Capítulo 3: ¿Nos casamos? (parte 1)

diciembre 26, 2017

Su intención, al principio, no fue escuchar a hurtadillas. Le había seguido afanosamente hasta que se detuvo.
¿Cómo empiezo la conversación?
Parecía tener la mente estancada en un agujero negro mientras imaginaba su oscuro futuro. Había descuidado prepararse para ese momento por lo fervientemente que había estado intentando encontrárselo en persona. Sin embargo, sus pies ya se estaban moviendo hacia él. Cuando le descubrió, Lucia hizo una pausa y titubeó. Justo entonces, perdió su oportunidad ante otra mujer.
Ya estaba demasiado cerca como para irse y temía que la descubrieran, por lo que se agazapó detrás de una mata de hierbajos. No quería escuchar su conversación, pero no pudo evitar oírla dada su proximidad.
¿Señorita Lawrence…? ¿Es… Sofia Lawrence…?
En su sueño, Sofia era famosa. No tenían ninguna relación de amistad, pero la había visto un par de veces. En la alta sociedad había muchas bellezas, pero Sofia las eclipsaba a todas. En la cadena alimenticia, ella estaría en la cima de los depredadores.
¿Sofia Lawrence era su ex amante?
Lucia ya era consciente de sus numerosas amantes. Y para empeorar la cosa, cambiaba de pareja frecuentemente sin vacilar. Todas sus parejas tenían los pechos tan grandes como sandías, cinturas tan estrechas como el de las hormigas y un rostro glamuroso. Uno de los rasgos comunes entre todas ellas era que eran estúpidas muy bellas. Todas las mujeres eran casi idénticas entre ellas, por lo que Lucia asumió que esa era su preferencia en cuanto a mujeres.
Pero Sofia Lawrence era distinta. Ella era como un ramo de lirios. Su enorme hermosura destacaba sobre las otras bellezas. A su padre, un barón, le importaba la educación de sus hijos, por lo que era conocida por ser una jovencita refinada y modesta.
No es modesta para nada. Es un lobo con piel de cordero.
Cuando Lucia empezó a asistir activamente en banquetes de la alta sociedad, Sofia ya se había casado con un marqués que se había enamorado de su belleza. El marques era viudo, pero era un matrimonio adecuado para la hija de un barón. Lucia se sintió rara por alguna razón, sabiendo que aquella hermosa mujer perecería dando a luz a un bebé muerto.
Se está aferrando a él con demasiada desesperación…
Sofia, una jovencita glamurosa, había tirado su orgullo por la borda y estaba rogando. Lucia le tuvo lástima al escuchar sus palabras.
No es el único hombre de este mundo, ¿sabes?, eso es lo que quería decirle, pero Sofia insistía en que Hugo Taran era el único.
Lucia jamás se habría imaginado que sería testigo de su estilo de noviazgo de una forma tan clara. Encima, era el peor de los momentos.
Ah… Y pensar que es del tipo de amenazar a su ex…
Si Lucia hubiese estado en la piel de Sofia, se habría desmayado.
Esto… supera lo que me había imaginado…
Lucia conocía muchas cosas sobre ese hombre, pero todo eran rumores que había ido recogiendo de aquí y de allá. No le conocía personalmente. En su sueño sólo le había saludado una vez y siempre le había visto de lejos. La imagen que había trazado después de observarle con tanta gente a su alrededor en la fiesta se hizo añicos: era mucho más cruel de lo que había predicho y, además, no tenía nada parecido a la simpatía.
¿Matrimonio de conveniencia…? ¿Y si se enfada conmigo por proponerle algo tan absurdo?
Si se enfadaba con ella, ¿también la mataría?
¿Qué hago? ¿Qué hago? ¿Qué hago?
Él se detuvo cuando Lucia se quería morir de la preocupación.
–Salga. Ha llegado la hora de dejar de escuchar a hurtadillas como un gato ladrón.
Lucia estaba asustada. Contuvo la respiración por un breve instante, pero, sin lugar a duda, la llamaba a ella. Decidió que ya era demasiado tarde para retractarse y se levantó. Tal y como esperaba, él estaba mirando en su dirección.
