Capítulo 62

diciembre 14, 2017

Xiao li, tras bajas las escaleras y volver al coche, no encendió el motor de inmediato. Se limitó a quedarse ahí sentado a la espera de que Qi Xiu Yuan saliese. Dos personas salieron de un coche que estaba aparcado en la esquina y corrieron a la puerta del piso con una camilla. A los pocos minutos, salieron con alguien tumbado en la camilla, lo metieron en el coche y, entonces, se fueron deprisa.
Xiao Li, por fin con el cuerpo menos tenso, sacó el móvil e hizo una llamada.
–¿Hermano? – La voz de Xiao Yang era excepcionalmente prudente.
Xiao Li resopló.
–Lo siento, hermano. – Se disculpó Xiao Yang, aunque no parecía arrepentido. – ¿Ya estáis bien?
–No es lo que crees. No te vuelvas a meter.
–¿Oh? ¿No estáis saliendo? No hace falta que me lo ocultes, no estoy en contra. – Xiao Yang rio y continuó. – Qi dage[1] es una buena persona y también es el hermano de Susu. Seremos nueros, no está mal, ¿eh?
Xiao Li nunca le había hablado mucho de sus experiencias a su hermano y, al cabo de un silencio, habló:
–Es un asunto muy complicado. No hace falta que te metas…
–¿Por qué vuelves a ser así y no dices nada? Sólo sabes darme órdenes… – Xiao Yang se quejó con cierta impotencia y resentimiento en su tono de voz. Suspiró y añadió. – Vale, no me meteré más.
Al colgar, las cejas de Xiao Li se juntaron y se encendió otro cigarro. Para cuando llamó a Zhang Juan Juan, su voz era fría y sombría.
–¿Te ha pasado algo? – Preguntó de pronto. – ¿O tienes tu propio jefe?
Zhang Juan Juan se quedó callada, pero por fin habló monótonamente.
–Has rechazado a Qi Xiu Yuan, no tendrás más oportunidades como esta.
–Lo sé. – Respondió Xiao Li y colgó.
Era plenamente consciente, no es que Sun Ze Yu no hubiese sido alguien como él antes: una persona que ha conseguido poder desde lo más bajo de la sociedad, que se ha ocupado de la dificultad de manipular la mafia y obedecer estructuras políticas, que ha pisado hombros y ha convertido en cadáveres a un incontable número de personas con acciones cargadas, tendencias tiránicas e insensibilidad. Por eso, nadie podía hacerle daño a su corazón. Sólo alguien como Qi Xiu Yuan pensaría de Sun Ze Yu como alguien nostálgico.
Sin embargo, Sun Ze Yu había usado a Qi Xiu Yuan como moneda de cambio para atraerle. De hecho, era una moneda de cambio hechizante… Con sólo pensar en la devoción sincera de Qi Xiu Yuan, a Xiao Li le costaba respirar.
Bajó la ventana con esos pensamientos en la cabeza y encendió el coche. El viento aullaba y se colaba en el coche antes de desaparecer en un velo de niebla. 
Esto tampoco está mal…
Suspiró.
Qi Xiu Yuan no tendría que haberse involucrado desde un principio… No es demasiado tarde para retirarse ahora.
Siguió pensando, ignorando el dolor agudo que le perforaba el pecho y le imposibilitaba trazar una sonrisa en la comisura de sus labios.

*        *        *       *       *

Tal y como cabía esperar, la posición de Xiao Li dentro de la mafia era peliaguda. Había perdido la mitad de su territorio este cuando se fue a salvar a Han Jia, y le habían dado a Yan Ming la mitad de sus subordinados. Cuando Li Shi Qing le encontró en casa de Qi Xiu Yuan, se le permitió retirarse de la mafia verbalmente y, aunque tenía una semana para prepararse, todavía tenía que entregarles cosas a Yan Ming y Liu Zi Cheng.
