Capítulo 5:

enero 03, 2017


La lluvia cayó en forma de llovizna constante. Eran las ocho de la tarde. La hora del festín. Los criados cargaban con las bandejas vacías de las habitaciones y las dejaban en los pasillos. Prácticamente todo menos el vino estaba intacto. En las habitaciones de Katsuragi siempre era sí, por lo que a Misao le parecía ridículo que siguieran molestándose en hacerle aperitivos. Misao entró en la habitación adjunta cuando la mayoría de la limpieza había terminado.
Era la habitación de Senô. No había nadie en esos momentos, el silecnio también había vuelto a la habitación detrás de él, las puertas se abrieron.
Mientras los monitores preparaban las habitaciones de la segunda planta, las chicas y los clientes se ausentaban durante un ratito. Las chicas iban a arreglarse el maquillaje y la mayoría de los hombres iban al baño.
Un futón de alta calidad estaba orgullosamente apilado en una esquina. Tenía un color y un colorido casi venenoso. Misao estaba arrodillado con las manos en las rodillas, quitándole las arrugas. Entonces, su mano se detuvo. Su cuerpo se puso rígido y su corazón empezó a latir sin descanso. No. No podía pensar en ello. Dolía demasiado.
Intentó dejar de pensar en ello de alguna manera, pero no funcionó. El trabajo que hasta ahora había sido tan fácil, de repente, se había vuelto tan difícil…
Se aferró al futón, cerrando los puños.
-He visto a ese hombre tuyo en el baño.-De repente, la voz de Katsuragi apareció desde detrás de él. Misao se dio la vuelta sorprendido. El latir de su corazón empezó una especie de carrera.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?
Katsuragi fingió ignorancia y se quedó de pie dentro de la habitación. En el reflejo, Misao vio que Katsuragi estaba justo detrás de él abanicándose a sí mismo con un pedazo de papel. Apuntó al papel y Misao fue a por él. Revoloteó hasta su lado. Misao lo miró escépticamente. Cuando lo recogió, vio que era un cheque. El número seiscientos cuarenta estaba escrito en el campo de “cantidad”. Era tanto dinero que no se podía sorprender. Sólo era un trozo de papel.
-No sé si es tan honesto o qué, pero me ha pagado el doble de verdad.-Katsuragi parecía sorprendido.
Misao le miró: no tenía ni idea de qué hablaba Katsuragi. Entonces, se dio cuenta. Sus ojos volvieron al cheque. Revisó la cantidad con mucho cuidado. Era exactamente el doble de lo que Katsuragi había dicho que había pagado para hacerle una cortesana. Levantó la vista hacia Katsuragi  y dudoso, preguntó:
-¿Masaomi…?
-No sé su nombre. –Katsuragi resopló.
-¡Espera! ¿De verdad vas a llevarte todo ese dinero? ¡Devuélveselo! Sino será un problema.
-¿Tú estarás en problemas?-cuchicheó burlonamente. Entonces, se acercó y se sentó en la exquisita cama que Misao había extendido e hizo una mueca.-Nunca pensé que te escucharía hablarme así.
-Déjalo. Por favor.
Misao puso las dos manos en la cama y se inclinó hacia adelante. Estaba rogando, pero Katsuragi le derribó.
-¿Qué?
Durante unos segundos, Misao no supo lo que acababa de pasar. Antes de que su espalda se golpease contra el suelo, Katsuragi le agarró por el cuello de la camisa y le abrió el kimono.
Los ojos de Misao se engrandecieron, buscando la cara de Katsuragi mientras él se arrodillaba sobre él.
Un dolor húmedo le recorrió el cuello, poniéndole la piel de gallina. Intentó chillar, al parecer, su voz se le quedó atrapada en la garganta y sólo se le escapó un pequeño sonidito. Empujó el poderoso pecho, luchando, pero el hombre ni siquiera retrocedió. Castañeó los dientes, haciendo un sonido horrible. Se puso de lado, enterrándose en la cama, y empujó a Katsuragi con todas sus fuerzas, pero sus manos no eran resistencia alguna y cayeron en la nada. El peso que le había dominado ya no estaba.
Se volvió a cerrar el kimono y se sentó dándose la vuelta. Apenas habían sido unos segundos pero su respiración era pesada, como si acabase de correr un kilómetro. Katsuragi, por el contrario, estaba sentado delante de él, completamente tranquilo, como si nada hubiese ocurrido. Se tumbó de lado, apoyándose la cabeza en un brazo.
-Espero que te mueras.-Le escupió Misao entre respiraciones cansadas.
Los labios de Katsuragi se limitaron a torcerse y se enrolló en el futón. No tenía ningún remordimiento. Se dobló un brazo detrás de la cabeza a modo de cojín, entonces, se puso de lado mirando a Misao desde ese ángulo. Parecía completamente tranquilo.
-Llevas unos días casi cruzando la línea, pero no quiero hacerte daño, así que recuerda tu lugar.-Katsuragi parecía aburrido. Misao le miró mal con el cuerpo aún rígido.-Has perdido tu toque con los clientes. No es que seas una causa perdida, cuando te resistes así pones cachondo.