–Perdone… Mi señor. No pretendía escuchar…
–¿No está un poco lejos para hablar?
Lucia vaciló, entonces atravesó el montón de hierbajos y se detuvo a unos pasos a distancia de él.
–De nuevo… Lo siento. De verdad que no era mi intención escuchar vuestra conversación. No era mi intención escuchar y no le contaré nada a nadie. Lo prometo.
–Da igual. ¿Qué tenía que decir?
–¿Eh…?
–Me lleva siguiendo unos días porque quiere decirme algo.
Quería descubrir el objetivo de esa mujer e irse rápido a casa. Ya no quedaba ni rastro de su buen humor.
Oh, Dios mío. ¿Lo sabías? ¿Sabías que te he estado observando todo este tiempo?
Lucia se quedó pasmada, no, mejor dicho, se avergonzó. No sabía qué emoción sentía y notó como los ojos se le iban a la parte trasera de la cabeza y como le caían gotas de sudor frío por la espalda.
El humor de Hugo mejoró al verla quedarse de piedra, como una figura de cera. De cerca daba otra sensación. Su voz era tranquila, su tono suave y sus expresiones muy vivas. Al parecer, su semblante mustio de antes era por culpa de la fatiga que había estado amontonando todo ese tiempo. No era una belleza, pero ¿cómo decirlo? Era…
Adorable.
Parecía un pequeño herbívoro. Como una ardilla o un conejo. Nunca había pensado que una ardilla o un conejo fueran adorables, ni siquiera valía la pena cazarlos. Sin embargo, era un hombre que, generosamente, le daba la bienvenida a cualquier contradicción.
–Su propósito. No haga que me repita tantas veces.
–Pues… O sea… Contrato. Quería proponerle un contrato.
–¿Contrato?
Hugo se decepcionó un poco. Era algo más aburrido de lo que pensaba.
–Sí, un contrato. Un contrato para cambiar una vida.
Mi vida, añadió Lucia en su cabeza.
–¿Un contrato para cambiar una vida? – Sonaba interesante. Murmuró para sí y añadió. – ¿No debería presentarse?
–Ah, sí. Tiene toda la razón. Pero como ya le he dicho, es un contrato muy importante…
Lucia pensó con todas sus fuerzas cuál sería el mejor método para transmitirle su mensaje. Quería escapar de su situación actual, ya se ocuparía de los problemas conforme fueran llegando.
–Este lugar no es adecuado para tratar el tema de quién soy ni el contenido del contrato.
Era sospechosa, pero decidió aceptar su petición. No había nadie deambulando por esos lares, sin embargo, si su información era importante, no era mala idea ser especialmente cuidadoso. Siempre que fuera un contrato que le aportase algún beneficio, estaba abierto.
–¿Dónde quiere que vayamos?
–¿Podemos hablar en su mansión?
Hizo una pausa para considerarlo.
–Sí, ¿cuándo?
–Me pondré en contacto con usted.
Hasta entonces, él era quien siempre había liderado las negociaciones. Hasta ahora, él era quien había tenido el as en la manga y así seguiría siendo. No se molestaba con contratos que pudieran atarle. Ella era la que tenía una petición, por lo que él sería quien tendría la mano ganadora. Pesé a ello, la muchacha se comportaba como si fuera todo lo contrario. Una de dos: o no le daba igual todo y no conocía el miedo, o intentaba engañarle.
–¿Sugiere que su mensaje llegará sin fecha fija?
Un rio de sudor frío recorrió la espalda de Lucia, no obstante, fingió dignidad y valentía.
–Debería ser capaz de soportar eso. Es un contrato que cambiará la vida.
Posó la mirada en Lucia divertido. Nadie se había comportado tan neciamente con él desde el día de su nacimiento. Era imposible adivinar su carácter juzgando su apariencia, pero no parecía lo suficientemente desvergonzada como para intentar engañarle. Sin embargo, su forma de devolverle furtivamente la mirada con ese par de enormes ojos y fingir ignorancia de sus propios temores despertó su interés.
