaba mirándose las rodillas. ¿Cuándo había hecho eso? Una sombra cayó sobre ellas y unas piernas marrones entraron en su campo de visión antes de arrodillarse ante él.
-¿Te encuentras mal?-La voz de Masaomi estaba plagada de preocupación. Misao giró los ojos hacia arriba desde las rodillas hasta el pecho de Masaomi.
Llevaba un chaleco marrón oscuro. Esa misma mañana, Misao se había despertado en ese pecho; pero ahora parecía muy lejano. Era como si se despertase de un sueño.
-¿Misao?
Masaomi acarició la mejilla derecha de Misao con la parte trasera de sus dedos y los ojos de Misao temblaron. Alzó la mano con timidez para tocar el chaleco del hombre. Sintió la solidez del pecho del hombre bajo la costosa tela. Misao se inclinó hacia adelante un poco. Descansando la mejilla contra el pecho del homre, y Masaomi sostuvo la cabeza de Misao contra él. ¿Por qué tenía ganas de llorar? Ese sentimiento era totalmente distinto a cuando vio la amplitud del mar.
-Puedes tumbarte dentro.-Dijo Masaomi con amabilidad, pero al mismo momento, escucharon a Kazushi llamar a Masaomi desde detrás.
Misao levantó la cabeza y se apartó inmediatamente del pecho en el que se había refugiado. A diferencia de la agitación de Misao, Masaomi no mostró ningún signo de bochorno. Kazushi se agazapó en el pasillo, con las manos sobre las rodillas y con la cabeza bajada.
-Perdone todas las interrupciones. Alguien ha insistido en ver a Misao brevemente.
-¿Qué? ¿Quieres decir que tiene que ir a otra habitación?-Masaomi frunció el ceño.
Misao se dio cuenta que no le había explicado bien a Masaomi lo que hacía en la casa de té Oumi, pero no parecía un buen momento para empezar a hacerlo.
-Es Katsuragi, ¿no? ¿Por qué quiere volverme a ver después de darme permiso para irme?-Preguntó Misao enfadado.
-Bueno, verás…-Kazushi empezó débilmente, torciendo los labios.-Me ha dicho que te traiga de una vez. Dice que si no vas, se irá a casa.
Misao se dio cuenta que Katsuragi le había engañado. Le había dejado probar la promesa vacía de estar con Masaomi y entonces, lo había apartado. Lo había planeado desde un principio.
-No me lo puedo creer.-Murmuró Misao con odio mientras se empezaba a levantar.
De repente, sintió la mano de Masaomi aferrándose a su brazo. Masaomi no parecía creer que podía detenerle, pero sus labios se separaron un poco y la duda brilló en sus ojos. El rostro de Masaomi estaba nublado y desconsolado mientras miraba a Misao.
-¿Te vas?
En su pregunta había una pizca de acusación y Misao bajó la vista apenado. Puso la mano sobre la de Masaomi con dulzura.
No me preguntes eso…
-No te irás si no me quedo contigo, ¿no?-Le provocó.
Misao sintió el temblor que Masaomi intentaba esconder al aferrarse a él. Presionó los labios. Después de todo, su interés yacía en Ukigumo, no en Misao.
-Jefa…
Seguido del susurro de Kazushi, se escuchó el sonido de unos calcetines deslizándose por el suelo de madera del pasillo. Cuando Misao se dio la vuelta para mirar, ella estaba detrás de él.
-Lo siento, esta noche estamos teniendo muchos problemas.-Gikuyo se soltó el kimono al ponerse de rodillas. Masaomi se enderezó y se puso las manos en las caderas y entonces, hizo una reverencia profunda.
-Estos últimos días te he estado haciendo muchas peticiones.
-¿Le gustaría que le atendiese yo?-Preguntó Gikuyo con una sonrisa seductora.
Kazushi se puso al lado de Misao y le puso una mano en el hombro. Era el momento de irse.
-Misao--
Misao se levantó y se estaba dando la vuelta para marcharse cuando Masaomi le llamó, centrando su mirada en él.
-Quiero que vengas cuando puedas.
Misao junto los labios con firmeza y asintió. Quería permanecer ahí tanto…. Pero se dio la vuelta y se obligó a caminar por los pasillos. Kazushi le siguió, entonces, se puso a su lado. Acercó su boca al oído de Misao, forzando una mueca vacilante.
-Nunca había visto un teatro tan dócil de ti.
-¿Qué significa eso?-Murmuró, sin pararse ni mirarle.
Kazushi soltó una risita.
-No vayas de recatado. Sé que estabas pegándote a él.
Misao de repente se detuvo y Kazushi se giró para mirarle con curiosidad. Mientras miraba a Misao, se quedó boquiabierto.
Normalmente, Misao le habría contestado con una mofa o algún otro gesto imprudente, por lo que Kazushi se sorprendió al verle tan vulnerable, apenas capaz de mantener su enfado a raya. Kazushi jadeó al ver a Misao, que parecía muy avergonzado, pero de repente, pareció pensar en elago. Susurró en voz muy baja.
-Estás de coña, ¿no? No hace gracia.
-No me importa si te ríes o no.-Respondió Misao torpemente, entonces, se dio la vuelta para marcharse, pero Kazushi le cogió por los hombres e hizo que se volviera a dar la vuelta para mirarle. Le reprendió con dureza con la fuerza del gesto.
-¡¿Tú eres tonto?! ¡Déjate de tonterías! ¡Ese tío está  apunto de unirse al séquito de la cortesana! ¡¿Dónde te crees que estás?
-¡¿Crees que no lo sé?!-Gritó Misao sin dejarle terminar.
Kazushi miró el rostro de Misao mientras este luchaba contra el dolor, y se quedaba sin habla. Se sumieron en silencio.
-Ya lo sé.
La voz de Misao era tan débil que parecía desaparecer entre la melodía que se escuchaba por los pasillos. Levantó el brazo, apretando el lugar en el que Masaomi le había agarrado antes. Kazushi suspiró con el que pareció decir todo y le dio unas palmaditas en la espalda a Misao.
-Como sea, ahora mismo, tienes que volver con Katsuragi.