Misao sabía que comentando implícitamente que había estado con un hombre. Sus labios temblaron de humillación y los apretó con fuerza. Misao lo había sabido todo el tiempo. Que no podía seguir jugando a esos juegos eróticos con la gente. Que daba demasiado miedo.
Katsuragi se frotó la barbilla.
-Puedes quedarte el dinero.
-¿Qué?-Misao frunció el ceño incrédulo. Se preguntó que tenía Katsuragi bajo la manga.
Katsuragi se levantó la manga. Al parecer, sus sospechas las levaba escritas en la cara. Katsuragi se rio al verle fruncir el ceño.
-No eres divertido. ¿Por qué no me crees y ya?
-¿De quién es la culpa?-Murmuró.
-¿Quién sabe?-Katsuragi rodó sobre su espalda y se puso ambas manos bajo la cabeza.
-Tómatelo como la fianza por haberme enseñado cosas que normalmente no se ven en un burdel y haz lo que quieras con ese dinero. Salda tu deuda, dáselo a ese hombre, lo que sea.
Katsuragi habló lentamente, mirando el techo. No parecía una broma ni un truco cruel. Misao dejó escapar un suspiro. Por fin, relajó la tensión de su cuerpo.
-No entiendo lo que pretendes.-Dijo honestamente.
-Te lo he dicho.-Katsuragi movió la cabeza hacia Misao y sonrió.-Sólo pago por las cosas que me entretienen.
-Qué bonito.-Misao sacudió la cabeza.
-Bueno, ¿y qué? ¿Quieres el dinero o no?-Katsuragi le forzó a decidir. Por supuesto, Misao quería devolverle el dinero a Masaomi, pero no le había visto desde la noche anterior cuando Kazushi le había dicho que Masaomi había hecho una oferta para Ugikumo. Misao dudó que fuera a volverle a ver. Misao actuó de forma indiscreta delante de él. Escuchó que Masaomi iba a volver a ir a la casa de té aquella noche, pero cuando fue a preparar la habitación de Ukigumo, Kazuchi se ofreció para ir en su lugar. Los ojos de Misao se posaron en el cheque, turbulentos.
-Quiero que… se lo devuelvas.
El vació de sus esperanzas se reflejaron en su voz. Katsuragi resopló y le miró.
-¿Crees que yo haría algo tan bueno?-Le ofreció esa respuesta predecible con una expresión terriblemente sorprendida.
-No.-Respondió amargamente. Con los dedos aún dudosos, Misao recogió el cheque. Intentó convenerse de que no era tanto dinero como para preocuparse. Tenía que devolverlo.
Decidido, salió de la habitación y entró en la casa de té. Sus pies querían correr, pero lo reconsideró. Se dio la vuelta y Katsuragi estaba mirando el techo como siempre. Parecía haber perdido todo el interés en Misao, y Misao se preguntó brevemente si decirlo o no. Parte de él se negaba, pero decidió decírselo de todos modos. Era educación básica.
-Gracias.
Cuando lo escuchó, Katsuragi frunció el ceño horriblemente, por lo que Misao se quedó tranquilo al haber hecho la decisión correcta.
Corrió por los pasillos, mirando aquí y allí.  Esas horas, los pasillos estaban repletos de criados cargando con las camas, por lo que era difícil pasar.
-¡Kazushi!
Misao vio la espalda de la persona a la que buscaba entre el tumulto y le llamó. Debía haber terminado de preparar la habitación porque no estaba haciendo nada. Mientras Misao corría a él, le preguntó:
-¿La habitación de Ukigumo ya está lista?
Kazuchi parecía un poco sorprendido. Entonces, sacudió la cabeza.
-Sí, pero el señor Towa no va a ir esta noche.
-¿Qué?
-La habitación de Ukigumo la va a usar otro cliente, así que esta noche irá a la de los criados. A la habitación de las cerezas.-Explicó, mirando directamente a los ojos de Misao.-Pero Ukigumo no está ahí, se está arreglando el maquillaje.
En las palabras de Kazushi había el mensaje de que si quería estar asolas con Masaomi, todavía estaba a tiempo. Misao frunció el ceño, como si no hubiese escuchado todas las palabras de Kazushi.
-¿Has hablado con Masaomi?-Le preguntó preocupado, y durante varios momentos, Kazushi pareció realmente sorprendido por su pregunta, pero pronto volvió a tener su apariencia habitual de comprensión y arqueó la ceja.
-Si quieres que le pasé algo de tu parte, tendremos que hablar seriamente, tú y yo. ¿No puedes ni hablarle?-Le dio unas palmaditas en la cabeza y entonces, se puso a su lado. - ¡Date prisa!
Escupió una advertencia estúpida que le recordó a Misao lo del cheque y corrió por los pasillos de nuevo. Era una cantidad tan espantosa que sujetarla le hacía sentir mal. ¿Y si lo perdía? El pensamiento le dio escalofríos, pero cuando llegó a la parte de afuera de la habitación de las cerezas, otro tipo de miedo le llenó el corazón.
La puerta estaba abierta.
En el especio entre dos biombos, Misao vio a Masaomi sentado, con las piernas estiradas encima de un futón de alta calidad. Llevaba un kimono de verano. Una lámpara detrás del biombo iluminaba su rostro alicaído.
