Capítulo 57

diciembre 02, 2017

Qi Xiu Yuan perseguía algo en sueños. Corría por una cueva oscura y sombría decorada con parras. Cuando llegó al final, corrió y pasó de largo un rio deslumbrante y dorado que brillaba tanto que era imposible mantener los ojos abiertos. Hacia el final, entró a un pasillo hermosísimo. Y, junto al sonido que le penetraba los oídos sin parar, un montón de manos de varios colores aparecieron ante él, mientras continuaba su camino. Todo lo que podía hacer, a pesar de todos los enemigos que intentaban pararle, era correr sin parar.
“Xiao Li”, llamó, “Xiao Li, para”. Pero su figura se alejaba cada vez más.
De repente, Qi Xiu Yuan abrió los ojos por completo y se despertó. Tenía el cuerpo entumecido y le dolía como si le hubiesen tirado un cazo de agua hirviendo encima. Qi Xiu Yuan movió la cabeza de izquierda a derecha, para estudiar la localización.
Todo a su alrededor brillaba, hecho que le dejó claro que se trataba de una habitación cara de un hospital. Movió el cuerpo lentamente hasta que fue capaz de sentarse y descubrir las agujas que tenía en la mano. Entonces, giró un poco más la cabeza y vio a su hermana dormida en el sofá al lado de la ventana.
Cogió el móvil que tenía en la mesita, lo encendió y llamó a Xiao Li.
–¿Estás despierto?  – La voz de Xiao Li parecía excepcionalmente clara.
–Me acabo de despertar. – En cuanto abrió la boca se percató de lo difícil que se le hacía hablar y su voz sonaba ronca. – ¿Cómo estás?
–Estoy bien. – Xiao Li hizo una pausa. – Perdona por meterte en esto.
Qi Xiu Yuan tuvo una sensación de mal agüero al escucharle.
–¿Xiao Li?
–Qi Xiu Yuan, – su voz era horriblemente tranquila. – no nos volveremos a ver.
Qi Xiu Yuan se asustó y empalideció al oírle.
–¿Qué pasa?
–No te preocupes por la ambulancia ni por la factura del hospital. Descansa y cuídate. – Hizo una pausa antes de hablar otra vez. – No me llames más.
–Espera un momento. – Qi Xiu Yuan le interrumpió. – Xiao Li, no me preocupes. ¿Qué ha pasado?
–Casi… – el silencio les nubló durante unos instantes. – Casi mueres.
Qi Xiu Yuan ardía de impaciencia y ansiedad.
–Pero no me he muerto… ¿Has…? ¿Has hecho un trato con él?
Xiao Li no respondió su pregunta.
–Desde que me conoces no has dejado de hacerte daño, y cada vez es más serio. ¿No tienes miedo de perder tu vida por mi culpa…? Aunque tú no tengas miedo, para mí será difícil.
Qi Xiu Yuan bajó la cabeza y preguntó en voz baja.
–¿Estás diciendo que soy… una molestia para ti?
Xiao Li se quedó callado un rato antes de responder.
–Si lo sabes, ríndete ya.
–Pero yo-…
–Qi Xiu Yuan. – Xiao Li le cortó. – Nos conocemos, no me lo hagas más difícil.
Dicho esto, colgó y sus palabras arrojaron a Qi Xiu Yuan a las profundidades de una cueva helada. Su cuerpo se enfrió y el dolor le recorrió la columna. Miró a la nada y volvió a marcar el mismo número, pero esta vez, Xiao Li no contestó.
Ignoraba que ese hombre vivía una vida en un mundo completamente distinto al suyo, y que en este mundo había una sombra desde el Arco del Triunfo a una escuela abandonada, una red de odio y beneficio, y todos los asuntos que todavía le quedaban por descubrir. Para él, este era un mundo caótico que no sabía controlar y que, cuando se enfrentaba a él, era incapaz de aguantar un golpe. Pero aun con esas, se enamoró tantísimo con uno de sus hombres que se vio engullido por el mundo.
Si hubiese sabido como iban a acabar las cosas, no le habría arrebatado. Le hubiese dejado hundirse en la oscuridad todavía más.
Pensaba que como mucho tendría que sacrificarse a sí mismo, no pensó en que él también tendría que pagar un precio.
