Capítulo 42

noviembre 14, 2017

Qi Xiu Yuan volvió a la habitación de Han Jia, que le esperaba impaciente, con una sonrisa radiante. En cuanto Han Jia le vio entrar, le miró de mala manera.
–So bestia. ¡Deja de molestar a Xiao Li!
–¿Estás celoso? – Qi Xiu Yuan habló con indiferencia para enfadar al que tenía delante.
–¡No tienes ni idea de los problemas que le estás dando! – Han Jia gritó como si estuviese rugiendo. – ¿O es que esa era tu intención?
–¿Qué quieres decir?  – La complexión de Qi Xiu Yuan cambió de repente. – Explícate.
Han Jia se mordió el labio y reflexionó para encontrar las palabras que quería decir.
–Hay alguien… más feroz y difícil de manejar que tú. Esa persona también quiere a Xiao Li-…
–¿Hablas de tu jefe? – Preguntó Qi Xiu Yuan antes de añadir con enfado. – ¡No se rinde a pesar de todos estos años!
Han Jia le miró con la cara pálida y sorprendida. Entonces, preguntó lentamente:
–¿Cómo has…? ¿Xiao Li ya te lo había contado?
–¿Quién sino?
El silencio acaeció sobre la habitación. Todas las palabras le daban tumbos por la cabeza. Después de lo que parecieron años, por fin una sonrisa apareció en sus labios.
–Joder, le conozco desde hace mucho, pero… Tienes razón: me estoy empezando a poner celoso…
Qi Xiu Yuan bajó la cabeza, pensativo. Han Jia le echó un vistazo rápido.
–No puedes ganar a Qing Ye. El poder e influencia que tiene en este territorio está escondido de casi todo el mundo, si-…
–¿Xiao Li… – Susurró Qi Xiu Yuan. – no debería poder decir algo? Ya no es un niño. Su estatus ya es bastante alto… ¿No me digas que lo que quiere no se toma en cuenta?
–¿Qué más da?  – Los ojos de Han Jia se posaron en la aguja que tenía clavada en la mano. – Subimos cada escalón con eso en mente. Creímos que, si seguíamos, no nos volverían a molestar y que, al final, podríamos… ¿Pero ahora qué más da? Mírame, después de todo lo que he hecho y el estatus que he conseguido, en cuanto ya no les soy útil, me tiran a la basura.
Qi Xiu Yuan frunció el ceño y recordó las palabras que Xiao Li le acababa de decir, preocupado.
–¿Qué pasa si Xiao Li no acepta?
Han Jia empalideció.
–Las cosas estaban bien así, pero si sigues molestándole e involucrándote con él, él también… Si Qing Ye os vuelve a pillar… ¿Por qué tienes que ir en contra de Qing Ye?
–Siempre había creído que… – El rostro de Qi Xiu Yuan se ensombreció.
Siempre había creído que la clave del asunto estaba en manos de Xiao Li. Siempre había creído que, mientras Xiao Li le escogiera a él, no habría problemas. A pesar de haber presenciado las acciones de Li Shi Qing, no había anticipado la complejidad de la situación. Así que siempre le había perseguido, siempre se había enredado en sus asuntos, porque quería estar a su lado. Quería ser lo único en los ojos de Xiao Li. Quería que Xiao Li le sonriese, ser la persona más cercana a él. Eso era todo lo que quería. Nunca había pensado que Xiao Li tendría que enfrentarse a las consecuencias, ni pagar un precio no deseado.
–Xiao Li no cuenta este tipo de cosas, – Han Jia le miró con frialdad. – él es así. Se va a arreglarlo todo él solo, sin decirte nada. Sin embargo… Le entiendo porque, ¿qué ibas a poder hacer tú?
Esas palabras, tan afiladas como agujas, penetraron en Qi Xiu Yuan hasta dejarle blanco como la ceniza. Anduvo hacia la puerta entre murmullos.
–Déjame pensar, déjame pensar…
“Me tengo que encargar de unas… cosas. Pueden ser molestas y necesitar mucho tiempo”.
“No quiero involucrarte”.
“Dime, ¿estás dispuesto a esperarme o no? Si puedes esperar…”.
Xiao Li, Xiao Li, pensó Qi Xiu Yuan adolorido, ¿qué intentas hacer?