Había algo insoportablemente conmovedor en la escena. Misao no podía hablar. Se quedó ahí durante un buen rato. Había estado observado a Masaomi durante demasiado tiempo, lo sabía. Masaomi alzó la vista, como si algo le hubiese llamado la atención. Parecía vagamente sorprendido de encontrarse a Misao y susurró su nombre.
Mientras los ojos de Misao buscaban algo a lo que mirar, Masaomi salió de detrás de los biombos. Antes de que Misao se diera cuenta, ya estaba justo delante de él. Suspiró con alivio y sonrió.
-No te he visto en toda la noche. Me preocupaba que te hubiese pasado algo.-Le rodeó con los brazos sin dudar y empezó a arrastrarle dentro de la habitación, y Misao no pudo resistirse. Era como intentar resistirse a la fuerza de la gravedad.-Tengo que hablar contigo.-Dijo Masaomi llevándole detrás de los biombos.
El cuerpo de Misao se puso muy rígido y su cara se endureció. ¿Masaomi le iba a obligar a escucharlo de sus propios labios? ¿Por qué? La triste pregunta ondeó en su corazón. Masaomi no tenía que ser tan sincero con él, eso era simple crueldad.
-Ya lo sé.
Su voz era como aire escapando. Era patético. Masaomi le miró sorprendido.
-¿Qué?-Cuando Misao no respondió, Masaomi se sentó en el sofá y atrajo a Misao a su lado. Su rostro estaba muy cera.-¿Qué sabes?-le volvió a preguntar confuso.
Misao bajó la vista, incapaz de soportarlo.
-¿Cuándo será?-Su voz era dura.
Masaomi se paró un momento para pensar.
-Creo que cuando antes mejor. –En su respuesta había cierta duda. Masaomi le cogió la mejilla con la mano izquierda, hizo girar la cara alicaída de Misao y le miró a los ojos.
-No pareces muy contento.-Masaomi sonó algo aprensivo.
-¿Contento?-Un temblor recorrió los labios de Misao y miró a Masaomi a la cara, que estaba muy cerca de la suya, con la cara contrariada.
Sabía que su rostro le estaba juzgando.
¿Cómo iba a estar contento por algo así?
-¿Misao?
Masaomi paracía preocupado. Incapaz de aguantar mirarle, Misao giró la cara, liberándose de la mano de Masaomi. Vio una borla elegante en la esquina de la cama. Temía escupir alguna de las emociones oscuras que plagaban su corazón. Creía que su corazón estaba llorando de desesperación, pero, ¿cuán hondo llegaba esa desesperación? No debería haber venido. No debería haberse entregado a la realidad de no volver a ver a Masaomi nunca más.
-¿Hay algo que te moleste?-Masaomi parecía desconcertado.
Los ojos de Misao se endurecieron y se dio la vuelta para enfrentarse a él. ¿Cómo se atrevía a preguntarle eso? Masaomi le había pillado totalmente desprevenido. Misao abrió la boca para lanzarle un ataque pero la poca prudencia que le quedaba le dijo que no tenía derecho a hacer algo así. La lógica obligó a Misao a cerrar de nuevo la boca. Se dio la vuelta, dejando caer la cabeza. Con prudencia, Masaomi empezó a decir lago, pero antes de poder hacerlo, Misao sacó el cheque de su manga y se lo dio.
-Katsuragi dice que no lo quiere.
Su voz era dura. Levantó la vista para mirar el rostró de Masaomi. Miraba el cheque en las manos de Misao con odio.
-Pues ya lo puedes quemar.-Dijo Masaomi imparcial.
Misao sintió como si le hubieran abofeteado la mano. Katsuragi le dijo que podía devolverlo, así que Misao había empezado a pensar en ello como dinero de verdad, pero a no ser que alguien lo cobrase, no era más que un trozo de papel. Masaomi no perdía nada.
-¿Has estado con él esta noche?-Le preguntó lentamente. Su rostro  contenía el mismo disgusto que su voz. Misao sintió que le estaban atacando por algo de lo que apenas había conseguido escapar y apartó la vista.- ¿Pero no me has venido a ver a mí?-Tras su acusación, Masaomi suspiró y posó la mano en el cheque de la mano de Misao. Empujándolo hacia Misao.-No creo que esto sea suficiente para llevarte conmigo a Tokio.-Su voz era ansiosa. Los ojos de Misao se abrieron como platos. Su boca se abrió de par en par en el mismo momento, y tardó mucho más en decir algo.
-¿Qué… has dicho?-Cuando por fin fue capaz de hablar, su voz era tosca.- ¿Por qué? ¡Se supone que tienes que pasar la noche con Ukigumo! ¡¿No os vais a casar?!-Misao explotó. Masaomi le miró boquiabierto y entonces, su rostro se llenó de angustia. 
Hubo un breve silencio y finalmente, suspiró.
-No nos vamos a casar.
La voz de Masaomi derritió el silencio. Los ojos de Misao se abrieron como platos cuando le miró.
-¿Entonces, por qué…?-Sus labios temblaron. Parecía que no le llegaba el oxígeno al cerebro.- ¿La vas a tener como amante?-Preguntó Misao desesperado.
Masaomi parecía como que quería discutir, pero al parecer, se lo pensó mejor y cerró la boca en cuanto la abrió. El corazón de Misao revoloteó y su mente se nubló.