Su voz era amable y suave. Kazushi recogió dos bandejas que habían dejado en el pasillo y se las puso en los hombros, volviendo al trabajo y dejando solo a Misao que regresó a la habitación de Senô, donde Katsuragi esperaba, sin ningún entusiasmo.
Las puertas estaban abiertas y Katsuragi tenía a una aprendiz a cada lado llenándole la copa. Misao le miró amenazadoramente por encima de la bandeja. Katsuragi le miró acabándose la bebida, con una sonrisa cruel en el rostro.
Menudo entretenimiento acabo de encontrar, parecía decir. Misao le miró a la cara y escupió:
-Espero que te mueras.
Los ojos de las chicas se abrieron como platos de la sorpresa.
-¡Qué cosas dices, Misao!
-¡Qué miedo!
Katsuragi estalló en carcajadas entre las dos chicas temblorosas.

-Voy a encender las lámparas.-Anunció Misao mientras entraba en el dormitorio. Las camas estaban divididas por biombos, pero eran más que nada de decoración, y a través de los espacios de la madera se podía distinguir un montón de almohadas. Patrullar a la Hora de la Rata era lo normal, y los clientes no le prestaban atención. Misao, trabajaba como criado, y hacía caso omiso a lo que veía.
En las gruesas camas, veía espaldas de hombres con piernas blancas desnudas envolviéndoles las caderas con ropa interior roja colgando y el movimiento de sus músculos mostrando su vigor. El momento en el que Misao se encontró con otras dos formas en la misma postura, se le revolvió tanto el estómago que sintió nauseas. Se cubrió la boca con la mano que le apestaba a aceite, y salió corriendo de la habitación. Masaomi le había ofrecido migas de afecto al otro lado de la barandilla, pero no había sido lo suficientemente descuidado como para decirlo.
Su corazón se había vuelto mohoso, complicándole la respiración, pero no podía dejar su trabajo sin terminar. Misao fue por todas las habitaciones de las que era responsable, encendiendo las lámparas. Cuando se fue la última, miró el cielo nocturno. Estaba perfectamente claro, brillando con la luz de las estrellas. No había ni rastro de la violenta tormenta de la noche anterior.
Caminó por el pasillo. Escuchó los badajos de madera y sintió un déjà vú. Se acercó al jardín central a través del espacio del pasillo. En su corazón, que latía caóticamente, se mezclaba la decepción con la esperanza. Permitió que sus ojos se hundieran. Misao entregó su cuerpo a la brisa que soplaba por el jardín y levantó la cabeza lentamente. Desesperadamente, buscó la barandilla.
La persona que buscaba, no estaba ahí.

Esa tarde, casi a la hora de abrir la tienda, Misao se sentó formalmente, mirando sin ver las sombras que el anochecer hacía. En las rodillas de Misao estaba Katsuragi, apoyándose la cabeza con una mano. Llevaba un kimono lascivo sobre los hombros desnudos, una cosa que Katsuragi había preparado. También había un kimono digno de una cortesana, que incluía las peinetas de alta calidad y otros accesorios para el pelo. Aquel día, Katsuragi había traído todos esos regalos de contratación para Misao, no para su favorita, Senô.
Cuando Katsuragi había llegado anormalmente pronto aquella tarde, Senô le había saludado con fervor, pero al darse cuenta de la broma cruel que había preparado Katsuragi, movió la cola y enseñó los dientes y, después, se encerró en su habitación y se negó a salir.
-No entiendo porque quieres pasarte la vida con esta clase de jueguecitos.-Gruñó Misao infelizmente. Katsuragi resopló burlonamente y recogió la pipa que había dejado al lado de su oreja. Apuntó insolentemente a Misao con la cabeza de la pipa.
-Hey, ¿el peinado no se supone que tiene que ser más redondo por los lados? Y un poco más grande también, como el ala de una mariposa.
El joven peluquero que había cepillado el cabello de Misao con peinetas perfumadas, al parecer, lo hizo considerando los gustos de Katsuragi.
-¿Cómo alas de mariposa?-murmuró para sí y reflexionó por un momento antes de dejar escapar un sonido de comprensión.- Ah. ¿Cómo el de Ukigumo?
-Bueno, bueno, aún es un poco pronto para eso.
Katsuragi golpeó la pipa felizmente contra el suelo. Misao le miró molesto.
-Ahora lo entiendo.-Dirigió su enfado explosivo a Katsuragi.-Sólo quieres acabar conmigo, ¿no?
-Cuida esa boca. Deberías ser más educado conmigo-Dijo Katsuragi perezosamente.
El rostro de Misao se tensó con pena.
-No vas a dejar que me queje, ¿pero me vas a vestir como una chica? ¿Quién crees que se sometería a semejante trato y seguiría siendo educado contigo?-Misao le replicó pero Katsuragi se limitó a sonreír.
-No es mi culpa que el jefe se jodiera la cabeza al saltar. Es un pervertido.
El peluquero se aclaró la garganta al escuchar el insulto de Katsuragi al dueño de la casa de té. Katsuragi se sacó el monedero de la manga y tiró cincuenta yenes al suelo. El dinero aterrizó justo al lado del peluquero. Era dinero por su silencio. Qué forma tan espantosa de usar su dinero.
-No me lo puedo creer.
Kastsuragi continuó, pretendiendo ser inocente.
-De todas formas, eres tú quién ha decidido vestirse de mujer, ¿no? Por cierto, se te da muy bien el maquillaje.
-No es lo mismo.-Dijo Misao.
Jamás se había avergonzado de bailar la parte femenina. El abanico se convertía en una extensión de su cuerpo, y para perfeccionar su arte había llegado a encallarse las manos. Incluso se había dejado el pelo largo para tener un estilo más natural. Lo había hecho todo por el arte, no por gentuza.
Oh, y sobre tu…
Katsuragi levantó el pulgar con una apariencia incorregible en su rostro.
-He oído que viene cada día. Cualquier hombre que vaya al burdel cada día debe ser muy voraz. Para las chicas de la calle debe ser muy tentador, ¿eh?
Qué asqueroso.
