Capítulo 39

noviembre 13, 2017

Xiao Li llamó a la mañana siguiente.
Qi Xiu Yuan acababa de llamar al director de la escuela para pedirle alargar su ausencia. Cuando colgó se dio cuenta que casi no le quedaba batería y, como había salido corriendo al hospital, se le había pasado traer consigo el cargador. Cuando estaba por ir a pedirle a una enfermera que cuidase de Han Jia mientras él iba a comprarse un cargador, Xiao Li le llamó.
–Xiao Li, estoy casi sin batería. – Dijo Qi Xiu Yuan en cuanto descolgó. – Te llamo en un momento desde uno público, ¿vale?
Aunque no se veían las caras, sabía que Xiao Li estaba sonriendo.
–Vale, ¿cómo van las cosas por ahí?
–Han Jia todavía no se ha despertado. Dice que no tiene ninguna herida grave y que se debería despertar en uno o dos días.
–Lo sé. ¿No ha ido uno de los nuestros a verle? Me lo ha dicho él. – Dijo Xiao Li despreocupadamente. – Te pregunto que cómo te va a ti.
–¿A mí? – Una sonrisa se formó en los labios de QI Xiu Yuan. – Estoy bien. No he tenido ningún problema cuidando de Han Jia, no te preocupes. – Al ver que Xiao Li se había quedado callado, Qi Xiu Yuan añadió. - Xiao Li.
–¿Sí?
Qi Xiu Yuan, al principio, quiso preguntarle porque no le había llamado el día anterior y decirle que había estado muy preocupado por él, pero ese “sí” con el que le había contestado Xiao Li era distintivo, como si le conociese de hacía mucho tiempo. Había cierta familiaridad en su tono de voz, intimidad.
Qi Xiu Yuan no consiguió decir nada más. Tal vez fuera por su voz, o tal vez porque Xiao Li le había llamado por fin, pero con esa simple pregunta le había hecho muy feliz. Tanto, que se le aceleró el corazón.
–¿Qi Xiu Yuan? – Xiao Li se quedó algo perplejo por no escucharle hablar. – ¿No me digas que te has quedado sin batería?
–No… – Respondió Qi Xiu Yuan. Se aclaró la voz ronca. – No es nada.
Sabía que Xiao Li sonreía al otro lado del teléfono.
–Qi Xiu Yuan… – Xiao Li volvió a pronunciar su nombre. – Xiao Yang ha venido a mi casa.
–Ah. ¿Él…? ¿Habéis… hecho las paces? – Preguntó Qi Xiu Yuan nervioso.
Xiao Li suspiró.
–¿Por qué le hablaste de todo eso? Entrometido…
–Sólo quería ayudarte. Yo… ¿Hola? ¿Hola? – Qi Xiu Yuan bajó la vista a la pantalla del móvil y pulsó el botón de llamada a la enfermera con esmero. Todo en lo que podía pensar era en ir corriendo a llamar a Xiao Li.
Se escuchó la puerta abriéndose y Qi Xiu Yuan se dio la vuelta mientras decía:
–Siento las molestias. ¿Puedes hacerme el favor de cuidarle un momento? Tengo que-…
Xiao Li estaba en la puerta con una sonrisa en los labios. El rayo de sol que se colaba a través de la ventana se reflejaba en su cuerpo, haciéndole brillar.
–Claro, – dijo con dulzura. – estoy más que dispuesto.
Xiao Li no pudo evitar soltar una risita al ver la expresión de agradable sorpresa en la cara de Qi Xiu Yuan. Se giró para cerrar la puerta.
–Era broma. Te lo agradezco muchísimo. Xiao Yang, él… – De repente, su voz se apagó. Como si le estuvieran sacando las palabras de la garganta a la fuerza.
Qi Xiu Yuan ya se había acercado a él por detrás. Extendió los brazos y las dejó en la puerta, atrapando a Xiao Li en un abrazo.
–Qi Xiu Yuan, no seas así. – Susurró Xiao Li.
Qi Xiu Yuan estaba a escasos centímetros de su espalda. Apenas tenía espacio para moverse, con el pecho contra la puerta. La respiración de Qi Xiu Yuan se aceleró.
–Xiao Li, date la vuelta… – Su voz era ronca y estable. – Date la vuelta y vuélveme a decir que no sea así.
Xiao Li exhaló y levantó el brazo, entonces, aprovechando la pequeña oportunidad que tenía, se giró. No usó mucha fuerza, sólo quería alejar a Qi Xiu Yuan, pero, en cuanto Xiao Li intentó empujarle con más fuerza, en lugar de apartarse, Qi Xiu Yuan ejerció todavía más presión y se acercó todavía más.