-¡No! ¡No eres así!-Murmuró burlonamente.
¿Pero qué había en su corazón? ¿Qué quería? ¿Qué deseaba? Sus emociones habían ido por el mal camino – ya no sabía nada.
La agonía nubló el ceño de Masaomi.
-¿Qué te has pensado qué soy?-Preguntó controlando la voz.
Misao estrechó los ojos, los cerró y sacudió la cabeza. Empujó la mano contra su sien y dejó caer la cabeza.
-Misao.
Masaomi estiró la mano para tocarle el hombro y Misao casi rechazó su mano, pero se quedó ahí hundido. Masaomi le estrechó entre sus brazos, calmando los temblores del cuerpo de Misao. Misao enterró la cara en las ropas de Masaomi y sintió la calidez del hombre.
-No…-Tenía un nudo en la garganta.
-Misao.
Misao, abrazado por los brazos del hombre, escuchándole llamar su nombre, le preguntó, contra su pecho, una sola vez.
-¿Cómo has podido?-Dijo con una voz ronca que consiguió sonsacarle a su garganta.
¿Cómo se suponía que iba a abandonar la calidez que sentía en los brazos de este hombre?
-Podrías haberme dicho que sólo te importaba ella.
Escucharon una voz desde el otro lado de los biombos de repente y Misao se puso rígido. Levantó la cabeza. Masaomi ya estaba mirando en esa dirección. Todavía con Misao entre sus brazos, pero no lo suficientemente fuerte como para retenerle. Misao se apartó y se giró enfadado.
-No hace falta que parezcas tan inocente, Masaomi.
Ukigumo atravesó los biombos. Llevaba un camisón. Misa empezó a levantarse, dolorosamente consciente de que estaba fuera de lugar, pero Ukigumo le hizo detenerse con una mirada. Se sentó formalmente al borde de la cama y entonces, sin perturbarse en lo más mínimo, fijó la mirada en Masaomi con la pureza del rocío. Masaomi también se sentó más formalmente y le devolvió la mirada, como si esperase órdenes.
Misao se quedó perplejo por la formalidad extrema con la que se amenazaban. No parecían en absoluto un hombre y una mujer en la cama y mucho menos una cortesana y uno de sus clientes habituales.
Misao contuvo el aliento, pero Ukigumo no le prestó atención. Se centró en Masaomi y habló con tranquilidad.
-Deberías cuidar bien las cosas que te importan. No le prestes atención a nada más.-En el rostro de Masaomi apareció una expresión a arrepentimiento.-Masaomi, caray.-Por primera vez, la cara de ella tenía un toque de calidez.-Tienes que olvidarte de mí.
Misao intentaba parecer pequeño y callado, pero cuando Ukigumo le dio este inesperado mensaje de separación a Masaomi, un gritó se le escapó. Miró a Masaomi, preguntándose cómo se lo iba a tomar, pero no pareció estar particularmente acongojado. Suspiró y bajó la vista.
-¿No has cambiado de opinión?-Preguntó Masaomi mirándola, pero Ukigumo se limitó a sacudir la cabeza, sin revolotear sus largas pestañas.
-Tal y como te dije al principio, no me interesa la caridad.
Por fin, Misao perdió el hilo de la conversación. No tenía ni idea de qué estaban hablando. La conversación no se estaba yendo en absoluto por donde debería ir cuando un hombre y una mujer se aman.
-Yo, Ukigumo – no, tú me conocías como Kotoko – te amé cuando éramos niños. Y porque te amé, sé muy bien que tú no me has amado nunca.
La historia de Ukigumo, que relató con los ojos cerrados, alteró el corazón de Misao.
Las imágenes pasaron por su cabeza una tras y otra y al final, todo se derrumbó. Un jadeó se le escapó de los labios que había abierto sin percatarse.
-Lo siento, Kotoko.-Se disculpó Masaomi.-He sido extremadamente desconsiderado contigo.
-Sí, estoy humillada.-Ukigumo habló con dureza.-En algunos sentidos, soy la mejor en la casa de té Oumi. Sería una deshonra para mi nombre que me comprase un hombre que no iba a compartir mi lecho. –Ukiguo irguió el cuello. Su tono decisivo mostró su fuerza interior.-Después de haber dedicado mi cuerpo a la sensualidad y el amor, me iré de aquí tras conquistar las grandiosas puertas del amor. Pero tú no eres quién me ayudará con eso, Masaomi.
-¿Hay alguien que pueda?
Ukigumo respondió la pregunta de Masaomi con un movimiento apenado y una sonrisa misteriosa. Entonces, volvió su expresión inescrutable hacia Misao.
-Perdóname.-Ukigumo bajó la cabeza ante él, y Misao sacudió la cabeza, sin comprenderlo con los hombros increíblemente tensos.-Pensaba que esta vez ganaría el corazón de Masaomi, pero he acabado usando trucos muy frívolos.-Se refería al haber alimentado las habladurías de su clientela, hecho que quizás había sido la razón por la que Masaomi se había pensado que Misao era una prostituta, pero era imposible que Misao pudiese culpar a Ukigumo por todo eso llegados a ese punto. De hecho, su disculpa hizo que Misao se sintiera culpable.
