Entre sueños, realidades e ilusiones

mayo 09, 2017


Era un lugar extraño pero a pesar de ello, no lo veía nada raro. Todo lo negro y todo lo blanco se reunía en ese lugar. Así estaba construido ese sitio. Aunque no había ni un solo color presente, el lugar – ese mundo monótono que lo envolvía todo – parecía insoportablemente grande, y era como un tipo de jardín de encaje en miniatura. Y por alguna razón sabía que yo también era algo que existía en aquel lugar.
Me percaté que todas las sillas en círculo tenían algo en común – tamaño, forma, etc. Había siete tronos, uno al lado del otro y cada uno tenía su dueño sentado encima. No podía ver sus formas y siluetas pero alrededor de cada trono había una fuerte presencia de pertenencia.
Los repasé con la mirada, uno a uno. Delante de uno en particular, había una espada manchada de sangre, y delante de otro había una jarra de agua llena hasta el borde. Miré el trono con un árbol que se había enredado consigo mismo y al que tenía un libro muy grueso encima – Desde ahí observé los otros y me detuve delante del primero. Allí y sólo allí no había ningún dueño. Y comprendí que ese trono estaba buscando uno. Y comprendí la razón por la que había terminado en ese lugar – yo cumplía las condiciones requeridas.
Esa era la decisión que tendría que haber odiado más. Era el motivo por el que lo había perdido todo una vez y era la elección por la que traicionaría los sentimientos de protección que él todavía tenía.
-No lo quiero.
Por eso mismo, sacudí mi cabecita y murmuré mi negación.
-Esta cosa… Esta cosa… No la quiero, yo…
Lo que quería, lo que buscaba era…

-¿Qué te pasa, Latina?
Me despertó una voz suave.
Parpadeé varias veces y recordé que estaba en el lugar más seguro del mundo. Una habitación llena de calidez. Una habitación en la que compartíamos nuestros preciados recuerdos e, incluso entonces, mi lugar más querido y cálido.
-¿Has tenido una pesadilla?
Desde que era pequeña, él siempre me preguntaba eso y me acariciaba el pelo. Al sentir sus enormes manos cálidas todos mis aterradores pensamientos y pesadillas se esfumaban.
Me hacía feliz que me acariciara y que me dijera: “tu pelo es precioso”, así que no me lo cortaba. Seguramente él no se daba cuenta, pero todas sus acciones casuales y sus palabras eran muy importantes.
-Estoy bien.
No tenía nada que temer.
Si eso estaba aquí, si estaba junto a su calidez, no podía pasar nada malo. Después de todo, este era el lugar más seguro del mundo.
-En serio, estoy bien.
Sonreí felizmente, como un gatito, acerqué el rostro a la calidez y caí en un ligero sueño.
No quería pensar en ello. En que algún día tendría que despedirse de esta calidez. Eso era lo que ella quería. Lo que ella siempre había deseado. Al que tenía a su lado, con quien estaba ahora mismo y con quien compartía una abundante y rebosante cantidad de felicidad. Pero algún día tendría que separarse de él.
¿Qué voy a hacer cuándo lo pierda?
Ella se sumió en un profundo, profundo sueño para no pensar en eso.

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