Capítulo 55: Luz a la vista

agosto 27, 2017


Li Wei Yang se inclinó.
–Padre ha enviado un espía a las áreas afectadas para poder aliviar las molestias de Su Alteza y para entender la situación. Al parecer cuando los oficiales se enteraron de que iban los censores, construyeron un puestecito de la noche a la mañana y colgaron un cartel amarillo de un poste muy alto donde se puede leer: “gachas” y aguardaron a sus víctimas.  Cuando llegaron los controladores empezaron a repartir gachas pero, en cuanto se marcharon, desmontaron el puestecito y ahí también terminaron las ayudas. Su Alteza, los oficiales no sólo están llenando los bolsillos, sino que además han usado barro de cal para compensar los números. Al final en las cazuelas han metido hasta pellejos, ¿cómo no van a haber motines si las víctimas apenas pueden comerse esas “gachas” y siguen muriendo de hambre?
El Emperador la escuchó atónito, jamás se habría imaginado que ocurría algo así. No creía lo que Li Wei Yang le decía porque él mismo había enviado tres grupos de inspectores y ninguno había sido capaz de averiguar el origen de los motines. No obstante, esa chica estaba hablando del asunto muy clara y lógicamente, por lo que le era imposible obligarse a pensar que lo estaba haciendo a la ligera.
–¡Cuando envíe a gente para que investigaran no descubrieron nada! ¡Y no hablo solo de inspectores, tampoco lo consiguieron los espías de palacio! – El Emperador pronunció cada una de estas palabras.
Li Wei Yang dejó caer la cabeza. Era obvio que el Emperador no podría descubrir nada porque los oficiales locales habían enterrado todas las pruebas y habían emprendido acciones para acallar a las víctimas. Pero… Todos estos problemas, cada uno de estos desastres ya había ocurrido en su vida anterior, los había visto con sus propios ojos, eran prácticas que los sacerdotes y oficiales corruptos empleaban a diario.
–El espía de padre tampoco descubrió nada al principio porque las víctimas no están dispuestas a decir nada, son muy renuentes a ello. Entonces, le sugerí a padre que le dijera de disfrazarse y pretender ser un pandillero para poderse mezclar entre ellos. Por supuesto, para que le creyeran tuvo que causar algunos problemas…
–Tú…–El Emperador se había quedado sin palabras.
–El cuarto paso que mencionó Dajie era la remisión de los impuestos. Su Alteza proclamó una orden de excepción e incluso envió cierto consuelo administrativo al área afectada, en un principio fue una buena táctica para consolar a las gentes, pero más tarde, algunos oficiales aceleraron las fechas de la recolección de impuestos. Cuando la orden de excepción llegó a los lugares del desastre los oficiales ya habían llevado a cabo la recolección por lo que, Su Alteza, los súbditos no consiguieron saborear la gracia imperial.
La Emperatriz Viuda miró de soslayo al sacerdote que esgrimía el pincel enérgicamente grabando las palabras de la hija del Primer Ministro sin reserva alguna.
–El quinto paso eran los graneros de siempre[1]. Su Alteza,  los graneros tienen la reputación de ayudar a la gente, pero en realidad, dañan a la gente de a pie. Los oficiales responsables de la compra y venta de los cereales y se confabulan con los vendedores sin escrúpulos. Al malversar la ayuda de Su Alteza la estrategia que debería ayudar a los ciudadanos acaba siendo motivo de disputa y es imposible seguir adelante con ella. Por todo esto, las cinco medidas de ayuda sólo son cháchara en papel. Dadas las enormes oportunidades de corrupción esto está destrozando el país y acaeciendo calamidades sobre las gentes. – Cada una de las palabras y frases de Wei Yang se apoderaron de los oyentes.
El Emperador se quedó sentado en su trono un rato, sin decir nada. Todo el mundo le miraba nervioso, ignorando si cuando abriera la boca sería para hacer que esa hermosa jovencita perdiese la cabeza. Sin embargo, el Emperador por fin suspiró pesadamente.
–Estas cinco medidas son de tu hermana.
Li Wei Yang bajó la mirada, llena de respeto.
–Su Alteza, Dajie no ha salido nunca de casa. Ya es muy bueno que haya sido capaz de pensar en estas medidas, por desgracia, al implementarlas  habrán muchos problemas. A causa de mi salud frágil padre me envió al campo para recuperarme, soy diferente a mi hermana y conozco la pobreza… Su Alteza, por favor, perdone la ofensa de dajie.
