Capítulo 36

octubre 11, 2017

Cuando Ye CanSheng vuelve, yo sigo en el sofá sin el más mínimo interés en moverme. En cuanto escucha el sonido de la puerta, Cacahuete sale de mi estómago y de mi regazo para correr al encuentro de Ye CanSheng. ¿Cómo puede ser que este maldito perro sea así? ¡No ve quien es el que ha estado con él todo este tiempo en la habitación, dejándole dormir y mear donde le place!
Ye CanSheng abraza a Cacahuete con una mano. Inclina el cuerpo y me besa en la mejilla.
–Ya estoy aquí.
Miro su tez pálida y creo que es mi propia inquietud lo que lo ha causado. Extiendo los brazos y envuelvo su cuello.
–Te estaba esperando. – Y entonces, le beso la frente.
La esquina de su boca se levanta ligeramente, y sé que está feliz. Me carga en brazos y, está claro, que no está nada contento con mi peso.
–YunSheng, has vuelto a adelgazar.
–¡Eso es porque XiYan siempre me hace comer gachas!
Hoy había carne en las gachas, pero por culpa del incidente aquel, no me la he podido ni comer.
–Te has negado a comer durante muchos días, tu estómago no aceptaría comidas demasiado grasientas. – Repite la frase con mucha soltura, seguramente se la ha enseñado XiYan.
Dejo que me lleve en brazos hasta el sofá. Al principio, estaba en contra de que me llevase como una mujer, pero al final he acabado aceptándolo. Es increíble la capacidad de adaptación que tienen las personas.
Me siento incómodo viendo su cuello delgado y blanco, pensando en mis marcas. Le muerdo un lado del cuello y, entonces, empiezo a murmurar en voz baja, maldiciendo la poca fuerza que tengo a su lado.
–¿Cómo es que muerdes a la gente como Cacahuete? – él se limita a sonreír.
Aflojo la fuerza de la boca y, negándome a rendirme, chupo unas cuantas veces más. Contemplo las dos líneas de dientes y el rojo satisfecho.
–He aprendido esto de Cacahuete. Pero a Cacahuete le gusta morder mis pies y tú prefieres mi cuello. Hoy voy a ser yo el que te muerda, ¡más te vale aceptarlo!
Su boca se retuerce, como si se acabase de dar cuenta que es cierto que me ha mordido varias veces. Me deposita en el sofá que parece una cama, y su rostro cambia. Su dulzura desaparece. Coge a Cacahuete y, el humano y el perro, se observan consternados.
–YunSheng, ¿qué pie te ha mordido?
Cacahuete chilla como si estuviese llorando, seguramente disgustado por que le estén cogiendo todo el rato.
Miro la expresión seria de Ye CanSheng y sé, de inmediato, que le preocupa que Cacahuete me muerda. Su temperamento no tiene remedio. ¡Si no estuviera en estas condiciones, yo…!
Después de coger un par de bocanadas de aire, le digo:
–Ye CanSheng, no te enfades con un… perrito…
Además, el perro es tuyo.
–Cacahuete… – Mira los ojos del animal con intensidad. Seguramente, tras una serie de batallas mentales, abraza al perro algo indispuesto.
Entonces, se tumba a mi lado y me tira hacia sus brazos.
–YunSheng, ¿cómo está… tu cuerpo?
Sé que está preocupado por mí, y también conozco su temperamento.
–No te preocupes, puedo caminar y tal. ¿No te retractarás, no?
–Va a llover. YunSheng, ¿qué te parece si paseamos por el jardín?
Sé que no puede soltarme del todo aún. Miro el azul que recubre la parte inferior de sus ojos y sé, que es por el tener que dejarme ir. Por tanto, asiento con ganas y acepto.
No tengo intención de contarle lo que DongYan me ha dicho, ni quiero preguntarle sobre su salud. No es que no me preocupe, pero entiendo cuál es el problema de la reputación de que se preocupen por tu salud. Siempre se muestra fuerte ante mí, así que lo normal es que no quiera que yo sepa lo mal que está.