–Espero que así sea. No soy una persona hospitalaria.
Lucia corrigió sus pensamientos de que aquel hombre debía haber sido amable con alguien alguna vez. El lema de vida de aquel Duque era amenazar a los demás. ¿Acaso había fracasado completamente al juzgar al Duque de Taran? Pero había algo que comprendía: aquel hombre no era un caballero.
–Sí… Lo tendré en cuenta.

*         *        *        *        *

Lucia necesitaba que alguien la aconsejase. Quería pensar en el desenlace de todo aquello con otra persona y la única persona en la que podía confiar era Norman. Norman era más mayor que ella, aunque si se sumaban los años de su sueño, Lucia la superaba. Norman había escrito muchas novelas haciendo uso de las experiencias y dificultades de la vida de la muchacha, por lo que estaba segura de que sería capaz de ayudarla.
Lucia no podía confesarle cada uno de los detalles a su amiga ya que Norman creía que Lucia era sólo una criada de palacio. Era imposible que le pudiese decir algo del estilo de: “en realidad soy una princesa y estoy pensando en tener un matrimonio de conveniencia con el Duque de Taran. ¿Qué te parece?”.
–Norman, tengo que tomar una decisión importante. – Lucia quiso parafrasearlo de una forma abstracta. – Tengo dos caminos ante mí. Si no hago nada, iré por el de la izquierda y sé lo que me va a pasar si voy por ese: sufriré mucho y tendré una vida dura. Sin embargo, puedo intentar ir por el de la derecha, pero no tengo ni idea de lo que me aguarda y, aunque tenga éxito y pueda caminar por él: no sé qué clase de camino es. El camino de la derecha me puede llevar a una vida mejor, pero a la vez, cabe la posibilidad de que acabe viviendo en un sitio peor que el infierno. Norman, ¿qué camino escogerías tú?
–Si fuera tú, probaría mi suerte y me iría por el de la derecha.
–Ni siquiera te lo has pensado…
–¿No has dicho que ya sabes lo que te pasará si vas por el de la izquierda? Además, es una vida mísera. En ese caso, tienes que aprovechar las oportunidades que tengas. Aunque el camino de la derecha te lleve a un sitio peor, será algo que has decidido tú y no te arrepentirás.
–Arrepentirme…
–Y, ¿no sería aburrido conocer tu futuro? La vida sólo es divertida cuando no sabes qué va a pasar. Aunque hoy te sientas sola, ¿qué pasará mañana? La gente sólo puede vivir si tiene esperanza en su corazón.
–Guau, Norman. Pareces una sabia.
–¡Puajaja! “Sabia”, dice. ¡Anda ya! Soy alguien que no sabe ni lo que significa “mañana”. La vida es una apuesta. Sólo tienes un tiro. Es imposible ganar si no asumes ningún riesgo.
Tal y como había dicho Norman, era una apuesta. Una apuesta con su vida en riesgo. Si consiguiese ser la esposa del Duque su vida cambiaría por completo. Aunque se casase para divorciarse, se le garantizaría una compensación básica para poder continuar viviendo. Su sueño de vivir en una casita de dos plantas ya no estaba tan lejos. La vida que vivió en sus sueños fue terrible, quería una vida tranquila y despreocupada.
–Sí, a por ello. Sólo hay una oportunidad en la vida.
Antes de que se le pasase la valentía, Lucia se marchó de casa de Norman y avanzó hasta la mansión del Duque de Taran. Cualquiera de la calle sabía indicarle. Todo iba bien hasta ese momento, pero, cuando estuvo de cara contra las puertas de acero de la mansión, no pudo respirar. Toda su valentía se disipó.  
¿Por qué no hay nadie?
No había ni un solo guardia defendiendo la mansión del Duque.
¿Todos mis esfuerzos han sido en vano?
Si un soldado real la interrogase, se vería obligada a huir, sin embargo, sentía un vacío al ver que no había nadie. Empujó la puerta para pagar su frustración, pero la puerta se abrió con facilidad.
