Capítulo 70

diciembre 15, 2017

Li Shi Qing salió de la habitación y ordenó a sus lacayos que reunieran a los otros jefes antes de acompañar a Xiao Li abajo. Cuando llegaron a su habitación, Wu Jie ya había preparado todo lo necesario para cambiarle el vendaje.
Li Shi Qing observó desde un lado como la mujer le atendía. Sus ojos no abandonaron el torso desnudo de Xiao Li y, como si no fuera suficiente que le estuviera mirando él, los dos subordinados que tenía detrás también lo hacían. Aunque no lo hicieran con la misma intención, era incómodo.
Xiao Li quiso ponerse la camisa después de soportar el dolor hasta que Wu Jie acabó. Pero, justo cuando Wu Jie iba a ayudarle, Li Shi Qing dio un paso grande adelante y le cogió la camisa. Le cubrió con la camisa y ordenó a los demás que se marchasen.
–No muevas demasiado el brazo izquierdo.
Xiao Li asintió. Li Shi Qing iba a abrocharle la camisa, pero en lugar de eso, se agachó y le besó la herida. Xiao Li frunció el ceño sin querer al ver a aquel hombre observado sus vendas con pasión, y giró el cuerpo para evitarle.
–Qing Ye, lo puedo hacer yo solo.
Li Shi Qing le dedicó una mirada, accedió y añadió en voz baja:
–Descansa, volveré en un rato.
Dicho esto, Xiao Li habló para detenerle.
–Qing Ye, ¿no has reunido a todo el mundo para-…?
–Tú no vas. – Li Shi Qing le respondió sin girarse para mirarle y salió junto a los guardaespaldas.
Xiao Li quiso encenderse un cigarro cuando acabó de abrocharse la camisa, pero no lo encontró y, después de registrar la habitación un rato, acabó al lado la ventana para coger un poco de aire y observar la avenida trasera del Arco del Triunfo.
Incapaz de contenerse, dio un par de pasos hacia la puerta, con la intención de marcharse. Sin embargo, ya había dos personas esperándole fuera de la puerta. Era obvio que no eran guardaespaldas, sino miembros nuevos – con apariencia aburrida. En cuanto vieron a Xiao Li, se tensaron.
–Li ge.
Xiao Li frunció el ceño mientras un miembro bastante alto explicaba:
–Qing Ye nos ha enviado para protegerte. Nos ha dicho que como usted está herido, tendrá muchos inconvenientes y que puede enviarnos a hacer sus recados. Li ge, no hace falta que sea educado con nosotros, si necesita algo, nos ocuparemos de ello.
Xiao Li se quedó en la puerta, mirándole.
–¿Tenéis algún cigarro?
–Sí. – El más bajito de los dos se sacó un cigarro del bolsillo. No obstante, el alto le dio un codazo y miró a Xiao Li con una sonrisa.
–Li ge, ¿qué marca fuma? Iré a comprársela para usted.
–Da igual. – contestó él, cerró la puerta y se apoyó contra ella.
El más bajito ya le había entregado un par de cigarros y le había encendido uno con el mechero. Xiao Li aceptó el cigarro, echó una calada y preguntó:
–Nunca os había visto, ¿para quién trabajáis?
–Qiang ge, del territorio norte.
–¿Cómo habéis llegado desde ahí?
–Hemos venido con Qiang ge. – explicó el más bajito. – Qing Ye ha dicho que como Qiang ge ha traído tantos hombres, nosotros nos podíamos quedar a cuidar de Li ge.
Xiao Li exclamó un: “oh”, y no dijo nada más.
Como los dos miembros nuevos no conocían demasiado a Xiao Li, no tenían mucho que decirle y dejaron que el silencio acaeciera entre ellos durante un rato. El bajito era claramente un fumador empedernido: contempló el cigarro que Xiao Li tenía en la boca mientras rebuscaba su bolsillo uno para él, pero antes de poder conseguir alguno, el más alto le miró de mala manera.
Estaban hacia el final del pasillo, al lado de las escaleras. Había una ventana abierta y el aire incomodaba a Xiao Li. Cogió la colilla y la tiró a la basura antes de girar por las escaleras con la intención de cerrar la ventana, pero el hombre más alto le detuvo.
–Li ge, si quiere comprar algo, díganoslo. Qing Ye ha dicho que-…
–Qing Ye nos ha dicho que cuidásemos de Li ge como tiene que ser y evitásemos que bajase. – le interrumpió el más bajito.
Xiao Li les dedicó un vistazo rápido. Aunque el más bajito parecía un poco preocupado, el más alto se limitó a estudiar la cicatriz de su rostro y titubeó:
–Li ge, no nos ponga las cosas difíciles…
Justo cuando Xiao Li iba a decir algo, una voz resonó por las escaleras.
–¡Qué bonito, Xiao Li! ¡Mis hombres acaban de llegar y tú ya les estás acosando!