Todo había sido parte del juego de Katsuragi. Misao se enfureció al darse cuenta. Cerró los ojos y cogió aire. Entonces, intentó expulsar la frustración soltando el aire lentamente. Abrió los ojos, sin expresión alguna. Fijó la mirada en un punto lejano y pretendió hablar con otra persona.
Katsuragi resopló burlón y perezosamente se levantó. Se puso tabaco en la pipa y entonces, se acercó la llama a la cabeza de la pipa para encenderla. Sopló.
-¿Cómo puede ser que alguien que ha seducido un – ¿o eran dos, tres o cuatro chicos? – arrodillarse tan fácilmente?
Misao parpadeó una vez y se quedó callado. Aunque discutiera sólo conseguiría estar en desventaja. Cuando Misao pensase que Katsuragi hablaba de otra cosa, él aprovecharía para atacar de nuevo y entonces, le diría con calma que tan sólo estaba bromeando. Y antes de saberlo, a Misao le habrían herido de muerte. Eso era todo lo que Katsuragi sabía sobre la naturaleza humana. Qué imposible.
-Terminado.-Anunció el peluquero, secándose las manos en la alfombra.
Misao se dio cuenta que su cabeza le pesaba mucho más. Sus ojos vieron unos ornamentos plateados.
-Gracias.-Dijo Katsuragi, pasándole la paga. El peluquero lo recogió junto con el dinero para acallarle y se lo metió en la manga. Le sonrió a Katsuragi e hizo una reverencia.
-Con gusto, señor.
Ninguno, ni Misao ni Katsuragi miraron como el peluquero se marchaba de la habitación. Un silencio incómodo se quedó entre ellos. Misao estaba seguro que él era el único que lo sentía. A Katsuragi no le preocupaba. Misao miró la puerta. El sol se estaba poneindo. El turno de tarde terminaría pronto. Quedaban menos de dos horas para que empezase el turno de noche. Se preguntó si Masaomi volvería a venir aquella noche.
Se perdió en sus pensamientos conflictivos. Misao quería ver a Masaomi, pero no quería que viniera. Ambos sentimientos se negaban, tercamente, a abandonarle. Jamás había creído que en tan sólo unos días – no, en un simple momento – el corazón de alguien pudiese conquistarse por completo y que se tardaba tanto en recuperarse. Escuchó el sonido de la pipa de Katsuragi contra el cenicero. Misao giró la cabeza lentamente, Katsuragi le estaba mirando con el rabillo del ojo, aburrido.
-¿Qué haces?
Los ojos de Katsuragi brillaron.
-¿Te desnudarías para mí?
Misao miró a Katsuragi en silencio. Entonces, se dio la vuelta y se levantó resuelto. Se desató el cinturón sin pensar. Tiró la parte de arriba del kimono al suelo. Cuando llegó a la última capa de ropa, Misao se quedó de pie delante de él, pero Katsuragi apenas le echó alguna mirada desinteresada mientras encendía la pipa. Exhaló el humo a un lado, con el rostro de haber probado algo amargo, y remarcó apático.
-No llevarás ropa interior de mujer también, ¿no?
-¿Qué más te da?-Respondió amargamente Misao, apartando la vista.
Katsuragi inhaló la pipa lentamente y se detuvo. Miró a Misao a través del humo ondulante e hizo una mueca.
-Ridículo.

Misao se pintó los labios de rojo con la punta del dedo corazón. Kazushi se sentó con una rodilla doblada, aguantándole el espejo. Lentamente achinando los ojos con disgusto.
-Das miedo.-Murmuró.
Misao terminó de pintarse los labios y se repasó las esquinas de los ojos de rojo, entonces, apartó la vista del espejo. Levantó una ceja molesto y Kazushi le miró con la misma expresión. Misao suspiró con algo cercano a la resignación, y paso los dedos por el rostro del espejo.
-Gracias. Ya estoy.
-Vaya desastre.
La voz de Kazushi era simpática y dejó el espejo a un lado antes de levantarse. Estaban en el dormitorio de hombres de la primera planta del burdel. No era una habitación muy grande, y había muchos futones amontonados en una esquina.
Antes de que empezara el turno de noche, los hombres habían ido entrando y saliendo riéndose de la situación de Misao, pero ahora, todo estaba tranquilo.
Todo el mundo sabía la razón por la que Misao trabajaba en la casa de té Oumi era porque era el favorito del sueño. Por lo que ninguno de los trabajadores dijo nunca nada demasiado mezquino sobre Misao, para evitar hacer enfadar al dueño, pero eso no significa que no se lo dijeran todo a la cara. Lo hacían cuando nadie les veía, cosa que le cabreaba, por supuesto. Kazushi era la única excepción. Quizás fuera porque era el más cercano a Misao en edad. Desde su primera gran pelea habían sido cercanos, pero eso había pasado hacía ya mucho, era historia.
Kazushi volvió al trabajo dejando a Misao solo en la habitación.
Se limpió el dedo corazón que todavía tenía manchado de maquillaje con un poco de papel que tenía en la rodilla y guardó el resto dentro del bolsillo interior de su kimono. Se levantó, arrastrando la larga cola del kimono. Misao posó ambas manos en las puertas de la habitación adjunta y las abrió del todo.
Katsuragi estaba tumbado en el suelo, con la cabeza apoyada en la mano derecha mientras se servía vino a sí mismo. Miró a Misao y vació la copa. Antes, en la habitación de Senô, Misao había permitido que Katsuragi le provocase hasta el punto de arrojar su descarada ropa interior a los pies del hombre y en ese preciso instante, Senô había salido de su escondrijo. Por supuesto, Senô había echado a Misao y también a Katsuragi llena de rabia. Así que ahora, ahí estaban. Era una historia realmente estúpida.
-Ya han abierto. ¿Cuánto tiempo planeas quedarte aquí tumbado?-Preguntó con frialdad Misao. No escondía cómo se sentía.
-¿Qué dices? Obviamente, espero a que te prepares.
Katsurai se sentó y se estiró el cuello. Misao suspiró, seguro de que no había estirado ninguno de sus músculos. 
-Muy bien. Amos.
Katsuragi se deslizó por dealnte de Misao y salió del dormitorio de los hombres. Misao le siguió con los ojos.