Misao no dijo nada, pero la sonrisa de Ukigumo pareció decir que lo entendía todo. Volvió a mirar a Masaomi.
-Tal y como  he dicho antes.-murmuró casi cantando.-Tú eras el único que me importaba, eso es todo lo que tenía que decir. El poder de esas palabras se quedará con cualquiera que esté enamorado.-Concluyó.
Ukigumo posicionó tres dedos delante de sus rodillas e hizo una reverencia. La mirada melancólica de Masaomi se posó sobre su cabello suelto.
-Respecto a lo de nuestra discusión anterior, me temo que debo rechazarlo.
Ukigumo levantó la cabeza, totalmente imperturbable, y Masaomi hizo una mueca.
-Te deseo lo mejor.
La pequeña esperanza le dio una breve apariencia de felicidad al rostro de Ukigumo, una cara que Misao no le había visto nunca. Pequeños dientes blancos asomaron de sus labios.

Después de que Ukigumo se marchase, las puertas brillaron con un color tan azul como la luz de la luna tras la lluvia. Masaomi miró la débil luz perdido en pensamientos lejanos. Su mente debía estar repleta de pensamientos de Ukigumo. Este era su adiós.
Misao se levantó tranquilamente, haciendo que Masaomi girase la cabeza un poco y centrase la vista en él.
-¿Dónde vas?
Masaomi le miró, intentando retenerle, y Misao sonrió débilmente.
-A sentarme a tu lado.-Murmuró, y se sentó. -Posó una mano suave sobre la mejilla del hombre.- Te han rechazado, ¿no?-Preguntó Misao con dulzura.
Masao sonrió tristemente y bajo la vista.
-Eso parece.
Dejó caer un poco la cabeza al asentir, por lo que Misao tuvo que inclinarse hacia adelante para cederle su hombro. La frente de Masaomi se hundió en su hombro y Misao descansó la sien en la cabeza de Masaomi. Sintió que no había necesidad de hablar, pero Masaomi rompió el silencio, hablando en voz baja desde su hombro.
Ukigumo había sido la hija de una famosa familia noble de Nara, los Kadokuras. La familia Towa y la Kadokura eran amigos y Masaomi veía a Ukigumo como a una hermana pequeña, pero la familia Kadokura, cayó.
-Después de eso, nadie volvió a oír hablar de ellos. Todos desaparecieron, excepto por a la que pude encontrar: Kotoko.
Misao por fin entendió cómo debió haberse sentido Masaomi al escuchar la historia de Misao en el carro a Dotonbori. Había sido incapaz de interrumpirle porque no podía ayudarle.
-Mi hermano mayor fue el primero en encontrar a Kotoko en el distrito del placer, de pura casualidad. Cuando lo escuché, decidí que vendría a echar un vistazo, aunque mis dos hermanos estaban en contra. Ha pasado mucho tiempo, sabes. Dijeron que Kotoko no quería volver a ver a nadie que solía conocer.
El hecho de que Masaomi lamentaba su decisión estaba clara.
-Tenías razón con lo que dijiste el primer día. Por alguna razón no podía dejarla ir. ¿Era pena?
-No pasa nada.
Mirando a la lámpara, Misao absolvió a Masaomi de su auto condena. 
-No creo que seas arrogante, Masaomi.-Lo volvió a decir.-No creo que seas arrogante.
-No…
Masaomi levantó la cabeza y miró a Misao directamente a los ojos.
-Soy arrogante.
Misao le devolvió la mirada. Masaomi tocó el cabello de Misao ligeramente con la punta de los dedos, entonces, le acarició la cabeza con la palma de la mano, poniéndole el pelo por detrás de la oreja. Misao inclinó la cabeza algo avergonzado. Su rostro estaba llena de esperanza, Masaomi habló con solemnidad.
-Te llevaré conmigo a Tokio, a toda costa.
Cada palabra le llenaba de deseo. Cuando sus miradas colisionaron, Misao tembló y Masaomi declaró sus intenciones aún más ansioso.
-Aunque me rechaces como Kotoko, no te permitiré dejarme. Nunca.
Misao sintió un dolor agudo en la nariz y, la tensión abandonó sus ojos, las lágrimas fluyeron por sus mejillas. Sonrió al hombre al que amaba a través de los ojos llorosos.
-Me prometiste…-La fina voz de Misao tembló, como si nadase en aguas turbias.-…que me volverías a llevar al mar.
Masaomi asintió, y una gran sonrisa apareció en su rostro.
-También te prometí llevarte a un barco.
-Juntos…-Misao jamás había esperado que su sueño se hiciera realidad. Las emociones que había estado conteniendo llegaron a su tope y le saltaron por los ojos, y se cubrió la boa con las manos.
-Soy tan feliz.-Incapaz de contener las interminables lágrimas, inclinó la cabeza.-Tan feliz.
-Misao…
Su rostro estaba empapado por las lágrimas. Misao se aferró a la mano encima de su rodilla y Masaomi la cubrió con otra suya. Inclinó la cabeza y pasó los labios por las esquinas de los ojos de Misao con dulzura, besándole las lágrimas. Sus párpados revolotearon. Misao levantó el rostro lloroso. El siguiente beso cayó sobre la parte posterior de la mano que cubría su boca. Cerró un poco los párpados cautivado por los ojos del hombre que estaban tan cerca a los suyos. Misao dejó que la mano que cubría sus labios cayese lentamente. Unos labios cubrieron los susyos. El beso fue suave, casi capaz de detener las lágrimas, pero si volvió más profundo invadiendo su boca con intensidad.