*        *        *        *

Xiao Li todavía no había entrado en la ciudad cuando Yan Ming le llamó para avisarle que tenía que correr a Jin Ting. La llamada terminó tras unas pocas palabras abruptas. Xiao Li no tuvo tiempo de ir a casa a cambiarse antes de ir. Al llegar, el portero le detuvo casi ausente.
Yan Ming era conocido por ser un mujeriego promiscuo e indisciplinado. Estaba sentado en el sofá de la esquina de un salón con las piernas cruzadas y vestido con un traje de marca. Delante de él habían varias personas en una postura conflictiva.
Cuando Yan Min le vio aparecer por el rabillo del ojo, tuvo la audacia de ridiculizar su atuendo.
–¡Oh, Xiao Li!  – Llamó. – ¿Te quieres retirar de la mafia ahora que me han entregado el territorio? ¿Qué llevas puesto? ¿Eh? ¿Un uniforme de colegio?
–Ni punto de comparación con el estilo de Ming Ge. – Xiao Li le saludó con cortesía antes de darse la vuelta para enfrentarse a Yan Ming.  – ¿Qué pasa, Lin Zi?
Lin Zi cambió la cara. Le echó un vistazo rápido a Yan Ming y, entonces, se dio giró para mirar a otro lado. Fue entonces cuando Xiao Li vio a Zhang Xue Ming, quien había reemplazado a Han Jia, sentado en un sofá detrás de él.
–Li ge, cuando estabas a cargo del territorio este, Lin Zi era de Jin Ting. – Zhang Xue Ming le repasó con la mirada. – Ahora quiero usarle para que pueda eliminar mi restricción del uso de estas drogas, ¿no puedo?
–Sea o no posible, tú no tienes la última palabra. – Respondió Yan Ming con tranquilidad. – Para empezar, Jin Ting es mío. Cuando me veas tienes que dirigirte a mí como: “Ming ge”. Luego, aunque sea un camello, no me drogo. Sé que a los subordinados no se les permite tocarlas. ¿O tú te prostituyes porque eres el líder del círculo de prostitución?
–¡Tú…! – Zhang Xue Ming se levantó furioso. – ¡Puede que estés a cargo de Jin Ting, pero Lin Zi no es tu subordinado! ¿Qué derecho tienes para darle órdenes?
–Zhang Xue Ming, ahora estás a cargo de las prostitutas de Jin Ting, pero eso no significa que Lin Zi esté bajo tus órdenes.
Xiao Li contuvo su enfado.
–Basta. Todos los presentes somos familia. No hay por qué discutir sobre asuntos tan triviales como este, ¿no? Es culpa mía. He estado demasiado ansioso durante estos últimos dos días y no me he encargado bien de las cosas. – Miró a Yan Ming. – Jin Ting es tu territorio, así que tienes la última palabra. Lin Zi es uno de tus hombres. Si crees que te será útil, lo dejaré aquí, si no, me lo llevaré. Pero si no seguís el mismo camino, me lo llevaré.
–Li ge-… – Cuando Xiao Li  guío a Lin Zi y a otros tantos hacia la salida, Zhang Xue Ming les persiguió, con un tono adolorido.
Xiao Li se detuvo para mirarle.
–Li ge, has estado a cargo de Jin Ting durante mucho tiempo, ¿por qué no me has respaldado? ¿No sabías que Yan Ming-…?
–Señor Zhang. – Xiao Li le interrumpió con palabras comprensibles y concisas. – No eres Han Jia.
Dicho esto, se dio la vuelta y sacó a sus múltiples subordinados de Jin Ting, dejando a Zhang Xue Ming solo y desconcertado.
Lin Zi siguió a Xiao Li con una expresión nerviosa. Todavía con esa expresión les indicó a los demás que se separasen y se metió en el coche con Xiao Li.
