Capítulo 30

octubre 11, 2017

Pensé lo bueno que sería si pudiese ser siempre así, pero lo lamentaría dos semanas después.
No dejo de sacar el tema de ir con él de paseo, pero una de dos, o me rechaza con una mirada furtiva, o me empuja a la cama. Este hecho hace que mi lado rebelde se vuelva más y más fuerte.
Hasta que no has estado atrapado de verdad en un sitio durante demasiado tiempo, no experimentas un dolor así. Son días extremadamente tortuosos. El mundo exterior está completamente insolado al otro lado de la ventana, intocable. De hecho, a veces siento que no podré volver a poner un dedo en ese mundo. Las plantas de fuera, hasta los ladrillos, todo parece muy lejano.
A veces, siento como si ya fuera por la tarde pero, entonces, levanto la cabeza para mirar el reloj de la pared y descubro que aún no he ni comido. El vacío de la casa es desesperante.
Sé que el tiempo pasa, sin que yo pueda hacer nada, al oír la manecilla del reloj avanzar segundo a segundo. Tengo esta sensación de estar malgastando mi vida y de que se escurre entre mis manos. Vacío, desesperanza y desesperación…
Ye CanSheng evita todo lo que podría hacer que me marchase. Hasta le preocupa que salte si tengo una ventana abierta.
Los días pasan, uno tras otro, y mis emociones se vuelven más y más opresivas, más y más irritables.
Si seguimos así, voy a enloquecer.
Ye CanSheng todavía no me deja salir. He estado encerrado en la habitación durante dos semanas enteras. Aunque sea un cuarto muy grande, estoy al borde de la locura.
Cuando tiene que marcharse por sus asuntos, me encierra y ata con una cadena. El único ser vivo en la habitación es Cacahuete. A veces enloquezco por el aburrido vacío. A menudo pienso: “¿de verdad tendré una vida así…?”. Nadie quiere una vida así. Necesito cambiarlo, da igual lo que me cueste, tengo que cambiar esta situación.
–¡Ye CanSheng, quiero salir!
Me siento en el taburete del baño y le froto la cabeza, llena de burbujas, a CanSheng.
–No. – Repite la palabra que no ha cambiado desde hace días.
Froto su cabeza con mucha fuerza, tirándole del pelo a propósito para hacerle daño, sin embargo, él se queda sentado en el suelo del baño, como si nada.
–¿De verdad vas a tenerme encerrado de por vida? – pregunto.
–Sí, hasta que seas viejo, feo y nadie te quiera. Entonces, te dejaré salir. – Contesta.
–¡Eso es casi toda mi vida! – rujo.
–Si tú dices que es toda la vida, pues que así sea.
Cojo la alcachofa enfadado, la enciendo, y rocío su cabeza. Mi otra mano se mueve en el aire, quitándole todas las burbujas.
–Si me haces enfadar, me escaparé.
En cuanto esa frase se escapa de mis labios, la persona sentada ante mí, se levanta y me mira serio. No paran de caer gotas de agua de su pelo que viajan por sus ojos, nariz y labios, hasta el cuello. Entonces, caen por su pecho sexy hasta el suelo.
–Repítelo.
Su tono es totalmente distinto al de antes. Me doy cuenta que he dicho algo que no debería, e intento corregirme pero es demasiado tarde. Ye CanSheng sigue siendo Ye CanSheng. No permitirá que diga ni una palabra sobre dejarle.
Me presiona contra la pared de porcelana. La frialdad penetra hasta los huesos, asustándome. Mi mente se pone alerta. Me aferro a los brazos de Ye CanSheng con ambas manos para evitar que se me acerque más.
–¡No iba en serio! ¡Cálmate!
–No me puedo calmar.
–Tenemos que hablar. Si sigues encerrándome, te dejaré de verdad.
Su cabeza mojada se inclina hacia a mí de repente.
–YunSheng, he dicho que no.
–¡Ah!
Un dolor estalla en mi cuello. Sé que su tiranía interna vuelve a estar desbocada.  Ya no le queda casi control conmigo y eso es agonizante.
Sé que cuando se pone así, lo mejor es seguirle el rollo. Pero estoy algo agraviado por dentro. Pierdo mi libertad de amarle. El precio me hace sentir atado.
Lame el agua de mi cuello y la sangre de su mordisco. Mis ojos caen al suelo, mis manos agarran su pelo y tiro para mirarle bien a sus ojos cristalinos.
–Mi amor o mi cuerpo, si tuvieras que escoger uno, ¿cuál escogerías, CanSheng?
–¡Los dos!
–¿Y si no puedes?
–Quiero los dos…
El agua cae desde su oreja a mi mano, está muy fría.
–¿Por qué quieres los dos?
–Si me quieres, pero no estás a mi lado, es como si no me quisieras.
La oscuridad de su mirada se ensombrece más. Su tiranía también se hace más obvia en sus facciones. Giro la cabeza a un lado y él me obliga a mirarle otra vez. Sus labios chocan contra los míos con ese despotismo especial.
–Ay…

Después de empujarme contra la pared, sus manos me rodean y se aferran a mis nalgas, arrastrándome al tocador. Allí, me empuja contra el cristal. El sonido de la parte posterior de mi cabeza chocando contra el cristal me estremece y me provoca escalofríos por toda la columna. Mis hombros tocan el espejo. El tacto frío me asusta aún más. 

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