-¿Ir a dónde?
-A la habitación de Senô, claro. Después de todo, es mi favorita.-Respondió Katsuragi aun dándole la espalda.
Anduvo por los pasillos. Parecía totalmente despreocupado de lo mucho que se pudiese enfadar Senô.
-Tiene agallas.-Murmuró Misao también marchándose de la habitación. El recibidor se abrió a una baranda y continuaba más allá del jardín. El sol ya se había puesto del todo. En la segunda planta ya empezaban las fiestas y Misao podía escuchar los cantos y el regocijo general.
-Si hubieses nacido siendo chica, podrías tener todo eso.
Sin girarse a mirarle, Katsuragi interrumpió sus pensamientos de repente.
-¿Oh?-Preguntó con un gesto de desaprobación.-Tú eres el que ha hecho que me vista así, así que, ¿podrías dejar de decir esas cosas tan horriblemente egoístas?-Misao juntó tantos reproches en su respuesta como le fue posible.
El hombre dejó de caminar y se dio la vuelta para mirar a Misao. Su expresión era más decente de lo que esperaba.
-Si hubieses nacido mujer, habrías sido mucho más bella e infeliz. Como eres un hombre, todavía tienes esperanza.
Misao le miró, preguntándose a qué se refería. Para cuando se dio cuenta, Katsuragi había empezado a caminar otra vez.
-Sólo haces esto para divertirte.-Murmuró a su espalda.
-Por supuesto.-Respondió Katsuragi indiferente.-¿Por qué pagaría por algo que no es divertido?
¿Qué quería decir con eso? Misao se sintió enfermo, como si estuviese montando algo demasiado movido. Si se creía las palabras de Katsuragi, sería su fin. No había nada de suerte en ello.
Cruzaron el puente arqueado y se pararon delante de la gran escalinata. Misao se detuvo de repente. Katsuragi giró la cabeza para mirarle, como si hubiese sentido algo. Misao estaba echando un vistazo por encima del hombro de Katsuragi, mirando la puerta de la casa de té con intensidad.
Masaomi se estaba acercando a ellos, con su abrigo y discutiendo algo con Ukigumo. Estaban tan sólo a unos pasos.
La mirada de Masaomi se apartó de Ukigumo y entonces, vio a Misao. Pero Masaomi sólo le sonrió con educación, como si fueran simples conocidos encontrándose por la calle. Entonces, intentó apartar la vista de Misao, de hecho la apartó de su rostro. Pero entonces, parpadeó y volvió sorprendido.
-¿Misao?
Masaomi se fue del lado de Ukigumo y se apresuró hasta Misao. Misao no tenía ni idea del tipo de expresión que debía mostrar, pero se giró del todo hacia un lado. Sus orejas ardían. No esperaba ser tan tímido.
-Ah…-Dijo Katsuragi desde un lado, mirando a Masaomi con una sonrisa cobista.-Así que tú eres el que no quiere sustitutos.
Fue impresionantemente grosero considerando que ese era su primer encuentro. Masaomi movió los ojos de Misao a Katsuragi y estrechó los ojos, entonces, inclinó la cabeza. No parecía haber cambiado de humor, sino que no había acabado de entender lo que Katsuragi había dicho. Misao, por otra parte, odió a Katsuragi por ello y le abofeteó el brazo.
-No seas estúpido.-Le reprendió. Katsuragi, totalmente impertinente, sonrió, alzando una ceja hacia Masaomi.
Esta vez, el rostro de Masaomi mostró un claro disgusto. Le fulminó con la mirada y volvió a mirar a Misao.
-¿Por qué estás así vestido?-Su voz casi parecía acusarle, y Misao titubeó. No podía responder, jamás podría explicarlo.
-Porque he pagado por ello.-Katsuragi entró en la conversación. Su voz era sardónica, como si le impresionase lo ingenuo que era Masaomi por no entender algo así.
-¿Has pagado por…?-La expresión desapareció del rostro de Masaomi.
¿Qué…?
El corazón de Misao revoloteó ante el tenso ambiente.
-¿Omi?
Ukigumo, que había estado mirando en silencio  hasta entonces, llamó a Masaomi con recato. Detrás de ella estaba Sazu, sujetándole la cola y jadeando al ver a Misao.
-Adelántate tú.
Masaomi levantó la mano y le respondió sin mirarla. Su mirada estaba inquebrantablemente fija en Katsuragi. Con los rasgos tan plácidos como la superficie de un lago, Ukigumo y Sazu subieron la escalera.
Era un desarrollo bizarro.
-¿Cuánto?-Preguntó Masaomi, sus palabras se endurecieron por sus emociones.- ¿Cuánto has pagado por él?
Al escuchar esas palabras, Misao por fin entendió el grandioso malentendido de Masaomi.
-Bueno, pues…-Respondió Katsuragi protectoramente, sonriendo con cautela.-Con todo, supongo que unos tres cientos veinte yenes.
-Te pagaré el doble si le dejas en paz.-Gritó inmediatamente Masaomi, con el rostro repleto de abierta hostilidad. A Misao casi se le salieron los ojos.
-¡Masaomi!
-¡Cállate!-Gritó Masaomi con brusquedad sin mirarle.
Misao sintió el enfado del hombre.
-Gracias.
Katsuragi le dio un pequeño empujoncito a Misao. Misao se tambaleó y casi cayó, pero Masaomi le atrapó con un brazo y se lo acercó al pecho. Pero la sensación fue muy distinta a la que había experimentado tantas veces hasta entonces. Sintió que le estaban tratando como a un negocio. El pelo del cuello se le erizó, como si alguien le hubiese puesto hielo.
-Puedes pagarme luego. Te puedes quedar eso.
Katsuragi se frotó la barbilla y entonces, empezó a subir la escalera hacia la segunda planta, sus negocios habían terminado.
-Oh, por cierto.-Antes de llegar a la mitad de la escalera, se dio la vuelta, como si se acabase de acordar de algo.-Un buen hombre llamado Sakai que está muy encariñado con Misao vendrá luego, ¿podrías dejarle puesta esa ropa hasta que llegue? Quería verlo.