-Siento como si estuviera soñando.
Masaomi rio, deslizando sus labios por la mejilla de Misao, mordisqueándole el lóbulo de la oreja y entonces, siguiendo su cuello. Abrió el kimono de Misao y, de repente, se detuvo. Misao acarició la cabeza de Masaomi con la mano izquierda e inclinó la cabeza con curiosidad, preguntándose qué pasaba.
-¿Masaomi?
Misao liberó sus dedos del enredo con el cabello de Masaomi. Masaomi le miró. La severidad de su expresión sorprendió a Misao. Estaba examinando la parte izquierda del cuello de Misao. Lo único que podía estar mirando era el chupetón que Katsuragi le había hecho en broma. Misao de repente se asustó de la perversión de Katsuragi, preguntándose si había planeado hasta esto.
Masaomi movió sus ojos a los de Misao.
-Yo no he hecho eso.
Su afirmación grave, afilada, hizo que Misao se lo tapase con una mano para esconderlo, pero se dio cuenta, que al hacer eso sólo parecía más sospechoso y corrió a explicarse.
-No, yo… Katsuragi estaba haciendo una broma, y…
-Katsuragi.-Susurró su nombre con severidad.-Qué nombre tan molesto.
Misao notó las punzadas de irritación de Masaomi en el aire y frunció el ceño, preguntándose qué hacer. No había temido tanto hacer enfadar a alguien desde que se convirtió en criado. Sabía la razón de ello. No tenía miedo de que Masaomi se enfadara con él, sino de que le odiara.
-Antes has dicho que no era ese tipo de persona.-controlaba su voz y no era nada emocional. Misao le miró suplicante y asintió.
Masaomi levantó a mano que cubría el chupetón del cuello de Misao y ofreció sus labios a cambio.
-Quiero que recuerdes esto.
-Yo…
Masaomi chupó la piel tan fuerte que parecía que le estaba mordiendo. Misao cayó para atrás, levantando la rodilla derecha de la sorpresa.
-No quiero que nade a parte de mí haga esto. No quiero ni que te toquen.
Su cálido aliento acarició el cuello de Misao y sus pestañas revolotearon. Masaomi levantó la cabeza suficientemente cerca como para haber podido besar a Misao, y murmuró.
-Supongo que soy un hombre celoso de mente cerrada.
Sus labios se sellaron mientras jadeaba. Levantó el dobladillo de su kimono y las manos del hombre acariciaron sus muslos. Masaomi apartó los labios mientras su cuello se estremecía.
-Quiero que seas sólo mío.
Cautivado por su dulce e intensa súplica, Misao abrió los ojos y los fijó en la mirada frenética de Masaomi. No pudo contener un débil suspiro. Masaomi le quitó el aire con palabras como fuego.
-En cuerpo y alma.
Los dos se lanzaron sobre el otro con lujuria. Misao sintió la parte por donde se habían unido húmeda. Sabía que era la pasión que Masaomi había dejado en él, y jadeó arrítmicamente convulsionando por el éxtasis. Las piernas de Misao estaban completamente abiertas y Masaomi le cogió bien de la cintura. Mientras se movía dentro lentamente, una sensación exquisita recorrió la espalda de Misao y gimió. Masaomi miró a la cara a Misao y se inclinó sobre él. Profundizó la conexión de sus partes inferiores y Misao tiró la cabeza hacia atrás y gritó.
Cerró los ojos y sus caderas se movieron incontrolablemente.
-No, yo… No puedo…-Estaba en trance.
Masaomi le lamió el lóbulo de la oreja, jugando con la lengua. Le mordió y una dulce emoción de dolor le invadió. El sonido de la voz de Masaomi, ronca por el placer mientras pronunciaba su nombre, hizo que el corazón de Misao latiese con fuerza.
-Quiero más.-Instó a Misao en la oreja, y Misao movió los ojos llorosos a un lado. Masaomi bajó la vista hacia él y sonrió con lujuria. Sólo eso fue capaz de hacer que Misao perdiese la razón.


-Creo que me voy a volver loco.-Murmuró Misao entre jadeos. Rodeó la espalda de Masaomi con sus brazos y Masaomi le levantó.
-¡Ah…!
Inconscientemente, intentó huir de la cosa que había enterrado dentro de su cuerpo, Misao se aferró a los brazos de Masaomi y se puso de rodillas, pero el hombre tenía las manos en la pelvis de Misao e inmediatamente, le hizo bajar otra vez.
-¡Mmm! ¡Ah! ¡Ah…!
La penetración era insoportable, y se aferró al cuello del hombre. Se quedó así hasta que su cuerpo se acostumbró a su nueva posición. Como si Masaomi hubiese notado que Misao se había tranquilizado, le quitó las manos del cuello.  Sus labios le rozaron la sien.
-Quiero verte enloquecer.-Susurró palabras que deslumbraron a Misao, y él apartó la cara. Mirando los ojos dudosos de Misao, Masaomi plantó sus dos manos en la cama y se inclinó hacia atrás, apoyándose sobre los codos.