–¡Qiang ge! – los dos hombres le saludaron a unísono.
Feng Qiang se acercó con otros dos hombres. A pesar de que era un par de años más joven, parecía más mayor por su cuerpo robusto.
Xiao Li soltó una risita.
–¿Por qué estás tan serio conmigo? ¿Tus hombres no son míos?
Feng Qiang también rio.
–Vaya sí sabes aprovecharte de mí. – Se detuvo delante de Xiao Li. – No te he visto desde hace tiempo y no me coges el teléfono. ¿Qué te parece si bajamos a beber y hablar?
–Ya no tengo móvil. Podemos hablar en la habitación. – Xiao Li movió la cabeza señalando la puerta. – No puedo irme de esta planta.
Feng Qiang le siguió con una expresión pasmada, pero antes, se dio la vuelta y le dijo a sus hombres:
–Podéis marchaos y divertíos un poco. Voy a hablar con Xiao Li un rato.
Los dos hombres que habían venido con él se dieron la vuelta y se fueron, sin embargo, el alto y el bajito balbucearon:
–Qiang ge, Qing Ye nos ha dicho que nos encarguemos de él.
–¡Y una mierda! – Aunque las cejas de Feng Qiang se curvaron, dijo. – ¡Haced lo que os salga de los huevos! – Abrió la puerta, entró y la cerró de un portazo con una cara infeliz. – ¿Qué coño está pasando?
Xiao Li ya se había sentado en el sofá. Cogió un vaso de la mesita y lo dejó delante de él.
–No hay licor, puedes beber agua.
Feng Qiang le miró un instante antes de dejarse caer sobre el sofá. Entonces, le miró.
–No me extraña que no estuvieras en la reunión. Qing Ye no estaba nada contento cuando he preguntado por ti. Él… ¿te está manteniendo?
–He dejado la mafia. – Xiao Li no le contestó directamente.
–Joder.
El silencio tomó la habitación hasta que Xiao Li lo rompió.
–¿Qué tal la reunión?
Feng Qiang le echó una mirada rápida y se acomodó en el sofá.
–¿Cómo va ir? Joder, como no estaban ni Zi Cheng, ni Yan Ming, todos esos bastardos se quedaron ahí sentados. ¿Sabes quién es el líder del territorio este? El bastardo ese, ese tal Zhang Xue Ming. ¡Nunca había oído su nombre! Lo único que sabe es chuparle el culo a los demás. ¡No ha dicho ni una sola cosa útil! ¿Adivina quién ha reemplazado a Zi Cheng? ¡Una pequeña zorra que se llama Song Bao que solía seguirle por todas partes…! Joder, ¿tanto han asustado Zi Cheng y Yan Ming a Qing Ye que ha buscado idiotas para que sean líderes?
Xiao Li escuchó y, cuando parecía que Feng Qiang ya había dejado de desahogarse, preguntó:
–¿Y qué tal lo del secuestro?
Feng Qiang resopló.
–Lo que ha dicho ese tal Qi es medio verdad, medio mentira, y no sabemos muy bien qué parte es qué. En realidad, yo le daba de hostias y le obligaba a hablar, pero Zhou Yun ha dicho que si de verdad es el hijo de Sun Ze Yu será mejor que no lo hagamos, porque tomaría represalias. – Su voz se tiñó de amargura. – Un hijo ilegítimo no es algo que podemos usar en su contra… Es una cosa que ha escondido, ¿qué vamos a comprobar? Pero lo más molesto es que se creen que Qi Xiu Yuan tiene algo entre manos que podría acabar con Sun Ze Yu. Así que, capturándole, podemos amenazar al ministro. Ninguno de nuestros hombres se disfrazó, con que Sun Ze Yu revise las cámaras de vigilancia, sabrá de inmediato quién es el autor. Pero, no podemos matarle…
–¿Devolverle no solucionaría el asunto? – Preguntó Xiao Li en voz baja.
–¿Podemos volver a enterrar la mierda? ¿Hay alguien que te vaya a dejar atormentarle gratuitamente? Además, como seguimos teniéndole entre manos, puede ser una buena moneda de cambio. Si no le tenemos, Sun Ze Yu puede hacer lo que le venga en gana. – Feng Qiang lo dijo con desdén. De repente, recordó algo y miró a Xiao Li. – Piensas mucho en su bienestar. No hay nada entre tú y ese tío, ¿no? – Justo cuando Xiao Li iba a hablar, Feng Qiang levantó la mano para pararle. – No, no, no digas nada. No sé nada, no sé nada.
Xiao Li rio.
–¿Entonces, cuál es tu decisión final?
Feng Qiang suspiró.