Misao estaba preparado para cualquier cosa horrible que pudiera decir Katsuragi, pero la frialdad de la mano que sujetaba su hombro y la pálidez del rostro que vio encima del suyo, le hicieron daño.
Masaomi no dijo nada. Katsuragi resopló burlonamente, como si riese, pero como se había dado la vuelta, era difícil de asegurar.
Masaomi quitó la mano del hombro de Misao y dio un paso atrás.
-Masaomi…
Misao le llamó pero Masaomi apartó la vista; no podía mirar a Misao. Misao miró como su chaqueta se alejaba sorprendido. Cogió aire y cuando lo tuvo en la garganta, corrió detrás de él por las escaleras.
-Por favor, no lo malentiendas.-Misao intentó explicarse desesperadamente, pero Masaomi se negó a escucharle. Ni siquiera le dedicó una mirada de soslayo.- ¡Masaomi!
No se detuvo, y la cara de Masaomi se contrajo con frialdad, aun así, Misao le rogó desesperado.
-¡No me importa el dinero! ¡Se lo devolveré a Katsurati!
-Katsuragi…-Repitió Masaomi en un murmullo, deteniéndose. Le dedicó una expresión terriblemente lucida a Misao.-He oído ese nombre antes.-Ardía de enfado.
Esa fue toda la explicación que le dio en un largo instante. No dijo nada más.
-¿Omi?
Ukigumo se acercó elegantemente por el pasillo que rodeaba el jardín interior. Sazu y uno de los otros hombres de la casa de té la perseguían. Sus pasitos se pararon delante de Masaomi.
-He venido a escoltarle a la habitación, señor.-Ukigumo habló con modestia, alzando los ojos sólo hasta los labios de Masaomi.- Después de usted, señor.
Masaomi bajó el rostro odiándose y dejó escapar un suspiro.
-Lo siento.
Ukigumo le miró en sielncio. Lentamente, parpadeó y posó la mirada en Misao. Él no quería enfrentarse a ella, pero aun así, no pudo apartar la vista. Quizás fuese porque parte de él sentía que ella era su contrincante. Si apartase la mirada, se sentiría como si hubiese reconocido su culpa.
-Qué bonito.-Susurró Ukigumo, con los ojos extáticos. Dio un paso adelante con el kimono barriendo tras de ella.-Trabaja bien.
Mientras pasaba por al lado de Misao, le dejó con esas frías palabras.
Misao estaba estupefact. No se había confrontado con él en absoluto. ¿Su seguridad inquebrantable provenía de lo mucho que Masaomi se preocupaba por ella? Parecía como si no tuviese nada de lo que preocuparse con Misao, a quien Masaomi apreciaba un poco. Desconsolado, Misao observó a Masaomi esperando encontrarse al hombre mirando como Ukigumo desaparecía, pero en lugar de eso, se sorprendió de hallar a Masaomi mirándole a él, con una expresión compleja en el rostro.
Era de sorpresa.
Misao estaba agitado. Apagando todas las emociones de su cara, Masaomi le llamó.
-Vamos.
Por supuesto, Misao se quedó sin argumentos, pero no era un ambiente que le diera el valor de hablar.
Anduvieron por el pasillo y Masaomi le llevó, infalible, hasta la habitación de té de Ukigumo. Claramente, ya estaba dentro del séquito de Ukigumo. Era difícil contener el dolor del hecho, y los párpados de Misao cayeron.
Cuando llegaron a la habitación, ya les habían servido vino, pero Masaomi no se sentó en la mesa; en vez de eso, siguió hasta la ventana. Era lo suficientemente grande para que se sentará mucha gente. Estaba abierta, permitiendo que la brisa nocturna entrase. Masaomi se sentó en el pollo de la ventana.
-Qué rojo.-Dijo mientras observaba el distrito del placer.-Allá donde mires, hay rojo.-Su rostro se contrajo con dolor y miró a Misao, que estaba ahí de pie, con desesperación- Creo que me estoy volviendo loco.
Misao no tenía ni idea de cómo responderle. No reconocía a ese hombre.
-Deja que te quite la chaqueta.-Su voz tembló.
Masaomi se levantó sin decir palabra alguna, así que Misao se adelantó para ayudarle. Cuando Misao alzó la mano hacia el cuello de la chaqueta, las manos del hombre sujetaron sus dedos con fuerza. Misao jadeó.
-¿Por qué?-preguntó Masaomi con la frente arrugada a causa del intenso dolor.-Me dijiste que no eras una prostituta hombre. Me alegré tanto de saber eso. Te creí. ¿Por qué dijiste eso?
-¿Te lo creíste…?-Misao sonrió repitiendo las palabras, pero sus labios empezaron a temblar instantáneamente y gritó.-¡Todo era mentira!
El temblor que recorrió los ojos de Masaomi en una muestra de rabia no se le escapó a Misao. Le miró y se desgarró el kimono con una mano. Estaba prácticamente llorando -Katsuragi ha dicho que ha pagado, pero se refería a este kimono. No ha dicho en ningún momento que ha pagado por mi cuerpo, ¿no? ¿Así que por qué has pensado que sí? ¿Eh? ¿Por qué? ¿Lo sabes?-Masaomi contuvo el aliento y Misao lo sabía. Torpemente, soltó su agarre de las muñecas de Misao. Estaba triste. El lamento de su corazón apareció en sus labios.-Porque eso es lo que has pensado que era.
Los ojos de Masaomi por fin se apartaron de los suyos. Dejó caer la cabeza. Después de un largo suspiro, Masaomi sacudió la cabeza débilmente y la aguantó con una mano. Se sentó en la ventana.
-Tienes razón. Pensaba que aunque fueras una prostituta no me importaría, pero…-Masaomi levantó la cabeza y miró a Misao con los labios en una mueca triste.-Cuando por fin me he encarado a la idea, yo… No he podido controlarme. Lo siento.
Misao contuvo las lágrimas y miró a Masaomi durante muchos segundos, entonces, la tensión por fin le superó y rio tristemente.
-Casi parecía que estabas celoso.-Dándose cuenta de lo que significaba estar al borde de las lágrimas de verdad, Misao surruró.
