Capítulo 64

diciembre 15, 2017

La ira de Li Shi Qing se convirtió en risas.
–Yan Ming, vaya huevos y cerebro tienes.
–Qué amable. –Dijo Yan Ming alegremente mientras se acercaba a Li Shi Qing y se quedaba a cierta distancia de él, Xiao Li le siguió. – Es obvio que Xiao Li y yo hemos unido fuerzas, ¿por qué no se lo dices a él? Liu Zi Cheng estaba tramando en tu contra, ¿y querías que fuera tu sucesor? Me da envidia que no me tengas miedo… Aunque yo te vea como mi tío, esta pistola de aquí no.
Li Shi Qing vio como la pistola de la chaqueta de Yan Ming le apuntaba.
–Si quisieras matarme, ya lo habrías hecho, no te habrías quedado ahí parado, diciéndome todas estas tonterías.
Yan Ming chasqueó la lengua y bajó el arma.
–¡Como se nota que eres mi tío! No soy como Liu Zi Cheng, no te puedo matar así como así. Mira, soy más cuidadoso que tú. – Miró a Li Shi Qing de arriba abajo. – ¿Dónde te inyecto esto para paralizarte la mitad del cuerpo? ¿Cómo se llama esa enfermedad que te paraliza? Ya sabes, la que no puedes vivir por ti mismo y necesitas a alguien que espere a que te mees o cagues. – se rio de buena gana. – Yo sólo me especializo en drogas. Tío, con sólo una aguja te puedo hacer caer en la locura. ¿No sería gracioso que dijeran que Liu Zi Cheng te disparó y tú te quedaste loco?
Uno de los subordinados de Yan Ming que apuntaba a Ding Yong, dio un paso y le entregó una jeringuilla.
El semblante de LI Shi Qing empalideció de inmediato y miró a Xiao Li, entonces, posó la mirada en Yan Ming que parecía fascinado por su reacción. Ladeó la cabeza a un lado y le escrudiñó un instante antes de cargar la jeringuilla.
–Así no parecerá que Liu Zi Cheng no ha podido completar su misión y Lu Wu se quedará contento. Sun Ze Yu también estará contento y, aunque alguien venga a ocuparse el asunto, no acabarán conmigo. Tío, se dice que un sobrino se parece a su familiar, aunque sea un poco. ¿Con lo listo que soy no crees que he salido a ti?
Li Shi Qing frunció el ceño y permaneció callado. Yan Ming miró a un lado.
–Hey, ¿quieres hacerlo tú?
Xiao Li miró la jeringuilla que tenía en la mano y extendió la mano para cogerla. Yan Ming sonrió orgullosamente al ver ese movimiento, pero, en cuestión de segundos, su sonrisa se quedó petrificada en su rostro. Xiao Li le había rodeado por detrás y le amenazaba con clavarle la jeringuilla en la artería del cuello.
–Bajad las armas y levantad las manos. – Ordenó a los cinco subordinados de Yan Ming.
Sus subordinados no tuvieron oportunidad de reaccionar. Xiao Li sujeto a Yan Ming con más fuerza y le clavó la punta de la aguja en el cuello.
Los cinco hombres no dudaron en dejar las armas en el suelo al presenciar semejante escena. Xiao Chen y Ding Yong suspiraron aliviados. Li Shi Qing recuperó una pistola y estudió a los hombres con atención, le hizo señas a sus propios guardaespaldas. Xiao Chen se acercó donde yacía Lin Zi y le arrancó el cable que lo ataban, entonces, se acercó a los hombres, cortó la cuerda y la usó para atarles las manos detrás de la espalda, mientras Ding Yong pedía refuerzos.
Ahora que Xiao Li había subyugado a Yan Ming y tenía a todos sus subordinados atados, el sobrino del mafioso supo que no le quedaban esperanzas. La sonrisa de su cara desapareció por completo, reemplazada por enfado.
–¡Xiao Li, pequeño hijo de puta! – Maldijo. – ¡Me lo tomaré como que te he malinterpretado! ¡Al parecer, prefieres que este viejo bastardo te meta la polla por el culo a ser mi subordinado!
Xiao Li empezó a sudar frío entre sonrisas.
–Yan Ming, deja de actuar. ¿No eres tú al que ha malinterpretado todo el mundo? Aunque muera, Liu Zi Cheng no sabe que tú eres quien le ha traicionado, ¿no?
Ding Yong le pasó un pedazo de cuerda a Xiao Li. Tiró la jeringuilla y empezó a atar a Yan Ming.
–Primero fuiste a pedirle a Liu Zi Cheng que cooperase contigo y le insistirse que fuera a pedirle ayuda a Lu Wu, por eso ha dicho que no se tenía que preocupar por ti. Y luego veniste a por mí, – se mofó. – has instigado problemas entre Liu Zi Cheng y Qing Ye, entre Qing Ye y yo, y entre Liu Zi Cheng y yo. Te admiro mucho… ¿Tenías la esperanza de que nos matásemos los tres antes de que llegaras?
Yan Ming no dijo nada. Xiao Li le cogió por el cuello y se acercó a su oreja.