–Qing Ye ha ordenado a Zhou Yun que investigue todo lo que le pasó a Sun Ze Yu ese año. También ha dicho que esperamos a ver cómo van las cosas cuando el ministro contacte con nosotros. ¿Esperar a ver cómo van las cosas? ¡Qué cojones! No podemos matar, ni pegar a ese Qi Xiu Yuan, y además tenemos que tratarle bien, dándole comida buena y bebida… Qing Ye… Se acerca una tormenta. – Su expresión tenía un toque de preocupación, volvió a suspirar y añadió. – Si Zi Cheng estuviera aquí todo iría bien… – Xiao Li dejó caer la mirada. – No he querido decir nada con eso. – Feng Qiang le miró. – No sé lo que ha pasado últimamente, pero he estado pensando en el pasado. Tú, Zi Cheng, Fan Peng y yo nos hicimos jefes hacia el mismo tiempo. Vosotros tenéis el cerebro, mientras que yo confió en mi fuerza y arriesgo mi vida. Cuando nos reunían siempre nos sentábamos juntos, pero hoy ni tú, ni Zi Cheng estabais ahí, y Fan Peng estaba un poco raro. Tengo un mal presentimiento. Cuando hemos acabado, he ido a preguntarle a Qing Ye por ti. – Suspiró. – No me esperaba que te hubiese pasado algo como eso…
–¿Fan Peng está bien? – Susurró Xiao Li.
–No mucho. – Feng Qiang también bajó la voz. – No sabes lo enfadado que estaba cuando Qing Ye ha anunciado que han matado a Zi Cheng por su traición y que tú todavía estás en el hospital. Ha dado un brinco y ha dicho que ha sido Qing Ye el que ha conspirado para matar a Zi Cheng, y que… Que Qing Ye le ha matado para que tú pudieras subir de rango. Qing Ye casi le mata allí mismo…
Xiao Li guardó silencio unos segundos y preguntó.
–¿Te lo crees?
Feng Qiang rio.
–Yo soy tonto, me creo todo lo que dice Qing Ye.
Xiao Li suspiró y explicó:
–Yan Ming me contó lo de… la traición de Zi Cheng e intentó meterme. Quería que trabajase con él y usar a Zi Cheng para matar a Qing Ye. – Hizo una pausa. – Pero elegí trabajar con Qing Ye y capturarles a los dos.
Feng Qiang le miró unos segundos.
–¿Te arrepientes? –Xiao Li se quedó estupefacto. – Todos sabemos que Qing Ye se comporta diferente contigo desde hace años, pero tú no pareces interesado en él. El simple hecho de capturar a Zi Cheng y Yan Ming son grandes méritos, pero en lugar de darte más territorio o áreas, te encierra aquí y te trata como a su putita, ¿no te cabrea?
Xiao Li le miró con una expresión complicada.
–Qing Ye no me va a encerrar para siempre. Si vive lejos-…
–¿Por qué te hace vivir aquí si él también vive aquí? Todavía estás herido… – Feng Qiang dejó de hablar cuando posó la mirada en Xiao Li. – Quiere vigilarte. Ni siquiera confía en ti.
–Feng Qiang…
Feng Qiang sacudió una mano con firmeza y con la otra se aguantó la cara. Un momento después, volvió a hablar.
–Xiao Li, ¿cuál es nuestro propósito como jefes? – Dijo lentamente. – Últimamente no dejan de pasar cosas en el territorio norte. Las calles están en llamas, pegan a nuestros lacayos y cierran las tiendas… Todo es jodidamente molesto. Y al veros a Zi Cheng y a ti, me inquieto todavía más. Nos hemos esforzado mucho… Nos hemos sacrificado… ¿Para qué cojones lo hemos hecho…?
Xiao Li se quedó callado al igual que Feng Qiang.
Ambos se quedaron ahí sentados, con una carga en la cabeza, cuando la puerta se abrió y Li Shi Qing entró.
–Qing Ye. – saludaron los dos simultáneamente.
Li Shi Qing asintió, se acercó y habló con voz suave.
–Hacía tiempo que no os veíais, ¿de qué habéis hablado?
–Qing Ye, – dijo Feng Qiang. – quiero salir a comer con Xiao Li. Podemos juntarnos todos.
Li Shi Qing le echó un vistazo y sonrió.
–Mejor a la próxima. Xiao Li todavía no se ha curado, déjale descansar un tiempo. – Señaló la puerta. – Tus hombres te esperan.
Sea lo que fuera que Feng Qiang quisiera decir, fue rechazado por el semblante frío y terrorífico de Li Shi Qing. Así que, bajó la cabeza y dijo, insípidamente:
–Bueno… Pues me voy. – Echó una última mirada a Xiao Li, se dio la vuelta y se marchó.
En cuanto Li Shi Qing vio a Feng Qiang alejarse lo suficiente, se volvió hacia Xiao Li.
–¿Te duele la herida?
Xiao Li sacudió la cabeza.
–Bien. Feng Qiang ha dicho que quería verte, no me lo he pensado mucho, pero está ha sido la última vez. No hace falta que les veas nunca más. – Li Shi Qing sonrió.
–¿Qing Ye? – Xiao Li frunció el ceño.
Li Shi Qing le tiró al sofá antes de que Xiao Li tuviese tiempo para reaccionar y se inclinó sobre él, le cogió el mentón y le miró a los ojos.

–¿No querías alejarte de la mafia? – Bajó la cabeza y le besó en los labios. – Pues… Cuánto más lejos, mejor.

You Might Also Like

0 comentarios

Popular Posts

Like us on Facebook

Flickr Images