Oh, Dios mío… Está abierta.
Echó un vistazo dentro muchas veces y titubeó antes de entrar en la finca con prudencia. Asumió que, como era la mansión del Duque, la encontrarían en cuanto entrase. Por desgracia, daba igual lo mucho que caminase por ahí, no vio ni la sombra de una persona.
¿Por qué hay tan poca vigilancia? ¿He llegado a la mansión correcta?
–¿Quién eres?
De repente, un hombre apareció delante de ella. Lucia jadeó d ela sorpresa y se apretó las manos en el pecho para calmarse. El hombre no pareció arrepentirse por sorprenderla sin ningún tacto. En lugar de eso, se acercó y empezó a revisarla.
–No pareces una empleada, ¿qué haces aquí?
Se pavoneó con grosería. El pelirrojo llevaba una armadura imponente con un león negro grabado en ella. Lucia permaneció de pie.
–¿Eres uno de los caballeros del Duque?
El hombre lo encontró divertido.
–¿Por? – La estudió de arriba abajo. – Sí, ¿por?
–¿Mi señor está en casa?
–No sé. ¿Por qué le buscas?
–Me disculpo por entrar sin permiso, ¿podrías decirle a mi señor que tengo un mensaje para él? Solicito una audiencia con el Duque de Taran.
–¿Y tú quién eres?
–Yo… Yo tengo un mensaje importante para mi señor. Si le dices que soy la que le propuso un contrato en la fiesta de la victoria estará dispuesto a encontrarse conmigo.
–Eso me da igual, te estoy preguntando que quién eres. No puedo dejarte entrar en la mansión del señor sin saber tu nombre. No pareces una noble, ¿eres una vendedora?
Lucia sintió cómo se le enrojecían las orejas. En su estado actual, sería difícil insistir en su nobleza, mucho menos en que era una princesa. No le diría nada ni por la fuerza. Lamentó no hacerse pasar por una chica de los recados, pero ya era demasiado tarde.
–Aunque estoy así vestida y parezco insignificante, soy una noble.
El hombre se quedó patidifuso y la miró un rato. De repente, se dio la vuelta.
–Sígame.

*         *        *        *        *

Golpeó la puerta con el puño y entró sin esperar una respuesta.
–Voy a entrar.
El hombre pelirrojo metió la cabeza dentro de la oficina donde un hombre con el cabello de un negro sombrío estaba sentado detrás de un enorme escritorio.
El Duque le echó un vistazo al hombre que se pavoneaba en la habitación y, acto seguido, continuó leyendo unos documentos y firmándolos.
–¿Y Jerome?
Si su virtuoso mayordomo hubiese presenciado el comportamiento brutal de ese mocoso, no se habría quedado callado.
–Ha tenido que encargarse de unos asuntos. Me ha dicho el motivo, pero se me ha olvidado.
Debía tratarse de un asunto bastante urgente, sino Jerome no se habría ido dejando a este zagal al mando. Seguramente no iba a ausentarse durante mucho tiempo, por lo que había decidido no molestarle.
–No tengo tiempo para jugar contigo. Juega solo.
–Caray… Siempre me tratas como a un mocoso inmaduro. –Hizo una pausa y añadió en voz baja. – Ni siquiera eres mucho mayor que yo.
–Si fueras un mocoso inmaduro te habría enseñado una lección hace mucho tiempo.
–Guau, ¿cómo puedes tener la cara de decir eso después de pegarme tanto en nuestras sesiones de combate?
–Lo hice porque eres adorable.
–¡Ah, joder…!
Él resopló con resentimiento y Hugo estaba refucilado sonriendo un poco, entonces, recuperó su habitual expresión fría. La única persona a la que Hugo le mostraba emociones era a ese mocoso.
–Tienes visita.
–No espero a nadie.
Había una interminable cantidad de gente haciendo cola para verle, si Hugo aceptase verlos a todos, no tendría tiempo ni de dormir.