–Li ge, – preguntó consumido por los nervios. – ¿estás enfadado?
–No. – Xiao Li condujo mientras hablaba. – ¿Qué es eso de que Yan Ming te esté dando órdenes?
Lin Zi sacó un paquetito de su bolsillo y se lo dio a Xiao Li. El contenido era una substancia polvorosa de color blanco.
Xiao Li le echó un vistazo rápido antes de seguir mirando al frente, con una expresión tristona e inquieta.
Le vibró el teléfono y lo cogió con una mano mientras sujetaba el volante con la otra. Respondió a la llamada con tranquilidad.
–Hola.
–Xiao Li, soy yo. – La voz de Qi Xiu Yuan parecía extremadamente distante.
Xiao Li le echó un vistazo al cabizbajo de Lin Zi que llevaba detrás y preguntó:
–¿Qué pasa?
–La situación debe ser muy problemática, ¿no? ¿Me has pedido que te espere porque lo que vas a hacer es muy peligroso? – Qi Xiu Yuan parecía estar esforzándose por mantener la voz tranquila. – Quiero ocuparme de ello contigo.
Xiao Li se quedó callado unos segundos.
–No tiene nada que ver contigo.
–Xiao Li…
Ese tono otra vez. Debería prohibirle usar un tono tan miserable”, pensó Xiao Li antes de suspirar.
–De verdad que no tiene nada que ver contigo. Hubiera hecho lo mismo aunque no estuvieras. Son asuntos personales.
–Tus asuntos son mis asuntos. – Le contestó Qi Xiu Yuan con una terquedad extrema. – Ahora somos pareja, ¿qué nos puede separar?
–¿Quién está contigo…?
“Pareja”, el simple hecho de escuchar esa hermosísima palabra irritó tantísimo a Xiao Li que sintió deseos de maldecir a alguien. Le echó una mirada a Lin Zi para calmarse y susurró. – Mañana tengo que llevar a Xiao Yang a otra provincia. Cuando vuelva quedaré contigo.
–Pues… Te esperaré. – Qi Xiu Yuan respondió de inmediato como si temiese que Xiao Li se arrepintiera de lo que había dicho.
Xiao Li no dijo nada más, pero Qi Xiu Yuan sabía que estaba sonriendo.
–Si estás dispuesto a esperar, no pasará nada. – Continuó con lentitud Xiao Li.
Qi Xiu Yuan se quedó algo más tranquilo y dejó el móvil. A pesar de la promesa de Xiao Li, el miedo y la ansiedad le consumían y se negó a marcharse.
Qi Xiu Yuan corrió a volver a la ciudad con el corazón incierto en cuanto los hombres que había enviado Xiao Li para proteger a Han Jia llegaron.
Pero al día siguiente no recibió ni una sola llamada de Xiao Li y, después de llamarle muchísimas veces, descubrió que tenía el móvil inesperadamente apagado.
Temeroso, empezó a buscarle por todos los sitios que se le ocurrieron. No había nadie en su casa y habían cambiado el personal de Jin Ting, así que pocos le reconocían o estaban dispuestos a hablar de él.
Llamó a Xiao Yang que le dijo que Xiao Li se había ido después de dejarle en otra provincia. Sin alternativas, tuvo que volver a llamar a Han Jia que resultó no saber nada y, al final, todo lo que pudo hacer fue pedirle el número de Lin Zi.
Lin Zi no contestó al teléfono, comunicaba todo el rato. Marcó el mismo número sin cesar hasta que, por fin, sonó. Sin embargo, la información que consiguió fue como una jarra de agua fría.

La policía de la otra provincia había arrestado a Xiao Li por posesión de droga. 

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