Capítulo 1

septiembre 05, 2017

Me llamo Fang YunSheng, vivo en la ciudad de Liu. Mi madre se divorció y se volvió a casar, así que, después de darme una suma de dinero, me abandonó y se fue de la ciudad con ese hombre, seguramente para disfrutar de su: “amor”.
Y aquí estoy yo: un hombre de veintinueve años sin novia, un holgazán. Mi vida está en la cuerda floja. También se podría decir que no tengo ni un duro. Todo lo que tengo es una casa. Lo único que la persona que me abandonó y que, podría decirse, vale algo, es esta casa.
Pero ahora no valdría mucho. Sólo sirve para cobijarme a mí, alguien que no vale nada.
Obligado por la vida, empiezo a trabajar. Un hombre adulto trabajando como psicólogo en una escuela de primaria. Sinceramente, sólo soy un holgazán sin nada mejor que hacer.
En realidad, este trabajo me lo dio el hombre que se llevó a la incompetente de mi madre para darme una oportunidad de sobrevivir.
No me lo dio porque se llevaba a mi madre, sino porque había usado mi cuerpo. No creo que un hombre que disfruta el cuerpo de otro hombre por la fuerza pueda hacerle mucho bien a mi encantadoramente seductora madre… Tampoco creo que mi madre sienta nada por él. Sólo le gusta el dinero y el poder. No hace falta hacer ver que estáis enamorados. Qué tontería.
Suspiro y miro la espaciosa habitación, y empiezo a soñar despierto mientras acaricio la portada del libro que está sobre la mesa. ¿Mi vida seguirá siendo así para siempre?
Cuando acaban las clases, empieza a llover. No me he traído el paraguas, pero, aun así, camino lentamente bajo la tormenta veraniega. Mientras camino, oigo a las profesoras murmurar entre ellas.
–¿Lo has visto? Ese es el que entró por enchufe.
–¿Qué dices? Ah, ¿no es bastante guapo?
–¿No lo sabes?  Aunque está bastante mal de la cabeza, es psicólogo. Además, ¿para qué necesita una escuela un psicólogo?
–Es verdad. ¿De verdad va a irse así, sin paraguas?
–Por eso te he dicho que está mal de la cabeza.
–¿No es poco duro decir eso basándote sólo en esto…?
–¿De verdad no lo sabes? Sedujo a su padrastro y su madre decidió abandonarle…
–¡¿Qué?! ¡Gay! ¡Qué asco! ¿No tiene vergüenza…?
Me tapó los oídos y miro a las dos profesoras mientras sigo de pie, bajo la lluvia. Parecen darse cuenta de que estoy ahí y dejan de hablar para concentrarse en sus móviles.
Me doy la vuelta y camino, lentamente, a la entrada del colegio.
Oh… Así es como se han extendido los rumores… ¿Por qué soy yo quien le ha seducido? ¿Qué me droguen y me violen ha acabado siendo seducción?  Esto es una broma. Ahora que pienso en ello, mi novia rompió conmigo porque escuchó estos rumores y vino a verme a la escuela.
Qué pena tener un novio tan asqueroso como yo, al parecer la bofetada no fue por nada. Solía abrazarme y decir que siempre estaríamos juntos, que no le importaba mi pasado. A la mierda, a las mujeres se les da muy bien engañar. Oh, mi “gran” madre también es una mujer… Esa boquita suya le echó todas las culpas a su propio hijo, como si fuera una de las pocas buenas madres que existen en el mundo.
Ignoro todo tipo de miradas curiosas y atrevidas en la escuela privada. Tengo las manos metidas en los bolsillos de mis pantalones. Salgo de la entrada del colegio hacia la casa donde vivo…
Las gotas de lluvia caen constantemente sobre mi cuerpo, mis orejas se llenan de sus sonidos. Unos cuantos mechones de mi pelo – demasiado largo – se me pegan en la frente. Las gotas recorren el camino de mi pelo hasta los ojos. La ropa se me pega a la piel hasta que empieza a ser difícil moverse. Por eso voy más lento de lo normal.
Si soy raro, que así sea. Después de estar debajo del cuerpo de ese hombre sin poder resistirme; después de que mi madre me maldijera y me pegase en la cara por ser una puta; después de que mi novia me abofeteara y me maldijera por dar asco, la palabra: “raro” se ha convertido en un término normal para mí, porque ser raro es una enfermedad. Una simple enfermedad que el mundo no puede aceptar.
Y aquí es donde conozco a otro rarito.
Está sentado en un montón de basura con la cabeza gacha. Es un joven con una camisa blanca. Tiene la ropa muy sucia y se puede ver un poco de sangre. Tiene arañazos en ambas manos. Parece que ha perdido una pelea y ha huido.
Tal vez la simpatía la provoque el hecho de ser capaz de conocer a alguien como yo, alguien sin paraguas bajo la lluvia, el hecho es que me pongo delante de él e intento llamarle la atención.
–Hey, chico.
El joven levanta la cabeza y un par de negros ojos salvajes me aterrorizan. ¿Cómo describir este par de bellos ojos negros? Quizás comparándolos con los de un leopardo… Pero la fiereza de aquellos ojos parece haber sido una alucinación mía, porque cuando vuelvo a mirárselos todo lo que puedo ver es un enorme par de ojos, con pestañas largas y labios carnosos rojos. Su rostro es exquisito y, como yo, tiene el pelo – demasiado largo – pegado en la frente.
De la esquina de la boca le cae sangre. La abre y me dice:

–Hey, ¿quieres adoptarme?

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