Capítulo 40

noviembre 20, 2017

Me corta la melena despeinada seriamente. Observó a consciencia las tijeras que tiene entre manos con mis ojos negros. En realidad, se le da bien. Las tijeritas cortan felizmente en sus manos y el pelo de los lados de mis orejas cae lentamente.
Le dejo hacer lo que quiere y me quedo inmóvil. Poso los ojos en Cacahuete, que está por aquí cerca, y el sonido de las tijeras resuena en mis oídos. En un momento despreocupado e indolente. El cielo está inesperadamente claro, seguramente porque llovió ayer.
La mano de Ye CanSheng se mueve por alrededor de mis orejas mientras me va cortando el pelo. La calidez de sus manos permanece en mis orejas: es muy cómodo.
–YunSheng. – Su voz suena al lado de mi oreja.
–¿Mmm? – Me baño, perezosamente, en el sol cegador matutino.
–Cierra los ojos, sino te caerá el pelo del flequillo.
Sus palabras tienen sentido, así que cierro los ojos obedientemente.
–Levanta la cara.
–Oh.
Como no pasa nada, abro los ojos y me encuentro a Ye CanSheng mirándome atónito. Todavía tiene las manos en posición, pero sus ojos me miran en trance y se ruboriza sospechosamente.
Sé de inmediato lo que está pasando, me aferro al brazo de la silla y cojo aire.
–¡Date prisa y corta! ¡¿Por qué tienes la cara tan roja?!
–Quiero comerte… – Deja caer las manos y tira de mi cuello hacia sus brazos antes de inclinarse.
–¿Mmm? ¡Ay!
Me lamo la herida que acaba de aparecerme en los labios mientras miro a Ye CanSheng que murmura para sí.
–¿Qué te parece? – Me mete el espejo en las manos y se sienta en la silla de mi lado. Abraza a Cacahuete, que ya se ha tranquilizado, y espera mis halagos.
Miro el peinado como ausente y lo mejor que consigo escupir es:
–Tiene un aire artístico.
No es un halago, pero tampoco le desalienta.
Me cuesta no reírme. La persona del espejo lleva el pelo desigualado, no sé si reír o llorar. Un lado largo, el otro corto. Le cae desordenadamente por todas partes. Por suerte, tengo el pelo bastante suave, sino con todo ese desorden se volvería una mata llena de puntas de longitudes diferentes.
Se me riza el pelo, por lo que mi cara parece más redonda, y es muy divertido. Se me ven las cejas y los ojos perezosos. Mi color de iris no es tan fuerte como el de Ye CanSheng, pero tiene una luz y un sentimiento único. Mi cara sigue siendo la misma, pero como he perdido peso, tengo la mandíbula más puntiaguda.
La brisa me levanta cuatro pelos demasiado cortos. Si los tuviese que describir con palabras de Ye CanSheng, diría que están: “muy animados”. Sí, están tan animados que me dan ganas de zurrarle.
En realidad, cuando escudriño mi reflejo me da la sensación de estar viendo a un desconocido. Me he puesto mucho más pálido. ¿Cómo no? Si me paso el día encerrado en esa habitación. En realidad, si no fuera por la hinchazón de las esquinas de mis labios por los mordiscos de Ye CanSheng, no tendría mal aspecto.
Nos pasamos todo el día en el patio juntos. No puedo considerar nuestros días espectaculares, tampoco memorables. Básicamente, nos tumbamos y nos abrazamos y, sin embargo, me he enamorado de este tipo de vida.

En cuanto se me permite salir, no me apetece quedarme soñando despierto en el sofá de la habitación. 

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