De repente, siento un dolor en la planta del pie, es un escozor con cierta calidez. Ye CanSheng y yo miramos a mis pies juntos.
Vemos al pequeño Golden, que acaba de sobrevivir una calamidad, abrazándose a mi pie y masticándolo con gran alegría. Sé que todavía no es adulto y que tiene que frotar los dientes contra algo, pero no sé porque ve mis pies como un hueso que puede moler.
–Cacahuete… – Quien le llama no soy yo.
El cachorrito se pone alerta de inmediato por la voz sombría. Al ver la mirada afilada de Ye CanSheng, como si quisiera asesinarle, sus orejitas caen y, en un instante, muestra una expresión de pena.
Y, cuando por fin salgo de la habitación en la que he estado encerrado casi un mes, el cachorrito sigue tumbado al lado de la ventana, mirando a CanSheng con amargura. Por lo que sé, el perrito no ha salido nunca fuera.
Es difícil describir la comodidad que surge en mi interior. Al no haber estado en contacto con el mundo desde hace tanto tiempo, siento como si rejuveneciera. Miro aquí y allí. Todas las plantas del jardín me asombran mientras me sorprende que Ye CanSheng sea alguien tan rico.
De noche se encienden las luces. La tenue luz amarilla se esparce por las flores y la hierba. De vez en cuando, se oyen los ruidos de insectos que hacen eco en mi corazón. No he tocado tanta naturaleza en mucho tiempo. Me había imaginado este momento muchísimo.
Él camina a mi lado lentamente, hombro con hombro. Después de todo, no somos un hombre y una mujer, así que no podemos cogernos de la mano, ni hablar. Simplemente, caminamos en silencio, ociosamente, por primera vez entre él y yo.
Cuando llego al camino de piedras, mis pasos vacilan, pero intento continuar andando. Ye CanSheng está en un estado de pánico, intentando contenerse, sé que quiere reír, pero no se atreve. Qué raro, ¿tan divertido es verme caminar?
Ahora mismo, mis dos ojos estudian el enorme árbol al que me dirijo con todas mis fuerzas. Ahora que lo menciono, este camino no parece tan largo como cuando lo observas desde la distancia, pero hay giros y vueltas por todas partes. Me da la sensación de que he perdido media vida.
Para empezar, no tengo mucha fuerza en los pies y tengo la impresión de llevarlos atados. La sensación débil de mis pies es como las burbujas del agua con gas.
Le miro de soslayo y le veo conteniéndose con gran dificultad. Le miro y le digo:
–Ayúdame.
Viendo que he admitido la derrota, algo insólito, me coge de la misma forma que antes, sólo que esta vez estoy mirando para abajo. Grito alarmado, aferrándome a su cuello e insultándole.
–¡¿Intentas matarme del susto?!
–Quieres ir al pabellón, ¿no? – Sus palabras albergan una pizca de alegría conforme avanza a grandes gambadas.
Mi cabeza sigue boca abajo, mis ojos ven mi propio pelo y sus talones. Camina con firmeza, sin embargo, la posición de mi cabeza está poniendo a prueba mi estamina. No tardo mucho en ver las estrellas.
Cuando me baja, sigo confundido y estupefacto.
–YunSheng, no me tengas miedo. No me odies. Eres muy importante para mí.
Cuando esa frase entra en mi cabeza, embriaga mi cerebro y mis ojos observan la persona que tengo ante mí. Impotente. Soy impotente ante esta inquietud.
–¿Quién te ha dicho que te voy a odiar? ¡Te preocupas por nada!
–Nadie me lo ha dicho, pero tengo miedo de que no puedas soportarme.

Se sienta a mi lado a horcajadas. Esta frase me recuerda, de repente, de eso que ha mencionado antes DongYan, esa “novia” que escapó. 

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