No iba a regañarle más. Simplemente, quería reírse de ello y olvidarlo. Pero Masaomi asintió seriamente.
-Sí. Estaba celoso.
Misao se quedó boquiabierto. Sintió que podría hundirse en el suelo. ¿Qué le estaba diciendo ese hombre? Una débil, fina voz pasó por sus labios.
-¿Intentas engañarme, Masaomi?
-¿Qué?
Misao sonrió con tristeza ante la expresión perpleja de Masaomi.
-Se te da muy bien hacerme soñar.-susurró sentándose a los pies de Masaomi.
-¿Soñar?-Repitió Masaomi, quitándose el abrigo. Misao empezó a levantarse para cogerlo, pero Masaomi le detuvo. Lo dobló y lo dejó en el pollo de la ventana.-¿En qué sueñas?-Masaomi inclinó la cabeza, con la misma expresión tranquila de siempre, y se inclinó descansando los brazos en las rodillas. Parecía estar mirando el cuerpo entero de Misao.
Si se inclinaba un poco más hacia adelante, habrían estado lo suficientemente cerca como para besarse.
¿Por qué no podían acortar esa distancia? Incluso desearlo era un sueño. Misao cerró los ojos delicadamente.
-Siento que voy a despertarme y todo esto será un sueño.-Mientras hablaba, levantó los párpados. Masaomi le miró, esperando a que continuase. La luz de sus ojos castaños se entrecerró con una sonrisa, instándole a seguir.-Si te lo digo, ¿prometes olvidarlo?
Masaomi cogió aire.
-Haré lo que se tenga que hacer.-Aceptó divertido.
Misao posó los dedos en la rodilla derecha de Masaomi. Levantó la cara y estiró el cuello. La sonrisa desapareció del rostro de Masaomi. Sus labios se movieron un poco.
-Mi-…
Entonces, los labios de Misao cubrieron los suyos. Sus dedos temblaron en la rodilla de Masaomi. El temblor también le recorrió los labios rojos, y apartó la boca dócilmente. Los ojos chispeantes de Masaomi miraron a Misao maravillados. Devolviéndole la mirada, Misao confesó el secreto de su corazón.
-Quiero que tú – mientras lo decía la soledad arrolló su corazón.- me ames -La sorpresa llenó la hermosa cara de Masaomi y se quedó sin voz. – más que a nada en este mundo.
Permanecieron en silencio durante un buen rato, mirándose. La música de un samisén flotaba desde otra habitación. Masaomi abrió la boca, lentamente, con una expresión complicada surcando su rostro.
-¿Eso es lo que sueñas?
Misao no respondió, simplemente, continuó mirando a Masaomi. PO rfin, bajó la vista y la cabeza, sacudiéndola de lado a lado.
-Por favor, olvida lo que te he dicho.
Misao le recordó la promesa de mala gana. Levantó los dedos de la pierna de Masaomi, pero Masaomi los cogió con su mano.
-Qué cosa tan cruel dices.-La voz de la reprimenda era fiera y Misao levantó la cara.
Confundido, Misao le miró. Todo estaba en las sombras. Sintió un aliento en sus labios.
-¿Cómo voy a olvidar eso?
En la voz de Masaomi había cierta tensión. El hombre selló sus labios forzosamente y Misao dejó de respirar. Su mente se quedó en blanco.
Misao sintió como si le estuviera devorando con aquel beso, que le arrancaría la lengua de la boca. Un suspiro se le escapó por la nariz. Un brazo le envolvió el cuello y le tiró el cuerpo hacia atrás. El cuerpo de Misao temblaba cada vez que se separaban brevemente. Su espalda alcanzó el suelo lentamente. Sintió que los besos se derretían en su boca. Su mente se volvió confusa como si se estuviera sofocando. No podía pensar. Sus labios se separaron con un ruido húmedo. Sus respiraciones aceleradas salieron a la luz en ese pequeño descanso, y los ojos de Misao se abrieron de par en par fijados en la expresión del hombro, inundada de encanto masculino. Tenía una fina capa de color alrededor de los labios. Como en un sueño, Misao alzó su temblorosa mano derecha y, con el dedo del medio, limpió el color rojo de los labios de Masaomi con una caricia.


Los ojos de Masaomi. La mirada de Masaomi se intensificó.
Susurró algo que Misao no consiguió escuchar, su aliento se deslizó por su cuello y Misao arqueó el cuello hacia atrás. Sintió el suave cabello de Masaomi en su cuerpo y escuchó el sonido de su ropa cuando él aflojó su obi.
De repente, Misao abrió los ojos como platos. Su corazón latía como loco en su pecho. Su visión se arremolinó confusa, pero entonces, la cara lujuriosa de Masaomi volvió a estar ante él. Se miraron el uno al otro. La pasión preguntó: “por qué”, en su cabeza, y entonces, se derritió como la cera.
Pululando por las capas del kimono y las ropas de mujer, Masaomi envolvió la cintura de Misao con un brazo. Le sujetó con fuerza y tiró de él hacia arriba, volcando sus labios sobre los de Misao. El kimono bordado se deslizó de sus hombros y cayó al hombro. Misao se sentó ante Masaomi sin nada más que su túnica roja, comiéndoselo a besos. Su mente estaba en blanco y sabía que eso era el placer. Pensaba que no le importaba lo que pasase, podía hacer cualquier cosa. Apartando la túnica, la mano de Masaomi encontró su rodilla. Acarició la piel de la pierna de Misao hasta su muslo y Misao gimió. Sus labios unidos se separaron. Un instante después, Misao se agarró a los hombros de Masaomi y gritó sin sentido. Sus ojos ardían con el placer del tacto de Masaomi sobre su piel.
-Ah… Ah… ¡Sí!
-¿Te gusta eso?
La voz de Masaomi estaba en su oído, copiosa de lujuria, provocando que la pasión de Misao se encendiera aún más.
Mientras Masaomi acariciaba la pierna de Misao, pasó el pulgar por la punta de su miembro y se escuchó un sonido húmedo. Los jadeos de Misao se hicieron más rápidos. Sus delicados dedos se aferraron al chaleco de Masaomi desesperadamente. Presionó la frente contra la clavícula de Masaomi y sacudió la cabeza.