Agudeza, habilidades precisas de análisis y una perspectiva amplia, todo esto se hallaba en la misma jovencita. El Emperador miró a Li Wei Yang sorprendido.
–¿Ya sabías que habría problemas?
No era inmortal, ¿cómo podía ver el futuro?
El Emperador asintió y dijo:
–Eres joven, esa perspicacia tuya es muy rara. Según tú, ¿cómo podemos solucionar esto?
Li Wei Yang sonrió y continuó:
–Deberíamos empezar reorganizando la administración de los oficiales. Su Alteza, envíe inspectores para castigar a los corruptos, por favor.
El glabel del Emperador se sacudió, movió la mano y ordenó:
–Transmitid mis órdenes: todos los ciudadanos de a pie, a sabiendas que los oficiales son corruptos, deben atarlos y enviarlos a la capital para su merecido castigo, y todos los controles de los caminos deben permitirles avanzar. Cualquiera que ose obstruir mis palabras será castigado con la muerte.
Li Wei Yang susurró:
–Su Alteza, por favor, ponga límites a la corrupción monetaria.
El Emperador añadió con frialdad:
–¡A partir de ahora, toda la corrupción monetaria que exceda de cien taels será castigada con la muerte!
Li Wei Yang parpadeó.
–Pero hay muchos corruptos, me temo que no se les puede matar a todos a la vez, y no hay suficientes oficiales para rellenar los cargos.
El Emperador la miró, y de repente, rió:
–¿Y qué deberíamos hacer, según tú?
Li Wei Yang sonrió.
–En cuanto a lo de nombrar nuevos oficiales, Su Alteza comprenderá que sólo puedo ganar un tiempo limitado para su reemplazo…
El Emperador asintió y dijo:
–Bueno, le dejaré el asunto de los remplazos a tu padre.
Lao Furen, al escuchar esto, se colmó de alegría. Matar oficiales corruptos ofendería a mucha gente, pero si iban a nombrar a nuevos ya no importaba de dónde salieran, tendrían que complacer y adular a la familia Li y eso era algo muy bueno.
La Emperatriz Viuda rió:
–Nunca había visto a una chica tan inteligente. Su Alteza, debe recompensarla.
El Emperador miró a Li Wei Yang, sacudió la cabeza y contestó:
–Es demasiado joven para recibir un mandato imperial[2], tendré que premiarla con oro y plata.
Tal y como cabía esperar de un viejo lobo, ¿no estaba dispuesto a otorgar un mandato imperial? El corazón de Li Wei Yang se hundió, su sonrisa se tornó más magnificente; se inclinó sin ser humilde, ni abrumadora, hizo reverencias tres veces y con un tono sincero manifestó:
–Agradezco los elogios de la Emperatriz Viuda, tal elogio inmerecido me avergüenza. Ya me considero suertuda por haber podido encontrarme con la gracia e inteligencia de Su Alteza que además, ha permitido que una mujer hable de asuntos del estado. Se ha dado la casualidad de que yo viví entre gente de a pie, por tanto, he sido capaz de aliviar algunos de los problemas de Su Alteza. No me atrevo a aceptar ninguna recompensa. Su Alteza, por favor, quédesela.
Su actitud no era ni engreída, ni precipitada; ni abrumadora, ni humilde y eso consiguió ganar la buena opinión de la Emperatriz Viuda. La Emperatriz Viuda sonrió cariñosamente, reflexionó y dijo:
–Niña tonta, acepta lo que se te da. ¡Su Alteza no retirará sus palabras!
El Emperador asintió, movió la mano y los criados de la sala asintieron, salieron por la puerta principal para regresar un rato más tarde, trayendo sin parar más de una veintena de bandejas. En cada una de las bandejas habían joyas muy raras y oro. Lao Furen, que no estaba acostumbrada a ver tanto oro, se quedó encandilada. Era la primera vez que se ofrecían unos regalos tan generosos.
Todas las oficiales mujer parecían extremadamente envidiosas. “¡Qué suerte ha tenido esta chiquilla!”, pensaban.
Li Wei Yang no alzó la cabeza para mirar el oro, se limitó a seguir arrodillada en el suelo en silencio sin que se le pudiera ver el rostro ni la expresión.
¿Oro? ¡No lo quería! ¡Lo que quería era mucho más valioso que el oro!


[1] Los graneros ayudan a mantener el volumen de las existencias y a estabilizar los precios del mercado en momentos de hambruna, también reducen el riesgo de que los vendedores eleven los precios en caso de demanda.
[2] Un mandato imperial es cuando el Emperador otorgaba un título.

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