No tenía soldados, ni general, y los que se habían quedado a su lado eran un par de subordinados que le llevaban siguiendo unos años. No quería marcharse ahora que había sucedido algo importante, pero al mismo tiempo, no quería quedarse en casa de Li Shi Qing. Por tanto, todo lo que podía hacer era quedarse al lado de Yan Ming y ser su guardaespaldas.
Da Gui había muerto en la frontera común entre el territorio de Liu Zi Cheng y Yan Ming, pero ni el mismo Zi Cheng sabía dónde investigar, por lo que se abstuvo de ponerse en contacto con ellos. El guardaespaldas personal de Li Shi Qing, A Lang, de repente fue transferido a Liu Zi Cheng y Li Shi Qing envió a otro hombre para que siguiera a Xiao Li.
Xiao Li sentía que Li Shi Qing iba perdiendo su fe en él.
Cuando volvió a casa el tercer día, ya había cuatro personas en la puerta principal esperándole, y dos que aguardaban en las sombras aparecieron ante Xiao Li, tomándole por sorpresa. Xiao Li reconoció a dos de ellos: eran los confidentes y guardaespaldas de Li Shi Qing, Ding Yong y Xiao Chen.
–Li ge. – Ding Yong avanzó un paso. – Qing Ye tiene que hablar contigo.
Li Shi Qing habían ido a buscarle personalmente sin llamar antes. Su acercamiento era obvio y, Xiao Li, no pudo evitar fruncir el ceño y sacar el móvil para llamarle.
–Qing Ye.
–¿Has visto a Ding Yong y a los demás? – Su voz era muy suave.
–Sí.
–Déjales que te traigan.
–Yo-…
–No hace falta que conduzcas. – Le interrumpió Li Shi Qing. – No te preocupes, cuando termine de decirte lo que te quiero contar, te llevarán.
–Vale. – Xiao Li colgó y, sin cambiar su expresión, se dio la vuelta hacia Ding Yong y anunció. – Vámonos.
Ding Yong condujo y el otro guardaespaldas, Xiao Chen, se sentó en el asiento delantero mientras que Xiao Li se sentó en el asiento trasero, apretujado entre los dos otros hombres.
Los cinco sabían que era un viaje inusual, sin embargo, ninguno dijo nada y permanecieron en silencio hasta que vieron su destino. El coche se detuvo al lado de un almacén del territorio de Liu Zi Cheng.
–Por aquí, Li ge. – El hombre que tenía a su lado izquierdo salió del coche y le aguantó la puerta.
Los otros cuatro desaparecieron hacia direcciones distintas cuando Xiao Li bajó del coche. Dos se quedaron a su lado, uno delante y el otro detrás, y le acompañaron a la puerta del almacén.
Habían más hombres en la entrada, al verles, les dejaron pasar y les abrieron la pesada puerta de metal.
Sus acompañantes cambiaron de localización: dos se pusieron delante de él, y los otros dos, detrás. En medio del polvoriento almacén había una bombilla que apenas iluminaba el espacio.
Li Shi Qing estaba sentado bajo la luz y, delante de él, estaba Li Zi Cheng. Xiao Li se le acercó caminando y se quedó de pie a una distancia prudencial de LI Shi Qing. En cuanto a sus guardaespaldas, se quedaron a su alrededor.
–Qing Ye. – Xiao Li saludó con una expresión como ausente.
–Repítelo, Xiao Li. – Li Shi Qing le miró con la misma expresión. – Dime que no has tenido nada que ver con lo de Da Gui.
–No te traicionaré, Qing Ye. – Su mirada severa se posó en Li Shi Qing.
Ding Yong, que estaba detrás de él a la izquierda, de repente, se movió y le pateó la parte trasera de la rodilla.
Xiao Li, que había estado alerta todo este tiempo, se dio la vuelta para contraatacar, pero los cuatro hombres le atacaron simultáneamente. Xiao Li no era rival para sus contrincantes estando en semejante desventaja. Después de una pelea corta, acabó con las dos manos y los hombros hacia abajo y alguien le empujaba para que se arrodillase ante Li Shi Qing.
