Capítulo 17

octubre 08, 2017

–Ay…–Algo me lame la cara. – Can, CanSheng, vete. ¡¿Lo de anoche no te fue suficiente?! – Abro los ojos de repente y me siento en la cama, impaciente.
–¡Guau!
No puedo procesar lo que está pasando por la baja presión sanguínea por haberme levantado de la cama, y me limito a observar la bola de pelo que hay delante de mí aturdido.
Esto… ¿De dónde ha salido…?
Recojo el cuerpecito y le observo impotente un buen rato. Por fin, consigo recordar, es el cachorrito.
–¡Guau, guau! ¡Grrr…!
La cosita que tengo en brazos me vuelve a ladrar, y cuando termina, su estómago protesta.
Le dejo en el suelo, cojo una camiseta – algo arrugada – y me la pongo como si nada. No es que no me la quiera poner bien, sino que Ye CanSheng le rompió unos cuantos botones la noche anterior. De todas formas, no hay nadie en casa. No tengo nada de qué avergonzarme delante del perro.
En cuanto me bajo de la cama, pierno la fuerza de las piernas y casi me caigo.  Me apoyo en el guardarropa y consigo no caerme.
–¡No sabe lo que es el control! – Le digo enfadado al Golden Terrier cuando le veo hacerse pequeñito en una esquina por el miedo. Con el pie, le toco la cabeza. – ¿No es hora de ponerte nombre? ¿Eh? ¿Cachorrito?
No me responde, su estómago lo hace por él.
Le acarició el lomo y busco el móvil. Quiero llamar a una pizzería para que me traigan algo, pero entonces me doy cuenta, que Ye CanSheng todavía no me ha devuelto mi móvil.
Maldita sea.
Bajo las escaleras para ir a por leche a por el cachorrito y a por mí comida, y cuando las vuelvo a subir juro que, si Ye CanSheng vuelve a tocarme esta noche, tiraré al cachorrito.
Cuando Ye CanSheng vuelve esa noche, tengo la botella de leche en la boca mientras miro la televisión y acaricio al perrito. Le veo acercarse a grandes gambadas con el gesto que demuestra su intención de querer morderme. Le empujo el pecho con el pie. Me saco la botella de leche de la boca y le digo:
–¿Y mi móvil?
Al principio se sorprende, luego frunce el ceño y, por fin, me dice como si se le hubiese encendido la bombilla:
–Roto.
Lo sé, pero no quiero dejar que se vaya de rositas.
–¿Por qué?
–Lo destrocé. – Me responde sinceramente.
Cuando le oigo decir eso, me quito el cachorrito del regazo, me levanto y le pregunto:
–¿Y ahora dónde está?
Quiero volver a la escuela, me es imposible pasarme el día en casa y enseñarle al perro a sentarse, dónde mear y dónde dormir. ¡Qué estupidez! ¡Me estoy volviendo ama de casa!
Seguramente, nota mi descontento, su voz se hace más pequeña.
–El móvil… ha huido.
–¿Qué? Ye CanSheng, ¿estás de puta coña?
Suspiro y le consuelo con buen temperamento.
–¿Y la tarjeta?
–Se ha fugado con el móvil…
Me quedo atónito momentáneamente mientras miro la expresión totalmente seria de Ye CanSheng.
–¡Ye CanSheng! ¡Si te atreves a tocarme hoy, me iré de casa!
Su expresión se mengua, como si estuviera delante de un poderoso enemigo.
Esta noche es muy obediente y no me hace nada; lo único es que no consigo cambiar esa mala manía suya: me abraza cuando duerme, y lo hace muy fuerte.
–CanSheng, ¿le has puesto nombre al perro?
Me abraza con más fuerza, su cabeza se frota contra la parte superior de mi cabeza y dice:
–Cacahuete.
–¿Cacahuete? ¿Ese es el nombre del perro?
–Sí.
–¿Por qué se llama así?

–Está bueno.

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