Aunque la mayoría eran respetuosos y le enviaban cartas para solicitar una audiencia formalmente, algunos se colaban ignorando la advertencia del soldado. Entonces, se metían en la sala de estar y afirmaban tener permiso. Al final, todo fue demasiado problemático y Hugo decidió deshacerse de todo el mundo. Si pasaban la puerta, les denunciaba por allanamiento de morada y les apuntaba con la espada y les hería un poco esparramando bastante sangre. A partir de entonces, nadie se atrevió a seguir entrando en su mansión y, a la vez, se convirtió en el infame “Duque malvado”.
–Es una visita muy divertida. ¿Por qué no le echas un vistazo?
–¿Lo conozco?
–No, aunque parece un plebeyo harapiento dice ser noble. – El pelirrojo se burló. Además, su ropa son una mierda y no tiene criados, pero sigue teniendo un aire de seguridad. ¿A qué es divertido? Me muero por saber por qué quiere encontrarse con el Duque. – Los ojos de Roy, el pelirrojo, relucieron y Hugo chasqueó la lengua.
El desvergonzado interrumpía su trabajo para satisfacer su curiosidad. Si Jerome, su mayordomo, hubiese estado ahí habría dado un brinco del enfado. Roy sabía que Jerome le criticaría y le regañaría durante dos horas como mínimo, pero, aun así, su diversión era mucho más importante.
Roy había estado quejándose de lo aburrido que estaba y, si se negaba, se dedicaría a molestarle sin parar. En ese momento, Hugo se agotó de ver los interminables documentos que tenía que revisar. Tal vez sería buena idea tomarse un descanso.
–¿Hay algún otro mensaje?
–¿Qué más ha dicho…? Para empezar, es una chica.
Hugo llevaba todo el rato pensando que su invitado era hombre, así que, en respuesta, frunció las cejas con enfado. Roy dio un brinco para atrás como si se hubiese quemado y huyó a la esquina más alejada del despacho.
–Ha balbuceado no sé qué de un contrato de la fiesta de la victoria. Dice que tienes que verla sin falta.
Los ojos de Hugo se sacudieron. Habían pasado diez días sin noticia de ella y él había empezado a sospechar de las intenciones de la muchacha.
–¿Dónde está?
–En la sala de estar. Oh, no la he dejado sola. Le he ordenado a una criada que le sirviera té. Tengo un mínimo de modales. – La presumida figura de Roy era dolorosamente patética.

*         *        *        *        *

Los dos hombres se sentaron delante de Lucia, y ella se dedicaba a sorber su té y a echarle alguna que otra mirada de soslayo al Duque. No podía creer que estuviese así sentada en la misma habitación que él. Aunque no era la primera vez que le veía, verle en persona seguía siendo interesante.
Es el… Duque de Taran de verdad…
El contraste entre su cabello negro y sus ojos escarlata aterrorizarían a cualquiera que intercambiase miradas con él. Tenía una presencia tan fuerte que dejaba una impresión inolvidable. Era la primera vez que se veían desde el baile, y estaban sentados el uno en frente del otro en una habitación bien iluminada.
–¿Ha venido sabiendo que estaba?
–N-no. Si no estuviera en casa, le habría dejado un mensaje.
Su voz reflejaba su apariencia física. Tenía un tono grave y pesado, y un aura penetrantemente dominante. Lucia ya había pensado que su voz era increíble cuando se escondió entre la maleza.
Yo… No me habría imaginado que la apariencia y la voz de una persona me pudiese afectar tanto…
En sus sueños la habían engañado múltiples veces, pero nunca aprendió la lección. Había perdido todos sus ahorros por un hombre atractivo del que se había enamorado. Era difícil cambiar los sentimientos humanos a voluntad sin importar lo mucho que se sufriese.
Seguramente es culpa del Conde Matin.
Mientras estuvo en el palacio real, Lucia no vio ni conoció a ningún hombre y, el primer hombre que conoció fue viejo, obeso, bajito, feo y violento. Habiendo pasado por semejante experiencia, no pudo evitar que un hombre atractivo le robase el corazón.