-No te contengas.
Cuando Misao sintió una exhalación detrás de su oreja, liberó un grito que había tenido atrapado en la garganta y echó la cabeza hacia atrás. Su cuerpo entero se puso rígido. Cuando sus músculos se relajaron y sus párpados se cerraron pesadamente, Misao descansó la mejilla en el hombro de Masaomi, como si estuviese cayendo.
Los labios de Masaomi le acariciaron la piel de la sien con dulzura. Los movimientos de los hombros de Misao habían hecho que se le cayera la túnica. Lentamente, levantó la cabeza y miró a Masaomi. Misao sintió vergüenza por la pasión en la mirada de Masaomi, pero echó para atrás su cuerpo levantando las rodillas un poco y posó las manos en los hombros del hombre.
Masaomi le miró sonriendo.
-Quería hacer esto contigo.
Cuando esas dulces palabras salieron de su boca, Misao le besó los labios, mientras el rostro le temblaba. Masaomi acarició la espalda de Misao mientras le abrazaba, y entonces, dejó caer la mano para frotar las colinas carnosas y apretarlas. Introdujo un dedo mojado de su otra mano dentro, explorando el borde de Misao.
Misao sintió como su cara se contraía por el dolor cuando el duro dedo de Masaomi se hundía dentro de él. Masaomi apartó la boca para mirar el rostro de Misao, como si pudiese sentir el cambio de tensión de la lengua de Misao cuando se besaban.
-¿Misao…?
Misao sacudió la cabeza ante la preocupación de Masami. Le devolvió frenéticamente la mirada al hombre que le estaba observando.
-Relájate todo lo que puedas. No pasa nada. Seré suave.-Masaomi tranquilizó a Misao y reajustó su agarré en su cintura.
Comprobó la reacción de Misao constantemente mientras abría su cuerpo, casi demasiado educadamente. Cuando Misao aceptó la calidez de Masaomi dentro de él, dejó de sentir dolor. Rodeó la ancha espalda del hombre con los brazos. Estaba tan feliz que pensaba que su alegría iba a aplastarle.
-Quería esconderme tanto en tus brazos…-Suspiró Masaomi contra la piel de las sienes de Misao. Misao movió la cabeza y suspiró.
-Es como un sueño.
La respiración cosquilleó el lóbulo de su oreja. El susurro del hombre le conquistó.

Misao se puso el pesado kimono encima de su cuerpo desnudo y sentó detrás del biombo, con las piernas temblando. Masaomi estaba a su lado, intentando arreglarle el pelo despeinado. Metió la última horquilla en el moño de Misao, y entonces, tiró del kimono de los hombros de Misao.
Misao se encorvó totalmente desnudo antes de que Masaomi le pusiera la túnica roja encima.
-Gracias.-Dijo Misao tímidamente. Y empezó a cerrarse la túnica, pero Masaomi le detuvo.
Misao le miró confundido y sintió el pelo suave de Masaomi en su rostro. Sus labios repasaron la clavícula de Misao, dejando un dulce dolor en la piel.
-Ah…
Se le escapó un pequeño gritó y abrió suavemente los ojos que había cerrado por reflejo.
Alzó su pasional mirada a la querida cara de Masaomi. Masaomi sujetó la parte trasera del cuello de Misao y le acercó para compartir otro beso. Las manos de Misao estaban en el pecho de Masaomi, pero fueron avanzando poco a poco, acariciando con la punta de los dedos los hombros del hombre hasta que se entregó por completo al impulso de aferrarse a él. Masaomi sujetó su cadera más cerca como respuesta.
Sus labios se juntaron tan firmemente que Misao no podía ni respirar. Su cerebro estaba abrumado por la pasión. Masaomi chupó su lengua y Misao le respondió. Cuando separaron sus labios, una débil voz lasciva se mezcló con sus jadeos. Misao descansó la mejilla en el pecho de Masaomi.
-No quiero soltarte.
En cuanto esa poderosa emoción cruzó sus labios, escucharon el sonido de los pasos por el suelo. Misao contuvo la respiración y se dio la vuelta para mirar. Masaomi acercó el cuerpo de Misao contra el suyo y le abrazó con fuerza. Posó su mejilla contra su sien. Misao sabía que estaba mirando al mismo sitio.
Una figura humana apareció por el especio del biombo. Era Sazu. Movió la cabeza de un lado al otro, y cuando vio los cuerpos enredados de los dos hombres se le abrió la mandíbula al completo. Era una niña en un burdel, parecía entender lo que estaba pasando de inmediato.
Misao abrió la boca para decirle algo, pero no se le ocurrió nada, y al final, volvió a cerrarla.
-Mi hermana mayor…-Sazu tartamudeó tras mucho esfuerzo.-Quiere saber qué está pasando aquí…
Las cejas de Misao se juntaron y sacudió la cabeza. No sabía si había asentido con la cabeza o la había dejado caer. Empezó a levantarse, pero los brazos de Masaomi le detuvieron. Se giró hacia Masaomi confundido.
-Suéltame, Masaomi,
Los labios de Masaomi rechazaron la petición de Misao, y entonces, le atrajó hacia sí mismo. Misao jadeó, con los ojos abiertos como platos, y Masaomi le miró con una expresión intensa. Entonces, rio.
-Tú eres el que ha dicho que no quería soltarme.-La cara de Misao se sonrojó por su broma. Era muy cruel.
-No bromees conmigo, por favor.
-No quiero soltarte.
Masaomi habló seriamente y la sonrisa desapareció de su rostro. Los ojos titilaron con una pizca de felicidad, pero Misao tuvo que volver a la realidad al mirar a Sazu y su expresión desesperada.
-¿Dónde está Ukigumo?-preguntó Misao con la voz tosca.
-En el recibidor.
Sazu estrechó el brazo completamente. Mirando a Misao, con los ojos abiertos. Misao se tambaleó, con el kimono a su alrededor. Al parecer, Masaomi comprendió que era algo importante, porque esta vez dejó que Misao se moviera.