Xiao Li estaba atrapado entre sus brazos y ahora, de cara.
–Qi Xiu Yuan, no seas así. – Xiao Li repitió. Su expresión cabalgaba entre el bochorno y la incomodidad.
–Tú eres quien ha venido a mí.
Qi Xiu Yuan le asustó; le brillaban los ojos con tanta luz que podían quemar a Xiao Li y, aunque su voz era amable, también alertaba de un peligro inminente.
–Sólo he venido a darte las gracias.
Xiao Li estaba inquieto por la expresión de anhelo de Qi Xiu Yuan. Hizo uso de todo su autocontrol y consiguió apartar la vista.
–Puedes llamarme, – Qi Xiu Yuan se inclinó. Sus labios estaban a escasos milímetros de los de Xiao Li. Cada vez que hablaba su aliento acariciaba la comisura de los labios de Xiao Li. – puedes enviarme un mensaje, puedes esperar a que vuelva para darme las gracias… – La respiración de Qi Xiu Yuan era irregular y acelerada. – Xiao Li, sabes mis sentimientos por ti, y aun así has venido aquí…
Xiao Li intentó girar la cara, pero los labios de Qi Xiu Yuan ya habían encontrado su objetivo. Esta vez no fue un intento doloroso, ni suavie; no fue inocente o una broma, sino ardiente, feroz, apasionado y exigente. Su lengua se lanzó sobre los labios de Xiao Li, presionándolos: saboreando su sabor dulzón.
–Te amo, te amo. – Susurró repetidamente entre besos mientras la punta de su lengua exploraba la boca más a fondo.
Xiao Li sabía que debía apartarle, o al menos, mostrar algo de duda o retirarse, pero las vagas palabras de amor de Qi Xiu Yuan consiguieron que la cabeza le diera vueltas y le debilitó los pies. Cerró los ojos adentrándose en aquella sensación. Casi podía sentirse arder por la calidez de la lengua de Qi Xiu Yuan que continuaba juntándose con la suya. Y, incapaz de controlarse, jadeó provocando que sus alientos se mezclasen.
Qi Xiu Yuan se excitó todavía más. El aroma de Xiao Li inundaba sus sentidos: se estaba enamorando todavía más. Su lengua encontró la de Xiao Li de nuevo y, de una sentada rápida, la chupó. La sensación de su ardiente pasión era como la de un volcán en erupción y su lengua sabía a algodón de azúcar.
Las manos que Qi Xiu Yuan había estado apoyando en la pared se deslizaron sobre el pecho de Xiao Li. Lo único que separaba sus manos de la piel que tenía delante era una camiseta. Palpó el fuerte y suave pecho que tenía bajo sus manos y se impacientó. Podía sentir el pequeño pezón erecto y lo pellizcó, lentamente.
Xiao Li no se dejó hacer, esta vez, le cogió la mano y la apartó. Qi Xiu Yuan retrocedió unos cuantos pasos, sorprendido. El corazón aún le latía por la excitación y, mirando a Xiao Li, se lamió los labios, saboreando el regusto de su beso. Entonces, una sonrisa feliz se extendió por su rostro.
Xiao Li apenas podía mirarle a los ojos. El anhelo y esa mirada ardiente todavía le controlaban. Un segundo más tarde, giró la cabeza a un lado como si buscase un escondrijo.
La sonrisa de Qi Xiu Yuan se hizo más evidente al verlo. Justo cuando iba a avanzar unos pasos y volver a tenerlo entre sus brazos, alguien llamó a la puerta.
–Perdonen, ¿han llamado? – Preguntó la persona al otro lado de la puerta.
Xiao Li le miró unos instantes y, entonces, se dio la vuelta con la intención de abrir la puerta. Pero Qi Xiu Yuan se precipitó y le cogió la mano.
Cuando iba a abrir la boca para decir que había llamado sin querer, una voz ronca llegó desde sus espaldas.
–Sí, tengo sed…

Qi Xiu Yuan y Xiao Li se dieron la vuelta de inmediato y vieron que Han Jia ya había abierto los ojos y los miraba con una expresión neutral. Ninguno sabía el tiempo que llevaba despierto. 

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