–Qing Ye, ¿no confías en mí? – Levantó la cabeza y le miró con las pupilas negras que reflejaban la luz.
Al principio, Li Shi Qing había estado apoyándose en el respaldo del sillón, pero ahora estaba muy bien erguido, mirándole y habló con lentitud.
–Eres la persona de la que menos quiero desconfiar. Será mejor que me lo digas, ¿dónde has ido?
–He ido a casa de Xiao Yang.
Entonces, alguien le rebuscó el bolsillo del pantalón, le quitó el móvil y se lo pasó a Li Shi Qing.
Li Shi Qing lo revisó y habló con la misma lentitud que antes.
–¿Con quién te comunicas a través del compartimento secreto del asiento del pasajero del coche?
–¿Qué? – Xiao Li abrió los ojos como platos.
–Hemos enviado a alguien a que registre el coche mientras venías para aquí. – Liu Zi Cheng habló. – También le han dado el alta a Han Jia. Ya lo sabías, ¿no?
Xiao Li le miró con severidad.
–Iba a volver a entrenarle, pero al parecer, ha huido. – Esta vez la persona que habló fue Li Shi Qing. Suspiró aparentemente preocupado. – Qué raro que no le hayamos podido encontrar por ningún lado… ¿A lo mejor tú sí sabes dónde está?
Xiao Li sacudió la cabeza.
–Qing Ye, no sé nada de esto.
–¿No eres tú el que siempre está al tanto de las situaciones de tus hermanos? – Li Shi Qing le miró. – Quería hablar con él, pero inesperadamente, ha alquilado uno de los pisos de uno de los subordinados de Lu Wu. Qué grata coincidencia, ¿no? – Xiao Li no respondió, ni mostró ninguna expresión.  Li Shi Qing suspiró. – Después del alboroto que montaste el otro día. Todo lo que te he enseñado durante estos años ha sido en vano… – Los ojos le brillaron. – Hasta ese hijo de puta que casi muere de las hostias que le dimos, ha encontrado un guardaespaldas independiente… Qué considerado eres.
Xiao Li notó cómo le temblaban los párpados, le devolvió la mirada y habló en voz baja.
–Qing Ye, dijiste que no le harías nada.
–Eso dije. – Li Shi Qing lo admitió mientras se apoyaba en el respaldo del asiento, ocultado su expresión en la oscuridad. – Dije que si le hacía algo y tenías pruebas, te dejaría estar con él. – rio. – Esto y eso son cosas diferentes, Xiao Li. Tenemos todo el tiempo del mundo para discutir las cosas, pero ahora mismo, sólo quiero que me respondas a mi pregunta.
–Sólo quiero que estén a salvo, nada más. – Respondió Xiao Li.
–¿Nada más? – Li Shi Qing se mofó. – ¿Vas a ser un cabezón y no vas a admitir tus fallos? Montaste un gran alboroto para salirte de la mafia, hasta un ciego podría ver lo que está pasando… ¿De verdad todo lo que te he estado enseñando durante estos años ha sido en vano?
–Qing Ye, de verdad que no tengo segundas intenciones. – Xiao Li insistió.
Li Shi Qing no dijo nada y le echó una mirada a Liu Zi Cheng, éste, suspiró.
–Lu Wu trajo el que consiguió escapar de la emboscada de Da Gui. Dijo que podría reconocer al asesino y le dejamos enfrentarse a uno de tus subordinados.
Xiao Li frunció el ceño.
Li Shi Qing dio una palmada y dos sombras emergieron de las sombras arrastrando a un hombre antes de lanzarlo bajo la luz. Tenía la cara y la ropa empapada de sangre, las manos atadas en la espalda y un cable le apretaba la zona pélvica dolorosamente.
–¿Lin Zi? – Xiao Li estaba sorprendido. – ¿Qué pasa?
Li Shi Qing resopló, pero no dijo nada. Liu Zi Cheng volvió a suspirar.