Misao se levantó. Las piernas le temblaban un poco, pero su kimono escondió la inestabilidad de su parte posterior en todo su esplendor. Se ajustó la túnica roja. Sazu recogió la faja ornamental y se la llevó. Era el acto reflejo de una criada bien entrenada. Se ató el obi delante vistiéndose deprisa. Lo último que se puso fue el kimono bordado. Misao se giró para buscarlo cuando le pusieron la ropa desde detrás. Miró por encima del hombro y se dio la vuelta.
Una vez de cara a Masaomi, él se lo acercó al pecho.
-Misao…-Susurró al oído de Misao lamentando su partida, pero Misao sacudió la cabeza firmemente. Si dejaba que le apartara, su corazón y sus acciones de volverían perezosas.
Puso las manos sobre el pecho de Masaomi y dio un paso atrás.
No tenía ni idea.
Recordando la calidez del cuerpo del hombre, Misao sintió un dolor agudo en el corazón y en su cuerpo.
-Me voy.-Dijo por fin. Mirarle era inútil.
Se dio la vuelta, sacando los brazos por las mangas del kimono que descansaba en sus hombros. Cuando se fue de la habitación de té, vio a Ukigumo a su izquierda, de pie al final de la barandilla mirando las estrellas.
-¿Has terminado?-Giró un poco la cabeza para mirar a Misao. Sintió que ella podía ver a través de él.
Misao bajó la cabeza y se marchó a paso ligero agarrándose al kimono. Ukigumo le llamó desde atrás.
-El viejo caballero está aquí.
Misao no se atrevió a parar y mirar a Ukigumo. Sentía demasiada culpa sobre él.
-Gracias.
Reconoció sus palabras y se marchó por el pasillo deprisa.  Seguramente había hecho algo malo. No tenía ni que preguntarse el qué. Sabía que había cometido un error por el que no podría volver a mirarla a los ojos.
Aun así…
Se apoyó en la barandilla que rodeaba el jardín central. Cuando miró el cielo al que había estado mirando Ukigumo, vio una luna hermosa. Pudo oler la fragancia de los cerezos en la brisa. Sus párpados temblaron como si de una convulsión se tratara.
Ahora que estaba completamente solo, el tacto de Masaomi en cada centímetro de su piel volvió a resurgir. Había sido tan feliz, era tan feliz… Así que no lamentaba lo que había sucedido. De repente, alguien tiró de la manga de su kimono. Misao miró a la persona sorprendido. Kazushi le estaba mirando tenso.
-¿Qué…?
Antes de ver qué ocurría, Misao tuvo un mal presentimiento. Kazushi lo explicó brevemente.
-El señor Towa ha hecho una ofrenda por el cuerpo de Ukigumo.
Misao parpadeó lentamente, entonces se tambaleó como si hubiese habido un terremoto.
Sintió como la calidez abandonaba la punta de los dedos, como si se quedase sin sangre. Kazushi siguió aguantándole el brazo mientras él caía pesadamente en el suelo.

Misao giró con la música, como un pájaro extendiendo las alas a cada revolución, sus piernas se movieron flojas bajo su cuerpo. Sus mangas largas se movieron por el cielo como alas. 
Tenía la mente en blanco, por alguna razón, quería reír. Se le escapó una risita. Se tropezó y dibujó un círculo inestable mientras se acercaba a la mesa. Terminó rodando y sentándose. 
-¡Ja, ja! ¡Estás borracho, Misao!
Las dos aprendices bajo Ukigumo corrieron a levantar a Misao. Misao se liberó de la interferencia. Parecía recordar gritar algo todo el rato, pero no estaba seguro de qué.
-Bueno, sí que está bastante borracho. ¿Por qué no se rinde, señor Sakai?
Los ojos de Misao se abrieron al oír el sonido de la voz de Ukigumo, y se congeló. Le aclaró mejor la mente que un baño de agua helada. Sakai miró a Misao con los indulgentes ojos de un dios. 
-Pero a veces necesitas escapar con alcohol.
-¿Y qué haces entonces?-Preguntó Ukigumo sentada al lado de Sakai.-Eso no cambia la realidad de las cosas.
Tenía razón. Masaomi siempre le había pertenecido. Esa era la realidad. Había ignorado eso y se había alborotado demasiado. ¿Qué más podía hacer? Al final, tendría que dejar al hombre.
-Se ha quedado muy callado.
Las aprendices se burlaban de él.
-A lo mejor se le ha acabado el carbón. 
Echaron un vistazo al rostro de Misao entre risitas, cuando de repente, su frialdad desapareció. 
-Oh, aquí está el bufón.
Ukigumo saludó al hombre.
-Tenemos dos mariposas que han estado descansando las alas.-Dijo con doble sentido Ukigumo. Las aprendices chillaron instantáneamente y se tiraron a sus pies. La artista empezó a puntear su samisén a un ritmo más rápido. Rociando la habitación con chillidos vibrantes, las dos chicas y el tambor empezaron a jugar al escondite.
Las festividades eran como de otro mundo. Misao lo estaba aguantando todo con torpeza cuando sus ojos se encontraron con la mirada amable de Sakai. Intentó sonreírle, pero falló. Misao se ofreció para rellenarle la copa de vino en un intento de pasarlo alto. 
Sakai alzo la copa y Misao inclinó la botella de vino en silencio.
-Veo agua de amor en tus ojos. –Sakai sonrió, estrechando los ojos hasta convertirlos en dos finas líneas. 
Misao inclinó la cabeza algo confundido.
-Normalmente eres lo suficientemente duro como para cumplir con tu papel, pero en cuanto te enamoras, te vuelves de cristal. Igual que tu madre. 
-¿Agua de amor…?-Misao susurró las palabras.
Sakai levantó las cejas impresionado.
-¿Nunca has oído hablar de ello? Entre los círculos de gente poderosa, llamamos a las lágrimas derramadas por amor: “agua de amor”. 
Sakai alzó una mano envejecida para secar una lágrima de la mejilla de Misao. 
-¿Ves? Estás cubierto de agua de amor.
Los ojos húmedos de Misao contenían un torrente de lágrimas. 



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