¿Qué podía hacer un hombre indefenso y desarmado atrapado en una red impermeable que tanto le amaba para salvarle?
Qi Xiu Yuan dejó de llamarle sin parar y miró con odio las letras de su móvil. Todo lo que sentía era dolor. Su semblante perdió el color y empezó a tener sudores fríos.
–Ge. – Susu le tocó con la mano y habló tímidamente.
–Qi Xiu Yuan salió de su mundo al escucharla hablar. Cogió aire y la miró.
–¿Quién me ha traído aquí?
–No sé, sólo tengo esta nota. – Dijo Susu y sacó una nota de papel con nerviosismo. – He tardado un rato en encontrarla.
Cogió el pedazo de papel con la mano que tenía libre mientras seguía tumbado en la cama. Era la primera vez que veía la letra de Xiao Li, y era, para su sorpresa, inesperadamente directa. Sólo había cuatro frases cortas y su firma.
“No te preocupes, Qi Xiu Yuan está en el hospital más cercano. Pide la baja por él. Dile que no me espere. Hay gachas en la cocina”.
En el rostro de Qi Xiu Yuan se formó una expresión complicada mientras estudiaba el papel con detenimiento. Entonces, sonrió. Sin embargo, su sonrisa se desvaneció al poco tiempo dando paso a un semblante adolorido y pálido.
–Hermano, – dijo Susu, un poco preocupada. – ¿Qué ha pasado? ¿Es por el pervertido que me acosó? ¿Te has peleado con él? Es culpa mía…
Qi Xiu Yuan vio como se le arremolinaban las lágrimas en los ojos a su hermana y empezaban a brotar. Suspiró y tendió la mano para acariciarle el pelo.
–¿Por qué dices tener la culpa de algo así? Si tú eres la que ha hecho mal, entonces, ¿es el pervertido ese quien ha hecho lo correcto?
Qi Susu se sintió todavía peor cuando le oyó consolarla. Rompió a llorar y se lanzó sobre él. Un dolor le penetró en el estómago. Casi se le cae el bote de medicina en la cabeza y, en medio de toda la confusión, le empezó a sangrar el brazo que tenía conectado a la gota.
Al final, la enfermera tuvo que correr a solucionar el desastre, les regañó y se marchó. Qi Susu estaba tan asustada que se sentó en la silla al lado de su hermano y continuó llorando.
–Soy una inútil. – repetía una y otra vez. – ¡No te enfades!
Qi Xiu Yuan, al principio, quiso consolarla, pero en cuanto escuchó la palabra: “inútil” se tensó. La dejó llorar un rato antes de volver a hablar.
–Tengo un poco de hambre…
Susu se secó las lágrimas.
–Perdona, estoy un poco ida. No has desayunado y ya es la hora de comer. Lo siento, hermano…
Qi Xiu Yuan volvió a suspirar.
–¿De qué sirve pedir perdón? Pídeme comida del comedor del hospital.
Susu asintió y se levantó para irse.
–¿Has traído dinero?
–Sí. – Susu sacó la cartera y se la enseñó.
–Pregúntale el camino a la enfermera.
Susu se limitó a asentir y abrió la puerta.
Qi Xiu Yuan se apoyó en el cabezal de la cama de hospital aguantando un dolor agudo. Contempló el reloj que estaba colgado de la otra pared y empezó a contar mientras movía la mano. Justo cuando llegó a los cuatro minutos y veinte segundos, alguien abrió la puerta y entró.
–Las noticias te llegan rápido. – Dijo Qi Xiu Yuan con un tono ronco y lento.
–¿Sabías que vendría? – Preguntó la persona que entró sin rastro de educación y se sentó a su lado.
–Me traen en ambulancia, pero de alguna manera, ¿gozo de una habitación como esta? – Qi Xiu Yuan suspiró. – He supuesto que me había ayudado alguien caritativo, pero no que ese alguien fueras tú.
El hombre sonrió sutilmente pero no dijo nada. Qi Xiu Yuan le echó un vistazo rápido antes de bajar la vista reflexivo. Entonces, le preguntó de repente:
–¿Se le parece o no?
–¿Qué?
–¿No me dijiste que yo no me parecía a mis padres? ¿Mi hermana sí? – Qi Xiu Yuan sonrió. – ¿No fuiste a verla ayer adrede?

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