Aunque su atractivo no lo convierte en un buen hombre…
El hombre delante de ella era la prueba. Era un mal hombre. No tenía ningún inconveniente en pisotear el corazón de una mujer como si fuera un juguete. Lucia era consciente de ello y no estaba segura de no convertirse en alguien como Sofia en algún futuro lejano. Si él le susurrase dulces murmuros al oído con esa voz y rostro, se perdería.
Contrólate. Tienes que controlarte.
Lucia tranquilizó a su latente corazón.
–He sido una grosera por pedir una audiencia sin aviso previo, Por favor, perdóneme por presentarme tan tarde. Soy la décimo sexta princesa del Emperador: Vivian Hesse. Es un honor poder hablar con Su Señoría.
–Pfft.
Cuando Lucia se presentó como “décimo sexta princesa”, el pelirrojo que la había guiado por la mansión estalló en carcajadas. No se tomó a pecho su risa burlona, se limitó a observar lo desconsiderado que era. Sabía quién era: Roy Krotin, el leal subordinado del duque. Se le conocía como el perro loco Krotin, el pelirrojo. La mayoría de las historias sobre él estaban exageradas, pero con que la mitad de esas anécdotas fueran verdad ya era más que suficiente para reconocerle como: “perro loco”.
–Iré directamente al grano para no gastar su valioso tiempo. He venido… a pedirle la mano de mi señor en matrimonio.
En cuanto Lucia terminó su frase, contuvo el aliento. Sentía que le iba a explotar el corazón de la quietud. Habiendo cruzado el punto de no retorno se sentía mejor. Lucia continuó observando su expresión: tenía el ceño fruncido, pero, sorprendentemente, mantuvo su expresión indiferente. La reacción vino de su lado.
–¡Buajajaja!
Roy reía como un loco y, de hecho, el Duque de Taran le miró fríamente, preguntándose si realmente habría enloquecido. Aun así, las carcajadas de Roy no se detuvieron y, al final, el duque le dio un puñetazo a la parte trasera de la cabeza para que parase.
–Ay, ¿intentas matarme? – Roy se sostenía la parte trasera de la cabeza y gritaba furioso, con una única lágrima colgándole del rabillo del ojo.
Lucia se asustó al verlos.
¿Por esto se le conoce como “perro loco”?
–Eres un escandaloso. Fuera.
–¿Eh? ¿Por qué? Cerraré la boca y estaré callado. De verdad…
Roy cerró la boca mientras que Hugo chasqueó la lengua y tornó su atención a la jovencita que tenía sentada delante de él.
¿Una princesa?
Hugo estudió a la señorita que afirmaba ser una princesa. En el baile de la victoria sí que parecía una señorita noble, pero ahora, en ese momento, no era muy distinta a cualquier plebeya que se podría encontrar por la calle.
¿Y dice ser una princesa?
No tenía ningún interés en la familia real. Ni el rey mismo sabía cómo eran sus hijos, y no eran precisamente pocos, por lo que el hombre asumió que realmente era una princesa. Si su rango fuera demasiado bajo no habría fingido algo así y, además, era extrañamente detallada al respecto.
Le encantaba las mujeres, pero tenía sus propias reglas: no se acercaría a ninguna que le diera más problemas de lo necesario. Sólo necesitaba a una mujer con la que dormir, alguien a quien poder tirar afirmando estar borracho. Una princesa de primer rango estaba en su lista de negativas. Para empezar, de haber sabido que era una princesa, no habría consentido ese encuentro.
–¿Quién ha sido?
–¿Qué…?
–Princesa, ¿quién la ha enviado aquí? No podemos seguir con la discusión hasta que se sepa quién es el cerebro detrás de todo esto.
–¿Cree que soy una princesa?
Lucia había pensado que se enfadaría por pensar que le estaba engañando. Había decidido aceptar cualquier insulto o ofensa sin quejarse, sin embargo, su reacción fue demasiado tranquila.
–¿Mentías?
–No, no miento, yo… Pensaba que se enfadaría.