–Aunque odie que me den por culo, es mucho mejor que ser tu subordinado a la espera de que me uses y me traiciones sin saberlo. – Le susurró.
–¡Qing Ye!
Los refuerzos entraron al almacén y otros tantos coches se acercaron al lugar desde lejos. Li Shi Qing se acercó, ayudando a un pálido y tembloroso Xiao Li mientras estudiaba a Yan Ming a quien Ah Long había detenido.
–No te preocupes, – sonrió. – no me has matado, así que yo tampoco lo haré. ¿Sabes? No eres el único experto en drogas del grupo.
El semblante de Yan Ming empeoró al comprender el segundo significado de sus palabras. Li Shi Qing ya no le miró más, simplemente se inclinó a un lado para mirar a Xiao Li.
–Tienes las manos heladas.
Xiao Li continuó observando a Yan Ming todo el tiempo, y aunque escuchó a Qing Ye hablarle, no se giró para mirarle.
–Es un poco incómodo. – suspiró.
–Ding Yong, lleva a Xiao Li al hospital.
Ding Yong contestó con un gruñido y se acercó para llevarse a Xiao Li en otra dirección. Li Shi Qing le observó con una expresión complicada.
–Qing Ye. – Ah Long se acercó y habló en un murmullo. – Ya he descubierto algo de lo que me pediste.
–Dime.
–Efectivamente, cuando el ministro Sun te pidió que dejarás salir de Li ge de la mafia fue porque alguien fue a buscarle. – Ah Long hizo una breve pausa. – Es… Es el hombre de aquella noche… –Li Shi Qing frunció el ceño. – Me pareció raro así que seguí investigando. Qing Ye, ¿recuerdas cuando Luo Dong capturó a Han Jia y, de repente, le dejó recuperarse en su territorio sin hacer nada?
Li Shi Qing juntó las cejas.
–Continua.
–Hice que nuestros hombres en el territorio de Luo Dong investigasen y me han informado que, en el momento más crucial, Luo Dong recibió una llamada. Es posible que fuera del ministro Sun.
–Sun Ze Yu… – Li Shi Qing repitió lentamente.
Ah Long se quedó callado un momento, entonces, incapaz de contenerse volvió a susurrar.
–Qing Ye, ¿quieres ponerte en su contra?
–No es que yo quiera ir a por él, es él quien va a por mí. – Dijo Li Shi Qing antes de echarle un vistazo a Ah Long. – Aunque se dice que los bandidos y los oficiales somos de la misma familia, a veces hay discusiones. Si el oficial quiere más dinero, entonces, tienes que apoyar al bandido. Pero si el bandido se tuerce y el oficial teme que no será capaz de controlarle del todo… Piensa en ello, cuando luchamos contra Ma Que Zi y con Luo Dong, ¿nos complicó el asunto?  – Ah Long reflexionó y finalmente sacudió la cabeza. – Pero ahora somos los únicos que quedamos en la ciudad, así que no puede seguir sentado de manos cruzadas. – Li Shi Qing continuó. – Primero nos mostró su poder en Jin Gu Yuan, poniéndose de lado de Lu Wu en todo momento, dándonos problemas. ¡Ah! No se rendirá hasta que dé problemas y todo se desorganice otra vez.
Ah Long pareció quedarse sin palabras.
–Qing Ye, eres increíble.
Ah Long era callado y no se le daba bien adular a la gente, sin embargo, acababa de soltar una frase como esa.
–¿Qué quieres decir?
–Has luchado contra Ma Que Zi, Luo Dong, Lu Wu y tienes que cubrirte del ministro Sun, todo mientras que también hay un gran alboroto en nuestro grupo. Eres capaz de ocuparte y comprender todas estas situaciones en medio de esta tormenta. Es extraordinario. – Ah Long no pudo evitar mirar a Li Shi Qing con cierta admiración.
Li Shi Qing rechazó el comentario y sonrió.
–¿Cómo vas a ocuparte del ministro Sun?
Li Shi Qing volvió a fruncir el ceño.
–¿Por qué iba a querer que Xiao Li se retirase de la banda si lo que quiere es que haya más conflicto en la mafia? Estoy seguro que había pensado todas las maneras posibles de que Xiao Li fuese quien diera problemas al grupo y, sin embargo, cuando vino a verme eso no estaba en su cabeza. Inesperadamente, ese hijo de puta de Qi es capaz de hacerle cambiar de idea. Tal vez, Qi Xiu Yuan tiene más pruebas que se puedan usar en su contra. – Miró a Ah Long. – Ahora que Liu Zi Cheng está muerto, Sun Ze Yu y Lu Wu no van a quedarse quietos. Cuántas más monedas de cambio tengamos en nuestras manos, mejor.
–Qing Ye, ¿quieres que secuestre a ese tal… Qi? – Ah Long se quedó estupefacto.

–¿Secuestrar? Claro que no. – Li Shi Qing dejó caer la vista. – No obstante, tendremos que hacerle una visita. 

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