Capítulo 19

octubre 08, 2017

Mientras estoy intentando recordar escucho como alguien llama a la puerta. Levanto la cabeza de la mesa y me sorprendo pensando que hay algún niño de primaria con problemas mentales.
–Adelante.
Alzo la cabeza y las esquinas de mis labios se paralizan inmediatamente al ver de quién se trata.
Un traje a medida, el pelo fijado con cera, sin un solo pelo fuera de sitio. Un rostro con una exquisitez peligrosa y una figura alta y robusta, alguien nacido para controlar: ShangFang.
¿Por qué está aquí? ¿No representa que está en Hong Kong con mi madre?
Mi cuerpo reacciona en el acto, me levanto del asiento y le miro totalmente alerta. Mi corazón late como loco, mis instintos me dicen que no es una buena persona.
–¿No me das la bienvenida?
Mi cuerpo se levanta nervioso. Me río con amargura. ¿A qué le voy a dar la bienvenida? Esto ya es la mejor de mis actitudes considerando que no le he echado de inmediato.
Nota que no le hablo y se acerca a mí lentamente. El sonido de sus zapatos de cuero contra el suelo y de la puerta cerrándose detrás de él, me eriza el pelo.
–¿Por qué has vuelto? ¿Y mi madre? – Avanzo un paso.
–¿Que por qué he venido? Oh, bueno, para cumplir con mi responsabilidad como padre.
Lo dice despreocupadamente, pero sus palabras son como un trueno en medio de un cielo despejado.
–¿Te has casado con mi madre?
No me lo puedo creer. Es imposible. ¿Cómo puede ser que esa madre que le encanta ligar haya decidido casarse con alguien?
El hombre delante de mí me mira con desdén tras escuchar mis palabras. Rodea la mesa y aparece delante de mí. Le miro a él y a su par de poderosos ojos antes de retroceder un paso. Mis rodillas chocan con la mesa y me caigo en ella.
Al verme en semejante posición, el hombre se detiene a mi lado, baja la cabeza y me mira.
–Permite que te corrija: de ahora en adelante, no tienes madre, sólo padre.
La cantidad de información en esa única frase es demasiada y mi cerebro no puedo procesarla de golpe. ¿No tengo madre?
Cuánto más lo pienso, más me asusto. Sé que tiene una base sólida y mucha fuerza en Hong Kong, pero no hasta el punto de matar a alguien. Además, mi madre no tiene nada, ¿qué gana matándola?
–¿Qué le pasa a mi madre? – Le miro e intento resistirme a la mirada de ese hombre.
No entiendo por qué, pero de repente, empieza a reírse. Su tono burlón me incomoda, pero mi cuerpo no puede moverse. Con una sonrisa, me agarra del cuello de la camisa. Los botones causan un gran clamor mientras caen despavoridos por el suelo. El ruido golpea mi corazón, poniéndome nervioso. No he olvidado lo que esta persona me ha hecho.
–En lugar de preocuparte por tu madre, deberías preocuparte por ti.
–¡¿Qué haces?!
Mi reacción instintiva es abofetearle, pero ShangFang me coge las muñecas.
–¿Qué haces? – su voz es suave y feroz. – ¿Qué has hecho para enfadarte tanto?
De repente, me percato del significado que ocultan esas palabras. Me miro el pecho, la ropa está rasgada y muestra la mayoría de mi pecho. Las marcas quedan totalmente expuestas.
Las marcas de mordiscos.
Mi complexión se oscurece, mis ojos miran la mano que me sujeta y siento muchas ganas de morderle.
–¡Suéltame! ¡No te incumbe!
En cierto modo, es bastante directo y me suelta las manos y el cuello en cuanto dejo de hablar, no obstante, su expresión haría temblar a la mayoría del miedo.
–¿Qué no me incumbe? Legalmente, soy la persona con la relación más cercana a ti de todo el mundo.
–¡O sea, que has matado a mi madre de verdad!
¿Acaso sus palabras no están admitiendo que es el único pariente que me queda con vida?
–¿Y esos nervios? Si hubiese sabido antes que te importaba tanto esa zorra, no la habría dejado marchar.
Se arregla la corbata y los ojos que hay debajo de esas pestañas parecen largos, afilados y peligrosos.
–Bestia…
Aprieto los dientes. Aunque, por ahora, no haya hecho nada, no me gusta. De hecho, quiero hacerle trizas.
–No hace falta que te enfades tanto. Aunque pienses tanto en la que te ha vendido por dinero, no te lo agradecerá.
–¡¿Qué?! – Me levanto de la silla.
¿Qué quiere decir eso? ¡¿Me ha vendido?!
–¿Por qué estás tan nervioso? – Su mirada va de mi cara a mi pecho lentamente.
Me incomoda y, cuando quiero taparme con las manos, me detiene.
Levanto la cabeza y él continua:
–Tu madre me ha vendido tu custodia. –De repente, me toca las marcas de mi pecho. – He gastado mucho dinero… – Inclina la cabeza hacia mí, su aliento me roza la oreja. – ¿Qué compensación quieres?
Mi cerebro es un desastre, sin decir cabe que todo esto ha pasado demasiado rápido. La persona que tengo ante mí es, más que suficiente, para erizarme el pelo.
El aroma de su cuerpo es demasiado familiar, el Christian Dior Dune y Poison que nunca cambia. Son perfumes que ya no están de moda, pero parece que a él le gustan demasiado.
El olor es débil y seco. Su sabor es como el de una duna con un escorpión encima en el sol.
Su expresión es tranquila, sin embargo, sorprendentemente venenosa y explosiva. Es ese tipo de sensación de control y seguridad absoluta que tanto asusta a la gente.
¿Qué acaba de decir? ¿Qué mi madre le ha vendido mi custodia?
Pretendo estar tranquilo y le empujo con las manos.
–¿Y eso qué tiene que ver conmigo? Tú eres quien la ha comprado, si no la quieres, tírala.
–¿Tirarla? ¿Cómo iba a hacer algo así? Vuelve conmigo.
–Ja, mi padre. Ya soy mayor, ya no necesito cobijo de ningún padre.
–¿Estás en tu fase rebelde?
–Lo siento, esa la pasé hace muchos años.
–Pues entonces, no tienes motivos para no venir. Ven.
–Ni de coña.

–Qué niño tan desobediente. – En su expresión sigue habiendo esa pequeña sonrisa, como siempre, como si no estuviese molesto. Sin embargo, esa mirada suya vuelve a posarse sobre mi pecho. – ¿Qué? ¿Sigues pensando en el hombre que te ha dejado estas marcas?

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