Capítulo 39

noviembre 19, 2017

Me caigo de rodillas al suelo y empiezo a vomitar. Me duele la mandíbula. Tengo la boca repleta de un sabor horrendo y me duele tanto la garganta que parece que me arde. Él vuelve en sí y se apresura a arrodillarse para ayudarme a respirar. Le miró con ojos llorosos y furiosos, sin embargo, él no muestra ni un ápice de culpabilidad, me tira la cabeza para atrás y me la cubre con su boca.
–¡Mmm! ¡Can-…!
Todavía me queda algo de su corrida en la garganta. Aprovecha la oportunidad y me oprime tanteando su territorio en mi boca.
–No…
Me sujeta la cabeza y no deja de profundizar su beso, y no me suelta hasta que ha confirmado que me he tragado su semen. Entonces, me mira con inocencia. El rubor de rostro le hace parecer un gato en una aventura.
Estoy tan cansado que no me quedan fuerzas ni para insultarle. No puedo culpar a nadie, sólo a mí por ser tan estúpido. Si le hubiese dicho que usaría la mano todo habría ido bien. ¡Maldita sea!
–Perdona, te he vuelto a hacer daño.
Si ahora mismo fuera un perro, tendría las orejas gachas, movería la cola sin parar y mostraría una expresión de culpa. Mi enfado desaparece instantáneamente al verle así, y de repente, recuerdo a Cacahuete, que está encerrado en la habitación con amargura. Entonces, llego a la conclusión de que somos cómplices.
Cojo aire hasta que recupero un poco de energía.
–¿Con una disculpa ya está? ¿Puedes cambiarlo?
–¿Y si a la próxima te lo hago yo?
Le miró directamente a la zona genital y apartó la vista de inmediato.
–Antes que nada, ponte bien los pantalones.
–YunSheng…
–¿Mmm?
–No me abandones.
Giró la cabeza y le contempló. Me tocó el líquido que tengo en los labios y susurro:
–Al único que abandonaré será a mí mismo el día que ya no me quieras.
Cuando termino de decir esta frase, él se me abalanza como un lobo hambriento sobre su presa.
Cuando volvemos a casa, Cacahuete me persigue para morderme, pero CanSheng le castiga sin comer un día entero. Entonces, CanSheng me persigue por toda la habitación y no hay nada más que merezca la pena mencionar excepto lo último que hablamos antes de ir a dormir.
–YunSheng, ¿Qué te parece si mañana te corto el pelo?
Reflexiono una y otra vez, y sólo consigo relacionarla con lo que le dije ayer de que cada día tengo el pelo más largo y que: “a ver cuándo encuentra un rato para irse a cortar el pelo conmigo”.
Al maldito niñato de CanSheng le cuesta dejarme ir y mostrar mi cara públicamente, así que permitir que alguien me corte el pelo, es como una tortura para él.
Al día siguiente por la mañana, me siento debajo de la parra china que hay en el jardín, suspiro y me tiro de los pelos culpándome por haber dicho una tontería semejante sin venir a cuento.
Cacahuete corretea por el jardín como loco. A veces, se escurre en un agujero de allí y otras veces salta los arbustos de más allá, feliz y libre.  Se desquita de todos sus problemas, mientras que yo sigo esperando con el corazón como un matojo de nervios.
En realidad, no llevo esperando mucho a Ye CanSheng, todo es culpa de mi mentalidad de: “un segundo parece un año”. Me toqueteo el pelo de la frente con dos dedos y observo cómo organiza las herramientas que va a necesitar.
Siempre que es algo “nuevo” o “primera vez” para mí, se poner muy contento.  Ayer ya noté lo contento que se puso cuando después de decirme aquello, me envolvió con sus largas piernas y se frotó contra mí sin parar hasta quedarse dormido.
Al principio lo hace bien, hasta me pone una toalla grande alrededor del cuello para que no se me caiga el pelo. Pero cuando empieza a cortar empiezo a inquietarme.
–¡Cuántas veces te tengo que decir que no te toques el cuello como te dé la gana! – Exclamo después de cogerle la mano con la que me está cortando el pelo.
La primera vez murmuro unas cuántas palabras, pero después de eso, empieza a toquetearme esa zona incesantemente. ¡A propósito!
–Oh. – Su voz seria y grave resuena detrás de mí. Es dulce y encantadora, pero poco después, me roza la misma zona del cuello con las tijeras frías.
Suelto una exclamación y me estremezco de los pies a la cabeza.
Es una sensación muy rara, como si un puñado de corrientes eléctricas me recorrieran el cuerpo entero. Es una sensación terrorífica, tanto, que hasta se me pone el pelo de punta.
–¡Joder! ¡Ya no quiero que me cortes el pelo!
Me entra el miedo. ¡Me está tocando por ahí totalmente adrede!
–Vale, la parte de atrás ya está. – Él se limita a comentar algo como esto, ignorando mi declaración y me mira como preguntándome si la parte de delante no me la quiero cortar.
Me tiemblan las comisuras de los labios. ¿Tan bueno eres? Lo tenías planeado, ¿a qué sí? Hasta controlas el tiempo.
–Venga, corta. – Resopló contra mi flequillo.

Me paro a pensar y no pudo salir con la parte de detrás corta y la de delante larga, además, si está de frente no puede usar ningún truco. 

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