–Si mintiera me habría enfadado.
Lucia recordó sus palabras del baile y un escalofrío le recorrió la columna vertebral. Nadie daba más miedo que este hombre cuya descripción de “loco” albergaba otro significado.
–No miento, aunque hay cosas que no puedo contarle… No soy una mentirosa. No hay nadie moviendo hilos. Yo soy quién lo decide todo.
–Princesa, ¿hay alguien que sepa que está aquí?
–Nadie. Nadie sabe que la princesa Vivian ha salido de palacio.
No era mentira. Ella había salido de palacio como la criada que servía a la princesa Vivian. Ahora mismo se decía que la princesa Vivian estaba en su propio palacio marginado ocupándose de sus cosas.
–Ya descubriré cómo puede ser posible más tarde. ¿No solicitó un contrato? Esto es distinto a lo que me había dicho.
–No es nada diferente. Le estoy proponiendo un contrato: un contrato que cambiará la vida de alguien con un matrimonio.
El duque estaba tan increíblemente perplejo que no pudo enfadarse. En su estómago empezó a emerger un calor. Todo aquello era una pérdida de tiempo y una tontería. La muchacha estaba haciendo todo lo que él odiaba y él se burló de ella con frialdad.
–¿Está jugando con tonterías?
–Sé que lo que digo no tiene ninguna base y entiendo que mis abruptas palabras le causen rechazo. He venido para presentarle todo lo que podrá conseguir si se casa conmigo. Puede rechazarme después de escucharme, no usaré mucho tiempo y no le volveré a molestar.
Esta mujer parecía frágil como un conejo y estaba totalmente nerviosa, no obstante, era elocuente. Sus ojos sinceros le miraban directamente, los mismos ojos que le habían estado estudiando en el baile de la victoria, esos ojos tan desesperados y, al mismo tiempo, sin una pizca de codicia. Por culpa de todo eso, le interesaba. El motivo por el que había estado escuchando todas aquellas tonterías era por sus ojos y, una vez más, decidió malgastar su tiempo un poco más.
–De acuerdo, hable.
–Mmm… Antes de eso. ¿La persona que tiene a su lado puede marcharse?
–¡No! ¿Por qué?
Roy, que había estado observando todo este tiempo con ojos relucientes, se puso furioso y protestó por tener que perderse un espectáculo tan interesante.
–Princesa, has podido llegar hasta aquí y hablar gracias a mí, ¿cómo me puedes apuñalar por la espalda de esta manera?
–Mmm, gracias y lo siento. Sin embargo, lo que estoy retrasando es un asunto muy importante. Esta información podría dañarme terriblemente en el futuro. No es que no crea en usted, pero me parece que podría entenderme un poco.
–Yo no soy de los que cuchichean, pero… ¿Me conoces?
–¿Ah? Ah… Mmm… ¿No es usted famoso?
–¿Sí? ¿Soy famoso…?
Roy se frotó la barbilla e inclino un poco la cabeza mientras Lucia le observaba con sudores fríos. Era cierto que este joven iba a ser famoso en el futuro, pero podría ser que todavía no fuera un hecho.
Le controla bien.
Roy, que hasta entonces estaba furioso, se había tranquilizado y Hugo rió en voz baja. A Roy le incomodaba discutir con una mujer noble. Era violento y fortachón, tampoco tenía filtro cuando hablaba y, por eso mismo, solía parecer crudo y maleducado. Además de todo eso, su voz oprimía y molestaba a todo el que le rodeaba. No obstante, si se le llegaba a conocer, no había nadie más simple que él: era un perro grande y terco.
No iba a ponerle un dedo encima a la muchacha que tenía allí delante, pero era interesante.
–Vete.
–…Caray. – Gruñó Roy, pero dejó la habitación sin mucha pelea.
Ahora que estaban a solas, Lucia sintió como se le arremolinaban los nervios de nuevo. Repasó la escena en la cabeza una vez más. Era una apuesta y acababa de tirar el dado.

–Sé… que tiene un hijo, mi señor.

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