Capítulo 55

diciembre 25, 2017

Mis padres, que en un principio me dejaron por causa perdida, de repente, estaban encantados con mis cambios y empezaron a dejarme ocuparme de los negocios de casa. Usé esto como excusa para quedarme en su dormitorio y no tener que marcharme. Era una persona amable desde siempre, y la única condición que me puso fue tener que limpiar su habitación.
Los días iban tan bien que casi me parecía increíble.
Solía trabajar hasta la media noche para verle esperarme, ya dormido apoyado contra la cama y con la cabeza inclinada a un lado.
La noche que le besé en la esquina de los labios, suave e incontrolablemente, no pude frenar el impulso de verle cada día. Para entonces, mi deseo no se satisfacía con sobras. Quería abrazarle. Mi deseo de tocarle aumentaba a cada día.
Aunque ya no le tenía como profesor, solía saltarme las clases cuando él no tenía para ir a su habitación. No era un cuarto muy grande. Había un cactus en el pollo de la ventana y solía regarlo cuando iba. El cerebro de XiaoFu sólo recordaba las palabras de los libros, por lo que olvidaba regar sus plantas.
Solía apoyarse contra mis hombros con las manos y una sonrisa.
–Si no te ve durante unos días el cactus se pondrá muy flaco. Qué triste.
Cuatro años. Recuerdo que cuando nos separamos el cactus ya florecía.
El día que llegó una carta que le puso semejante sonrisa en la boca sentí celos. Dijo que su mujer le había escrito para que fuera a casa. Decía que todo el mundo le echaba de menos.
Me dijo que cuando yo me graduase dimitiría. Me dijo que ya había ahorrado dinero suficiente durante los últimos años y que podía mantener su estilo de vida siendo un profesor en su pueblo natal. Ya no tendría que mudarse ni abandonar a su mujer.
Me dijo… Me dijo que yo también tenía que encontrarme una pareja…
En aquel entonces, ¿cómo puede ser que no supiese qué eran esos sentimientos anormales y pervertidos que tenía por él? Quería apoderarme y tirar de él.
En realidad, con mi fuerza de entonces podría haberle violado sin que nadie lo supiera y atarlo a mi lado. Sin embargo, cuando miré esos ojos esperanzados yo… No pude moverme.
En aquel entonces yo también quería escapar de la realidad de que me gustaban los hombres. Pensaba que si no le veía durante una temporada mejoraría. Pensaba que si no estaba cerca de mí le podría olvidar.
Después de sacarnos las fotos de graduación ni siquiera me despedí de él. Era un profesor y yo era un alumno. Esa era la distancia entre él y yo.
Le dejé marchar sin habernos besado de verdad. Ni siquiera supo lo que sentía por él, esos sentimientos anormales y pervertidos.
Durante los dos años de universidad cargué con todo tipo de culpabilidad sobre los hombros. Viví como un ladrón a su lado. Controlé mis impulsos de tocarle mientras dormía.
El sufrimiento y la culpa me devoraron constantemente hasta que le dejé marchar.
Sin embargo, cuando entré en la sociedad se me acercaron muchas chicas. Todos los perfumes y los atuendos me disgustaban extremadamente hasta el punto en el que empecé a poner los pies en bares gay. No obstante, aquellos rostros y cuerpos jóvenes no se podían ni comparar con la emoción que sentía por su sonrisa.
Sólo me gustaba una y esa persona.
Su silueta no me abandonó jamás y, por tanto, no le podía olvidar. Todavía podía recordar cómo me saludaba cuando se sentaba debajo del árbol en la parte baja de la colina después de que nevase.
Y cuando me decidí a ir a buscarle…
Jamás imaginé que de camino a casa se vio envuelto en un accidente de coche y… murió.
No se le podía encontrar por ningún lado de este mundo. Lo único que quedaba entre nosotros era una fotografía del tamaño de la palma de mi mano.
Debería haberlo atado a mi lado.
No debería haberle dejado marchar.
¡No debería…!
Ni siquiera yo me habría imaginado que existiría alguien en este mundo que se pareciera tanto a ti. Cuando le vi a través de la ventana del coche, fue como si viera a “él” en la universidad.
Era increíble. Mi corazón casi dejó de latir.

*         *        *        *        *

ShangFan toca suavemente el cabello negro de la persona que tiene en la cama y, como en aquel entonces, su tacto es suave y algo rizado.

Por fin te he atado a mi lado. No me volverá a pasar lo mismo. No debería haberte dejado salir de mi vista. No debería…

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