Misao tragó saliva.
Esta posición significaba que tendría que moverse. Misao había visto a las mujeres haciéndolo. Era una petición popular, por supuesto, él no lo había hecho nunca. Respirando profundamente, Misao posó las manos en el estómago que montaba. Fijó los ojos en sus manos intentando no echar a perder el placer de Masaomi y movió las caderas como lo hacían las chicas, pero no lo hizo muy bien y se le escapó un gritito de dolor. Estaba seguro que Masaomi tampoco lo estaba disfrutando, y le miró jadeando. Tal y como temía, le esperaba una frente fruncida. Misao dejó caer la cabeza.
-Eres adorable.
Masaomi le sonrió y le puso una mano en la cintura. Acarició el contorno del cuerpo de Misao y entonces, y siguió subiendo la mano. El sexo había hecho que el cuerpo de Misao estuviera increíblemente sensible y su cuerpo entero se estremeció cuando Masaomi le acarició la piel.
-Haz lo que te de gusto.
Masaomi le frotó uno de los pezones con un pulgar.
-Ah…
Misao epezó a mover las caderas de forma natural. Su interior, que deseaba que le dieran más duro, se estremeció, y Misao tensó las rodillas y dejó caer las caderas más abajo para llevar a Masaomi donde le quería, dentro de él. El placer que esa acción le hizo sentir se articuló en la boca de Misao. Cuando empezó a tocarse por delante a sí mismo, perdió el control y sus caderas se menearon para todos lados.
-¡Ah! ¡Qué bien…! ¡Ah!
Dejó la boca abierta lascivamente y Masaomi repasó sus labios con la almohadilla del dedo. Misao le miró con entusiasmo. La mirada de Masaomi era indulgente, nublada por el placer, y estaba fija en los ojos de Misao.
-Eres bueno. Esto está muy bien.
Masaomi introdujo su dedo corazón entre la boca medio abierta de Misao y acarició la base de su lengua. La sensación era abrumadora. Misao enrolló la lengua en el dedo del hombre. Mientras lo lamía, le pareció estar soñando.
-Voy a encender las lámparas.
Sorprendido por la voz repentina de Kazushi, Misao, sin querer, mordió el dedo de Masaomi. Los ojos de Masaomi se entrecerraron por el dolor, pero no había tiempo para disculparse. Masaomi cogió la cabeza de Misao, rígida y con los ojos abiertos de par en par, y la bajó para besarla. Hizo rodar a Misao hasta su lado, y entonces, empujó su espalda a la cama y provocó que los cojines se lo tragaran y ahogaran su grito.
Sus dedos arañaron el aire cuando el hombre le dio más fuerte desde dentro. Aunque había biombos que les tapaban, Misao sabía más que nadie que todo el mundo podía verles a través de los espacios.
La humillación y el placer crearon un remolino y provocaron que la mente de Misao se sumiera en el caos. Pensó que los sonidos que hacían sus cuerpos al unirse eran extraordinariamente ruidosos.
-Lo siento, tengo que hacer mi trabajo.-Misao se sintió desfallecer por la vergüenza al escuchar la disculpa de Kazushi a unos pasos.-No creo que venga a molestaros nadie más. Disfrute de su estancia.
Masaomi esperó unos segundos a que Kazushi pusiera el aceite en la lámpara y se marchara de la habitación antes de parar de moverse y apartar sus labios de los de Misao.
-No me lo puedo creer.-Dijo Misao sorprendido, entre jadeos.
Masaomi soltó una risita y Misao alzó las cejas.
-He escondido tu cara bonita y tu voz, ¿no?
Dejó caer un beso en los labios silenciosos de Misao, y entonces, empezó a mover irresistiblemente la parte posterior de su cuerpo. Conquistó a Misao, pero antes de entregarse a ello, se percató, por primera vez, que ese hombre podría ser más problemático que Katsuragi.

Antes de que las chicas salieran a la calle a atraer clientes esa tarde, el cuarto trasero estaba lleno de humo blanco. El dueño de la casa de té había estado fumando tabaco sin parar, irritado. Misao se sentó al otro lado de una estufa, mirándole furtivamente.
-Cuánto humo.
Pero el dueño miró maliciosamente a Masaomi, que estaba sentado muy formalmente al lado de Misao. No mostraba signos de haber escuchado la queja de Misao.
-Creía que había venido a ver a Ukigumo, señor Towa.-Gikuyo habló a Masaomi con expresión serena sentada al lado del dueño molesto.
Misao miró de reojo a Masaomi que asintió plácidamente.
-Pero Ukigumo me ha rechazado.
-¿Así que ha decidido llevarse a un criado en vez de a ella? Qué caprichoso.-Respondió Gikuyo sin el menor cambio en su expresión. En contraste a eso, el dueño miró a Masaomi con resentimiento.
-¿Sabes cuánto he trabajado con él durante estos años? ¡Le he hecho estudiar artes e ir al colegio! ¿Sabes cuánto ha costado eso? ¡¿De verdad, pretendes…---
-Pienso devolverlo todo, aunque lleve su tiempo.-Masaomi interrumpió al dueño a mitad de sus tiros, declarando su deseo a la fuerza. Esa resistencia pareció haberle enfurecido.