Uno de los que le habían arrastrado hasta ahí, volvió con un cubo de agua y se lo tiró por la cabeza. Lin Zi tosió y abrió los ojos, su visión repasó inquietamente a todos los presentes. Cuando por fin le devolvió la mirada a Xiao Li, se agitó.
–Li ge… Li ge… – Sollozaba. – Lo siento…
Xiao Li estaba completamente sorprendido, pero, antes de que pudiese hablar, sintió una pistola negra como el carbón contra la sien. Li Shi Qing ya se había agachado delante de él. La mano que sujetaba fuertemente la pistola era extremadamente inquieta y su rostro se teñía de una expresión de dolor.
–¿Cómo vas a explicarlo?
–No sé qué está pasando. – Xiao Li se calmó, su voz continuó sonando sincera y firme.
–Pues, deja que te lo explique. – Li Shi Qing habló mientras se acercaba un poco más a él. La pistola se movió de su sien, a su estómago. – Lin Zi ha confesado que tú eres quien les incitó a matar a Da Gui.
Xiao Li frunció el ceño todavía más al escuchar sus palabras.
–Xiao Li, – Li Shi Qing le acariciaba con una mano y con la otra sujetaba la pistola. – ¿Te acuerdas qué te regalé cuando te convertiste en el líder de una docena de subordinados a los diecinueve años?
Xiao Li se agitó, ocultó sus emociones y habló en voz baja.
–El tatuaje de la espalda.
–¿Y qué te dije? – Continuó Li Shi Qing.
Xiao Li se detuvo antes de volver a hablar con voz ronca.
–Me dijiste que tú eras un dragón volador, y que me ibas a dar el tatuaje de un león escalando una montaña. Un tigre es leal y valiente toda su vida, sólo protege al dragón y es un héroe.
–Valiente y leal toda la vida, valiente y leal. – Li Shi Qing soltó una risita. – Ahora mismo, no te pido que seas valiente toda la vida, sólo te pregunto si eres merecedor de la palabra “leal”.
Xiao Li le miró con ojos claros y tranquilos.
–Qing Ye, no he matado a Da Gui. – Hizo una pausa, y preguntó con solemnidad. – Si te digo que Liu Zi Cheng está intentando incriminarme y que no te he traicionado, ¿me creerías?
Liu Zi Cheng se tambaleó de la sorpresa al escuchar su nombre y se acercó a Xiao Li, pero antes de que pudiese decir nada, Li Shi Qing empezó a reír.
–Puedes acusar a cualquiera y no pasaría nada, pero, ¿A Zi Cheng? No tiene ningún motivo para incriminarte. No me lo creo.
–Interroga al que escapó, Qing Ye. – Xiao Li alzó la voz. – ¿Por qué sólo ha sobrevivido uno? Es fácil saber si tiene alguna conexión con Li Zi Cheng-…
Automáticamente, se escuchó el sonido de un disparo. Todo el mundo se quedó pasmado. Nadie hubiese anticipado que Li Shi Qing actuaría tan rápidamente. Unos momentos después, el almacén se vio envuelto por un silencio absoluto.
El cuerpo de Xiao Li casi cae al suelo por el impacto de la bala, pero antes de que sus hombres pudiesen reaccionar o dejarle, cayó hacia adelante a sus manos. La sangre rezumaba de su estómago rápidamente, y bajo la luz de la bombilla, se podía apreciar como la mancha oscura se iba volviendo más y más grande, empapando el suelo. Sus ojos estaban abiertos como platos y miraba a Li Shi Qing sorprendido.
Los ojos de Li Shi Qing relucieron con un rayo de luz difícil de describir. Con esa extraña expresión, se agachó y le tocó la herida, observando como la vida de los ojos de Xiao Li se iba disipando.
En ese preciso momento, los cuatros que les rodeaban soltaron a Xiao Li y le dejaron caer al suelo. Inmóvil, con la sangre fluyendo persistentemente, creando una piscina de sangre.



[1] “dage” significa “hermano”, pero Xiao Yang lo usa como honorífico. 

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