-¿Y cuánto te crees que me debe?-Gritó el dueño, golpeando la estufa.
-¿Cuánto?-Preguntó Masaomi con frialdad.
Al parecer, era un farol, ya que el dueño se quejó:
-¡No es cuestión de dinero!-Era insufrible.-Y… ¿Y qué es eso de tu cuello?-Apuntó a Misao temblando de rabia.
Se trataba de la marca que Katsuragi le había hecho en el cuello que Masaomi había oscurecido aún más con su propio cuerpo.
No le avergonzaba que eso estuviera allí. Misao estiró el cuello y miró directamente al dueño, sin esconder nada.
-Lo he hecho yo.-Confesó Masaomi crispado.
Misao había jurado mantenerse firme sin importar lo que le dijeran, pero esas palabras amenazaron con hacerle llorar. Sintió un dolor punzante en el cuello.
Enfurecido, el dueño se quedó boquiabierto, temblando de la rabia.
-¡¿Cómo te…?! ¡¿Cómo te atreves?! ¡He criado a este niño como a mi propio hijo, y tú le has arruinado!
-Bueno, señor.-Respondió Masaomi.-Quiero tomar la responsabilidad de mis acciones. ¿Podría escuchar lo que tenemos que decir con calma?
-¿Cómo puedo estar calmado con una cosa así?-Gritó enfadado, tirándose sobre su asiento.
-Vergonzoso.-Gikuyo había estado sentada en silencio siguiendo los acontecimientos hasta entonces, pero en ese momento resopló y  reprendió al dueño.-Siéntate de una vez. –Su voz era amenazadora y él volvió a su asiento asustado.
Masaomi miró a Misao al ver la bizarra relación que tenían esos dos. Misao le devolvió la mirada con incredulidad.
El dueño se calmó físicamente, pero refunfuñando. Gikuyo metió la ceniza de la pipa en la bolsa del tabaco y, sin mirarle, escupió un duro insulto.-¡Que te calles ya, horrible hombrecito!
A pesar de la ofensa, el dueño se calló obedientemente. Como si no hubiese esperado nada distinto, Gikuyo golpeó el cabezal de su pipa sobre el encendedor.
-Has pagado lo suficiente como para cubrir tu habitación y las despensas de un mes. Decir que es dinero perdido es demasiado ambicioso.-Los hombros de Misao temblaron, Masaomi miró a Gikuyo.- ¿Le darás la suficiente comida para que no tenga que buscarla en las calles?
Masaomi asintió una vez, firmemente.
-Por supuesto.
Misao se sintió extraño. No sabía si era porque Masaomi estaba a su lado, o porque jamás se  imaginó que llegaría a estarlo. Daba igual lo mucho que mirase a la mujer fumando de su pipa delante de él, su corazón estaba quieto y no podía pensar ninguna queja.
-Me refiero por el resto de su vida.
Masaomi sonrió un poco ante Gikuyo.
-Por supuesto.
Al ver que la discusión llegaba a su fin entre ellos, el dueño no pudo contenerse más e interrumpió frenéticamente.
-¡Absolutamente no! ¡Nunca voy a entregar a Misao!-Un golpe sonó en la habitación y las cenizas se escamparon por el suelo.
-¡¿Te puedes callar?!-Gikuyo había golpeado la estufa con la pipa y miraba al dueño penetrantemente con un brillo peligroso en su mirar. -¡Si quieres que siga trabajando aquí, te quedarás calladito!
El dueño tragó saliva.
-Tamaki…-Susurró Misao, y Gikuyo le miró y entonces, se volvió hacia Masaomi.
-Llévatelo donde quieras. El dueño mismo ha dicho que no es una cuestión de dinero. No podemos aceptar nada de ti y ya te hemos ofendido demasiado.
Gikuyo terminó con indiferencia, pero Masaomi le hizo una reverencia durante, lo que parecieron, cien años.
-Muchas gracias por confiarme vuestro chiso.
Gikuyo bajó la vista a Masaomi sin la menor pizca de emoción mientras él se lo agradecía, y arqueó una ceja con desaprobación que dirigió a Misao.
-Qué raro. No has dicho nada en todo el rato.
Misao miró directamente a Gikuyo en silencio, entonces, inclinó la cabeza hasta llegar al mismo ángulo que Masaomi.
-Gracias-Misao habló lentamente, con la cara en el suelo.-darme a luz.
Misao se volvió a sentar tras su despedida final. Gikuyo estaba mirando el humo violeta que subía hasta el techo como si lo encontrase fascinante.
-Por cierto, señor Towa.-Masaomi levantó la cabeza del suelo por fin cuando Gikuyo le llamó. La mujer apartó la vista del techo y muy lentamente la posó sobre el rostro de Masaomi, llevándose la pipa a los labios.-Ukigumo ya no te preocupa, ¿no? –Gikuyo estrechó los ojos y exhaló una nube de humo.
-Puede que me preocupe un poco.-Respondió Masaomi solemne, entonces, se giró hacia Misao ansioso.-Pero él es el único al que quiero.
Misao sonrió, devolviéndole la mirada a Masaomi.
Es verdad.
Misao sabía que con esas meras palabras, ahora, podría seguir a ese hombre a donde fuera. 


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